Partida Rol por web

Abril 1939

Venís desde distintos lugares de Alemania. Ya pertenecéis al ejército desde hace unos meses.

Se rumorea que pronto habrá una nueva invasión ¿Francia tal vez? Siempre fue el enemigo natural de Alemania. Ya sería hora de recuperar el honor perdido durante la gran guerra. Pero el Fürer también mira al este. Existen presiones sobre el gobierno polaco para que ceda el corredor de Pomeria y permita la devolución de Danzing a Alemania.

El caso es que en cuanto te enteraste de que buscaban voluntarios para formar una nueva unidad anfibia, diste un paso al frente. Te trasladan de unidad. Ahora formarás parte de la primera compañía de asalto anfibia. Y suena espectacular, algo de lo que poder estar realmente orgulloso.

Llegas por tren a Swinemünde, en la Pomerania Alemana. Situada al norte, en la costa oriental del país. Bajas en la estación y desde allí te diriges al cuartel, que se encuentra junto al puerto, y cerca de la desembocadura del rio Óder.

Llegas con tus escasas pertenencias, te presentas ante el oficial de guardia y se te asigna un barracón en el que dejar tus cosas. Te dan un pase para poder disfrutar de la cantina y te informan que mañana mismo comienza la instrucción. Una nueva y especializada, pues ya hiciste la normal de entrar en el ejército.

Las instalaciones son enormes. Llegas al barracón, una instalación de techo redondeado con literas, 6 literas de dos camas a cada lado de la habitación. Con lo justo. Las letrinas se encuentran a parte a unos 20 metros del barracón. Y por supuesto, allí hay muchos más barracones.

Rongar llegar corriendo y dejando las cosas sobre la cama asignada, sale disparado hacia la letrina. Ni se molesta, más que en levantar la mano, sea como saludo, o como aviso de que le urge el movimiento. Dando a entender lo que precisamente le sucedía. Se cagaba encima.

- MMMMMMMh

- MMMMMMMMh

Durante el adiestramiento militar, Armin había aprendido a confiar en aquellos muchachos que se hacían llamar solados, y que por su experiencia pasada, todos ellos iban a morir a la primera de cambios. Pero encontró cierta hermandad dentro del ejército pero no le distrajo de su misión principal. 

Al enterarse de esa nueva oportunidad, Armin pensó que podía beneficiar a todos y presentó la solicitud y fue admitido y trasladado a un nuevo cuartel y campo de entrenamiento, cerca de la costa norte de Alemania, a juzgar por el frío que hacía allí. Le asignaron unos barracones y para cuando dejó sus cosas en una de las literas, vio a otro nuevo recluta que imitó a Armin pero salió corriendo en dirección a las letrinas:-Estómago delicado.-resolvió en la manera que tenía de moverse.

Armin desempacó sus cosas y se dispuso a dar una vuelta por el campamento para cuando entró un nuevo recluta:-Buenos días.-

Gutten Morgen* - Saludaría el próximo soldado en entrar, un tipo grandote e imberbe, tremendamente joven a pesar de su aspecto tosco por su tamaño. Su petate parecía el de un niño en sus anchas espaldas y en una litera superior dejó el macuto y lo desenvolvió ligeramente acomodando su nueva almohada y su petate. Levantó su pase a modo triunfal, tenía un fuertísimo y rústico acento bávaro - Voy a gastar mi pase a la cantina cuanto antes.

- Dio un par de sonoros pasos hacia Armin - Me llamo Otto Faust

-Buenos días -saludó Frundsberg, al llegar a los barracones. El joven soldado había entrado solo unos segundos después que Faust, mirando a todas partes con cierta curiosidad.

El soldado echó una mirada a su alrededor, observando el interior del barracón. Se dirigió a una de las literas, escogiendo una de las superiores y depositando en ella su petate. Se dispuso a desempacar sus cosas mientras escuchaba hablar a dos de los que serían sus compañeros.

-Yo soy Hermann Frundsberg -se presentó, aproximándose a ellos.

Rongar regresaba de "aliviarse", y venir.

- Nada, nada. Estaba un poco apretado, que la abuela de una chica nos ofreció una cena especial anoche, nos rellenó como un pavo navideño. Sonreía mientras se cerraba bien el cinturón. - Me presento chicos. Soy Rongar Schanrhorst, nací en Dazing, pero, mi padre emigró a Prusia, cuando apareció Polonia. Se acercó a sus cosas, que las había dejado de cualquier manera, y empezó a poner orden en el trastero que había montado.

.-Armin Wolf. Natural de Berlín.-comentó escuetamente mientras terminaba de desempacar su macuto:-Cómo habéis acabado en este magnífico Hotel?-comentó irónicamente Armin para romper el hielo con sus nuevos compañeros. 

Sonrió ante la pregunta del compañero: - Pues tras pasar unos meses a la sombra, por que los políticos no se aclaran, decidí buscar una unidad moderna. Eso de ser carne de cañón en una unidad de infantería, habiento tanques y cosas más interesantes, no me gustaba. Y sin poder dejar de ser infante, pregunté por este destino, y antes de tener respuesta... me mandaron aquí con un:

-Mejor lo ves tú mismo. Sus ánimos hablando eran altos. Le gustaba el tipo de gente por descubrir, y a pesar de que pudiera toparse con algún tipo de decepción, seguro que eran mejores compañeros que los que había tenido hasta ahora.

Otto había terminado de desempacar la mitad de sus cosas - No estoy seguro de porqué me han destinado aquí, pero la paga será buena, espero. Estamos en plena crisis y no hay apenas trabajo ahí fuera, parece que servir al país es la mejor alternativa

¿Y ahora? ¿Nos acercamos a la cantina a tomarnos una cerveza? No creo que el sargento se pase por aquí el primer día si ya nos han dejado un pase a la cantina y quién sabe donde estaremos pasado-mañana - Otto llevaba un gran abrigo que se estaba quitando en el barracón, la piel de gallina revelaba que tenía frío, estaba demasiado al norte para su gusto y prefería otro tiempo más templado. 

Todos parecían muy simpáticos, se veía que iban a ser una buena hermandad y no veía el momento de intercambiar chanzas - Rongar, ¿Qué quieres decir a la sombra? - La pregunta iba con cierta sorpresa e inocencia por parte de Otto, a Otto no le gustaban los criminales, fueran de la naturaleza que fueran, sin ser un fanático patriota creía en su país y su ley, y no esperaba que la respuesta de Rongar fuera a ser positiva.... eso de "a la sombra", seguramente se refiere a que estuvo tiempo al sur del Rin

- En la Prisión Militar. Sacudió la cabeza levemente, como para quitarle importancia. - He participado ayudando a dirigentes locales a mantener la disciplina social, y me tiré unos meses, hasta que se hizo justicia, y me soltaron sin cargos, pero, durante ese tiempo, pues .... fui castigado. Se frotó las manos alegre. - Pero ya estoy libre de toda culpa... pero en el proceso, pues me perdí el haber podido visitar España.

.-Así que vosotros dos sois patriotas eh?-comentó Armin al escuchar un poco los motivos por los que fueron llegando:-Yo soy un superviviente, se sobresalir de los problemas en los que acabo metido y se me da bien combatir, llevo toda la vida haciéndolo. Éste era un buen sitio como cualquiera.-comentó brevemente sin dar muchos detalles de su historia personal. Todavía no había cogido confianza con este nuevo grupo como para explicar la historia de su vida. 

.-Vamos a la cantina, yo tengo más hambre que ganas de beber.-respondió al final. 

-Otro superviviente... -dijo Frundsberg, escuetamente al oír a Wolf. Miró hacia Rongar-. Yo también estuve en la cárcel, unos cuantos meses. No diré que no tenían motivos para meterme, pero tampoco es que hiciera nada del otro mundo... -se justificó, encogiéndose de hombros-. Supongo que tuve mala suerte -expresó, en tono lacónico.

El joven soldado no diría mucho más acerca de los motivos que le habían llevado a estar entre rejas, tratando de escurrir el bulto en lo que fuera posible. Algunos hacían lo que podían por sobrevivir.

-Vamos a la cantina, sí -accedió al escuchar la sugerencia de Wolf-. Con suerte, servirán una cerveza que no sepa a meado de cabra.

Los compañeros de barracón poco a poco se van conociendo e integrando. Lo normal es que vayáis a pasar una buena temporada juntos. Ya desde bien pronto descubrís que cada uno de vosotros tiene sus peculiaridades.

Otra cosa positiva es que todos erais nuevos en la unidad. No siempre ocurre así en caso de traslado, pero es que en este caso se trataba de una unidad nueva.

Tras las presentaciones oportunas, cobró importancia visitar la cantina y saber de la calidad de la cerveza. Esta era… Bueno, había un trasfondo de calidad y no sabía a meado, pero alguien entendido diría que estaba aguada ¿Quizá para dificultar las borracheras? Conociendo al ejército era más que posible.

Fue una tarde agradable, conociendo gente nueva y con la excitación de comenzar una nueva etapa en vuestras vidas.

…

Pero el primer día, o mejor dicho,  la primera tarde dio a su fin. Y para el toque de queda había estar en el barracón y con las luces apagadas.

Os despertó el sonido de diana, Rongar y Armin parecían estar más despejados que los demás, como si su mente estuviera ya preparada y despejada a esta hora. Pero es que no pasó ni un minuto cuando la puerta de abrió de golpe.

- ¡Soldados! En diez minutos os quiero a todos limpios, con el uniforme y formados delante de la puerta ¡Hoy vamos a ver qué clase de escoria me ha llegado para modelar ¡Vamos, no tengo todo el día!

A la mayoría de vosotros no os dio tiempo de ver ni de quien se trataba pues aún se estaba despertando, Rongar y Armin si vieron los galones de Sargento en el uniforme de un tipo joven y con pinta de mala leche.  Pero fue un visto y no visto, porque el sargento salió de inmediato fuera.

Rongar solía tener la habilidad o la suerte de que llegaba la hora y ya se ponía en marcha. Y además, no era remolón en la cama. Es lo que tenía el sentir las horas en su piel ... o en sus oidos. No es que supiera la hora, es que su cuerpo se la decía, pero, un torbellino entró y pronto se puso en pie y saludó militarmente. - A sus órdenes. Ya no había tiempo para remolonear. Era una afeitada rápida, y vestirse a todo correr.... vamos, lo de costumbre.

La cerveza no sabía a meado de cabra, aunque Frundsberg notó que parecía encontrarse un tanto aguada. No era la peor que había probado, aunque sin duda no serviría para poder emborracharse, ni siquiera un poquito.

Al día siguiente, les despertó el sonido de la diana y, posteriormente, la voz del que debía ser uno de sus superiores. ¿Un sargento de instrucción? Frundsberg no había llegado a ver de quién se trataba, pero se vistió rápidamente con su uniforme, decidido a no perder un segundo y, una vez preparado, decidió salir del barracón para formar frente a la puerta.

El resto del primer día transcurrió sin incidentes, salvo un pequeño debate sobre el sabor de la cerveza de la cantina pero nada más.

Armin pasó la noche tranquilo y cuando tocó diana y entró el Sargento, por sus galones, Armin se levantó sin muchas dificultades, hizo el saludo marcial al sargento, aunque este lo ignorara y buscó el uniforme para poder salir al patio y empezar el nuevo entrenamiento. 

A Otto le gustaba la cerveza negra, pero aquello estaba claramente diluído.... ¡ni que fuéramos austríacos! En cualquier caso se pasó un buen rato entre los compañeros terminando de memorizar sus nombres y lugares de origen, a Otto no le terminaba de gustar que varios de sus compañeros hubieran sido tomados anteriormente en el calabozo, pero aún así seguro eran mejores militares que él mismo que no era buen ejemplo para el propio cuerpo, y no por falta de ganas.... por ejemplo

Al toque de diana y con las botas cayendo de las literas Otto no pareció hacer el más mínimo gesto de vida salvo una profunda y sonora inspiración, alguien tuvo que dar un golpe a su litera para que entreabiera los ojos y viendo el movimiento del barracón le viniera a la mente la imagen que minutos antes en su letargia había creído soñar, la de un sargento entrando y dando órdenes.

Torpemente su enorme cuerpo cayó de la litera calzándose las botas....  ¡Scheisse! ¡Los pantalones!, poniéndose el uniforme para luego atarse fuerte las botas y salir junto a sus compañeros a formar ¡Sheisse! ¡La gorra! Volvió una vez más sobre sus pasos para recoger su gorra y llegar a filas con cierto retraso

El sargento estaba esperando afuera. No dijo ni una palabra hasta que todos estuvisteis formados delante de él. En su rostro se podía ver la firmeza de su carácter y que no estaba muy contento con lo que estaba presenciando.

Hermann fue uno de los primeros en llegar y además como si hubiera vivido en este barracón toda la vida. Además vestido de forma impecable. A los demás - ¡Lentos, lentos, lentos! Imaginen que les están bombardeando ¡Vamos!

Miró de cerca a Armin, que fue lento pero al menos cumplía con el uniforme perfectamente – Bueno…

Luego a Rongar… - ¡Esas botas soldado, las quiero siempre bien limpias!

Y finalmente a Otto - ¡Su camisa está arrugada como un estropajo! – Puso los ojos en blanco.

- Soy el Fähnrich de la Kriegsmarine: Sigmund Meyer, “Mi sargento” para ustedes – Se puso las manos a la espalda, paseando apenas a un metro delante vuestra – Me han encomendado algo que parece imposible. Convertirlos en uno de los mejores batallones anfibios de la Marinestoßtruppkompanie. Y me han dado cuatro meses para conseguirlo. Créanme que voy a sacar hasta la última gota de sudor de sus malditos cuerpos. Me desharé de los inútiles y al resto los convertiré en hombres de hierro. No toleraré las faltas de disciplina ni a los vagos. Si quieren formar parte de este pelotón, su mente ha de ser tan fuerte como el cuerpo de hierro que van a tener. Démosle un motivo de orgullo para nuestro Führer, ¡Heil Hitler! – Extendió el brazo esperando que hicierais lo propio.

- Y como les dije antes, voy a ver en qué estado llegan ¡En fila de a dos, derecha, ya! ¡Síganme a paso ligero, ya! – Comenzó a trotar esperando que los primeros de la fila lo siguieran.

No faltó nada para que hiciese un amago de agacharse, por el "imaginen que nos están bombardeando". Inocente y crédulo, no faltó mucho para arrojarse al suelo. Le habían enseñado que en formación podías contestar a la autoridad, pero ni un solo movimiento. Se mordió el carrillo interno: - ¿Mis botas están sucias? No podía creerlo, .... bueno, si. Se lo creyó y él mismo se amonestó: - Luego les doy un repaso.

 ¡Heil Hitler!

Contestó a la voz de suboficial, pero solo con el movimiento de conseguir aire suficiente como para prounciarlo con potencia y de viva voz, pero ni alzó la mano ni nada. No eran tropas del partido y el caracter prusiano y protocolario mandaba sobre la "Voz Política". - ¿Si me paso a la SS tendré que hacerlo? Se preguntó a si mismo curioso y desconfiado.

Como era uno de los dos primeros, empezó a trotar al paso del "Mi Sargento".... como le habían enseñado.

-¿Y ahora dónde vamos?

 ¡Heil Hitler! - Otto no desvió su mirada, el sargento Meyer le había parecido a primeras luces un tipo bastante simpático e incluso se le escapó una sonrisilla de agrado frente al nuevo pelotón al que había ido a parar. Otto echó a correr, algo airado por tener que hacer estos ejercicios de marcha, pensaba que habían pasado ya por esa fase y que, si les estaban bombardeando como sugería el buen sargento no importaban uniformes ni marchas. 

Este pensamiento ocupaba toda la estrecha mente de Otto, que se vio marchando tras su sargento, con su cabeza ocupada en los menesteres habituales de tan simple persona como él era.