Partida Rol por web

Robert despertó del trance en el que había entrado momentos antes y se dio cuenta de que uno de esos lagartos le seguía para empalarle.

Cuando fue a levantar su arma, se dio cuenta de que la había soltado, por lo que soltó una maldición en silencio mientras rápidamente desenvainaba su espada larga y lanzaba un tajo al ser.

Criaturas, que caiga sobre vosotros el poder de la justicia...

Dicho esto, Andrej saca su maza y trata de golpear a la criatura sin mucho éxito.

Robert se sobrepuso al miedo gracias al hechizo de Andrej y al verse sin su espada doble, sacó la otra hoja, que tenia en la vaina del cinto y atacó al hombre lagarto que tenía delante, pero no llegó a acertar.

Andrej también hizo frente al enemigo más cercano sin conseguir más que dañar al aire.

Entonces, los reptiles, movidos por el grito de su jefe, comenzaron a atacar y contratacar de la manera más brutal que les fue posible. La maza de armas de uno de ellos atravesó las defensas de Andrej y le golpeó en el hombro clavándole sus picas afiladas. Lo mismo pasó con el que se enfrentaba a Stan, aprovechando el miedo infundido por su jefe, golpeó con fuerza la espada del pícaro.

Stan no podía evitarlo. Una vez más un miedo irracional se apoderó de él. Sólo podía pensar en salir de allí cuanto antes.
Además el golpe del hombre lagarto ayudó a que las últimas dudas se evaporaran mientras gritaba de dolor.

No. no no no no no.

Soltó su espada y corrió por en la dirección en que vinieron como alma que lleva el diablo. Cosa que en aquella isla seguramente sería cierto.

Keks se cubrió con su escudo y contempló a sus atacantes. No hacía falta mirar mucho, los gritos de dolor de sus compañeros lo decían todo. Los lagartos se estaban imponiendo y todavía no se sabía nada de Xan o de Morgana. No se atrevía a mirar para atrás.

-¡Tenemos que coordinarnos, joder! ¿Qué cojones estáis haciendo?.

A su izquierda, el único competente parecía ser Andrej, que conjuraba para que los demás no huyeran corriendo. Sin mucho éxito. Dio un paso hacia él.

Stan huyó del monstruo, dejando atrás su estoque y corriendo por su vida. Uno de los hombres lagarto trató de aprovechar el momento para atacar con su maza a Stan, pero fallo por poco. Cuando el lagarto que portaba la máscara fue a hacer lo propio, Keks conjuró sobre él paralizándole con la maza en lo alto, y salvando a Stan de un golpe seguro mortífero.

Andrej vuelve a levantar su maza contra la criatura pero golpea en su dura piel...

Robert miró al hombre lagarto al que se enfrentaba y gruñó. Tenía que acabar con él ya para poder proteger a sus compañeros.

Había perdido mucho de su honor al salir corriendo. Tenía que hacer lo que fuese por recuperarlo.

Andrej fallaba su ataque justo en el momento en que Robert propinaba un nuevo espadazo a otro de los lagartos. Con el valor infundido por el inquisidor, el guerrero luchaba diestro con la espada, sin temer golpes ni heridas.

Los lagartos, por su parte, continuaron con su sed de muerte, propinando mordiscos y mazazos por doquier. Una de las mazas impactó a Morgana, tirándola al suelo y haciendo que el veneno fuese aún más letal en ella. Uno de los lagartos, al haber huido Stan, se lanzó a por Robert, pero este esquivó el ataque mientras paraba el otro con la espada.

Keks veía a todos sus amigos cadáveres, ya presentes o futuros. Los guerreros no lograban matar a nadie, Stan había huído, y los lagartos golpeaban por doquier.

-¡Por las tetas de Calistria y el orinal de Asmodeo! ¡Como no los matemos rápido somos comida de lagarto!

Ignorando al que se ensañaba con Morgana, se acercó al grande con la muerte en los ojos y le propinó un buen golpe.

Keks se acercó al jefe y le propinó un fuerte golpe. Los ojos de este se movían impotentes recibiendo el tremendo mazazo. Xan, por su parte, terminó de convocar al Eidolón que apareció a su lado listo para atacar a sus enemigos. Stan continuó huyendo mientras el veneno hacía de las suyas en su cuerpo. El lagarto de la máscara intentó librarse del encantamiento, pero el hechizo del oráculo era más fuerte que lo que el lagarto podía soportar, y no pudo moverse un ápice.

El guerrero miraba a los dos lagartos que intentaban acabar con su vida y maldijo por dentro.

Si por lo menos tuviese su espada de dos hojas... Pero la había tirado al suelo.

¡Maldición! ¡Maldito sea el miedo que inspiran estas criaturas, y maldito sea yo por haberme dejado influir por él!

Con la ira creciendo en su interior, el guerrero lanzó otro ataque al lagarto que por poco le rebana la cabeza.

Andrej vuelve a lanzar su maza contra la criatura, pero en esta ocasión añade algo más de su energía. ¿Habrá superado ahora la piel de la criatura?