Partida Rol por web

-¡Bienvenido! ¡Bienvenido! ¡Bienvenidos a ti y a tus amigos!- El trasgo enfatiza sus palabras abriendo los brazos como si quisiera abrazar a alguien- ¡Pasad, pasad! Mi casa, vuestra casa. Vuestro dinero , mi dinero. Adelante...-Con un gesto circular de su mano muestra todo aquello que tiene tirado sobre la manta. Empieza a sacar cosas y a mostrárselas al bardo-. Tengo una rara barra de lacre, sólo parcialmente usada, por tan sólo 60 miserables monedas de cobre. ¿O quizá podríais encontrar uso a esta bella manta de lana, con apenas una marca de moho? Sólo 39 de cobre.¿Y que tal un pinchito de carne de rata hervida? Para vosotros sólo 5 de plata. O quizá, si pudiese indicar el camino hacia cierta cámara de válvulas...¿qué valor tendría eso para unos bravos aventureros como vosotros?¿100 de plata?- dice rozando su dedo índice contra su pulgar. 

De repente el trasgo emite un chillido ahogado y se coge la raída chaqueta a la altura del corazón.  Se uqeda mirando a Daisy con unos ojos grandes como platos...

- ¡Por todos los dioses! No veía algo tan bonito desde me quedé encerrado en la despensa de Barenol III...- se acerca a grandes pasos hacia Daisy aclarandose la voz y poniendo una de sus manos tras su espalda. Al parecer intenta aparentar ser distinguido-. Mi nombre es Skakan señorita. ¿Qué hace alguien como usted en un lugar como este?

Estaba claro que ahí alguien se había ido de la lengua. Había un traidor entre sus filas, un chivato, un confidente, un soplón, un delator, un espía. Sí. Daisy Sue Demonfly sabía de quién se trataba. Nunca confió en él. El loro que se había ido de la lengua era el pajarraco que siempre andaba rondando a Powaqqatsi, ¡maldito buitre!

Orejotas...-enarcó una ceja-pa ser un sucio y repugnante trasgo de cloaca eres un jodío ingeniero comparado con los lumbreras con los que me suelo codear. Por fin un tipo que no duda si soy señora o señorita. Trasgos uno, enanos cero.

Aún así, le seguía repulsando... Por muy inteligente que fuese este trasgo, los de su raza no tienen sentido de la mesura. Se creen que se pueden llevar al catre a cualquier semiorca de seis pies de alto como si pudiesen abarcar todas las posibilidades que un cuerpo de ese tamaño ofrecía a un renacuajo verde. Los trasgos eran los típicos pretendientes que Daisy Sue tenía que espantar como a las moscas. Sin embargo, el trasgo había dicho algo interesante...

Espera, Skakan... ¿Qué dijiste antes del piropo? Lo de las válvulas no, más antes que eso-Daisy Sue babeó-. Pincho de carne... yeeeeepa. Como los que comíamos en el campo cuando era pequeñaja, solo que a las ratas de allí las llamábamos ardillas. Mira que trasgo más majete.

Daisy Sue posó la enorme palma de su mano en la coronilla del trasgo, y lo acarició como a un perrillo. En la cabeza, se entiende; la gente que acaricia la tripa de los perros, tan cerca de los genitales, termina de cabeza en el plano del infierno. Daisy Sue sacó un puñado de monedas, contó cinco platas, y volvió a guardarse el resto.

Ten, trasgo bonito. Cinco plateás por ese pincho rico.

El bárbaro dá un rápido vistazo a sus ropas tras el comentario de Finn y se limita a encoger los hombros con indiferencia...

- ¿Acaso no voy elegante, amigo? - dice con una carcajada. - bah, no importa, la sangre sale bien de estas ropas, y apuesto a que con ese traje tan bonito se te caerian los huevos de frio en mi tierra.- sentencia imitando un escalofrío.

Tras eso sigue con su vista la horrible fauna que les rodea y no puede reprimir la sensación de que en cualquier momento algún espabilado considerará que un pequeño grupo de forasteros perdidos que van regalando oro a los mendigos son un blanco estupendo y volverán a estar en un jaleo del que esta vez difícilmente la lengua de Finn podrá sacarles... y justo en ese momento el semielfo enfila a un pequeño trasgo, feo hasta para los estándares de un bárbaro, y Mug siente un ligero picor en el costado, como de una futura flecha.

acostumbraba a ensartar cosas con el aspecto de ese trasgo allá en su tierra. Ahora se ve obligado a confiar en que un trasgo salidorro les lleve a su destino sin acabar escabechados en cualquier esquina sin que a nadie de por allí le importara un carajo.

Al menos confía en que para ese aborto satisfacer los ardores de su entrepierna esté por delante de cualquier idea de meterles en una encerrona .

- Parece que la dama orco tiene embrujado a nuestro nuevo guía. - dice sin demasiado alivio - aunque me tranquilizaría más si pudiera ver miedo en sus ojos, uno puede fiarse más de la palabra de una rata cuando tiene una daga al pescuezo.- dice enfurruñado.

El buitre salivó al ver a Daisy comerse tan sabrosamente esa rata sancochada, así que, con el saltito de movimientos cortos propio de su especie, pasó del hombro del druida hacia el de la aventurera del jubón rojo.  Con sus hermosos ojitos negros y su colorido plumaje empezó a rogarle por un pedacito de ese hueso que ándale, ni siquiera se lo iba a comer todo.

Mientras tanto, Powaqqatsi, que sabía que se podía confiar más en una rata verdadera que en humano, trasgo o similares, sacó una de sus pociones del zurrón.  Tomó esa que se veía como un bálsamo con pelillos flotantes (si, eran pelos, y diferentes, de como 10 o más especies de animales.)   Se la bebió de uno solo.  Los forjados no necesitaban comer ni beber, pero a Powaqqatsi lo habían construído con lo necesario para disfrutar del gusto, a especificación, de nuevo, de las hadas, las cuales volvieron a reír como locas cuando le dieron su primer tequila con limón y sal, y vieron la cara que puso.

 Con la mano Powaqqatsi fue quitando uno a uno los peliltos que quedaron entre su lengua y el paladar mientras buscaba alrededor con quien hablar.  Un canal de desague, las bóvedas, serían un lugar con olores característicos, así que en lo que veía una buena rata de alcantarillas (seguro aquí no habría ninguna, por temor a acabar en la olla del nuevo novio de Daisy), decidió que hablaría con Plata. 

Plata te pusieron, ¿sabes?  Hola bonita. ¿Te gusta tu nombre, o realmente te llamas de otra manera? -la acarició abajo de las orejas.  Le quitó una garrapata del tamaño de una monedita de cobre.  

Yo soy Powaqqatsi.  ¿Nos puedes ayudar con tu olfato? ¿Llevas mucho tiempo viviendo por aquí?  -le echó un poco del polvito de chile ese que espanta a las pulgas, no había nada peor que ver un enano con pulgas en la barba-.  Por cierto, aguas con los trasgos como este, luego acaban haciendo guaguacoa.  Tu de lejitos con ellos. 

Oye, mira, le dió un poco de tortilla que traía en su bolsa mientras seguía hablando.  Andamos buscando el lugar hacia donde fluye el agua que corre por la calle  Debe oler a agua sucia, y llamar mucho la atención de las ratas.  También debe oler a grasa de máquina, y a metal viejo.  Un lugar muy abajo y escondido, donde casi no ha de vivir nadie ahora.  ¿Nos ayudas a encontrarlo? 

El trasgo mira las monedas que le ofrece Daisy y  rechaza el pago cerrando la mano de la propia Daisy. Mantiene sus pequeñas manos rodeando la mano de la semiorca.

-¡Guárdate eso! ¡Skakan no podría cobrar a algo tan hermoso!- Sale corriendo a por el pincho de carne, lo bufa  sonoramente y lo sacude para quitarles las pelusas que se habína pegado por el contacto con la manta. Regresa a grandes zancadas  con el pincho de carne tras la espalda. Al llegar frente a ella se lo ofrece como si de un ramo de flores fuese-. !Es todo tuyo! ¿sabes? Vivo en un lugar no muy lejos de aquí. Tengo allí  bebida y más pinchos de carne. ¿Que te parece si recojo todo y te enseño mi casa...?

Como una gran bestia en busca de alimento, Diasy Sue se inclinó para olisquear, en dos cortas inspiraciones, el estado de la carne. Tenía un regusto, en el aire, como si la rata se hubiese orinado en la olla en la que se preparó mientras se hervía viva. El buqué destilaba putrefacción y, evidentemente, estaba frío. Justo como a la semiorca le gustaba.

No te molestes, Orejotas. Por las pelusas, digo. ¿Pa que quitarlas, si el pincho de rata va a saber igual a pincho de rata? Jusjusjusjus...

Mordió y tiró, arrancando un trozo, desgarrándolo del pincho que como un nuevo hueso se rodeaba de carnosidad. Con sus voluptuosos labios, la doncella masticaba, mientras la carne hervida se deshacía en una salsa de babas, de las cuales, alguna salpicaba fuera de la boca. Todo muy sensualmente.

Tá rico. ¿Uh? ¿Qué decías, Skakan? ¿Que tienes más pincho de rata en casa? ¡Pepinillos en vinagre, eso suena como una patá en la conejera! ¡Claro que me apunt...! Uh... No. Demonfly es una profesional. Estoy trabajando. Misión serqueta. Hemos bajao aquí pa encontrar la dichosa sala de válvulas e, dos, uno, tres. No tengo tiempo pa un maldito picnic. Lo siento, Orejotas... otra vez será.

Al presenciar esa escena de cortejo la mente de Mug se puebla de inquietantes imágenes del asqueroso trasgo y de Daisy retozando desnudos y recurre a recordar esa ocasión en la que siendo un cachorro presencio como una manada de lobos salvajes desmembraban vivo a uno de sus mejores amigos.

Recordar esos alaridos desesperados le ayuda a soportar la vision de Daisy degustando la carne de rata como solo un orco es capaz de hacerlo.

Tá rico. ¿Uh? ¿Qué decías, Skakan? ¿Que tienes más pincho de rata en casa? ¡Pepinillos en vinagre, eso suena como una patá en la conejera! ¡Claro que me apunt...! Uh... No. Demonfly es una profesional. Estoy trabajando. Misión serqueta. Hemos bajao aquí pa encontrar la dichosa sala de válvulas e, dos, uno, tres. No tengo tiempo pa un maldito picnic. Lo siento, Orejotas... otra vez será.

-  ¿Rico, verdad? Mmmm...Aunque no tanto como tú, hermosura...- dice Skakan dando una palmada en la pierna de Daisy-. ¿Entonces el fino ese de ahí va contigo?- Skakan señala a Finn-. Si es así le haré el descuento de amigos de Skakan y le dejaré la información por tan sólo 100 piezas de plata.!Que dices a eso,eh!- Dice ahora al propio Finn.

Por otra parte parece no perder de vista al buitre de powaqqatsi el cual camina a pasos lentos entre la manta donde tiene el trasgo suspertenencias.

En un nivel superior, entre la multitud, véis a alguien que les sigue y les observa atentamente. Lleva una capucha que no le cubre completamente la cara.La forma de su cuerpo es como la de un humano pero los rasgos de su cara están animalizados. Unos colmillos demasiado grandes y un exceso de vello dejan claro que debe tratarse de un cambiante. De repente alguien cruza  en medio de vuestra linea de visión ocultándolo y, un segundo después, ya no volvéis a verlo. Es como si se hubiese fundido entre la multitud...Pero estáis convencido que os estaba espiando.

¡Ey, vieron a ese tipo?  Recuerda Alfrik que cambiaformas no es lo mismo que licántropo, pero bueno.  Ese quizá tenía mala intención. 

Se volteó con la nueva mascota del paladín.  Y entonces perrita, ¿sabes donde está el lugar que te describí?  

Daisy Sue bufó. Las cosas nunca son fáciles cuando estás moviéndote por los suburbios, entre la gente de peor calaña de Sharn. Esta vez no era muy distinto. Si tan solo hubiese prestado más atención, al menos podría haberle mantenido localizado entre la multitud y podría hacer como si nada... hacer que les siguiera hasta algún callejón, y allí reducirle. Pero el tipo es bueno. Muy bueno. Y ahora puede estar en cualquier lado.

Escucha, Powaqqatsi. Como ese tipo nos esté siguiendo porque le has cogío el chucho, te juro que voy a hacer rodelas con tu piel.

Dos dedos al bolsillo, una mano rápida. No iba a ponerse a contar cien monedas de plata en un momento como este. El pulgar de Demonfly escupió al aire una moneda de platino, que giró en una parábola hasta las manos del trasgo bocazas.

Nos vamos a poner en movimiento, todos, ya. Empieza a cantar, Skakan. Al grano: la sala de válvulas.

¿Qué impulsaba a los orgánicos a permanecer en esas condiciones? ¿Qué les impedía mejorar su situación?
Nos rodeaba una muestra más de las muchas debilidades de la carne. Sabía que también tenían sus ventajas pero cada vez me costaba más encontrarlas. Los orgánicos eran imperfectos al igual que sus obras. Pero yo puedo mejorar..

Aunque estaba libre de las necesidades básicas de las razas sexuadas, parecía que estas jugaban a nuestro favor pues el pequeño ser verde mostraba interés en Daisy.
Contemplé la extraña escena de cortejo igual que hubiese hecho con cualquier otra especie animal, con una mezcla de curiosidad y hastío.

Encontrar la sala de válvulas requeriría un tiempo valioso que no podíamos perder, y estaba consiente de la importancia de la información referente a su ubicación así que procuré permanecer en silencio.

La perrita que acompaña a Alfrik observa a Powaqqatsi con despreocupada curiosidad. El forjado no huele como el resto de humano; los cuales huelen a muchas cosas. El forjado huele más bien como huelen las cosas. Emite sonidos articulados que no comprende excepto el tono en el que los emite. Parece amistoso. Bebe algo que huele bien. Le gustaría probarlo.

De repente hay un cambio extraño. El forjado sigue emitiendo ruidos articulados pero ahora ella comprende que quiere ir a un sitio al cual no sabe llegar. Le habla de olor a metal, grasa, un sitio aislado. cree entender lo que quiere saber. Pero no lo conoce y así se lo hace saber mediante gestos.

Powaqqatsi entiende el mensaje. Plata no conoce la sala de válvulas por la que le ha preguntado.

-La guardaré para siempre...- dice el trasgo esnifando sonoramente la moneda y guardándola a continuación en el interior de sus calzones raídos-. Esperad un momento.- Recoge su manta con una increíble velocidad y se la carga al hombro-. ¡Por aquí!

Comienza a caminar entre el gentío por varias calles hasta alejarse del mercado de las ratas. Skakan señala hacia un pasadizo que conduce a una escalera que a su vez desciende aún más hacia las entrañas de la torre.

-Por allí llegaréis a la sala que buscáis. Palabra de Trasgo.-Skakan se lleva la mano al costado derecho y cuando se da cuenta del error cambia la mano al lado izquierdo, sobre el corazón-.¡Que tengáis suerte! Y nos queda pendiente nuestra cita bellezón...

Al marcharos véis al trasgo despediros con la mano. Entráis en la escalera y, con cada escalón que descendéis, el olor a moho y desagüe se hace más intenso. La escalera va convirtiéndose en una construcción mucho más antigua y abandonada. Los escalones son cada vez más altos y estrechos y de las paredes rezuma humedad. Podéis oír sonidos goteantes que se hacen más fuertes a medida que bajáis.

Si hay algún animal de las alcantarillas, déjenmelo a mí.  Me gustaría alejarlo pacíficamente.  Es un nuevo ecosistema que surge en la civilización, y los druidas lo tenemos que observar, y respetar.  No el vano intento de purgarlo que los alcaldes con limpieza de lejía quieren intentar. 

Diciendo esto, Powaqqatsi toma el segundo lugar, atrás de alguno que tuviera vista en la oscuridad. 

Sobre los hombros de Skakan, mientras se alejaba, sobrevolaba la ineludible sombra de la muerte. Tendría tiempo de volver al mercado de las ratas, a ser atrapado por el tipo sospechoso, torturado, interrogado, torturado otra vez, y, si tenía suerte, troceado en pequeños cachitos en lugar de ser torturado otra vez. Y Daisy Sue lo sabía: jamás volvería a ver a Skakan con vida. Y pronto el asesino del trasgo vendrá a por ella.

¡Ta luego, Skakan! ¡Guárdame unas ratas pa otro día, que seguro que nos vemos!

Daisy Sue cambió el gesto, recuperando la sobriedad y la profesionalidad, tras ese momento de debilidad. Pero es que un pincho de carne de rata puede hacer perder la cabeza a cualquier mujer. Retiró de su cinto la maza de armas, sosteniéndola como una antorcha que ni emitía luz ni necesitaba para ver en la oscuridad de aquel túnel.

Mariquilla el último-dijo, poniéndose en el primer lugar de la hilera-. Esta galería está fuera de uso, y no va a causarnos problemas hasta pasá la sala de válvulas, palabrita de Daisy Sue Demonfly. Vamos, no os quedéis rezagaos...

Mug huele el moho y según descienden escalones se siente más y más encerrado en una tumba con olor a meados.

Sabe que cuando se entra en un lugar así, raras veces sale vivo todo el mundo.

Por otra parte s un lugar tan bueno para morir como cualquier otro, así que sin decir palabra se limita a encogerse de hombros con indiferencia, sujeta con oficio su espadón y se sitúa tras Powaqqatsi preparado para lo que el oscuro agujero les depare, no sin antes posar su mano sobre el hombro de su mecánico compañero de armas como señal de confianza, aún sabiendo que raras veces una de esas armaduras mágicas comprende a los humanos.

- Te cubro esa espalda metálica, hermano. - dice, sin poder disimular un pequeño tono de intranquilidad en la voz... un agujero en el suelo no es lugar para un bárbaro, en los agujeros se mete a los muertos.

Powaqqatsi sabe que lo que para un animal es trampa, para otro es refugio, así que en el túnel que desciende aguza el oído.  Quiere captar que piececillos se mueven sobre la fría piedra, buscando alimento, o evitando serlo.  Quiere saber que humanoides han hecho de este lugar su cueva en medio de la "civilización".  Sabe que para algunos, una palabra a tiempo puede evitar la violencia.  Para otros, ésta será su único lenguaje y habrá que hablarlo con claridad.  

Un camino sólo hay, y entre pisada y tope de sus compañeros deja que el sonido le cuente lo que habrán de encontrarse más adelante.  

Fortunas, denme orejas de elfo, de gnomo, de zorro de las nieves. 

Finn agitó negativamete la cabeza al ver el gesto de la semiorca. Su religión le prohibía dar dinero sin hacer un mínimo esfuerzo de regatear.

Luego miró curioso al forjado que parecía querer adoptar toda alimaña que se fueran encontrando por el camino. Suspiró, era extraño la compañia que habían juntado.

- Dejadme portar algo de luz.- Comenta a sus compañeros.- Tengo un cetro solar, que nos dará luz durante unas seis horas, espero sea suficiente.- Finaliza, activando el exótico artefacto.

Se colocó detrás de Daisy sue, fuera de la vangardia pero lo suficientemente cerca para proyectar luz a sus compañeros.