Partida Rol por web

El niño se detuvo.

-No ¿Qué haces? -preguntó la niña.

-¿Es usted el Espíritu de la cueva? -dijo el chico-. Le traemos una ofrenda -anunció mostrándole unas ramas de romero.

-¿Espíritu? -preguntó Yurev ladeando la cabeza divertido-. ¿Eso pensáis que soy? -dijo un tanto satisfecho; la verdad era algo peor. El ravnos extendió la mano hacia el muchacho sin gesto amenazador alguno-. Déjame ver... Vamos, dámelas y verás que soy de carne y hueso como tú.

-¡No, Cezar, vámonos! - le pidió la niña con angustia en la voz.

El chico acercó tímidamente las ramas a la mano de Yurev.

-¿Ahora nos ayudará? -le preguntó con los ojos bien abiertos una vez el Ravnos hubo cogido el regalo-. ¿Nos ayudará a encontrar a los niños perdidos?

Yurev cogió las ramas y se quedó mirando un momento a Cezar antes de volverse hacia la niña.

-No te haré daño, pequeña. ¿Cómo se llama tu hermana? Dile que no tenga miedo. Yo siempre cuido de los míos -dijo Yurev contemplando el romero-. ¿Qué niños perdidos?

-Se llama Alina -explicó el niño. La niña resopló y se acercó timidamente-. Los mayores dicen que en la montaña duerme un espíritu muy Antiguo y le llevamos ofrendas para que proteja a los niños de nuestro poblado. Algunos han desaparecido en el bosque y no han vuelto más...

Yurev frunció el ceño. En realidad bien podía darle igual todo aquello, pero de alguna forma sentía que era asunto suyo lo que pasara con aquellos roma; o más bien quería que fuera asunto suyo. El ravnos miró alrededor.

-Bien, Alina, Cezar, podéis decirle a vuestra gente que el espíritu de la montaña ha aceptado vuestras ofrendas. ¿Podríais decirme dónde estamos? ¿Y cuántos y cuándo han desaparecido esos niños?

Cezar sonrió ampliamente al escuchar la respuesta de Yurev, mientras Alina mantenía una actitud prudente.

-Estáis en Moldavia, gran Espíritu de la Montaña... Los otros niños, en dos meses han desaparecido cinco.

Moldavia... ¿Cómo había ido a parar allí? ¿Y por qué había decidido retirarse a descansar? Miró a los niños y apretó los dientes al reconocer cierta esperanza en la mirada de Cezar; por un momento sintió un instante de cansancio y aburrimiento por encontrarse de nuevo ante el mundo y sus problemas, sobre todo de los mortales. Y sin embargo, ¿que era el mundo sino problemas? 

-¿Qué es una vida sin complicaciones al fin y al cabo? Bien, Alina y Cezar, ¿qué me puedes decir de los chicos que desaparecieron? ¿Eran buenos o malos chicos? ¿Qué estaban haciendo y dónde los visteis por última vez? -levantó el dedo suavizando su advertencia con una sonrisa un tanto infantil-. Y una cosa muy importante, no debéis decir a nadie que hemos estado hablando. No ha llegado el momento de que la gente sepa de mí. ¿Puedo confiar en vosotros?

-!Sí, Señor Espíritu! -exclamó el chico.

-Sí, sí -repitió Alina un poco atemorizada-. No se lo diremos a nadie.

-Dos chicos se perdieron cuando iban al manantial, a trae' agua pa' la cena. Otros dos mientras estaba' en el bosque y otro no llegamos a saberlo. Simplemente desepareció. Todos se perdieron al otro lado del campamento, más hacia el norte... Por eso Los Mayores ya no nos dejan ir por ahí.

Yurev asintió conforme.

-Muy bien, ahora quiero que regreséis al campamento. Es muy tarde y no debéis meteros en líos -el ravnos se guardó la rama de romero al tiempo que miraba en derredor, buscando en la floresta los signos que indicaran la dirección del norte. En cuanto se orientó comenzó a andar-. Mañana por la noche podéis venir a verme de nuevo y hablaremos.

Los niños asintieron y marcharon siguiendo las órdenes de Yurev.

El Ravnos localizó rápidamente el norte y caminó hacia él. Bordeó el campamento de los gitanos que se hallaba entre él y su destino  y siguió hasta llegar a un claro, con lo Cárpatos en el horizonte occidental.

Aquel parecía ser el lugar.

Yurev se detuvo en el claro y pensativo se quedó contemplando la cordillera que se alzaba en el oeste. Frunció el ceño; teniendo en cuenta sus últimos recuerdos parecía que no se había alejado mucho. Sin embargo, no sabía ni qué había pasado ni cuánto tiempo había pasado. ¿Por qué había elegido retirarse a una cueva?

Para saber qué había pasado en aquella zona y para poder situarse más sobre la disposición de los alrededores necesitaba otros ojos, unos bien adiestrados en la noche y que pudieran recorrer el cielo. El ravnos hincó una rodilla en tierra y ululó como los búhos para llamar a quien pudiera servirle. Indicaría a las aves sencillas indicaciones para que sobrevolase el lugar y regresara para poder acceder a sus visiones.

Tres buhos pequeños, de plumaje pardo y blanco y grandes ojos amarillo, atendieron la llamada de Yurev. El Vampiro expuso sus indicaciones, más la aves parecieron un tanto reacias a adentrarse más al Norte. Él las convenció prometiéndoles algo de comida. Finalmente los buhos marcharon y al cabo de un rato largo sólo dos volvieron. Quizás el tercero había decidio ignorar la petinción del Ravnos... Quizas algo le había impedido regresar.

Yurev sonrió y levantó la vista al norte. Parecía que efectivamente algo rondaba por aquel lugar; debería ir a echar un vistazo. Aunque antes se esforzaría por acceder a las impresiones de los búhos en su vuelo.

No se adentraría a ciegas.

Yurev miró a lo Buhos a los ojos y su Bestia contactó con ellos. Las aver le "contaron" a Yurev lo que habían visto y éste lo vio a a través de sus ojos. Se habían dividio para cubrir un terrano más amplio. Volaron más allá de la explanada hasta un bosque de pino negro y allí había peligro. El otro buhó fue atacado por una bandada de murciélagos quienes lo derribaron y acabaron con él. Sus dos hermanos huyeron buscando de nuevo al gitano.

Yurev los despidió y se volvió hacia la masa oscura de árboles. Por su mente pasó un pensamiento sobre el búho abatido; de no haberle llamado seguiría vivo. Era un pensamiento caprichoso, pero sonrió con amargura al darse cuenta que no era sino lo que hacían los vástagos con todo lo que vive. Meneó la cabeza y echó a andar hacia el norte.

-De nuevo caminando hacia los problemas... -sonrió divertido-. ¡Qué fortuna no ser aún viejo!

El gitano se adentró en la espesura. Era aquél un bosque oscuro, denso y misterioso como la proverbial arboleda de los cuentos que tantas veces había escuchado de niño en su Kumpania. Más no le dieron miedo entonces y menos ahora. Continuó caminando, atento a todo su entorno hasta que advirtió un pequeño chillido de animal. A la luz de la luna advirtió la presencia de un revoloteador murciélago.

Yurev se tensó al ver el murciélago, con los ojos muy abiertos en la noche; y antes de que hubiera tiempo para más saltó sobre él para aferrarlo*. Si lo atrapaba tendría la oportunidad de adentrarse en sus impresiones y ver de dónde procedía y a quién servía, si es que servía a alguien**.

Quizás fuera su familiaridad con la oscuridad, pero estaba convencido que las desapariciones de los roma y las bandadas de murciélagos sin duda desvelaban la mano negra de algún vástago. Quizás algo peor, si es que había algo peor...

Yurev se lanzó a por el murciélago, saltó apoyándose en un tronco y primero lo rozó con los dedos de una mano, para con la otra conseguir apresar una de sus alas. El animal le había parecido especialmente rápido y cambiaba de dirección con extraordinaría facilidad.

Una vez sujeto, el Ravnos centró en él su poder, pero no consiguó contacta con su mente. Parecía como si algo se lo impidiera.