Partida Rol por web

Seguís las indicaciones de los lugareños de Refugio Invernal para llegar a la zona dónde estaban las dichosas ruinas de aquella fortaleza olvidada. A medida que avanzabais notabais como el aire cada vez estaba mas enrarecido. Mirando al cielo podíais ver como una espesa capa de nubes negras, muy extrañas, cubrían toda la zona y sin duda no auguraban nada bueno. Aún así no tuvisteis ningún contratiempo para llegar al punto marcado por el mapa, pues simplemente seguisteis el camino del norte y os desviasteis por un pequeño sendero, algo descuidado que llevaba hacia aquellas ruinas.

Ante vosotros, el estrecho camino se ensancha en un claro. Unas enormes pilas de bloques de piedra rotos y de madera quemada dominan el claro, extendiéndose desde su centro hasta el límite del bosque. No han crecido plantas entre las ruinas o dentro del claro. El suelo es de tierra pura y aunque el bosque a empezado a reclamar el camino que conducía hasta aquí, no se ha colado entre las ruinas de la fortaleza.

Y sin embargo, está claro que alguien ha manipulado las ruinas. En el centro de los restos, unos bloques de piedra y madera están amontonados formando una pila.

Alguien ha abierto un camino en medio de los restos y ha despejado las ruinas hasta dejar al descubierto una escalera de piedra que desciende hasta la oscuridad.

Merric abrió los ojos como platos ante la contemplación de la Fortaleza. Las ruinas estaban cubiertas por unas nubes de mal agüero, y era evidente que alguien había despejado la entrada. Observó la escalera que descendía, y se preguntó cuántos enemigos habría allí dentro, y cuántos de ellos caerían en ese día bajo el beso de su acero.

El mediano casi no podía contener la excitación. Con una sonrisa de oreja a oreja, fue el primero en hablar.

-¡Vamos! ¿A qué esperamos? Entremos de una vez en ese maldito lugar y hagamos lo que debe hacerse.

Sin volverse a mirar si alguno de sus compañeros le seguía, echó a andar directamente hacia la entrada, manteniendo los ojos bien abiertos y la mano en la empuñadura de su espada, preparado para desenvainarla ante cualquier movimiento entre las ruinas.

Era el segundo modelo de asentamiento permanente que veía en su corta vida y aunque en un estado de conservación lamentable este distaba con mucho de la concepción que había empezado a formarse en su cabeza tras su paso por Refugio Invernal.

Aparte del hecho de encontrarse en ruinas todo indicaba que cierta actividad se había desarrollado allí recientemente, aunque a primera vista, en el exterior no se atisbara la presencia de ninguna criatura. Todo indicaba que el interés de aquellos que andaban por allí se encontraba más allá de la escalera a donde conducía el sendero que habían habilitado. No obstante, y a pesar de las palabras de Merric, él como medida de precaución propuso dar una vuelta por los alrededores antes de bajar, por un lado quería discernir si por la zona había restos de magia, y por otro por si  había alguien oculto u otra entrada, además de que podría ayudarles a dar con algún indicio acerca de lo qué podrían encontrar allá abajo.

Angakok se concentró y entrando en una especie de trance buscó la ayuda de los espíritus para tratar de encontrar las trazas que el uso de la magia dejaban en el mundo para aquél que sabía qué tenía que buscar.

Tras ello pidió al resto que le ayudaran a encontrar rastros o huellas o lo que fuera que pudiera significar una posible pista.

 El mago se acercó a la entrada de las ruinas, tras el mediano, sabiendo que nada bueno podría esperarles ahí abajo. Viendo la oscuridad del pasaje, tomó en su mano el medallón que colgaba de su pecho y recitó unos versos arcanos. El amuleto comenzó a brillar con fuerza.

-Adelante, pues.

El aire está enrarecido, y desde que saliste de Refugio Invernal, te has dado cuenta que algo perturba a los espíritus, sin duda aquel algo parecía estar en las profundidades de aquella fortaleza. Aunque no estás seguro de que tipo de magia o encantamientos pueden haber en aquellas ruinas.

Sin duda algunos bloques de piedra han sido movidos para dejar paso a aquellas escaleras, aunque por culpa de las nevadas, cualquier posible rastro que hubiera, ha sido cubierta por una nueva capa de nieve que hace imposible averiguar nada.

Las escaleras que conducen abajo están hechas de piedra labrada, tal vez por enanos. Una brisa hace que se os hielen los huesos a cada escalón que bajáis. El parpadeo de la luz de una antorcha sale de una estancia al final de las escaleras.

*Percepción*

CD 15: El hedor a cuerpos sin lavar es muy fuerte.

CD 20: Unos chillidos castañeantes atraviesan las, por otra parte, silenciosas ruinas.

 -Tened cuidado, muchachos. -susurra Adenath mientras baja con sus compañeros por las escaleras, alumbrado por su medallón.

Angakok, tras buscar infructuosamente por el exterior indicios acerca de qué les esperaba en el interior, siguió al grupo escaleras abajo, no sin antes sugerir que uno de los guerreros ocupara la retaguardia.

Apenas empezaron a descender cuando Adenath, previendo la falta de iluminación, conjuró una fuente de luz. Como siempre, todo tenía su lado bueno y su lado malo, por un lado les permitiría avanzar un poco más rápido gracias que mejoraba su visibilidad, pero por otro lado delataba su presencia a mucha distancia además de convertirles en un blanco fácil en la oscuridad. Angakok en cuanto vio titilar una luz en la distancia y dado que estaba situado al lado del mago le susurró.- Adenath, quizá el recurso de la luz deberíamos surpimirlo, al menos mientras nos sea posible. -

Luego se preparó para lo que pudiera pasar.

La magia de Adenath iluminó el camino, cosa que agradeció Merric interiormente, ya que, aunque los escalones parecían hechos para piernas cortas, no eran muy adecuados para las piernas de un mediano. Había entrado manteniendo la mano en la empuñadura de la espada, pero al comenzar a oír sonidos extraños decidió desenvainarla. El acero desnudo de su espada bastarda (que en sus manos parecía un espadón) reflejó durante unos segundos la luz del mago, por lo que trató de mantenerla baja, haciendo caso de la advertencia de Angakok.

Con unos rápidos aspavientos, observasteis como el paladín se hundía en el suelo a gran velocidad, desapareciendo de vuestra vista en un instante. Por puros reflejos, los que ibais detrás suyo, os parasteis en seco al contemplar como una lona de color piedra tapaba un foso excavado a varios pies por debajo, suficiente para que Neel se diera una buena sacudida.

Docenas de ratas chillan y muerden todo lo que se les pone por delante, trepando unas por encima de las otras formando una masa agitada de pelo, dientes y garras. Otro peligro más amenaza al paladín dentro de aquel desventurado foso.

***

Los demás podéis oír claramente, sonidos de varios pasos que vienen desde el fondo de la estancia iluminada. En pocos segundos aparecen un par de goblins armados con lanzas que se dirigen hacia vosotros, rodeando el foso. Detrás de estos, otro par, armados con ballestas amenazan mientras os apuntan con sus virotes apunto de ser disparados.

-¡Pero qué dem...!

Al ir detrás del paladín, Merric estuvo a punto de caer también en el foso, y de hecho se detuvo con un pie en el aire. Miró hacia abajo con preocupación, y comprobó aliviado que Neel aún se movía. No llegó a ver las ratas del foso, puesto que otro peligro se acercaba ahora a ellos en forma de un grupo de goblins. Ahora iba en cabeza, y tenía la responsabilidad (auto-impuesta) de proteger al paladín caído y al resto del grupo. Y lo haría como mejor sabía.

Con una sonrisa endiablada y una canción de guerra en el corazón, empuñó su arma con ambas manos y gritó:

-¡Venid aquí, pieles verdes! ¡No debisteis salir de vuestros agujeros! ¿Quién quiere ser el primero en morir?

La caída dolió… demasiado. La pesada armadura no fue precisamente de mucha ayuda al momento de intentar reaccionar para evitar la trampa, pero en fin, había otra cuestión que atender ahora. La terrible marea de ratas se arrojaba contra el paladín sin dar señales de miedo alguno.

 -¡Neel!

Adenath ve como su compañero de aventuras cae al foso y, al asomarse, comprueba como la horda de ratas se le viene encima. Reaccionando rápidamente, se concentra en la oscuridad que les rodeaba para valerse de ella y ayudar a su amigo caido. Cerró los ojos y casi dejó de oir los gritos del mediano a los goblins. Cuando sintió que el poder que había reunido en su concentración era suficiente, abrió los ojos de repente y los tenía tan negros como la marea de ratas que avanzaba amenazante contra Neel. Enconces las mismas sombras de las ratas parecieron estar atacando al propio enjambre.

Angakok, había supuesto que la luz del fondo, no era sino consecuencia de la presencia de criaturas. Lo que no esperaba era que el suelo se abriera bajo los pies de Neel, ni que aquellos Kobolds, fueran ya conscientes de su presencia, lo que justificaba su rápida reacción y que estuvieran prestos para el combate cuando el siquiera habían escuchado un ruido que delatara su presencia.

Desde su posición detrás de Adenath no podía tender una mano a Neel, eso sin contar con que dudaba de tener la fuerza necesaria para izar al Paladín armadura y equipo incluidos, así que lo único se le ocurrió hacer ante la presencia claramente hostil del los kobolds fue atacar a uno de los saeteros.

¡Emboscada!

Sin duda aquellos taimados goblin os habían estado esperando. Sin duda estaba colocados especialmente, esperando a que alguno de vosotros cayera en la trampa. De la estancia iluminada del fondo apareció un primer goblin, apuntándoos con la ballesta. En unos instantes, el mediano bárbaro tenía el virote clavado en su hombro.