Partida Rol por web

En cuanto abristeis la puerta del camarote, la ausencia de vapor en el exterior fue como una brisa de aire fresco en un día caluroso. El servocraneo era de poca ayuda en este momento, ya que los bandazos que había dado la nave junto con la fuga de vapor y el inconfundible ruido de tiroteo en el exterior había disparado sus sistemas de alarma y era incapaz de distinguir un peligro real de uno falso. Sin embargo, la ayuda del cráneo mecánico no era necesaria...

En cuanto os asomásteis por el pasillo visteis como una figura humana arrojaba al interior del pasillo un cuerpo inconsciente antes de desaparecer de nuevo en el exterior de la cubierta. Del mismo modo, otra figura más pequeña arrastraba a otra persona con mucha más dificultad. En cuanto pudisteis centrar vuestra vista os disteis cuenta de que lo que veíais era al criado de Lanus Cisten arrastrando a su amo semiinconsciente, que se agarraba con fuerza un brazo que le sangraba profusamente. El cuerpo que habían arrojado junto a ellos era ni más ni menos que el de Vymer, quien, aunque no se le apreciaban heridas graves, tenía un lado de la cara rojo de la sangre que la cubría.

Tras ellos, en la cubierta solo se apreciaba un intercambio caótico de disparos, de los que proyectiles metálicos que atravesaban la distancia de la cubierta a velocidades de vértico se entremezclaban con descargas láser, cuya sombra quedaba plasmada en vuestras retinas segundos después de que el disparo hubiera abandonado vuestra linea de visión.

La frente de Urtzi estaba perlada de sudor y sus ojos buscaban con nerviosismo enemigos ocultos tras cada esquina que nunca llegaban a aparecer. Pero eso no hacía más que aumentar la ansiedad, como si el hecho de que todavía no ocurriese nada peligroso aumentase la magnitud de la inminente calamidad... Funestos escenarios se formaban en la mente del adepto. "Eres un acólito de la Inquisición... Eres el instrumento del Emperador para llegar allí donde otros no pueden..." Se dijo a si mismo, recurriendo a su mantra personal buscando no perder los nervios.

Finalmente se dieron de bruces contra el peligro, aunque no fue tan absoluto como el rincón más humano de mente había pronosticado. Desde una distancia prudencial, los tres acólitos llegaron por fin a la zona de conflicto comprobando de primera mano el informe de heridos que les dio el señor Homron. -Tecnosacerdote, acerquémonos hasta los heridos. Entre vos y Taikel podréis ayudar.- Sugirió. El tecnoadepto ya lo había atendido una vez y el psíquico tenía poder para sanar, aunque la experiencia no había sido del todo recomendable. -El resto tienen que estar por aquí.- Dijo buscando con la mirada desde su posición medio encorvada. Si se acercaban hasta los heridos quizás pudiesen ver mejor cómo está el panorama. 

La frase del adepto sobre su hombro sacó a Arcturus de su inacción. El tecnosacerdote se había limitado a apuntar vagamente hacia delante con la pistola, dispuesto a tirar sobre cualquier bulto que se ruzase en su campo de visión. Apenas pudo contenerse y no apretar el gatillo cuando dejaron a Vymer y Cisten en el pasillo.

Arcturus miró atrás y abajo, a Urtzi, y luego a Taikel. No parecía entusiasmarle la idea de soltar el arma para socorrer a nadie tan cerca de aquel infernal fuego cruzado. Parecía sopesar pormenorizadamente las posibles ventajas que aquel auxilio pudiera tener para el equipo.

-¿Cree usted que socorrer a estos hombres pueda resultar conveniente de alguna manera para nuestra misión, seños Chrom, aparte de generar cierta empatía con otros pasajeros?

Formuló la pregunta en un tono frío y asertivo mientras desconectaba y guardaba con cuidado el servoráneo, sin perder de vista el final del pasillo, prestando por primera vez verdadera atención a los dos cuerpos caídos. Preguntó, con aire indiferente:

-¿Y a cuál de los dos...?

Heinrich se encuentra con los asaltantes en cuerpo a cuerpo, no es la primera vez que se ve en estas lides. Su escopeta es super efectiva en distancias cortas, pero en un combate como este Heinrich tira de corazon.

Su mano va a su pecho, donde tiene el corazon...y el engache para su cuchillo "Sigilita".

-Esto te va a doler mas a ti que a mi.

Desenfunda su cuchillo, con un movimiento fluido, fruto de años de experiencia,  y se lo clava inmisericordemente en el estomago al asaltante

Urtzi no se sorprendió en absoluto por la aparente frialdad de Acturus. Pasó su vida rodeado de tecnoadeptos y estaba acostumbrado a la distancia que estos mantenían con un mundo plagado de emociones y convenciones sociales. -Yo sugeriría que al que esté en peor estado, señor.- Respondió con prudencia. Quizás Lanus Cisten fuese, a priori, alguien más relevante para su misión dado el conocimiento que parecía tener sobre la familia Haarlock; pero Vymer era otro misterio que tampoco les perjudicaría desvelar. Puede incluso que si averiguan sus verdaderos motivos encuentren un aliado si buscan un objetivo común o, por lo menos complementario. 

El estruendo de la escaramuza que estaba teniendo lugar en la cubierta resonaba por todo el pasillo. En ese momento tragó saliva. Sus compañeros estaban ahí fuera luchando contra los presuntos piratas y parecía que el bando que formaban tanto la tripulación como los pasajeros estaban sufriendo más de lo debido. -Voy... a asomarme.- Urtzi pronunció esas palabras lentamente, como si todavía se lo estuviese pensando mientras las decía. -No me pondré en peligro inútilmente.- Se adelantó a decir ante cualquier réplica. -Veré cómo de complicada está la situación realmente y quizás pueda proporcionar a nuestros compañeros un oportunidad de sobreponerse al enemigo.- Dijo para exponer sus hipotético plan de acción. Si desde su posición encontraba alguna línea de tiro, podría causar alguna distracción y crear una apertura que los acólitos pudiesen aprovechar para contraatacar. Urtzi, casi de cuclillas, se acercó poco a poco hasta la compuerta que llevaba a la cubierta. El adepto agarraba con fuerza su fusil, esperando así no sucumbir al miedo. Debía mantenerse firme y ayudar en lo que fuera posible. Aunque se tratase de disparar una bala perdida si con ello conseguía desviar algo de atención. 

Chrom señaló indistintamente a los heridos murmurando, pero no paró mucho en ellos cuando los esquivó para acercarse al final del corredor, con los ojos fijos en la esquina. Arcturus lo miró un momento, y se encogió de hombros cuando aquel quiso justificarse. El adepto sabía bien lo que hacía, a juicio de Arcturus, y pareció desentenderse de todo aquello mirando desde arriba los rostros congestinados de Vymer y Cisten.

-Ayúdame, trae al otro -indicó a Taikel con un gesto. Miró a ambos por encima, por ver si veía a primera vista a alguno de ellos en evidente mal estado, y se inclinó para arrastrar a Vymer, el más cercano, unos metros más atrás. Tras él, desde su espalda, una mecadendrita comenzó a desplegarse, ondulante, como un tentáculo.

-¿Qué ha pasado? ¿Se encuentran malheridos?

De golpe y sin apenas tiempo para poder reaccionar la cubierta se había llenado de asaltantes, aunque nuestro flanco parecía estar controlado en el otro extremo se libraba una lucha sin cuartel y en el centro Isolda y Heirich estaban trabados en un combate cuerpo a cuerpo y con dos asaltantes mas que no tardarían en llegar a ellos, confiando en mis compañeros para guardarme las espaldas apunto a los asaltantes que venían hacia ellos disparando y esperando poder acabar con alguno de ellos.

Orionus después de haber localizado y apuntado (F1) con su arma a uno de los piratas en su línea de visión recta. Tenia toda la seguridad de tenerlo a tiro asomado a un lado del escudo de Hieronymus y su compañero detrás del objeto.

He intento disparar con templanza una ráfaga de tres balas en la cabeza del pirata.

Hieronymus estuvo a punto de levantarse de detrás de la mesa donde se encontraba y cargar en ayuda de Heinrich, sobre el que habían caído dos encapuchados. Sin embargo, con un agudo grito de guerra Isolda había ocupado el lugar a su lado en un instante, igualando las tornas.

Los disparos de Orionus junto a su hombro hicieron al arbites agacharse de nuevo y centrarse en los enemigos que tenían delante. Eso harían, acabarían con los que tenían delante y se unirían a Heinrich e Isolda, luego barrerían a los que avanzaban sobre el flanco derecho y que estaban machacando a la tripulación

- ¡Vosotros, acabad con el alto! - gritó el arbites a los guardaespaldas de Nyle señalando al asaltante que se ensañaba en el cadáver del tripulante golpeando una y otra vez su cuerpo con un hacha (F1). Parecían militares así que entenderían el establecer una disciplina de fuego y una distribución de los blancos.

Tomó él mismo puntería sobre uno de los asaltantes que había sido herido instantes antes y que se encogía dolorido (G1). Viendo que aquellos no parecían vestir más que harapos, giró el selector de munición y la palanca cambió para señalar al cargador de munición de fragmentación*. Apretó el gatillo y el rifle ladró con violencia mientras los proyectiles, frangibles golpeaban contra la cobertura del asaltante.

El arbites estudiaba el equipo de los asaltantes y la cobertura tras la que se encontraban en busca, entre ráfagas, de cualquier ventaja táctica que pudieran emplear para repelerlos.

La batalla se estaba desarrollando tan rápido como súbitamente había comenzado. Los asaltantes de los balcones, incapaces de hayar mayor refugio intentaron defenderse con unos pocos disparos de sus pistolas que no encontraron su objetivo, pero los guardaespaldas de Nile continuaron acribillandolos desde su posición, primero a uno hasta que fue derribado, y luego a otro que también cayó irremisiblemente muerto. Solo uno de aquellos salió con vida _{(nº 4)} y, malherido, intentó escapar en dirección contraria tan rápido como podían llevarle sus piernas. Por otro lado apareció Quill, que aunque había desenfundado su arma no había llegado a dispararla, y al ver al enemigo intentar escapar salió corriendo en pos suya, a tal velocidad que parecía un grox en estampida.

Pero teníais problemas más urgentes de los que ocuparos. Gianna había hecho un buen trabajo derribando a uno de los enemigos que os amenazaban a vuestro flanco derecho, pero su compañero _{(nº 8)} se había adelantado lo suficiente para tener una línea de tiro clara, y en cuanto fue capaz disparó con precisión a Orionus.
    El combate contra los enemigos que ya se encontraban enzarzados en cuerpo a cuerpo con Heinrich e Isolda os demostraron que era unos oponentes robustos. Incluso después de haber recibido una cuchillada y estar perdiendo abundante sangre, el oponente de Heinrich aún se revolvía, intentando con desesperación golpearle con su hacha en un último esfuerzo, pero con las fuerzas tan mermadas que no consiguió más que arañar su armadura.
    Junto a ellos, Isolda intentaba defenderse de su salvaje atacante manipulando la cuchilla bajo el cañón de su bólter como un arma, pero la falta de su brazo izquierdo se hacía patente. Sus movimientos para manejar el pesado bólter eran lentos y predecibles y no llegaban a acertar; sin embargo, mantenían a raya a su enemigo, que contra un arma de semejante calibre hacia se movía de forma errática, sin conectar tampoco ningún ataque certero contra la Adepta Sororitas.

Por último, era evidente que en el otro extremo de la nave los tripulantes estaban pasando por sus peores momentos. Habían conseguido derribar a uno de sus atacantes a tiros, sin embargo se veían abrumados por los enemigos en cuanto estos les atraían al combate cuerpo a cuerpo, y a causa de ello también dos de los tripulantes habían caído. A este ritmo ese lado de la nave caería en cuestión de segundos...

Taikel, obediente, se dispuso a ayudar a Arcturus a disponer de Vymer y Lanus Cisten para ayudarles con sus heridas. Vymer parecía no tener heridas graves, aunque aparentemente se hallaba inconsciente por un golpe en la cabeza, y debería reponerse tras unos minutos de descanso; Lanus Cisten, por otro lado, tenía el brazo derecho roto y completamente desgarrado a causa de pequeños trozos de metal se le habían incrustado en la carne, producto de alguna explosión de metralla, u otro incidente de la misma índole. Lanus Cisten parecía aturdido y desorientado y era incapaz de hablar, así como su criado, que parecía paralizado en estado de shock.

Mientras Arcturus comenzaba el proceso de extracción de la metralla y el vendaje del brazo de Lanus, intentando evitar que este cayera inconsciente por la pérdida de sangre, Urtzi echó un vistazo al exterior. Pareciera que todos los viajeros de la nave se hubieran atrincherado cerca de las puertas a los camarotes para defenderlas. Un gigantesco arpón atravesaba la cubierta, y de la dirección de donde provenía, en los balcones, descansaban los cadáveres de tripulantes y asaltantes. Un poco más lejos el resto de los acólitos combatían a brazo partido a tiros y cuerpo a cuerpo contra más de aquellos enemigos, y, hacia el extremo más alejado de la nave, se podía ver como a estos enemigos combatiendo igualmente contra más tripulantes de la nave.

Prácticamente toda la cubierta había quedado cubierta de sangre en mayor o menor medida, tanto de aliados como de enemigos.

Heinrich saco su cuchillo de entre las tripas del asaltante y vio como esto provocaba un torrente de sangre que mancho el suelo he hizo un charco del fluido vital del pirata.

-Hey, cuidado, que me manchas.

Le dice mientras le intenta clavar de nuevo el cuchillo. Lamentablemente en cuando el brazo de Heinrich esta apunto de asestar la cuchillada final, el pie del guardia imperial pisa el charco de sangre y resbala, desestabilizando a Heinrich, que falla la puñalada.

El brazo del elegante comerciante tenía mal aspecto, y el tecnosacerdote se limitó a envolver como pudo el estropicio, consciente de que poco se podía hacer con los medios con los que contaba; menos mal que no era demasiado compasivo.

Mientras vendaba a Lanus, Arcturus miró a Urtzi y al pasillo, deseando que ningún proyectil perdido se llevase por delante al adepto. Giró la cabeza y examinó a Vymer, luego a Taikel. Emperador, este hombre está ausente. Volvió a mirar a Vymer, preguntando con tono enérgico:

-¿Te encuentras bien? ¿Puedes oirme?

Respingó, frustrado por la situación e inquieto por cual sería el desenlace.

Orionus mientras disparaba vio como unos de los piratas le apunto con su arma y recíprocamente recibía varios disparos que por suerte o destreza consiguió esquivarlos.

Estaban muy cerca para su gusto, y más cuando tenía solo un brazo hábil; pero Isolda no se iba a echar atrás. Movió el bolter con cuidado, disponiéndolo de forma precisa para lanzar un tremendo impacto con el hacha enganchada bajo el cañón de la sagrada arma y, así, poder hundirla en la carne de su rival.