Partida Rol por web

El callejón era un lugar de mala muerte, el sitio perfecto para negocios ilegales o para que te den un susto una mala noche. El ysoki observó rápidamente las rodadas de un vehículo que huía del lugar en una dirección mientras que, justo en dirección contraria, alguien había arrastrado algo pesado. El ysoki se agachó como cuando estaba cazando y comenzó a inspeccionar todo. Quería hacerse una idea de cuales fueron los pasos desde que Vallan-7 había salido por la puerta, cuantas personas más había allí, cuantos olores quedaban y a que le recordaban. TODO.

Se la habían llevado en el coche o las huellas de arrastre eran de arrastrar al androide. ¿Cuanto pesa un androide? ¿Y si se la habían llevado en coche a donde? ¿Había ventanas que diesen al callejón? ¿Algún ordenador? ¿Alguna cámara? Todos los detalles importaban. 

El ysoki se dedica durante varios minutos a registrar a conciencia el callejón, empapándose de todos los detalles... y empapándose un poco también de la suciedad del callejón, pues está tremendamente sucio. En un rincón encuentra un par de latas de bebida energética tiradas, con pinta de llevar bastante ahí, y unos cuantos envoltorios de frutos secos que alguien ha tirado ahí.

Por desgracia, no hay cámaras ni ventanas a la vista, de hecho, en la zona no parece haber en general muchas ventanas en ninguna parte. Decir si había habido más gente o no resultaba complicado, ya que el suelo era metal sólido, y por lo tanto las huellas no se marcaban en él, a no ser que fueses un gólem de hierro. Sin embargo, lo removido de la suciedad del suelo sí podría indicar que allí había habido más de una persona moviéndose. En el callejón hay tantas manchas de grasa que resulta difícil decir si alguna es sangre de androide, ya que ésta es muy similar a la grasa o al aceite. 

Muffin no es un experto en androides, pero sin duda puede decir que, si esas marcas de arrastre son de haber arrastrado a la androide, debe de ser la androide más pesada y más cuadrada de toda la galaxia. Las rozaduras parecen más bien de algo muy pesado y con aristas, como una caja de metal grande. Los androides pesan un poco menos que los humanos de media, debido a las aleaciones ultraligeras con las que están construidos. 

A la sensible nariz del ysoki llegan varios olores. El de la grasa y la suciedad del callejón, el de las latas oxidándose en el rincón, el de la comida y el alcohol proveniente del bar, y bajo todo ello, un ligero aroma a gasolina. 

Su investigación se reveló mucho menos útil de lo que el había esperado. No había ojos ni oídos en ninguna parte así que eso cerraba una puerta. La suciedad de aquel lugar hacía prácticamente imposible ver si había algún rastro de sangre. No habia más pistas que las dos marcas en el suelo cada una en una dirección. Debía elegir y sabiendo que lo más probable era que la androide se hubiese montado en el coche la lógica le decía que siguiese esa pista pero sabía que esa pista se acabaría perdiendo. Su instinto sin embargo le instó a mirar las huellas de arrastre así que comenzo a seguirlas. 

Finalmente el ysoki decide seguir el rastro de rozaduras. Resulta difícil debido a la suciedad y al material duro del suelo, ya que lo que quiera que han arrastrado solo ha dejado rozaduras a veces, cuando giraban o cuando lo llevaban sobre un lateral, no siempre. Sin embargo, el ysoki se ha pasado un mes rastreando el desierto de Luminaria en busca de un ixateco y no va a dejar que una caja en una mugrienta estación le derrote, así que continúa con tesón. 

Pronto comienza a ver las señales inequívocas de que había varias criaturas transportando eso que ha dejado las rozaduras, por lo menos cuatro, pero probablemente más. Además, mientras gira por entre los callejones, alejándose cada vez más del bar, puede ver que a las rozaduras se unen otras, al parecer de otros objetos similares. El rastro lleva al ysoki serpenteando por entre los callejones una y otra vez, en un laberinto por el que es fácil perderse. Finalmente, cuando ya está muy lejos del bar y lleva más de media hora de rastreo, por fin llega a una zona muy apartada, en la que la calle continúa todo recto hasta acabar en una pared, a unos doscientos metros de su posición. La pared parece separar secciones de la estación y no hay manera visible de rodearla o escalarla. El rastro acaba ahí, en la pared, donde un tubo pequeño, al parecer una tubería, se mete en el metal. Es lo suficientemente ancho como para que un humano cupiera por él con dificultades, a un vesk le resultaría imposible. 

Frente al tubo, apoyados cada uno a un lado de la tubería, hay dos humanos, con todo el aspecto de matones de banda: llevan chaquetas del estilo de Absalom, y una serpiente roja bordada en ellas. Aunque no se ve ninguna, es casi seguro que vayan armados. No parecen haber visto al ysoki, que sigue en las sombras del callejón. 

La emoción de la caza, seguir aquel rastro era complicado pues iba saltando, las marcas no siempre estaban ahí, tan solo se quedaban marcadas en los giros o cuando movían el peso. Durante todo el camino, Muffin iba preguntándose que demonios habría dejado esas marcas y si no habría hecho mejor en seguir el coche pero cuando llego a territorio de lo que parecía una banda pensó que seguramente habría acertado. Cuando vio los dos matones, Muffin sacó su pequeño ordenador y comenzó a buscar información sobre esa banda.

También observo el comportamiento de los guardias y trato de valorar su aptitud y como de fácil sería pasar entre ellos o engañarles. 

Por fortuna la infosfera de Absalom llega incluso a callejones perdidos como aquel, así que escondido en las sombras fuera de la vista de los matones de la banda Muffin comienza a buscar información. Inmediatamente encuentra muchas noticias relacionadas con ellos. Esa banda es, al parecer, las Serpientes de Túnel. Aunque, como toda banda, están involucrados en todo tipo de actividades ilegales, son sorprendentemente populares entre la gente de a pie. Al parecer no extorsionan ni roban a los pobres, sino que sus golpes suelen dirigirse hacia los ricos o, por lo menos, los acomodados. Aunque no conviene meterse con ellos, y no dudan en usar la fuerza, ya sea letal o no letal, sus objetivos suelen ser de protección de sus miembros y de otras personas de lo más bajo del escalafón. Según las noticias que Muffin encuentra, están metidos en muchos robos y agresiones ocurridas en los últimos años.
Un vistazo rápido revela que es imposible llegar a la tubería sin que le vean, ya que están cada uno apoyado a un lado de la misma, en la pared de la que sale.
Parecen estar aburridos de estar ahí, pero atentos.

Muffin maldijo para sus adentros. Las Serpientes del Túnel, estaba claro que ahí estaba el túnel que serviría de guarida. Iba a ser difícil entrar ahí a punta de pistola. Tendría que confiar en la suerte y en la bondad que parecían tener esas personas. El no era adinerado, ni siquiera acomodado esperaba poder hablar con ellos y negociar un precio si ellos tenían a la Capitán.

El ysoki se despeino y se manchó las ropas para darse un aspecto más desaliñado o empobrecido. Luego dio un rodeo y salió de su escondite por otro sitio diferente, un sitio que le permitiese a los guardias verle desde la distancia. Se dirigió hacia ellos sin dudar e intentando parecer inofensivo. - ¿Que hay muchachos? - saludo cuando estuvo a una distancia prudencial. - Siento molestar, estoy buscando a una amiga. Tal vez alguno de vuestros muchachos haya podido verla, ¿Hay alguien con quien pueda hablar? No tengo mucho dinero pero podría pagar algo por la información. - preguntó cruzando los dedos. 

Tratando de ignorar la sensación de asfixia que le provoca ese tumulto de criaturas y edificaciones, Naga echa un vistazo al mapa proyectado en sus retinas antes de retomar su camino. Se ve forzada a ir esquivando gente de lo más variopinta. Algunas de las razas que hay en Absalom solo las ha visto en libros, y una parte de ella siente cierta curiosidad. Pero, ante todo, Naga es una androide concienzuda, y se centra en llegar al distrito que debe lo más rápido posible. 

Naga camina por las calles de Absalom siguiendo las indicaciones dadas por el FAA, y progresivamente va dejando atrás las bulliciosas zonas comerciales, los distritos de residencia y los hangares, y se interna más en el núcleo de la gigantesca estación. Cada vez hay menos gente por las calles, y la iluminación es más tenue, aunque aún se puede ver sin dificultad. 

Naga sabe que está introduciéndose en una zona cada vez más problemática, territorio de bandas. El distrito del generador 217/F es básicamente un suburbio, y no es precisamente una zona bonita de la estación. Los edificios están oxidados y llenos de pintadas, y las tuberías gotean líquido que forma costras de cal en las paredes metálicas. Los negocios están iluminados con carteles de neón y muestran todo tipo de entretenimientos, desde alcohol a virus, pasando por otras clases de entretenimiento menos comunes.

La androide pasa junto a no menos de nueve fosos de pelea, con los desagradables sonidos de los animales luchando y matándose mientras multitudes gritan y vitorean a su alrededor en varios idiomas. Al pasar por las calles, grupos de humanos vestidos con la ropa identificativa de diversas bandas y sus símbolos (una serpiente, una copa rota, un perro gruñendo, y otros muchos). Las porras, los bastones eléctricos y el resplandor de la culata de alguna pistola es evidente mientras pasa a su lado. 

Finalmente se acerca al local en el que se vio a Vallan-7 por última vez. Para llegar tiene que atravesar una serie de callejones oscuros, en los que no se ve a nadie. Sin embargo, al girar una esquina, atisba movimiento por un recodo. Al mirar con cautela, ve, entre las sombras del callejón, a varias pequeñas figuras, de una estatura similar a un niño humano, con cabezas desproporcionadamente grandes y enormes bocas repletas de colmillos. Susurran en una lengua desagradable mientras caminan sin hacer ruido por los ocultos callejones. Son seis: cuatro de ellos transportan una larga caja metálica, como si de un ataúd se tratase, y otros dos abren y cierran la marcha con sus armas preparadas. 

Naga los reconoce: goblins del espacio. Los conoce todo viajero espacial, son una plaga, una raza asquerosa y que solo vive para el saqueo y el pillaje. Por desgracia, debido a su ritmo de reproducción, son muy difíciles de exterminar, como si fueran cucarachas. Algunos se ocultan en las entrañas de la enorme estación Absalom, urdiendo planes y maquinando con su escasa inteligencia. Cualquier raza de la galaxia, civilizada o no, buena o maligna, les dispara nada más verlos, pero por desgracia para todos son bastante buenos escondiéndose y su pequeño tamaño hace que se cuelen por cualquier parte. 

A pesar de que son bastante débiles, hay que tener mucho cuidado con ellos. Sus armas están construidas tan rematadamente mal que muchas veces les explotan en la mano, pero cuando no, son tan mortales como cualquiera. Atacan siempre en grupo y pueden superar a guerreros avezados solo a base de insistencia y una total falta de aprecio por la vida, la propia y la de los demás. 

Por fortuna, no parecen haberla visto, y si mantuviera las distancias, podría ser capaz de seguirlos y ver a dónde se dirigen. 

En cuanto el ysoki se acercó a ellos, los dos hombres dejaron de apoyarse en la pared y la miraron metiéndose las manos bajo las chaquetas. Fuera lo que fuese lo que guardaban ahí, seguramente no fueran bolsas de caramelos. Es cierto que el pequeño ysoki sucio no parecía peligroso, pero todo el mundo en la estación ha aprendido ya a no subestimarlos por su tamaño. 

-¿Y tú que haces aquí?-pregunta uno de ellos-Esto es territorio de las Serpientes de Túnel. 

El otro le mira con desconfianza. 

-¿Así que una amiga, eh? Deja de hacerte el inocente. ¿Son tus amigos ysokis los que han estado operando por aquí? Más te vale contárnoslo. 

-El jefe dijo que tenía que ser algo pequeño para caber por las tuberías-dijo el primero que había hablado señalando la tubería que tenía detrás-¿ysokis tal vez? 

El ysoki alejo lenta y claramente las manos hasta colocarlas a la vista frente a su pecho,  no quería que por un error aquellos dos hombres le diesen un tiro. No se de que me hablas, ni siquiera soy de aquí. - le respondió al pandillero. - Soy de Akiton y me gano la vida haciendo chapuzas. Motores, chispas, esas cosas. Busco a una androide, tenía que sacarme de aquí pero ha desaparecido. - explicó Muffin. - Las Serpientes del Túnel son conocidas porque cuidan de la gente más humilde y como este es vuestro territorio pensé que igual podíais ayudarme. - añadió arrugando el hocico con tristeza. - Algo arrastró una caja de metal pesado que ha ido rallando el suelo desde donde desapareció hasta la entrada de este túnel, no se si fuisteis vosotros o esas  criaturas pequeñas de las que habláis pero necesito encontrarla. - Se esforzó por mostrar algo de desesperación. - Que por cierto, no se si estará relacionado con vuestro problema pero se de buena mano que los Caballeros del Golarion están saturados por una infestacion de goblins en los niveles inferiores. Quizá estén moviéndose por los túneles y han decidido joderos. ¿Sabéis algo sobre mi amiga? Por favor...  

Los dos matones observan a Muffin con desconfianza. Finalmente, se miran entre sí y luego a Muffin. 

-No sabemos nada de una androide, ysoki. No nos gusta que andes por aquí...

El otro le detiene con un gesto.

-Espera. Voy a confirmar eso de los goblins. 

Activa un comunicador y se aparta para que no puedan oír su conversación. Finalmente, vuelve con Muffin y su compañero. 

-¿Qué hace un mecánico como tú buscando androides por aquí? Si eres mercenario o algo de eso, el jefe dice que puedes pasar, pero bajo tu propia responsabilidad. Parece que eres el único lo suficientemente pequeño como para entrar por ahí y ver qué está pasando. 

Este túnel lleva a las esclusas 95 y 94. Esa parte de la estación fue sellada hace mucho, pero parece que no muy bien. 

Naga se apresura a ocultarse al abrigo de las sombras, mientras su cabeza maquina a toda velocidad. Su misión es encontrar a Vallan-7, y había decidido empezar por el bar donde se la vio por última vez. Sin embargo, la presencia de los goblins ha despertado en ella un mal presentimiento. Si un androide desaparece y hay goblins cerca, es muy poco probable que ambos hechos no estén relacionados. Observa la enorme caja metálica que transportan: sea lo que sea lo que hay en su interior, no pueden traerse nada bueno entre manos. Debatiéndose entre seguir su plan original o hacer caso a su instinto, Naga continúa vigilando los movimientos de los goblins. 

Finalmente, decide seguir su corazonada. Espera escondida a que los goblins pasen de largo y comienza a seguirlos a una distancia prudencial, con el rifle preparado para defenderse en cualquier momento si fuera preciso. 

Poco a poco, y haciendo uso de sus habilidades de sigilo, perfeccionadas durante años con Asha, Naga sigue a los goblins por el laberinto de callejones. Habría sido difícil que se dieran cuenta de su presencia, pero aún más teniendo en cuenta que van hablando en su desagradable lengua y mirando todos al frente. Naga no tiene problema en no ser detectada por las estúpidas criaturas mientras avanza por el laberinto de callejones. 

Los goblins evitan a propósito las calles, quedándose en los callejones más estrechos, esos en los que nadie de las razas más grandes que ellos (es decir, casi todas, excepto medianos e ysokis) se metería de forma habitual. Torpemente transportan la caja, girándola cuando es demasiado estrecho el pasadizo como para llevarla horizontal. Más de una vez se cae, haciendo abolladuras en el suelo, pero a los goblins no parece importarles mucho. 

Cuando Naga ya está completamente desorientada, los goblins se meten por un hueco minúsculo entre dos edificios, lleno de tuberías ardiendo (probablemente transportan agua caliente o combustible a alta temperatura). Las pequeñas criaturas se cuelan sin problema bajo la tubería y arrastran tras ellos la caja, pero para Naga es más complicado, ya que tiene que escurrirse por el espacio pequeño que hay sin tuberías y con cuidado de no quemarse. 

Para cuando lo logra, por desgracia, ha perdido de vista a los goblins. Sin embargo, a su paso las criaturas dejan abolladuras en el suelo y rozaduras que son fáciles de seguir, por lo que Naga logra seguir el rastro aunque ya no los vea. Tras un par de calles más, se encuentra con que el rastro acaba bruscamente contra una pared tan alta que el final conecta con el propio techo de la estación, imposible de rodear ni de pasar por encima. 

El rastro termina en una trampilla que probablemente antes estuvo sellada, pero que alguien ha abierto de nuevo, cortando las soldaduras. En grandes letras amarillas, puede leerse: ÁREA SELLADA - NO PASAR. 

Aquello parecía una escena de película de televisión. El poli bueno y el poli malo pero con pandilleros. Cuando tuvo que esperar a solas con uno de ellos Muffin cambió el peso de un pie a otro en un silencio incómodo mientras afinaba el oído a ver si oía algo de lo que decía el otro pandillero. - Si no aparece ese androide su nave se queda en tierra y yo perderé un trabajo con un buen cliente. Tengo que entrar muchachos. - dijo torciendo el gesto como si aquello no le apeteciese ni lo más mínimo. - ¿Estáis vigilando que no entre nadie o que no salga nadie? No me gustaría que me pegaseis un tiro si tengo que salir por ahí. Me llamo Muffin, os gritaré mi nombre antes de asomarme para que no me acribilleis.  ¿Os parece razonable? A cambio podéis decirme que os han robado esos pequeños pieles verdes y si lo veo os lo haré saber. La gente humilde como nosotros tenemos que ayudarnos. - les dijo esperando a ver si conseguía hacer buenas migas con aquella banda. Había que tener contactos hasta en el infierno. 

A pesar de que está algo lejos y hablando en voz baja, el fino oído del ysoki logra captar lo que dice el matón, aunque ni siquiera él puede oír las respuestas del comunicador. 

-Jefe, tenemos aquí un ysoki... no, no creo que sea él... sí, iba al conducto. Pero dice que está buscando a una androide desaparecida... no, no ha pedido nada de dinero. Sí, quiere entrar. Ha dicho que hay goblins en los niveles inferiores, ¿es verdad? ¿Podrían ser goblins? Sí, espero... Vale. Entonces, ¿le dejamos pasar? Sí, entendido. 

Tras las palabras del ysoki uno de los matones responde:

-A nosotros no nos roba nadie. Pero han estado moviéndose por nuestro territorio y no nos gusta. Vigilamos que no vuelvan a salir de su agujero, pero si estás dispuesto a entrar y ver lo que hay, adelante. 

Vale, voy a entrar entonces. ¿Si salgo gritando Muffin no me dispareis vale muchachos? - dijo el ysoki avanzando hacia el tubo y subiendo de un salto. Apoyo una mano en la pared y lanzó una última mirada a los dos pandilleros. Inspiró hondo, dejó escapar el aire y, tras un último vistazo al cielo de la estación, se metió al interior. 

Una vez pasada la entrada estrecha, la tubería es más amplia de lo que parece. Muffin puede ver con claridad las rozaduras y las abolladuras que la caja metálica ha hecho al ser introducida a la fuerza por allí, un espacio que sin duda era demasiado pequeño para ella. Parece que la han metido a presión hasta que han logrado que entrara, arañando todas las paredes en el proceso. La tubería está como si una bestia alienígena la hubiera arañado con sus garras. 

Muffin no tiene ningún problema en pasar, a gatas por la tubería que continúa recta durante unos cien metros hasta desembocar en una estancia enorme. Ante él se alza un edificio bajo y alargado de planchas de acero, y a su alrededor todo está lleno de basura y metal oxidado. Y por suerte, frente a él también hay unos sacos, porque junto al edificio, al lado de un barril en el que arde una hoguera, hay dos criaturas con las que nadie quiere encontrarse: goblins del espacio. 

Los conoce todo viajero espacial, son una plaga, una raza asquerosa y que solo vive para el saqueo y el pillaje. Por desgracia, debido a su ritmo de reproducción, son muy difíciles de exterminar, como si fueran cucarachas. Algunos se ocultan en las entrañas de la enorme estación Absalom, urdiendo planes y maquinando con su escasa inteligencia. Cualquier raza de la galaxia, civilizada o no, buena o maligna, les dispara nada más verlos, pero por desgracia para todos son bastante buenos escondiéndose y su pequeño tamaño hace que se cuelen por cualquier parte. 

A pesar de que son bastante débiles, hay que tener mucho cuidado con ellos. Sus armas están construidas tan rematadamente mal que muchas veces les explotan en la mano, pero cuando no, son tan mortales como cualquiera. Atacan siempre en grupo y pueden superar a guerreros avezados solo a base de insistencia y una total falta de aprecio por la vida, la propia y la de los demás. 

Ambos goblins están riéndose y hablando en su desagradable lengua, comiendo algo que Muffin prefiere no identificar. 

Consciente de que entrar por esa trampilla puede ser meterse en la boca del lobo, Naga se agacha dispuesta a inspeccionarla antes de meterse en ella. Con su oído mejorado, se apoya en su superficie, tratando de captar algún sonido proveniente del otro lado.