Partida Rol por web

Antes de entrar, Fertel recordó al grupo el minotauro, sobretodo cuando silmesh señaló las huellas más grandes a las demás. Después, flecha en mano, se acercó con sus compañeros.

Os acercáis a la puerta sigilosamente (bueno, en el caso de la paladina, tan sigilosamente como la armadura lo permite). Escuchando atentamente, identificáis dos voces agudas distintas. Sin duda están jugando a algo. También escucháis sonido de algún objeto que no paran de manosear, algo metálico?

Están a lo suyo, no parecen haber oído al grupo acercaros, ni a vosotros ante la puerta.

Aunque el arco no es mi arma favorita no se lo que nos espera, así que preparo una flecha y ya cambiaré después.

Un extrañó pensamiento cruza mi mente mientras espero a que se abran las puertas. Ojalá haya un minotauro ahí dentro.

Hago gestos a los demás indicando el numero dos y señalando con la mano lo que intuyo son criaturas pequeñas.

Hago tambien un gesto a Fertel y a los demás pidiendo calma.

Fertel levantó la cabeza y empezó a olisquear el aire que venía de la habitación.

Tras unos instantes concentrada, Riva repitió su gesto inicial indicando "dos" "pequeños" e hizo a continuación el gesto de "+" "2". Lo repitió rápidamente, indicando "4", "2" "pequeños" + "2".

Tras esto, presto atención a la puerta.

Riva murmuro a Fertel.

- ¿Ves algo raro en la puerta? ¿Alguna trampa? Mi idea es tirarla, percibo cuatro seres malignos cerca. Así que permanece detrás de mí, por si acaso.

La puerta presenta un cierre en forma de balda por dentro, que no está echada. Por lo que si hiciera viento, o un simple empujón, seguro que la abriría. Por el aspecto oxidado y desvencijado del conjunto, imagináis que no es posible abrirla silenciosamente, seguro que la madera cruje y los goznes chirrían.

Pero el caso es que no hay ni trampas ni cerradura.

Esperando el momento adecuado para lanzar el conjuro(cuando los trasgos hagan ruido, por una jugada o lanzando dados, o viento, o algo parecido) Fertel lanza un conjuro sobre la armadura de Riva. Que los sume en un silencio antinatural.

Abriendo la puerta de golpe tras el conjuro, Riva (y los demás por encima de su hombro/armadura) veis el interior de un desvencijado establo. En el rincón más cercano a vosotros, dos goblins están sentados alrededor de una mesa cuadrada, sosteniendo una especie de abrojos metálicos sobre varias cucarachas que yacen sobre la mesa. Los goblins se han quedado estupefactos ante la imponente entrada de Riva, quien empieza a cargar en absoluto silencio debido al conjuro que la afecta.

Una cucaracha viva se esmuñe entre los regordetes dedos de uno de los goblins, salvando su vida mientras corretea por el suelo hacia una pared.

Cuando Riva saca la cabeza dentro del establo, unos gruñidos en la otra punta llaman su atención por un instante. Dos bestias peludas se levantan, rápidas de reflejos. Dos worgs.

Riva embiste contra el goblin más cercano, esperando pillarle desprevenido.

Sin embargo la puerta estorbó su movimiento y la carga fue más bien una carrera a trompicones sin mucha pericia.

Jorr ni siquiera espera el desenlace de la fallida carga de Riva, quien por poco se lleva una esquina de la mesa por delante, para disparar tres flechas, sin respirar entre ellas, dirigidas al segundo goblin. Una impacta causando una importante, aunque no mortal, herida al goblin.

Avanzo unos pocos pasos y lanzo la flecha precipitandome por el ansia por acabar con el goblin. La pequeña criatura se sobresalta al ver como se clava a pocos centímetros de su cabeza. Me muerdo la lengua para evitar maldecir y silvo a Invierno para que esté atento al otro lugar donde he escuchado sonidos.

Estaba preparado para disparar al goblin más cercano en cuanto se abriese la puerta. La puerta se abrió y los enemigos más cercanos eran sendos goblins, pero había dos enemigos más peligrosos un poco más lejos. Al final, Celgadis disparó su flecha contra uno de los goblins, pero los worgs le habían distraído y falló el disparo.

Era el momento de cambiar de arma... y posiblemente de objetivo.

Ante los desafortunados ataques de sus enemigos, uno de los goblins, el que no ha recibido ni un rasguño, empieza a recuperase de la sorpresa. De ver su muerte inminente en forma de paladina máquina de matar que se le echaba encima, a flechas que pasan volando alrededor sin darle, su adrenalina da paso a una reacción hilarante: se pone a reir a carcajadas.

Pero cual es su (nueva) sorpresa, que ningún sonido sale de su boca! Su rostro cambia de nuevo a terror. Empieza a gritar (sin emitir sonido), dando una muda alarma.

Fertel no tenía ninguna duda de quien era más peligroso entre un worg y un goblin, probablemente uno era el jinete del otro, así que sacó su arco y lanzó una flecha hacía la bestia.