Partida Rol por web

Si sus perseguidores tenían algo de cerebro, no los buscarían en la primera granja, irían más lejos para darles caza. Pero el amanecer sería peor verdugo que los Tremere.

Nunca había sido hombre de muchas palabras, y eso, unido a los contratiempos de lo que le había parecido la noche más larga de su vida, acabó por silenciar lo que tenía que decir.

Sin mediar palabra, agitó las riendas y comenzó a cabalgar detrás de Rosalía.

Al pasar junto a la granja, pudieron advertir el sonido de las contraventanas entreabriéndose. Al parecer el paso de los caballos habría atraído ojos curiosos. 
Un pequeño camino dibujaba una curva alejándose del bosque hacia una explanada. En el horizonte nocturno no se divisaba todavía ninguna otra villa.

Espoleó al caballo para alejarse cuanto antes de la granja. Aunque encontraran refugio en alguna otra población antes del amanecer, los Tremere no iban a tener ninguna dificultad para dar con ellos. Los granjeros fisgones y las huellas de las monturas en el suelo embarrado les dejarían bien claro qué dirección habían tomado. Probablemente, la noche siguiente habrían de volver a combatir para seguir huyendo. Si tenían la suerte de que no los sorprendían durante el Sueño de nuevo...

Todos siguieron a Rosalía hasta la escueta senda. Galoparon por ella durante más de una hora, sin poder librarse de las angustia que les hacía volver la vista atrás ante cualquier sonido. El camino desembocó en una vía más marcada, la tormenta amainó y a lo lejos se adivinaba un conjunto de edificaciones, no más grande que una aldea.

No cabía ninguna duda de que los Tremere peinarían todas las aldeas hasta encontrarles, pero ¿qué otra opción tenían? No había visto ninguna cueva natural, ninguna mina, o cualquier otro lugar que fuera menos evidente. Con suerte, quizá hubiera un sitio más seguro por los alrededores, pero habría que esperar a llegar a la aldea que se divisaba a lo lejos para que alguien pudiera orientarles.

La noche había sido dura, todos estaban heridos y magullados, era muy improbable que pudiesen prestar batalla una vez más. No tan pronto al menos.

-Quizá haya un sitio más resguardado pasada esa aldea, podríamos preguntar. Porque estaréis de acuerdo conmigo en que no es buena idea quedarnos allí, ¿verdad? Sé que se nos acaba el tiempo, pero pasar el día allí es como volver a encerrarnos en aquellas mazmorras.

Se giró hacia el Assamita aminorando un tanto el paso.

-Preguntar y continuar nos expone tanto como quedarnos aquí. Los Tremere también harán preguntas y estos aldeanos las responderán. ¿De qué nos sirve seguir unas millas más? No, vamos a pasar el día en esta villa. Buscaremos la casucha más pobre y alejada, controlaremos a quien demonios la habite para que nos acoja y responda lo que nosotros queramos a los ghouls que se acerquen a husmear y rezaremos para que no nos sorprendan durante el día. El lobo de Hákon vigilará. Si llegamos vivos y libres al anochecer, nos alimentaremos aquí mismo y continuaremos hacia la costa.

Sin dar opción a réplica, volvió el rostro al frente y taconeó al caballo para ponerlo de nuevo al galope.

Thomas enarcó una ceja a la espalda de Fátima. Rosalía parecía repuesta de los padecimientos sufridos y dispuesta a ejercer de nuevo el liderato de la cuadrilla.

Siguiéndola, se aproximaron a la aldea, deteniéndose a una distancia prudencial de la empalizada que la rodeaba. De aspecto desgastado, parecía haber perdido su finalidad defensiva para convertirse en un simple elemento delimitador.

El Ventrue descabalgó y miró en derredor.

-Quizás nuestros amigos Assamitas podrían inspeccionar el interior antes de dar un paso en falso. Es bien conocida su maestría en el sigilo.

-Acepto la sugerencia- dijo Fátima remarcando la última palabra como si quisiera dejar claro que no estaba ahí para cumplir órdenes.

Cabeceó una señal hacia Aza instándole a saltar por encima de la muralla.

-Tu por la izquierda.

Lope elevó una breve oración... No era especialmente devoto. No lo era en absoluto. Pero necesitaba una día de descanso.

Azza asintió con la cabeza, desmontó y siguió las órdenes de Fátima sin rechistar.

Se alejó del grupo con cierta celeridad y observó la empalizada conforme se iba acercando a la aldea para ver cuál era el mejor sitio para subir y echar un vistazo. La experiencia le hizo fijar su atención en una zona en la que había algunos pequeños salientes y huecos con los que trepar no sería un problema.

Se acercó a la empalizada y miró hacia arriba para comprobar que nadie veía su maniobra. Entonces comenzó a subir.

El Assamita alcanzó el límite superior de la empaliza. Asomado, examinó la aldea que se revelaba ante sus ojos. No más de 20 edificaciones, incluyendo una pequeña iglesia se distribuían por las calles sin empedrar, que, a primera vista, nadie transitaba.

-No estoy seguro de que refugiarnos todos en la misma casa sea lo más aconsejable -comentó el Ventrue cuando los hijos de Haqim se hubieron marchado.

- Me preocupa que a más escondites más probable sea que encuentren algo. Es verdad que sería más fácil ocultarnos pero si capturan a algunos de vosotros querréis volver al rescate... Y estaremos haciendo esto eternamente.

Tampoco es que hubiera un plan bueno, sin duda lo mejor sería un sálvese quien pueda... Pero se necesitaban demasiado los unos a los otros.

No le agradó estar de acuerdo con el Lasombra, pero lo estaba.

-¿Qué hacemos con los caballos? Si entramos con ellos en la aldea haremos demasiado ruido y si los ghouls los ven sabrán que estamos aquí. Podemos esconderlos en el bosque, pero eso tampoco asegura que no los encuentren... Creo que deberíamos liberarlos, ya tomaremos prestados otros aquí mañana.

Thomas calló las reservas ante las palabras de Lope, de quien no terminaba de fiarse.

-Quizás Hákon pueda sugerir a los caballos que nos esperen por lo alrededores. Si los liberamos y su escasa memoria les lleva a regresar junto a sus antiguos amos podríamos tener un problema.

Aza estuvo unos minutos observando la aldea. Ni guardias, ni granjeros, ni borrachos, nada... No sería difícil pasar inadvertidos. Intentó localizar un camino menos notorio para moverse dentro de la empalizada una vez hubieran cruzado la puerta principal.

Aza encontró un pequeño camino junto a la empaliza, el cual  le permitía bordear la aldea interponiendo las casas en la visión de cualquiera que estuviera mirando desde el otro lado.

De esta forma llegó al otro extremo del asentamiento. Le pareció ver una casa de aspecto más desgastado que el resto que daba la sensación de haber sido abandonada.

Reconocido el terreno y un lugar en el que poder pasar el día, volvió sobre sus pasos para indicar el camino a sus compañeros.

- He encontrado un pequeño camino que bordea la empalizada, es bastante discreto. Podemos tomarlo y llegar hasta una pequeña casa que parece abandonada al otro extremo de la aldea. Creo que es nuestra mejor opción para pasar desapercibidos. - hizo una pausa y miró a los caballos - esos malnacidos reconocerán los caballos si llegan hasta aquí, habría que esconderlos o deshacerse de ellos.

Asintió a la propuesta de Thomas y miró al Gangrel.

-¿Podrás ocuparte de los caballos, Hákon? Y pedirle a Jarl que vigile los alrededores durante el día... -Se giró entonces hacia Aza-. Condúcenos hasta esa casucha.