Partida Rol por web

Desenfundando el estoque, Faris avanzó resuelto, decidido a ayudar a Riva en su asalto en solitario.

- Tranquila, damisela, ¡no os dejaré sola ante el peligro!

Entró en la estancia y ayudó a Riva a arrinconar a los goblins. Uno de los goblins reía de puro pánico, sin que de su boca saliera sonido alguno.

Faris aprovechó la distracción del pequeño trasgo para intentar eliminarlo, pero se confió demasiado. Al intentar ir con prisas, tropezó con una baldosa mal puesta, clavando el estoque en un madero por encima de la cabeza del goblin. Arrancó el arma maldiciendo, aunque el aura de silencio impidió que se oyera su blasfemia.

Un gañido quejumbroso se eleva del worg, al recibir el inesperado flechazo de Fertel. Faris por su parte, no consigue impactar al goblin, aunque se sumerge en el silencio que reina alrededor de Riva y que engloba los dos goblins.

Los goblins viendose apurados y amenazados, se revuelven y atacan a Riva y Faris, renunciando a equiparse sus escudos. No solo fallan ambos ataques, si no que Faris utiliza una de sus técnicas de espadachín para contraatacar y herir al goblin. En cualquier caso, todo esto ocurre en un globo de silencio que mantiene el anonimato de vuestro asalto a la fortaleza.

El worg herido por la flecha de Fertel, también da rienda suelta a su rabia y se lanza contra el bardo a la carrera, dando tumbos por los barracones al resbalar sus patas, pero finalmente su mordisco hiere al hombre gato.

El último worg, sin embargo, hace honor a su superior inteligencia (respecto a un simple lobo). Se esconde mejor en el establo, y de pronto un fuerte y largo aullido hende el aire, poniendoos los pelos de punta. Si teníais alguna posibilidad de permanecer ocultos, acaba de desvanecerse. El worg repite aullido, por lo que imagináis que si alguien en toda la fortaleza no lo había oido, ahora sí lo ha hecho.

Maldiciendo por lo bajo para no hacer ruido en el patio, Jorr prepara otra andanada de flechas contra el goblin, inmisericorde... los más cercanos oís mientras dispara:

- Hijo de la gran puta, encima va y esquiva mis flechas, rata de cloaca te voy a dejar como un colador...

El odio rezuma en las palabras de Jorr. Una de sus flechas vuelve a impactar en su objetivo.

Parando el torpe ataque del goblin, Faris deslizó rápidamente su hoja por encima del arma del trasgo para herirlo en el brazo. Reculó, lanzó un par de estocadas falsas y de nuevo se lanzó al ataque. Pero de nuevo la confianza le jugó una mala pasada y el goblin pudo esquivarle.

Para colmo, el aullido del lobo auguraba que seguramente pronto tendrían más compañía...

Celgadis dio un paso hacia atrás y dejó caer el arco. Satisfecho al oír la madera golpear el suelo, sacó su fiel estoque y lanzó su favorito conjuro defensivo. - Está claro que la cosa se va a complicar. ¿como le digo a Fertel que ahora el silencio nos perjudica más de lo que nos ayuda?

El elfo se dispuso a hacerle señas a su felino compañero para que anulase el conjuro, pero el gran lobo parecía acaparar toda la atención del bardo por ahora. Habría que librarle del can antes.

- Mierda, mierda, mierda - gruño entre susurros en élfico. Has fallado contra ese goblin y ahora puede estar sacandole las tripas a tus amigos. Espabila! En cualquier caso sus compañeros en el aura del silencio no le van a oir. Silva y da una orden rápida a su lobo - Invierno, vigila - mientras señala con su mano a su espalda donde oyó los otros ruidos. Ambos nos movemos unos pasos atrás dejando sitio a Celgadis.

Auch.

El lobo le alcanzó en la pierna, cojearía un rato. Sin tiempo para planear o hacer algún chiste, dio un salto hacia atrás y volvió a disparar el arco.

Tan pronto Invierno se centra en vigilar tal como le ha pedido Silmesh, el lobo empieza a gruñir...

Silmesh escucha vozarrones goblinoides en el edificio al suroeste. Alguien va a salir de forma inminente.

Riva parecia haber subestimado al correoso golblin al que se enfrentaba, que parecia moverse continuamente evitando sus ataques.

En el silencio de los establos, quizá debido a la extrañeza de luchar en ese globo enmudecido, tampoco los goblins atinan a atizar a la pertrechada Riva ni al ágil Faris. El combate continua en tablas.

Sin embargo, al otro lado del patio, allí donde Invierno ya adivinaba problemas, los vozarrones se materializan en una serie de monstruos que salen del edificio al suroeste del complejo de la fortaleza. Cuatro hobgoblins bien equipados (armadura pesada, escudo de acero pesado, espadas y arcos) salen y echan un vistazo al patio y por tanto a vosotros, los intrusos. Rugen de furia, y parecen dispuestos a enzarzarse en combate en cualquier momento.

Además, una figura de mayor tamaño sale a la penumbra del patio... un minotauro, vestido con tiras de cuero pero sin armadura aparente, a pecho descubierto. Eso sí, empuñando una enorme hacha. Su mirada es más dura y amenazadora que la de los aullantes goblins. De pronto, el propio minotauro, ruge con una voz grave:

- Mirad, tenemos intrusos en la fortaleza! Vamos, demostradles quién manda ahora aquí!

- Ah... esto se pone interesante. Buen olfato, lobo! - añade Jorr dirigiéndose a Invierno.

Girando su arco y preparando tres flechas, la habilidad de Jorr queda patente cuando en un santiamén clava dos de los proyectiles en el cuerpo de uno de los hobgoblins más cercanos.

- Estos parecen veteranos guerreros. Eh, los de ahí adentro! Acabad con los goblins y los huargos, aquí afuera tenemos otros invitados! Vamos perros de mierda, os vamos a triturar!

El worg aullante, sabedor por los gritos de que sus "amos" han sido alertados, cambia de táctica y da rienda suelta a sus instintos, yendo a atacar a los combatientes de los establos. Se acerca y permanece a una distancia prudencial, pero que le permitirá cuando lo vea claro, pegar un salto y morder a alguno de los compañeros, Riva o Faris.

Fuera, el otro worg, cual perro de presa, vuelve a acercarse a Fertel para morderle, pero esta vez el bardo sabe reaccionar y evitar el mordisco.

Viendo que su plan ya era un desastre anuló el conjuro de silencio y empezó a entonar una melodía chistosa sobre un minotauro borracho perdido en su casa. Tras aquello dio una voltereta hacia detrás intentando esquivar al lobo.

- Silmesh - gritó Celgadis, llamando la atención de su compañera elfa. - Ahí estás muy expuesta, ponte detrás de mi.

Y luego, sin poder evitar una sonrisa, señaló al minotauro. - Sabía que había un cornudo aquí dentro. - y de su mano partió un rayo de fuego que chamuscó al minotauro. - ¿Huele a cuerno quemado?

Silvo a Invierno para que se aparte señalando el lugar al lado de Celgadis y trato de abatir al que Jorr ha golpeado. Esta vez si que me sale un buén tiro, las palabras de Fertel o la sensación de peligro me motivan. En cualquier caso trás el impacto sigo el consejo de Celgadis y me pongo trás él.

Los certeros disparos de Jorr y Silmesh dejan al veterano hobgoblin maltrecho, aunque se mantiene en pie.

- Somos la Mano Roja! No conocemos la derrota!

Al mismo tiempo, tras conjurar con voz potente y decidida un rayo abrasador, una fea herida aparece en el pecho del minotauro, que grita de dolor:

- OaAaAagh!

El final del grito del minotauro se confunde con... el sonido de un potente aleteo! En la parte sureste del patio, saliendo de la construcción por el techo, aparece volando una manticora. Se queda flotando a 30 pies del suelo, y viendo el panorama en el patio, con un chasquido de su cola suelta una descarga de cuatro pinchos de los muchos que tiene en su apéndice trasero. Los pinchos salen a gran velocidad en dirección al grupo de la entrada del patio. Varios chocan en el muro medio caído de la torre de guardia, Invierno esquiva otro, pero uno se clava en la piel de Silmesh causándole una pequeña herida.

Después de que Fertel anulara el conjuro de silencio, Faris podía oír con claridad que allí fuera se estaba montando una buena. Y aquí estaban Riva y él, dos de los mejores combatientes cuerpo a cuerpo, enganchados con dos miserables goblins y un lobo pulgoso.

Despreciando a los chiquitajos, Faris se dio la vuelta para enfrentarse al lobo. Necesitaba acabar con él para tener paso libre hacia fuera y ayudar a sus compañeros.

- Vamos, ven aquí, perrito...- dijo, atacando directamente a las fauces del worg.