Partida Rol por web

Desde la dirección donde está la torre, dos figuras comienzan a desdibujarse en la oscuridad para Natsuki, que intenta aguantar las embestidas del oni. Sus dos compañeros, katanas en alto, vienen en su auxilio. Pero aún quedan unos valiosos segundos para eso y tendrá que seguir vivo para entonces.

Natuski se concentra en su enemigo. No debe verles llegar. -Aquí, monstruo. ¡Aquí!- Natsuki retrocede un paso a la vez que golpea con la espada. Su arma pasa muy cerca de la garganta de la criatura, a punto de hacer allí un buen corte, pero esta retira hacia atrás la cabeza en el último instante, librándose del tajo por la distancia del ancho de un hilo.

Tragando saliva, el unicornio se prepara para recibir el sin duda brutal ataque, consciente de que su vida sólo está allí para proporcionarle a sus compañeros, que están llegando, una mejor oportunidad.

Gritando, corriendo, las espadas en alto, furias dispuestas a todo los dos bushis volaban al encuentro del Oni, viendo al Unicornio sacar fuerzas desde cada parcela de su cuerpo.

León y Grulla, tan distintos, y tan cercanos. Yugure buscó con la intuición más que con los ojos a su hermana. ¿Dónde estaba Emiko...? El corazón se saltó un latido. Pero no se detuvo...

El oni, tras esquivar el ataque de Natsuki, balancea con agilidad y precisión sus brazos para hacer un barrido en el aire con sus garras que cogen al samurai de lado y desgarran por debajo de sus costillas, dejando jirones de tela y piel manchados de sangre.

Las palmas de las manos se relamen al saborear la sangre de su víctima.

Natsuki cambia de posición, ofreciendo su hombro, pero cubriéndolo a su vez cruzando la hoja del arma levantada. Se prepara para el golpe. -¡Sucia bestia impotente!- le reta el samurai de nuevo.

El oni aulla triunfal, con el eco de su voz retumbando directamente en vuestros cerebros sin pasar por vuestros oídos, viendo a Natsuki vencido y dispuesto a darle el golpe final.

Pero el golpe final se estrella contra la defensa desesperada del samurai sin llegar a herirle.

 Me lanzo a la carga rugiendo de ira, como un león tan solo puede hacer en una situación como esta. Inundando mis sentidos con el olor de la sangre y la muerte que impregna al ser delante mío, y mi filo grita de júbilo con la idea de teñirse con la suya.

Me muevo rápidamente, como solo un guerrero puede hacer, sin miedo ni vacilación. Sólo el valor de mi alma y la fuerza de mi espada contra el monstruoso ser. Gano rápidamente los metros que me separan de él y de mis compañeros heridos. Mi arma se mueve como un relámpago desde su vaina hasta colocarse sobre la guardia del monstruo que ve impertérrito como le atravieso, intentando cortar el bajo vientre, uno de sus puntos más expuestos.

Tras el vuelo del León, la embestida de la Grulla.

Yugure, tras lanzar una mirada al cuerpo de Emiko, inerte en la nieve unos metros más allá, sigue en su ataque furioso a Ryu. El vacío ha ganado sitio en su mente, despejándola de sentimientos. No hay dolor, no hay ira, no hay venganza. Sólo la fría percepción del acero, la grácil levedad del salto, la conciencia de la fuerza, de la potencia. No en ella. En la conjunción del movimiento y la precisión...

El salto la coloca frente al Oni, girando, lentamente, si eso es posible. El trayecto de su katana dibuja un arco inclinado, de abajo a arriba, un abanico de plata...

La imagen de la llegada de la Grulla y el León es a la vez esperanzadora y mortal, grácil y contundente, hermosa y cargada de fuerza, aunque tan sólo el malherido Natsuki la puede apreciar en todo su esplendor, sin duda quedará marcada en su mente hasta el final de sus días. Final que gracias a sus compañeros se ha aplazado al menos una noche más.

Ryu ataca con una precisión feroz y llena de determinación el abdomen dibujado de hileras de dientes del demonio. El corte es frenético y despliega una cortina de sangre negra sobre la nieve. Girando con dos cortos pasos para no dar respiro a la bestia, el Ikoma lanza otro golpe preciso contra los tendones del brazo izquierdo que esta vez aguantan más la embestida del acero.

Pero la Grulla, en un espectáculo de precisión y elegancia, remata lo comenzado por el León. Yugure traza un arco perfecto desde el vientre, bordeando el esternón, hasta las clavículas, con una fuerza inesperada para su frágil apariencia y su tamaño que rompe todos los huesos que encuentra el acero en su camino.

La sangre viscosa y negra brota a impetuosos borbotones de la figura que manotea en el aire unos segundos antes de desplomarse muerta. Justo unos segundos antes el grito espantoso de su muerte os golpea el cerebro y sin embargo os libera el alma de un gran peso.

Natsuki se apoya en el wakizashi para levantarse, lo sacude ritualmente para sacarle la sangre y lo envaina. Se levanta, gruñendo por la herida.

-Estaba escondido en la muñeca. Pero no estaba solo. Había un.. espíritu, una sombra, como una fantasma de humo o niebla que salió de ella y escapó.-

Mientras habla, señala la muñeca en el suelo y la zona por donde huyó el espíritu. -Creo que querían asesinar a la niña. Pero el guardia encontró primero la muñeca. No queda apenas nada de él.-

Tras la lucha, tras la muerte del ser espantoso, Yugure jadea, y sigue el mismo ritual que el Ide, con idéntica concentración. Escucha su comentario cuando termina, pero le mira sacudiendo la cabeza, negando.

-¿asesinar a la niña...? ¿porqué querrían hacerlo...?

Se acerca a la muñeca, sin llegar a tocarla.

-Es extraño, sería más lógico  que se hayan servido de la muñeca y de Seo para acercarse sus propósitos, tener al daimyo y los suyos controlados, o propagar esa enfermedad. Pero, ¿matarla...? ¿Has averiguado la razón...?

 Aun antes de realizar el mismo ritual y envainar su arma, echa un vistazo alrededor por si alguna otra criatura pudiera andar cerca. Parece que hay algo siniestro involucrado en todo este asunto - Con la respiración aun algo agitada, me muevo hasta donde se encuentra tendida Emiko* y mientras escucho las palabras del ide, reviso las heridas de la grulla.

Ahora te atiendo Natsuki-san. - agrego mientras trabajo diligentemente.