Partida Rol por web

Poco tiempo después Hideo se encuentra en lo alto de la Ryugujou asegurándose de la correcta descarga del carbón en las dos tolvas de la hayajiro. 

Kagura se ríe a carcajadas cuando ve al mecánico ennegrecido por el hollón - Ara ara, Hideo-Kun. Pareces un susuwatari (1) sobre los que me hablaba mi abuela ¡JA JA JA! Venga, por favor, no pongas esa cara. Venga, que te voy a invitar a esa comida. Pero antes date un buen baño. Te espero fuera.

Gracias a que también están repostando agua Hideo puede permitirse el lujo de darse una larga ducha de agua caliente y quitarse toda la suciedad de encima. Cuando sale descubre que Kagura le ha dejado un mono de mecánico limpio y bien planchado y unas botas nuevas.

Muchas gracias por ocuparte del carbón, Hideo-kun - Kagura pasa por alto el hecho de que tampoco le dejó opción a Hideo - ¡Venga, vamos a ver Shinshu!

Están pasando cosas extrañas en este viaje ¿no crees? - comenta Kagura mientras pasea con Hideo entre las coloridas tiendas y puestos de la ciudad - Estoy muy preocupada por esos kabane que aparecieron sin más. No puede ser que ninguno de ellos se subiera en marcha, así que tuvieron que entrar cuando estábamos en la Kongoukaku. Pero si ése es el caso ¿Cómo es que tardaron tanto en dar la cara? No tiene sentido. Los kabane son astutos, pero no tanto.

Un destello mental desconecta el oído de Hideo de lo que está diciendo Kagura. Hay una presencia kabane cerca. Pero no hay indicios del caos que siempre acompaña a la presencia de esos monstruos.

A menos, claro, que no lo parezca...

Tras dejar los rifles en la armería y recoger cada uno el daisho y la pistola de vapor que es su derecho como soldados, Kotaro y Sonbei se pierden entre las bulliciosas y coloridas calles de Shinshu. Los dos soldados caminan amigablemente el uno al lado del otro, intercambiando bromas y puyas hasta que al pasar por un puesto de anuncios públicos Sonbei descubre un cartel de busca y captura con el dibujo de Kotaro.

Estúpidos funcionarios - maldice Sonbei arrancando el cartel - Supongo que todavía no se han enterado de que ahora trabajas con nosotros. Será mejor que no armemos mucho follón. Shimazu-sama no bromeaba cuando dijo que nos dejarían aquí si nos metíamos en problemas con las autoridades y no creo que Mogami-dono vaya a venir a dar explicaciones por nosotros.

Al rato, Sonbei mira de reojo a Kotaro - ¿Lo hiciste de verdad? El asesinato que dice el cartel...

Chihiro sostiene el vaso caliente entre las manos y lo va vaciando en pequeños sorbos - Es... esa niña. Sé que es una víctima, pero cuando estoy cerca de ella siento que hay algo... malo en ella. Es como si estuviera rodeada de un aura de muerte - el rubor de sus mejillas no se debe solamente a su bebida caliente. Ni siquiera se atreve a mirar a Takeshi a la cara - Lo siento, Takeshi-kun. No puedo evitar que Sachiko-chan me provoque estos sentimientos ¿Crees que soy... una mala persona?...

Le preguntaré a ella - Tomohiro se acuclilla junto a la niña y le coge las manos. Al notarlas frías las frota suavemente entre las suyas - Sachiko-chan, sé que has pasado por momentos terribles y lo siento. Nosotros sólo queremos ayudarte ¿Tienes algún familiar que pueda ocuparse de ti?

Sachiko niega con la cabeza - Maruo mató a Papá y a Mamá y yo lo maté a él. Espero que se pudra en el infierno.

Tomohiro no se deja intimidar por las duras palabras de la niña - Tienes razón. El infierno guarda sus peores salas para los asesinos y los cobardes, así que él está ahora recibiendo su castigo. Pero el tuyo ya ha terminado - dice con una sonrisa - Estoy seguro de que tu Papá y tu Mamá te están observando desde el Tengoku (1) y quieren que seas feliz. No puedo devolverte a tu familia, pero sí puedo darte otra. Si tú quieres puedo ser tu nuevo papá ¿Te parece bien, Sachiko-chan?

Ella mira a Tomohiro a los ojos, intentando distinguir si el noble se está burlando de ella o le está tendiendo una trampa. Pero la intensa mirada de Tomohiro consigue abrirse paso a través de la dura coraza del alma de la chiquilla. Muy despacio ella le tiende los brazos. Tomohiro la abraza y la levanta acariciándole la cabeza - Muchas gracias, Sachiko-chan - tras estrecharla entre sus brazos la pone en el suelo y se arrodilla frente a ella - Escucha: Yüki-san y yo tenemos que hacer unos recados ¿Te gustaría ir a dar una vuelta con Arisa-san? Luego iremos a buscarte e iremos juntos al edificio de gobierno para adoptarte.

Ella lo mira largamente como si estuviera viendo a través de Tomohiro - Está bien - dice cogiendo la mano de Arisa - Tengo hambre - dice mirando a la pelirrosa...

Por supuesto que me iba a tocar el carbón, si es que tengo cada pregunta, aún así el hollín nunca me ha molestado y la risa de Kagura tiene un efecto contradictorio. El hecho de que me afecte así me sorprende y por un momento frunzo el ceño extrañado, cosa que la chica malinterpreta mientras sigue riendo.

- Primero fantasmas del motor y ahora susuwatari, a este ritmo voy a creer que quieres atarme en corto y que no me separe de ti.- bromeo mientras compruebo de que el traspaso ya ha terminado. Acto seguido hago un gesto de abrazarla con malicia con la intención de mancharla de hollín pero la mecánica se escapa mientras me indica que me vaya a duchar.

Lo mejor de encargarse del repostaje es poder ser el primero en disfrutar de una ducha caliente. Supongo que eso era lo bueno que quedaba en la vida, los pequeños placeres como este. Para mi sorpresa Kagura me ha dejado la ropa preparada, la verdad es que la chica tenía cada detalle... Por lo que mientras paseamos por las calles no puedo evitar mantener una sonrisa algo tonta mientras conversamos de cualquier cosa.

- Sí, la verdad es que es bastante raro pero creo que es aún más imposible de que entraran cuando estábamos en Kongoukaku, lo hubiera...n sabido los guardias- tenía que quitarme la puta manía de ir diciendo que era un detector de kabane andante.- Y la verdad es que vi uno en uno de los arboles adyacentes a la vía, así que por raro que parezca es posible que entraran en mitad del viaje.- en ese momento noto un escalofrío que solo podía significarse una cosa y me quedo un momento quieto perdiendo por completo la sonrisa.

- Nada como decidir algo para que no puedas cumplirlo- por lo que me acerco a la joven para poder susurrarle completamente serio- Naomi-san, no te asustes pero sera mejor que vuelvas a la  Ryugujou  creo que va haber problemas dentro de poco, luego te lo explico pero por ahora confía en mí y te juro que te lo compensare de alguna manera.- una vez acabo me separo de ella y la miro directamente a los ojos esperando su reacción.

Me quedo mirándola pasmado durante unos segundos, incapaz de responder con algo que no sea un taco. Ésta muchacha es absolutamente increíble, la criatura más compasiva que he visto en mi vida, ¿y piensa que me puede parecer mala persona? Dioses, qué ganas tengo ahora mismo de sujetarla por los hombros y...

-Por todos los diablos, por supuesto que no.- Digo con brutal sinceridad. Doy un pequeño suspiro y llamo su atención sobre el paquete de dulces intacto que tiene en el regazo, intentando mientras tanto suavizar el tono.- No te disculpes, por favor.- Me giro un momento a mirar otra vez el río, intentando poner en orden mis pensamientos. La verdad es que yo no sentí nada por la niña, ni antes ni durante ni después del rescate, que no fuera instinto de protección hacia un ser indefenso, como con todos los mocosos. Aunque es cierto que no la he visto tras el rescate. De todas maneras...- Te has pasado los tres días con ella, ¿verdad?.- Comento con cierto cuidado.- Eso quiere decir que tú has sido la que más en contacto ha estado con la cría, apenas sin dormir y casi sin comer, si te conozco un poco. Eso no lo haría una mala persona.- Doy un sorbo a mi bebida y calculo mi siguiente movimiento con sutileza. No quiero que se moleste, se ofenda o se disguste más. - Pero te asusta, y nunca te había visto así. Quizás estés sufriendo por lo que intuyes que pasó en...el campamento. O por la preocupación por lo que podría haber pasado. O quizás tus instintos te estén avisando de algo, no lo sé. Pero si tú sientes eso para mí es más que suficiente.- Comento con tono suave, intentando calmarla. Suspiro, es ahora o nunca. Si me pega un grito me lo pegó. Estoy intentando que se sienta mejor y no sé si lo estoy consiguiendo, y cada vez me frustro más. - Si te parece bien me gustaría ver si me pasa lo mismo. Quizás cuando volvamos a la hayajiro pueda pasarme por la enfermería...me duele la espalda,- Se me ocurre de repente, y enrojezco sin poder evitarlo. Es cierto, y aunque el dolor no es tan espectacular como para requerir tratamiento sirve como excusa. Así no suena a como si estuviera muy preocupado por ella. - seguro que hay algo que puedas darme para ayudarme. Así veré a la niña, y si es necesario incluso puedo relevarte un poco mientras vas a descansar un rato.- La miro a ver qué tal le va pareciendo la idea.- No en la enfermería, me refiero a algún sitio tranquilo y silencioso donde puedas estar en paz. No he dormido en mi cuarto desde hace unos días, así que está listo por si quieres un rato de calma. Allí nadie va a ir a molestarte.- Me acuerdo de otra persona que también ha debido estar con la niña mucho tiempo.- ¿Qué opina la otra chica de ella?.- La miro un momento y hago una mueca.- Me he olvidado de su nombre otra vez.

"¿No existe un gesto de decirle que se calle sutilmente?" Arisa mira algo molesta a Yûki. No quería hablar nada serio delante de Sachiko, pero estaba claro que iba a ser imposible. Aunque por lo que parece, Tomohiro supone inmediatamente lo que ocurre y se pone a hablar con la pequeña. Arisa mira nerviosa a su señor al oír las duras palabras de ella, pero él parece impasible, a diferencia de la doctora. La joven sonríe un momento al ver que Sachiko parece aceptar la situación e incluso mira con esa misma sonrisa a Tomohiro.

- Cuidaré bien de ella, Mogami-sama... - dice finalmente, haciéndole una reverencia. Algo sorprendida, se queda mirando la mano de Sachiko que se ha quedado cogiendo la de ella. Como si intentara asimilar algo aparte de lo que ha dicho la pequeña, tarda un momento en asentir rápidamente - Ah, sí, sí, ¡claro...! A ver... Podríamos ir a probar unos de esos peces Ayu, dicen que están muy ricos... ¿Te parece bien? 

Mientras se va alejando con la pequeña para salir del hayajiro, se despide con un gesto de cabeza de los otros dos, esperando un momento por si tienen algo más que decirles. 

Mientras Arisa se marchaba con la pequeña Sachiko, Yûki recogió de nuevo la bolita al ver que no había surtido efecto y la guardó.

Entonces se volvió hacia Tomohiro y sintió un impulso al verse solos de nuevo.

Puso una mano en su pecho y lo empujó con determinación, pero sin emplear mucha fuerza, hasta hacerle chocar la espalda contra la pared del vagón. Fue entonces cuando enlazó sus brazos alrededor de su cuello para besarlo con intensidad.

Se apartó a los pocos segundos dándose cuenta que no era el momento ni el lugar

- Disculpa Mogami-sama. No he podido evitarlo - dijo ligeramente avergonzada por su arrebato.

- Vayamos a cumplir los recados que tenía pensados -

Coño, nunca imaginé que sería famoso más allá de Kongoukaku – dice con sorpresa, pero también con cierta sorna desafiante. -- ¿Me das el cartel? Me lo quedaré de recuerdo. Esta gente me hace sentir casi tan famoso como el  mismísimo emperador… je… -- de alguna manera de verdad le seducía la idea de ser “famoso”, para bien o para mal, y tener un cartel como ése al lado de su cama le serviría para no olvidar cuál es el verdadero motivo por el que se ha embarcado en esta misión suicida. Quizá también le ayudaría a infundir respeto y a separar el grano de la paja de entre las personas en las que podría valer la pena confiar, si es que quedaba algo que separar.

¿Cómo me puedes preguntar eso? ¡Por favor! – le dice, simulando una indignación claramente forzada y falsa -- ¿Cómo podría asesinar y descuartizar a una escoria que rapta y tortura chavalines huérfanos? ¡¿Me ves capaz de algo así?! – se apunta al pecho, con una expresión de indignación tan exagerada que resulta claramente cómica -- ¡JAJA! Además, de todos es sabido que en Kongoukaku no hay huérfanos ni gente que intenta aprovecharse de ellos.

>> De todos es sabido que no existe gente de poder que utiliza a secuaces muertos de hambre para hacer el trabajo sucio, los cuales podrían acabar hechos trocitos y como comida para cerdos – mira el cartel, soltando una leve risilla de satisfacción.

>> De todos es sabido que si molestas a esa gente de poder, los cuales no existen en absoluto en Kongoukaku, pueden conseguir que publiquen carteles de busca y captura incluso fuera de la estación de la que no has salido en tu vida.

>> Así que no, ¡claro que no! Nunca podría asesinar ni a una mosca. Este Minami… qué preguntas tan raras tiene… jeje…

Kotaro vuelve a mirar el cartel, por un lado todavía con cierta alegría al saber que es conocido más de lo que creía, pero por otro lado preocupado de que le puedan frustrar el poco tiempo libre que le dejan fuera de ese montón de chatarra llamado Ryugujou.

-- Quizá deberíamos ir por algún lugar menos concurrido. Personalmente me gustan los barrios de mala muerte; si no hay mucha vigilancia no habrá problema en armar algo de alboroto de ser necesario, aunque si no te gustan las emociones fuertes podemos separarnos y ya nos veremos en la hayajiro. ¿O tal vez tienes alguna otra propuesta?

¿Por qué? - pregunta Natori, extrañada - ¿Qué pasa? No te habrás enfadado conmigo por lo del carbón ¿O sí?...

Chihiro escucha las palabras de Takeshi. El ingeniero logra aliviar sus sentimientos de culpa y vergüenza pero el miedo sigue ahí - Sachiko-san es una psíquica. Y una muy poderosa. La primera vez que me miró sentí cómo escarbaba furiosa dentro de mi cabeza, leyendo todos mis pensamientos como si fuera un libro abierto. Creo que si no hubiera tenido la verdadera intención de ayudarla me habría matado allí mismo. Pude sentirlo. Esa niña está enferma, Takeshi-kun. Enferma de odio. Me advirtió que si intentaba hacerle daño "me haría explotar como a Maruo". Recuerda el aspecto que tenía ese soldado mestizo (1) cuando trajo a la niña ¿Recuerdas su capa empapada en sangre? ¿Qué clase de poder hace eso? ¿Por qué una niña tiene ese poder? - pone el vaso de té en el suelo y se abraza temblando a Takeshi - Tengo miedo...

Tras despedirse de Tomohiro y Yûki, Arisa se lleva a Sachiko a ver la ciudad. Bueno, pensándolo bien "ciudad" es un poco exagerado. "Estación mediana" resulta más adecuado. La gente carece de la sofisticación y los modales que han rodeado a Arisa durante toda su vida, pero su vitalidad y su frescura no está encorsetada por rígidos códigos de conducta. Los comerciantes la llaman a voces y algunos la piropean sin pudor, intentando halagarla para venderle sus mercancías. El aspecto de Arisa despierta descaradas miradas de lujuria en algunos hombres y de envidia en algunas mujeres. Sin embargo la presencia de Sachiko, firmemente sujeta a la mano de la joven, parece crear un círculo a su alrededor que nadie se atreve a traspasar.

La niña no parece interesada en los molinillos de viento de alegres colores ni en las muñecas de trapo. Sin embargo, cuando Arisa le compra un onigiri (1) o un mochi (2) la expresión de Sachiko casi se convierte en la de una niña normal.

Problemas - dice Sachiko. Arisa y ella se encuentran en un tenderete de pescado a la parrilla disfrutando de una generosa ración de ayu asado. Arisa se asoma fuera de la cortinilla del puesto y ve a un hombre alto y atractivo que huye de un grupo de matones enfurecidos

Cuando el hombre ve a Arisa se dirige hacia ella y la empuja suavemente por detrás de la cortinilla - Sígueme la corriente o nos matarán a los dos - le susurra al oído. Acto seguido la abraza y la besa.

Los matones pasan corriendo junto al tenderete sin percatarse de la impostada pareja. Sachiko coge otro ayu del plato como si la cosa no fuera con ella...

No pasa nada - dice Tomohiro - Ha sido agradable.

La pareja pasa la mayor parte de la mañana comprando comida para rellenar las despensas de la Ryugujou y de paso probando algunas de las delicias locales. Hechas las compras se dirigen hacia el templo de la estación, donde ambos rezan en silencio por las almas de los tripulantes caídos durante el ataque de los kabane. Al salir del templo les espera una desagradable sorpresa.

Ah, Mogami Tomohiro-dono - el hombre que habla tiene ropajes de noble y un daisho en la cintura. Su mirada está llena de burla y de desprecio. El hombre que hay tras el noble es delgado, casi esquelético. Su pelo rubio de punta le hace parecer aún más alto. En sus manos lleva una guadaña de aspecto siniestro - Tu costumbre de visitar los templos de cada estación te hace predecible.

Kuroyama Shin-dono - contesta Tomohiro con los ojos entrecerrados - No sabía que tuviera que protegerme de nadie. Me limito a servir a nuestro emperador.

¿Sabes? Tiene gracia que menciones al emperador - replica Kuroyama - Porque ha ordenado que abortes tu misión y vuelvas a la Kongoukaku.

Sí, idos a casita - interviene el hombre con el pelo de escoba - Y mete ese tren de juguete en la vía muerta antes de que alguien salga herido...

Sonbei le tiende el cartel a Kotaro. La recompensa es generosa (1) No mucho, pero sí lo suficiente para buscarle problemas.

Quizá deberíamos ir por algún lugar menos concurrido. Personalmente me gustan los barrios de mala muerte; si no hay mucha vigilancia no habrá problema en armar algo de alboroto de ser necesario, aunque si no te gustan las emociones fuertes podemos separarnos y ya nos veremos en la hayajiro. ¿O tal vez tienes alguna otra propuesta?

¿Estás mal de la cabeza? - replica Sonbei - ¡No he viajado todo el maldito camino hasta Shinshu para seguir comiendo conservas! Además, el sitio al que vamos es el tipo de sitio en el que la gente no quiere tener problemas porque no quieren que le relacionen con él. Tú ya me entiendes. Y ahora vamos que me muero de hambre, maldición.

La Flor de Cerezo Blanco resulta ser un sitio a medio camino entre un restaurante y una casa de citas. En la zona de comidas, hermosas mujeres ataviadas con coloridos kimonos atienden a Kotaro y Sonbei, que no necesita ver la carta para elegir los platos más sabrosos. Por un pequeño extra dos camareras acompañan a los dos soldados, compartiendo la comida y escuchando sus anécdotas.

Cuando Kotaro ya no puede comer más y está pensando en llevarse a una de las camareras a una habitación, una sombra le tapa la luz.

El hombre es una cabeza más bajo que Kotaro, de complexión atlética y mirada de asesino. En su mano lleva una pistola de vapor que apunta a la cabeza de Kotaro

Oye, tú. Hay una recompensa por ti ¿Vas a venir conmigo o voy a tener que matarte?

¡Espera! - dice Sonbei levantándose - Esa recompensa ya no es válida. Kotaro-kun ahora es un soldado de la Ryugujou.

Rápido como una serpiente, el hombre desenfunda una segunda pistola de vapor y la apunta a la cara de Sonbei - Cállate o te mataré a ti también y le enviaré a tu señor la factura de la bala.

¡Es Kyozo "Muerte roja"! - exclama la camarera junto a Kotaro - Por favor, déjeme marchar, señor.

¿Sólo sabes hacer eso, asesino? - pregunta Kyozo con voz átona - ¿Esconderte detrás de imbéciles y rameras?...

Ante la pregunta de Kagura suspiro, la verdad es que me sentía estúpido actuando tan serio. Había muchas posibilidades para lo que estaba detectando y no todas eran necesariamente peligrosas.

- Tooonta.- le contesto mientras le doy un toque en la frente con el dedo.- ¿En serio crees que me enfadaría por un poco de hollín? ¿Y encima si ello conducía hacer turismo con una hermosa joven?- esto último ya lo digo con cierto brillo divertido en los ojos. Aún estaba dudando como decirle lo que sabía y necesitaba buscar una razón de peso, lo cuál era la única razón para chincharla por supuesto.- A lo mejor solo han sido imaginaciones mías y el hablar sobre lo que paso me puso algo paranoico, pero al menos estemos algo alerta... solo por si acaso.

Dicho esto me concentro en intentar saber cuantos son los infectados que detecto mientras continuamos visitando la calle.

Yûki se sentía exultante al lado de su señor. Comprando junto a él percibia que algo había cambiado, no solo por el par de besos que habían intercambiado. Era algo más profundo e inexplicable. Una sensación. Un sentimiento.

Todo estaba saliendo rodado y su rostro dulcificado y emocionado se tensó ante la entrada en escena de aquellos dos mamarrachos. ¿Cómo se atrevían? Desenfundó su katana con una mirada peligrosa destellando en su rostro. De un movimiento se subió en un barril que había a un lado del tenderete donde se encontraban y saltó alto para caer detrás del pelo escoba.

Con un vaiven de su brazo le cortó un mechón de ese cabello de aspecto estropajoso

- Esto es un aviso - siseó - Nadie molesta a mi señor en su dia de compras -
 

¿Muerte Roja? ¿Es alguna clase de premonición sobre cómo acabarás? – le dice con tono chulesco, sin ponerse nervioso.

Poco a poco se va girando hasta estar totalmente de frente al cazarrecompensas, acercándose a propósito al cañón mientras mira fijamente a los ojos del portador del arma.

Llegas un poco tarde para cobrar nada, pardillo; ahora estoy al servicio del mismísimo emperador. Qué me vas a hacer, ¿eh? ¡DISPARA! – grita mientras hinca en su frente el cañón de la pistola que le apunta.

Con una sonrisa, acaricia la cintura de la señorita y le da un suave cachete en el culo, queriendo darle a entender que puede irse – Chica, ¿por qué no le dices a tu jefe que un patán le está jodiendo el negocio? ¿Qué fama se ganará este local si cualquier pordiosero puede entrar y encañonar a DOS servidores del emperador?

>> Seguro que le puedo traer a todo un batallón de clientes si se corre la voz de que aquí nos tratan bien. Vamos, date prisa, que se me está empezando a bajar el empalme.

Mirando de reojo a Sonbei, le ordena, buscando dar a entender a cualquiera que no lo conociera que ostenta un cargo de una responsabilidad importante – Soldado, vuelve a la hayajiro y avisa a mi “Escuadrón de Élite”; hoy parece que van a poder desquitarse con un bobo.

Volviendo la mirada al tal Kyozo, le sonríe con malicia y le dice con burla, buscando ganar tiempo con más esperanza en la baza de la chica, la cual tiene algo de cierto, que en la del “Escuadrón de Élite”. Con algo de suerte espera hacerle perder los nervios y que deje de encañonarle a la cabeza, ya sea para golpearle, dispararle a una zona no vital o cualquier otra intención. -- ¿Y esa cara? Tienes pinta de no haber follado en una buena temporada, ¿es que quieres que se me quede a mí la misma cara que a ti? Qué cruel…

>> Bueno… -- mira de reojo a los lados, intentando comprobar si surge un milagro y aparece algún hipotético matón al servicio del dueño del local – Tú dirás… ¿Dónde quieres que vayamos? Te recomiendo que sea por algún lugar con fácil cobertura de disparo desde los tejados. Imagino que te será más cómodo morir de un disparo en la cabeza sin darte cuenta a hacerlo lentamente mientras te parten cada hueso. ¡JA! No la has podido cagar más.

Si en algún momento ve la oportunidad, Kotaro tiene pensado abalanzarse sobre Kyoza y reducirlo a la fuerza.

A pesar de los pocos lujos que hay en ese lugar y de los olores no tan agradables como los de un palacio, Arisa se siente casi a gusto en la zona. Al principio, más de un vendedor hace que de un respingo por sus gritos, e incluso algún piropeador hace que se sonroje y baje la cabeza, apretando la mano de Sachiko con más fuerza. No obstante, después de pasear por varias calles y ver que la situación se repite demasiado, Arisa deja de asustarse y simplemente los ignora.

Sin saber muy bien qué hacer con la pequeña, la lleva cerca de los puestos de juguetes, casi entreteniéndose más ella que la niña. De pequeña, la joven siempre había tenido que mantener la compostura y las muñecas y otros juguetes "son para salvajes y atraen los espíritus", le decían. Con la esperanza de poder pasar luego por allí, Arisa se lleva a Sachiko a por la prometida comida, comprándole algo en casi cada puesto distinto que se encuentran. Antes de llegar a quedarse sin hambre, se detienen a probar en un sitio más bien burdo para probar los peces ayu de los que había oído hablar la psíquica. Pero al oír a Sachiko, se levanta rápidamente, preocupada.

- No te muevas de aquí, iré a ver qué...

Levantando la cortinilla con la mano, Arisa escucha ruidos de lo que parece una multitud enfurecida y de pronto se encuentra con el hombre al que parecen estar persiguiendo. La joven frunce el ceño ante esa petición y antes de que pueda decir nada, nota cómo la calla de golpe con un beso. Con la mano todavía alzada de haber apartado la cortina, Arisa se queda paralizada con los ojos muy abiertos, con la mente totalmente en blanco. 

Incapaz de poder hacer nada, espera a que sea él quien se aparte y le mira todavía sorprendida, bajando la mano lentamente. "¿Qué... qué acaba de pasar?" Su mirada se dirige confusa hacia Sachiko, quien sigue comiendo tan tranquila. "¡Pero tú no finjas que no pasa nada!" piensa nerviosa, volviendo a mirar al hombre. Hasta el momento no se había fijado en su aspecto y Arisa nota cómo comienza a enrojecer como un tomate.

- ¿Qui-quieres sentarte? - pregunta, ofreciéndole el sitio a su lado. "¡No! Tendría que echarle, puede ser un tipo peligroso... Aunque Sachiko no parece preocupada." Mientras espera cada vez más nerviosa su respuesta, la joven intenta concentrarse para saber qué ha hecho ese hombre para que le persigan.

Me quedo callado mientras la escucho hablar, procurando no ponerme a soltar pestes cuando me doy cuenta de que es posible que la cría se haya cargado al jefe de los bandidos y no el grandote...¿Si era tan poderosa y podía simplemente liberarse haciendo eso por qué no se liberó cuando la cogieron?. Estoy acostumbrado a compartir mis teorías y dudas con Chihiro, pero ahora mismo me callo lo que pienso. Si es cierto que escarba de ésa manera en las cabezas de la gente la única manera que tengo de poder proteger a la joven médica es escudarla con su bondad. Si no le doy malas ideas su naturaleza hace muy difícil que las tenga, y si se lo digo aunque sea de pasada la próxima vez que la chibi-chan le...lea la mente o lo que puñetas haga va a aparecer en letras luminosas. Nada de eso.

En el momento en el que me abraza mi corazón para de latir durante un par de segundos para después empezar de nuevo a un ritmo endiablado. No debería haberme sentado. Me he metido solo en un cenagal, debería haberme quedado de pie, mantener una distancia de seguridad. Bravo, idiota...

Con toda la torpeza del mundo apoyo la mano en su cabeza y acaricio con suavidad el largo cabello oscuro. Como le ponga la mano en la cintura la voy a liar pero de lo lindo. Sigo maldiciéndonos a mi y a mi estupidez, con la vista fija en el río y mi mano apretándola contra mi, intentando darle algo de consuelo.

-Chihiro-chan...-Empiezo y carraspeo, visiblemente ruborizado.- No puedo responderte a eso, porque no tengo ni idea de cómo funcionan ése tipo de habilidades. Lo que sí sé es que creo que no deberías tenerle miedo a esa niña.- Agacho un momento la cabeza para comprobar que no esté llorando. Como sigue temblando dejo mi propio vaso en el banco y la abrazo también con el otro brazo, apoyando mi cabeza en el respaldo del banco. Un movimiento maestro, maldito listillo...- Tú no quieres hacerle daño a la pequeña, más bien todo lo contrario, así que no tiene razones para herirte. Quizás lo único que conoce es la violencia y la amenaza, en cuanto te conozca seguro que termina queriéndote, como todos. Aprenderá a no ser tan agresiva, estoy seguro. Aunque es mejor que no te quedes sola con ella.- Intento esforzarme para recordar el nombre de la otra noble, y por fin se me enciende una lucecita en mi sobreestimulada mente.- Seguro que Furuhashi-sama le enseñará cómo usar su poder, o tal vez tengamos suerte y encontremos a su familia...-como siga así mucho tiempo voy a terminar metiéndome en un lío, así que busco distraerla. Aunque daría mi alma por poder estar toda mi vida como ahora, me da pavor empezar algo y luego perderlo. Pero mi padre siempre me dice que me encanta jugar en el filo del cuchillo, así que con suavidad le aparto el pelo del flequillo con mi nariz y le doy un beso suave en la frente, para después deshacer mi abrazo. No pude evitarlo.- Quizás en los puestos de Ayu oigamos algo de que alguna familia ha perdido una cría...

Kagura mira a Hideo con los ojos como platos y las mejillas sonrojadas - ¿Pe… pe… pero qué cosas dices? – abre y cierra la boca, sin encontrar nada adecuado que decir – Yo… te he visto trabajando en el motor estos días y creo que eres… ejem… bueno en tu trabajo. Serías más mono si tuvieras algo más de color… o sea… - baja la cabeza y suspira – Lo siento. Puedo tratar sin problemas con mecánicos malhablados y con imbéciles que piensan que una mujer no puede pilotar una hayajiro, pero no recibo muchos halagos a menudo. O sea… quiero decir… Bueno, Mogami-sama sí que ha alabado mi trabajo, pero él no cuenta porque él está muy por encima de mí y… yo… Mejor me callo ¿Verdad?

Hideo sólo la escucha a medias, concentrado como está en sentir la presencia sobrenatural que lo ha puesto sobre alerta. Y la ve llegar, precedida por una oleada de sentimientos de miedo y desconfianza por parte de los viandantes que la rodean. La gente la deja pasar, algunos empujados de manera inconsciente por su miedo a lo antinatural y otros por la repulsión que provoca su aspecto.

Y lo que provoca tanto revuelo es… una niña.

No tendrá más de catorce años pero es alta para su edad, con formas femeninas incipientes que apenas se insinúan en sus ropas negras. Su piel tiene la palidez de un cadáver reciente, y sus ojos tienen un enfermizo fulgor rojizo. En su cuello, un collar metálico que impide que el virus kabane llegue hasta el cerebro. En la cadera derecha una pistola de vapor. En la izquierda un tanto.

¿Hideo-kun? – pregunta Kagura - ¿Me estás escuchando? – mira a la niña kabaneri - ¿Quién es ella? ¿La conoces?...