Partida Rol por web

Espera, espera... EL barco tenía una hora de salida y no iba a salir antes porque se subiesen primero. Espera...¿Qué demonios sabes, Dereck? ¿Qué soldados? ¿Los que vistéis en Reims? Pero...joder, no entiendo nada. Tenían hijos mayores, vale...pero ya habían nacido antes de que nos marcasen. 
Matthew sacó el reloj de bolsillo y miró nervioso la hora. Tenía ganas de embarcar de una vez y de que el barco zarpase, pero también quería saber 

Cuando cojones saldrá el barco...

Desde lo de San Mateo el pobre Derek ya no es el que era. Lo sabes porque tú mujer ha pasado por lo mismo y las pesadillas que sufre prácticamente a diario no son para nada normales.

Por supuesto que había compañeros que tenían hijos mayores, más de uno y más de diez también. Niños que ahora mismo tendrán siete, ocho o incluso más años pero que no fueron raptados junto con vuestros hijos.

Pero ninguno de esos compañeros sobrevivió, ni uno sólo entre los veintisiete supervivientes que despertasteis en París, nadie..... Y como una iluminación llega a tu cabeza una conversación con tu esposa. Una de esas pocas veces en las que se abrió y te contó lo que vio en los subterráneos del castillo de Reims y ese momento crees saber de que demonios está hablando Claypole.

Todos aquellos que ya tenían hijos estaban pudriéndose, mutilados ritualmente y amontonados en una pila de cadáveres como basura inservible y sin valor. Ni uno sólo de ellos había escapado al funesto destino.

-Sabemos cuando nos marcaron a nosotros, No cuando los marcaron a ellos. Ni siquiera sabemos qué criterio han seguido para poner las marcas. De hecho yo mismo no tengo ningún hijo, y no soy el único.- respondió Derek mientras traba de pensar con claridad. 

No marcaron a los que tenían hijos—repuso Matthew pálido.—Daph se dio cuenta pero no le dio importancia...los que tenían hijos...los que se arrastraron por nosotros por esa cuesta, pasando por encima de los cadáveres de todos los que tenían hijos. El cigarro cayó al suelo desde su boca.Joder, Dereck. No se que leerías en ese libro, pero ya puedes ponernos al día en el barco. Se veque los que nos marcaron querían a nuestros primogénitos...por eso mataron a los que ya tenían hijos.

- Todo eso son suposiciones- intervino Abraham en la discursión-. Y no lo sabremos hasta que no demos con ellos. 

- Embarquemos y vayamos cuanto antes a España. Tenemos que encontrar a esos malnacidos y sacarles la información como sea... cueste lo que cueste- dijo muy seguro de sí.

-Al final estamos igual que cuando entramos en combate. Los matamos o nos matan.- sentenció Derek con un expresión bastante más seria que la que tenía habitualmente.

Roderick que se había mantenido practicamente todo el trayecto callado, sintió un frio repentino recorriéndole la espina dorsal cuando todos llegaron a la conclusión de que los soldados que habían sido marcados eran aquellos que aún no habían tenido a su primor hijo. Un súbito rubor reemplazo a la palidez inicial del capellán... no cabía duda de que los causantes de aquella macabra obra eran una bestias del averno... mira que pretender que una persona como él tuviese un hijo... no, él nunca se había planteado tener ningún niño, ya tenía bastante con sus sobrinos...

- ¿Para que necesitan a los primogénitos...? Parece ser Dereck, que el patrón a seguir ha sido marcar a los que aún no habían tenido descendencia... pero lo que no consigo entender es como han podido llevarlo a cano, éramos un grupo considerable... este asunto se antoja cada vez más complicado. Pero tengo esperanzas en encontrar algo una vez que lleguemos a nuestro destino

Steffan tampoco había tenido hijos y daba gracias por ello. Visto lo visto, traumatizado por lo que había tenido que ver y vivir en sus carnes, jamás tendría uno si podía evitarlo. Lo que le extrañaba a Steffan eran las edades de los niños encontrados.

- El niño mayor no puede ser de nuestros compañeros.- Se apartó el pelo del flequillo que se le pegaba a la frente.-  De los chicos-se refería a los compañeros de trincheras- alguno tenía hijos de antes de ir a la guerra en Europa que sí podría tener siete u ocho años. Pero ninguno de ellos despertó en el hospital de París junto a nosotros, ni ninguno de esos niños fue raptado junto con los vuestros.- Se dirigió a Claypole después.- Claypole, tienes que contarnos bien qué sucedió en Reims.  Algunos de nosotros, como yo, nos quedamos en el hospital. Oíamos historias raras cuando regresasteis pero...- Obviamente, en aquel momento, Steffan había pensado que sus compañeros estaban sufriendo algún episodio de locura o enajenación post-traumática. Ahora empezaba a a pensar que lo que contaban podría haber sucedido de verdad.-...sinceramente, no les presté mucha atención.- Lo hablado le producía asco al químico, que torció el gesto de la boca en señal de repulsión. Parecía que los habían marcado como si fueran reses, sellando así el fatídico destino de sus primogénitos.

Tuuu ... Tuuuu....Tuuuu

La sirena del barco interrumpe vuestra conversación, indicaos que la hora de salida se acerca. Aunque sentís que podéis haber encontrado el motivo por el cual lleváis el mismo tatuaje en el hombre derecho y por el que fuisteis secuestrados del frente, debéis seguir vuestra conversación después, ya que el barco no tiene pinta de esperar por nada ni por nadie.

En cuanto sepa algo sobre los niños pondré un cable al barco. Os tendré informados en todo momento. No os preocupéis.- Trata de tranquilizaros Keeper.- Mandarme un telegrama cuando estéis alojados en España, así también mantendré informados al resto de los chicos de vuestros progresos.

Saca una cartera del bolsillo repleta de billetes que no habíais visto nunca.- Ayer cambié mil dólares en moneda local.- Os dice. Al sumar los valores de los billetes comprobais que hay siete mil dolares españoles o como demonios se llame su moneda local.- Os será de más utilidad a vosotros que a mí.

-Venga- dijo Derek mientras cogía el fajo de billetes mientras asentía con la cabeza a "Keeper" -Os contaré lo que pienso durante el viaje y tal vez se nos ocurra algo.-

Tras despediros de Kepper con la promesa de que os mantendría informados os pusisteis en la cola para embarcar en el SS Magestic.

Los billetes comprados por el abogado no eran de una relativamente privilegiada segunda clase, con vuestros propios camarotes privados situados lo bastante lejos de la sala de máquinas para no oír los ruidos de los motores ni sentir sus vibraciones. Pero que al no ser de primera clase no disfrutaríais de los lujos asociados a ese tipo de pasaje ni podríais entrar en los comedores ni locales reservados a los más altos y distinguidos pasajeros.

El trayecto promete ser largo, con más de diez días de aburrida travesía, pero la compañía marítima ha pensado en todo y ofrece a los pasajeros de primera (por un lado) y los segunda (por otro) diversas actividades de ocio con el que matar el tiempo entre las que se incluyen las clases de esgrima, prácticas de tiro al plato y de tiro al blanco, sesiones de gimnasia sueca, prácticas de lucha libre y de boxeo.

Apasionado de todo aquello que llevase unas tuercas, un motor e hiciese ruido, Matthew no tardó en trabar confianza con alguno de los operarios, con quien compartió charlas, interesándose principalmente en como funcionaban aquellos motores, tan diferentes de los de los coches o los aviones. A Greywood le resultaba increíble que algo tan sencillo pudiese elevar la velocidad tan rápidamente. El enterarse de que los motores eran del mismo tipo que los que llevaba el Titanic, lejos de ponerle nervioso le llevó,junto con el resto de los operarios, al eterno enojo por lo mal que se había manejado aquella situación y por los horrores a los que sometieron a los pasajeros de segunda o de tercera clase. Aunque por supuesto, la confraternización con los mecánicos fue después de la horrible charla que tuvieron todos con Claypole...

Lo que Derek os dice durante la "charla horrible" esásicamente lo siguiente:

Por su tarea de corresponsal de guerra había hablado con muchos soldados. Cuando os metísteis en la cueva de los hombres serpiente, donde estaban los cadáveres sacrificados del pelotón él puso reconocer a varios. Esos varios tenían hijos, y esos hijoa ahora deberían tener entre seis y ocho años, mas o menos.

Steffan se pasaba la mayor parte de su tiempo libre haciendo ejercicio físico. Ya había tenido suficiente con la lectura de los libros encontrados en la Asociación de la Puerta y la Luna. Acudía a clases de boxeo y gimnasia sueca y, la verdad, es que salía bastante revigorizado de ellas. Siempre se había mantenido en forma, excepto cuando estaba enfrascado en alguna investigación a punto de dar sus frutos.

La charla de Claypole le devolvió a la irreal realidad. ¿Hombres serpientes? Si se lo hubiera contado hace unos meses le hubiera recetado uno de sus solicitados cócteles de fármacos para famosos con problemas para dormir o de ansiedad. Pero después de lo vivido no podía más que horrorizarse. ¿Qué quería decir aquello? Esperaba que el viaje echara más luz sobre el turbio asunto.

Abraham Colt hizo honor a su apellido. Le encantaba disparar, de hecho se era un modo de escape y evasión ante el problema que tenía encima. Cuando le propusieron hacer cursos de tiro, no se lo pensó y se apuntó, no porque fuera a aprender más si no por "matar" el tiempo.

El resto del tiempo lo ocupaba en preguntar a los demás sobre lo que habían estado viviendo estos años y que se había perdido. Algo sabía, pues compartía cuartel con el malogrado sargento Highway, quien le contó "a su forma" las peripecias vividas en Francia, pero no tuvo tiempo de contarle lo vivido en EE.UU. que a la postre fue donde encontró la muerte de forma desgraciada.

Roderick era un hombre de naturaleza tranquila, pero después de todo lo vivido lo cierto es que sus nervios estaban a flor de piel, de manera que decidió por su propia salud que durante la travesía le daría prioridad a su paz inteior... si es que le quedaba algo, para tratar de volver a ser el mismo Roderick de siempre, el hombre frio y calculador que no daba un paso sin saber exactamente hacia donde le conduciría...

De manera que la mayor parte del tiempo la dedicó a pasear por la cubierta, aspirar la brisa marina y hasta apuntarse a alguna que otra actividad de ocio y lo cierto es que pareció venirle bien, puesto que consiguió reducir considerablemnete el número de cigarrillos al día, y hasta se olvidó de la bebida. Sólo cuando recordaba el motivo de aquel viaje era cuando recurría a aquellos hábitos y era cuando decidía descargar sus frustraciones realizando tiro al blanco junto con el señor Colt.

El viaje a España trascurrió tranquilo y sin sobresaltos. Vuestros pasajes de segunda clase os permitieron cierta relajación y el acceso a varias actividades recreativas, que aunque no os liberaron  de la pesada carga que ejercía sobre vosotros los pensamientos sobre el destino de los niños desaparecidos si que consiguieron mitigarlos, al menos durante algunos minutos.

Faltaban dos días para llegar a puerto cuando un sobrecargo os hizo llegar un radio cable remitido por Kepper desde los Estados Unidos. Aunque ya sospechabais que la pista sobre los niños encontrados en el Lago Washoe no daría resultados el telegrama os sacó de dudas.

Bangs confirma niño localizado no suyo. Stop. Actualmente solo vosotros estáis sobre alguna pista. Stop. Informar de progresos. Stop

Leer el mensaje no os supuso ningún duro golpe, ya que quien más quien menos no tenía puesto muchas esperanzas en que los niños fuesen hijos de algún miembro de la Raimbow.

El resto del viaje transcurrió sin incidentes y el 27 de mayo de 1922 llegabais al puerto de Cadiz.

Nada más verlo, sin necesidad de atracar siquiera, ya os percatasteis de la pobreza del lugar al que ibais a desembarcar y de las diferencias con vuestro país. Mientras que el puerto de Nueva York estaba plagado de enormes y modernos buques que hacían la ruta transoceánica en el puerto de Cadiz solo había un muelle dedicado a este tipo de barcos. Todo el resto del puerto lo ocupaban pequeñas y desvencijadas embarcaciones pesqueras de madera.

Tal y como esperabais el control de fronteras fue mínimo, por no decir inexistente. No hubo ni control de identidades ni registro de equipajes ni nada que se le pareciera mínimamente.

Una vez ya en tierra firme, el profesor Olive, que había demostrado ser un compañero de viaje excelente por mucho que su cara seria parecía empeñarse en ocultarlo os recordó.- El señor Cabo, nos espera en Sevilla. ¿Alguien tiene alguna idea de cómo llegar hasta allí?

Steffan conocía Europa, no era un paleto estadounidense incapaz de mirar fuera de su ombligo. Sin embargo esta parte de España, que no conocía, le pareció pobre y sucia. Aún así no se desanimó en absoluto pues conocía la sbuenas costumbres españolas. Buena comida y vino, aunque no como el francés.

- Ni idea, ¿alguien sabe hablar español? Si no podría ponerme en contacto con algunos contactos míos en Francia que puedan tener amigos aquí.