Partida Rol por web

    Detrás, casi al momento, apareció un conejo pardo de aspecto tranquilo. -Estábamos siguiéndoles pero es que caminan muy rápido. Lo que me da una buena sensación, señor elfo. Seguro que son los Elegidos. Parecen inteligentes y diestros y...

      Detrás se oyó un rugido. De pronto un enorme tigre blanco hizo su aparición. Sin hacer nada malo, con suma serenidad, se acercó a Kurtock y le lamió la mano.

     El otro conejo, que seguía al primero, venía con cara enojada. -¿Elegidos? Ven a ese monstruo enorme y colmilludo?? No, no, no. Este plan está destinado a fallar desde el comienzo. Lo dije, lo dije y lo redije pero Plim siempre ve todo bien, Ufff. Venga, mejor vamos rápido a la casa esa que seguro hay espías por todos lados y estamos llamando la atención. Y, tú, cuida a ese grandulón peludo!!

    Dijo el conejo rosa enojado, siempre tenía cara de enojado. Iato, por su lado, le hizo señas al grupo para que lo siguieran.

    Plam advirtió -y pasad desapercibidos. 

    Era bastante difícil cuando se trataba de un incubo, un semi demonio, un elfo, dos conejos, un tigre, un kobold, y un Kurtock...

  La escena cada vez era más surrealista, Bregor empezó a pensar que tal vez estaba ebrio aún, pues la noche anterior la pasó bebiendo en la posada del pueblo con varios parroquianos, pero no recordaba haber bebido tanto. Se dió un buen pellizco en el brazo y comprobo que aquello era real, pero esto no hacía más que producirle más curiosidad ¿Por qué el destino quiso que estuviera allí? y ¿Cómo se pudo llegar a reunir tal grupo?

  Bregor siguió sin dudar a Iato, e inspeccionó con la mirada a los recien llegados.

  - Kurtok, no te separes mucho. Por cierto, supongo que ese es el tal Rayitas que mencionastes antes ¿o no?

Miré al elfo y a los otros dos uno parecía incluso desnudo, me frené delante de ellos sin decir nada, escuchando lo que tenían para decirnos.

Al preguntar por nuestros acompañantes me reí y me encogí de hombros, pero vi que venían detrás de nosotros, al parecer eran animales mágicos después de todo.

-Bueno, creo que ya estamos todos, no?-

Rallitas, no es hora de comer aún, Rallitas deja de babear que estos conejitos nos quieren decir algo, cuando nos hayan contado lo que quieren a lo mejor te dan un poco de comida y así te puedes olvidar del apetitoso, riquísimo y exquisito de un buen conejo tierno….

Las babas de Rallitas inundan el suelo pero tras escuchar las palabras de Kurtok obedece y se sienta a la expectativa.

Pues sí Bregor, este es mi amigo Rallitas, Rallitas te presento a nuestro nuevo equipo – dice Kurtok señalando a todos los presentes – equipo este es Rallitas, Rallitas equipo, equipo Rallitas, Rallitas equipo...

¡Bastaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿De que hablábamos? A sí ¿tenéis calor ¿váis todos muy tapados yo creo que ya me está sobrando ropa. De repente Kurtok se quita lo único que dignificaba su insignificante desnudez una honda de cuero que se había puesto a modo de taparrabos… Ahora mejor, que calor tenía ¿de que hablábamos? A sí, soy Kurtok y este es Rallitas, Rallitas equipo, equipo Rallitas - Rallitas se tapa la cara con la pata de la vergüenza... - ¿a que no sabéis porque le llamé Rallitas al tigre? ¡Venga, venga el que lo adivine se gana un abrazo muy grande! –

Los presentes callan soberanamente ya que no tiene palabras para lo que están presenciando - ¡Venga ya! Se llama Rallitas por las rayas que tienen los tigres… Ummm espero que seáis fuertes ¡porque lo que es ser listos no lo sois mucho! Menos mal que me tenéis a mí porque sino vamos apañados...

¡Kurtok es el mejor!

¡Kurtok es el más guapo!

¡Kurtok es muy humilde!

¡Kuuuuuuuuuuurtok!

La cancioncita de Kurtok resuena con "humildad"...

Era mi Hada pero realmente me sacaba de quicio, no me daba tiempo a ponerme a cumplir una de sus peticiones... bueno peticiones era mucho llamarlo ya que literalmente eran ordenes que uno no podia despreciar, pero segundos despues me pedia otra cosa y ya no estaba seguro de que pasaba.

Tenia por supuesto comida guardada, no mucha pero si la suficiente, cuando uno vive en un bosque cerca del bosque de hadas siempre a de tener provisiones por si las moscas pero gastarlas todas en una comida para desconocidos me haria quedarme sin nada para llevarme al viaje.

- A mi no me preguntes, yo solo sigo las ordenes que me da el Hada así que supongo que tengo que confiar en ti y en todo el que ella me diga que es de fiar me guste o no, el destino es ineludible o eso supongo -

Al ver al tigre y al hombretón, me quedé aterrado. Me escondí levemente detrás de Michael, esperando las presentaciones y con un pié dispuesto para salir corriendo a la más mínima.

Cuando el tal Kurtok habló me hizo gracia, iba prácticamente desnudo, como la mayoría de Kobolds, y parecía tener cierto aire bohemio. Por no decir que era, de lejos, más bajito que el resto y eso lo situaba por eliminación en la persona más de fiar de los presentes, después de mi, claro.

Di un paso adelante y me presenté.

- Yo soy Kib. Trovador y cuentacuentos. - Hice una reverencia claramente ensayada y volví a colocarme al lado del colmilludo.

  Bregor se giró hacia Kib respondiendo a su saludo dijo.

  - Encantado de conocerte Kib. Yo soy Bregor, mercenario errante de Lorathan - Y a continuación le estrechó la mano - ¿Sabes de que va todo esto de los elegidos? A nosotros nos acaban de decir que vayamos hacia ese edificio de allí pero no se nada más.

       El grupo variopinto despertaba algunas miradas de interés. Sobre todo el enorme tigre blanco y el hombrecito desnudo. Por fortuna para todos Rhosendal era un sitio de gentes distintas, de miríada de razas y culturas. Y todos convivían en paz así que a nadie le llamó demasiado la atención esas "gentes" tan diferentes a las que solían habitar el lugar. 

      Entre ellos ya se estaban estableciendo vínculos. El más bohemio era Kurtock sin lugar a dudas. Bregor era el más grande, quitando al tigre claro está. Michael era el más seductor porque, por alguna razón que él sólo conocía, las chicas del pueblo, sea de la especie que fuese, le dedicaban unas sutiles, y no tanto, sonrisas. Respecto al pequeño kobold, los niños eran los que más lo miraban, con caras de interés sobre todo por su color rojo escarlata.

     El elfo, por su parte, parecía pasar desapercibido. El grupo no comprendía aún, porque él no lo había comentado, que estaba usando un hechizo de cobertura para ser invisible. Iato tenía sus razones: los espías de la ciudad sí lo conocían y si viesen al elfo dirigiendo al grupo, entonces sabrían que ellos son los que deben eliminar.

     -Ya falta poco -dijo -dentro de unos momentos estaremos frente a la casa.

                La casa de techo rojo, la séptima casa, hizo su aparición. Era pequeña, acogedora, y tenía un tejado de brillante carmesí.

                -Estamos aquí –dijo uno de los conejos.

                -Pero mejor estar seguros de que los orcos no han llegado antes –advirtió el otro.

                -Plam, déjate de pavadas.

                -Tú déjate de pavadas. Eres muy inocente.

                -Es que tú ves problema en todo…

                -Mejor que alguien toque la puerta –terminó el elfo de comentar, un poco cansado de los dos saltadores que los acompañaban.

-Creo que si algún orco hubiese llegado a la ciudad nos hubiéramos dado cuenta por los gritos de la guardia- Me acerqué igualmente con precaución y me puse al costado de la misma, antes de tocar 2 veces y esperar.

¿Orcos? que te parece Rallitas - murmura Kurtok dirigiéndose a su fiel amigo - seguro que huelen mal, bueno yo huelo peor pero tu ya estás acostumbrado ¿verdad? ¿De que hablábamos? A sí, me acuerdo de una vez que conocí un animal muy cuco me acerque se se tiró un pedo !Buaaaag! era una mofeta, pero..... ¿Por que os cuento esto? ¡A sí! Rallitas olfatea a ver si te parece que puede haber orcos antes de entrar, ¡vamos!

Me mantuve apartado del tigre durante todo el camino, seguía con la sensación de que aquel bicho podría comerme entero de un solo bocado. Así que seguí pegado a Michael.

Al llegar a la puerta me puse de puntilla he intenté ojear por el cerrojo a ver si era cierto que había orcos. Tenían mala fama, pero muchas tribus kobold comerciaban con ellos, solían comprar las peores armas, magulladas y oxidadas, así les gustaban más...

  Bregor siguió adelante en dirección a la casa que le dijeron. Él no creía que los orcos fueran capaces de ser tan sigilosos y adentrarse en la ciudad sin ser vistos, cierto era que nunca estaba de más ser precavido, por lo que le quitó el seguro a la vaina del espadón que escondía bajo su capa y se mantuvo alerta y en silencio, aunque la verdad, tampoco sabía para que se iba a mantener en silencio, teniendo al lado a ese grupo de parlanchines.

  - Tened cuidado, nunca se sabe quien nos puede estar esperando.

Sentís que golpean la puerta dos veces.

Escucho los golpes de la puerta y deduzco que por fin han llegado nuestros invitados, el resto de elegidos para la misión, así que me acerco tramquilamente a la puerta para abrirla, de ser algo peligroso el Hada ya me hubiera avisado.

                El chico incúbo golpea la puerta dos veces. Rallitas, el enorme tigre, olfatea la puerta mientras su dueño sigue diciendo cosas que sólo él parece entender. No cabe dudas de que es a la mar de simpático y extraño. El pequeño kobol, por su parte, pone el ojo en la cerradura. Ve un comedor en donde una chica pasa y lleva unas cacerolas, luego vuelve y sale para otro cuarto, probablemente la cocina. Quizás son cacerolas, u ollas, o vajillas.   Todos esperan un momento y…

                Tara estaba llevando unas ollas a la cocina cuando escucha también el toque de la puerta. Se queda parada y espera a Kent que abre la puerta. En la mesa hay puestos seis platos, seis vasos, y una bandeja con carne y patatas. Tara está llevando las cacerolas de un budín con miel que le enseñó a preparar el hadita que está junto a ellos. Entonces el muchacho abre la puerta y ve un grupo totalmente extraño.

                Un chico de ojos brillantes, un kobold rojo, un ser pequeñito desnudo (con pelo parado), un enorme tigre blanco, dos conejos (uno marrón, otro rosa) y un hombre grandote, que tiene un ojo de un color y otro de uno diferente. Por si eso fuese poco, entra un elfo que es el que Tara vio en el bosque.

                -Vamos, pasad. No estaremos seguros afuera, hay mucho que hacer. Hola Tara, hola… tú debes ser Kent –le dice al muchacho y también saluda con su mano a la hadita que brilla más intensamente con la alegría.

                -¿Son todos? –pregunta ella.

                -Todos –asegura él.