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Conforme el mago se acercaba al promontorio que se alzaba delante de él las marcas del paso de los aventureros se volvieron más evidentes. Había profundas huellas de botas metálicas allí donde el pasto había ganado terreno al camino. De pronto, en lo alto de la cresta vio salir un enorme ciervo que desapareció rápidamente. Era un ejemplar magnífico, de amplia cornamenta y pelaje color pardo. Había algo especial en aquel animal, un aura de energía impropia de este plano.

-¡Eh!--exclamó Máraster sorprendido al contemplar al majestuoso ciervo.

-¿Qué es eso? Oh Lurue, ¿me estás mandando algún tipo de señal?--se preguntó el confundido arcanista.

Acelerando el paso, el mago de Aguasprofundas se dirigió casi al trote hacia el lugar por el que se había perdido el animal.

Por aquella altivez, la seguridad en su pisada y la sensación que producía su presencia el mago de Aguasprofundas pudo deducir que el animal venía de algún plano benigno: era una criatura celestial.

-¿Un ciervo celestial? ¡Diantres!--apuntó mentalmente Máraster mientras se afanaba por llegar a la parte más alta de la colina impelido por la curiosidad.

Delante del mago, descendiendo por la loma se encontraba el radiante animal. Se dirigía al trote hacia un bello puente de manufactura enana donde resonaban los gritos y los golpes. Un grupo de aventureros se las había apañado para acercarse a los defensores hobgoblins y se hallaban en medio de una lucha encarnizada. Las flechas de los arqueros parecían estar haciendo mella en el grupo, y aunque había muerto un trasgo el resto no parecía dispuesto a echarse atrás.

Aunque lo que más sorprendía era el cúmulo de sombras que se movía sobre las cabezas de los luchadores. Era una criatura malvada, de eso no había duda, fantasmal y que extrañamente ahora retrocedía del combate justo hacia la dirección en la que se encontraba el mago. Tal vez tendría problemas.

Encontrarse en medio de una batalla era lo último que se esperaba Máraster en este momento. El ciervo que había imaginado como una señal de buen augurio enviada por La Reina Unicornio debía ser producto de alguna convocación por parte de aquellos aventureros que lidiaban ferozmente contra los trasgos.

Fuera como fuere, estaba claro que el mago de Aguasprofundas no iba a quedarse con los brazos cruzados. Saliendo rápidamente de la trayectoria de la oscura sombra, el arcanista se dirigío hacia el camino que llevaba al puente para tener una mejor perspectiva del combate. Al tiempo que caminaba, Máraster desenfundó su preciada varita y, cuando vislumbró un objetivo fácil, dejó escapar tres proyectiles de energía azulada hacia uno de aquellos abyectos y viles seres.

-¿Quién me mandaría a mí meterme en estos fregaos a mi edad?--pensó el fornido iluskano sonriendo con sorna.