Partida Rol por web

Esta vez sí sintió los dientes de la criatura aferrarse a su carne, y sin poder evitarlo dejó escapar un grito. De forma casi inconsciente obligó a su sangre a acudir a la herida para sanarla, mientras torpemente intentaba quitarse de encima a la muchacha atacándola con la daga.

Sus ojos, sin embargo, estaban puestos algo más allá, en el cuerpo inmóvil de Thomas. ¿Por qué no despertaba, si lo había liberado de la estaca? Había llegado hasta allí, lo había encontrado, había descubierto lo que los Giovanni pretendían... Pero si el Ventrue no abría los ojos y la ayudaba, de nada habría servido.

Otro corte en el cuello de Beatriz y nuevo el brillo causado por la daga. Sus movimientos parecían enlentecerse. Incapaz de llegar a morder a Rosalía trató de golepearla en la cara con la mano.

Ana siseó y con los brazos extendido trató de hacer presa sobre el cuello de Rosalía.

Sin soltar la daga ni el medallón, se agachó para evitar el torpe manotazo de la cadavérica muchacha, y sin saber muy bien cómo se hizo a un lado justo antes de que la otra llegara a aferrar su cuello. Si no hubiera estado tan asustada habría sonreído, incrédula ante su suerte, pues no recordaba haber luchado jamás en su vida.

Sin embargo sabía que la fortuna no duraría mucho más. Luca y Marcello aparecerían pronto y entonces todo estaría perdido. Olvidándose por un instante de las dos mujeres volvió a posar sus ojos sobre la figura del Ventrue y trató de llamarlo a través de su sangre al tiempo que gritaba angustiada su nombre.

Con preternatural voluntad el cadáver de Beatriz, golpeó con el puño el rostro de Rosalía entre un mar de espasmos y chillidos.

Ana abrió la boca mirándo a Rosalía con ojos impíos. Dispuesta a hundir sus fauces sobre ella, de repente un pálido antebrazo paso por su cuello impidiéndoselo mientras ella rugía.

Thomas clavó sus colmillo en el cuello del cadáver y desgarró su carne, provocando uel agónico llanto de la reanimada criatura que se desplomó al suelo, todavía con una aliento de vida.

-Rosalía... Rosalía... Deu... ¿Bene es? -susurró Thomas en latín luchando por mantener los ojos abiertos-. Ego....

El Ventrue volvió a desplomarse apenas consciente.

-¡Oh, Thomas! -exclamó esperanzada al ver que por fin recuperaba la consciencia para liberarla de aquellas criaturas. Pero sólo un instante después lo vio caer de nuevo, y su esperanza se esfumó-. Por favor, no...

Lo supo desde el primer momento, desde que Oana le dijera que habían de encontrar su cuerpo robado: sola no podría conseguirlo.

Pero haber estado tan cerca...

Aprovechando que uno de los dos monstruos había caído, dio un paso en esa dirección para colocarse entre Thomas y la muchacha muerta que todavía seguía en pie, y con un grito más de rabia que de esfuerzo trató de hundirle la daga en el pecho.

Tomando la daga con las dos manos sobre la empuñadura, Rosalía atravesó el pecho de Beatriz quien si alcanzar a decir nada la miró primero con ojos de odio y luego con ojos vacíos antes de caer al suelo.

Ana se arrastraba en un charco de sangre coagulada.

Con la oscura daga todavía entre las manos observó el cadáver de la muchacha y en silencio dio gracias a Lucita. Inmediatamente después se agachó junto a Thomas y mordiéndose el labio lo contempló dubitativa. Sus ojos repararon en los lacres de plata que adornaban su cráneo, y acercó la mano a uno de ellos.

No sabía para qué servían, ni siquiera si tenían que ver con su inconsciencia, pero estaba débil y hambrienta y sabía que no podrían escapar si ella debía cargar con Thomas.

Se encomendó a su suerte y tiró del lacre para arrancarlo.

Aquellos lacres estaban adheridos a la piel, pues seguramente los habían vertido en caliente antes de sellar sobre ellos los arcanos símbolos. Rosalía tiró y consiguió separarlo, pero no sin producir una herida en su lugar.

El Ventrue murmuró algo ininteligible y trató de incorporarse. Su piel se tornó cálida y viva por un instante. Al parecer estaba haciendo uso de la Vitae para reponerse en cuanto fuera posible.

-Perdóname, perdóname... -murmuró mientras arrancaba apresuradamente el resto de sellos. Prefería ver su cabeza herida que llena de aquellos símbolos de brujería.

Cuando terminó de quitarle el último trató de incorporarlo un tanto, sujetándolo por los hombros, sin dejar de lanzar miradas angustiadas hacia la puerta.

-Thomas, por favor, despierta -dijo palmeándole la mejilla-, tenemos que salir de aquí, levanta, vamos -pasó un brazo del Ventrue sobre su cuello y lo agarró de la cintura para poder ponerlo en pie-. Por favor...

Con la ayuda de la Vampira, Thomas se puso en pie.

-Rosalía... - dijo tratando de aclararse la vista-. ¿Eres tú de verdad...? ¿Dónde estamos? Los Giovanni...

El sonido de una llave encajando en la cerradura al otro lado de la puerta interrumpió sus palabras.

-Sí, Thomas, soy yo... -susurró.

Con el chasquido de la cerradura sus ojos se fijaron asustados en la puerta. Si Luca o Marcello entraban, no había ya nada que pudiera hacer.

-¡¿Qué demonios...?! -exclamó al ver a Thomas y Rosalía. El Giovanni tenía una herida sobre el hombro. Había sonidos de lucha más allá.

Con presteza amenazó a los cautivos con su espada, pero alguien se abalanzó sobre él derribándolo sobre el pasillo.