Partida Rol por web

El camino sigue y sigue
desde la puerta.
El camino ha ido muy lejos...

Y el camino continuaba. La senda era ancha, lo suficiente como para permitir fácilmente el trasiego de una carreta, y parecía haber sido utilizada para tal fin recientemente. Aquí, donde el bosque era más espeso, había más rodaduras de carretas y ramas y hierbas del camino rotas. Finalmente el camino desembocaba en un enorme claro ideal para tomarse un respiro y sentarse para comer. Mas, cuando el mago ya estaba echando mano a la mochila en busca de vituallas el cuerpo destrozado de un cervatillo en el centro del claro hizo que se lo replanteease. Parecía haber sido golpeado hasta la muerte con una piedra cercana que mostraba claros hilos de sangre reseca. Aún estaba caliente.

-¡Por el cuerno de la Reina de las Bestias Parlantes!--se lamentó Máraster al contemplar al pobre animal--Está claro que esa patrulla goblin anda por las inmediaciones. Mucho me temo que debo ir con el mayor de los tientos a partir de ahora.

Con el estómago revuelto y sin ganas ya de probar bocado, el mago de Aguasprofundas echó un vistazo al claro y las huellas que salían del mismo para situar mejor a aquellos depravados. Lo último que deseaba en aquel preciso instante el arcanista era tener que enfrentarse él solo a todo un destacamento de trasgos, máxime cuando el viejo halruaano y sus compañeros quedaban tan cerca. A pesar de encontrarse en zona de guerra, la esfera mágica y sus ocultas maravillas continuaban siendo su principal objetivo.

A poca distancia del claro, Máraster encontró restos de sangre verdosa internándose en el bosque. El rastro era más abundante cerca del claro y disminuía conforme avanzaba por el bosque, pero no tardaba en desaparecer. Por si esto fuera poco, en el camino encontró de nuevo recientes marcas de carreta que avanzaban más hacia el norte.

-¡Ajá! Así que aquí tuvo lugar una batalla no hace mucho, ¿eh?--razona el mago de Aguasprofundas al estudiar los diferentes rastros.

-Supongo que la compañía de aventureros debió encontrarse con la patrulla que los perseguía... o quizás, si hacemos caso a ese líquido verdoso, igual fue atacado cualquiera de ambos grupos por alguna criatura del bosque como la que me sorprendió anteriormente. ¿Quién sabe? Lo único cierto es que debo apresurarme y no perder ni un solo minuto más.

Esforzándose por mantener la alerta a cada recodo del sendero, Máraster prosiguió a paso ligero su camino hacia el norte. Aquella senda trillada por la pesada carreta seguía la misma dirección hacia la que él se dirigía, justo hacia el estratégico puente.

Casi una milla después de encontrar los restos de batalla el camino se elevaba durante unos 200' dejando oculto lo que había tras la subida. A una vera del sendero había un carro repleto de mercancía oculta con una manta gruesa. Junto a él, sujeto a un árbol, un burro y protegiendo al burro un par de perros que comenzaron a ladrar tan pronto tuvieron a la vista a Máraster.

-Me estoy haciendo viejo...--se dijo a sí mismo el arcanista mientras caminaba pesadamente cuesta arriba apoyándose en su cayado--Hace unos años no me habría costado tanto.

Máraster subía la pendiente ensimismado en sus pensamientos cuando el ladrido de aquellos dos perros lo devolvió al mundo real. Sin embargo, los cánidos fueron toda una sorpresa y la reacción del mago fue algo lenta por el cansancio acumulado.

 Al ver a Máraster tan cerca de lo que protegían (que no estaba siquiera escondido) los perros se lanzaron sobre él antes de que éste pudiera reaccionar. El primero se acercó rápidamente entre ladrido y ladrido y, aprovechando ésto, el siguiente hizo un gran salto y trató de aferrarse al antebrazo del anciano mago. Aunque marcó sin mucha fuerza, la sangre empezó a manar de la herida.

-¡Eeeeeeeeeh, chucho!--exclamó Máraster dolorido por el fuerte mordisco del perro que se le había aferrado al brazo.

Con un gesto rápido y seco, el arcanista logró soltar la manga de su túnica de las fauces del animal. Inmediatamente después, el mago de Aguasprofundas se llevó una mano al cinto para desenfundar la varita.

-¿Con que esas tenemos, eh?--se quejó el evocador iluskano antes de dejar escapar tres potentes proyectiles de azulada energía sobre los furiosos canes.

Los perros estaban entrenados para luchar por proteger el terreno que les habían asignado, de eso no había duda, pero no eran perros de presa ni habían tenido que enfrentarse a penalidades para sobrevivir. En cualquier metrópoli no pasarían de ser perros callejeros y Máraster supo donde golpear para apartárselos. El primero en llegar vio su vientre desgarrado por las llamas y sin su amo cerca para darle órdenes decidió tomar la vía rápida y sobrevivir. El otro, que había herido al mago, ni siquiera se levantó: los misiles mágicos le habían hundido el cráneo.

La alegría inicial al ver salir despavorido a uno de los canes se tornó en impotencia y frustración cuando Máraster se percató del lamentable estado del otro perro. Sin duda, el incidente había terminado mucho peor de lo esperado. El mago de Aguasprofundas sabía de primera mano que aquellos animales sólo estaban cumpliendo con su deber, proteger el carro cargado de mercancía.

-¡Mierda, mierda, mierda!

Mientras trataba de reanimar a la pobre criatura en vano, el arcanista comenzó a sentir un creciente malestar interior que le hizo soltar un par de angustiosas arcadas hacia un lado.

-¡Oh Reina de los Unicornios, perdóname! Sabes bien que no era mi intención lastimarlo de manera mortal, sino únicamente asustarlo--elevó mentalmente el anciano mientras se ponía de nuevo en pie y se acercaba al carromato para limpiarse las manos en la gruesa manta que cubría lo que fuera aquello que éste transportaba.

Al limpiarse con la manta del carro (y asustar al burro que estaba sujeto cerca y echó a correr al verse solo) el mago la movió ligeramente para ver su contenido. Estaba repleta, en incluso rebosaba, de armas, armaduras y escudos de calidad variable pero que harían un conjunto bastante valioso. Había además varias pociones en un rincón bien protegidas por una seda con bordes de oro pero que necesitaba una buena limpia. Sin embargo lo que más llamó su atención fue el pequeño cráneo (todo hueso ya) de dragón que había en mita del carro y varias decenas de dientes de gran tamaño (de algún tipo de humanoide). Definitivamente era un gran tesoro.

-¡Vaya, vaya! ¡Menudo montón de "baratijas"!--se sorprendió Máraster al comprobar de primera mano la calidad y cantidad de los objetos atesorados en aquel carro abandonado.

Volviendo a dejar la manta como estaba, aunque claramente ensuciada por la sangre del perro, el arcanista giró sobre sí mismo tratando de averiguar hacia dónde se habían encaminado los dueños de semejante botín. El mago de Aguasprofundas había llegado a la conclusión de que o bien se trataba de un poderoso grupo de asaltantes, o bien había alcanzo por fin al viejo halruaano y sus amigos. Sin duda, los animosos perros, el tímido burro y el ordenado material, dispuesto probablemente para su posterior venta, no eran parte integrante de la típica caravana trasgoide a la que tantas veces se había enfrentado de joven.