Partida Rol por web

Fael torno entonces su rostro como si nada hubiera pasado, tambien eludiendo toda la conversacion como si no hubiera existido.

- Muy bien -dijo dulcemente- cuando terminemos vamos a buscarlos.

Fue todo lo que dijo.

Kupi puede ver delante de él la figura del kokiri. Tiene un tirachinas en la mano y parece que está apuntando a algo que queda fuera de su visión gracias a un arbusto. ¿Qué será? ¿Se estará defendiendo de algún peligro? Si es algo peligroso, poco podrá hacer con un tirachinas. 

Y la sombra de se algo, que puede ver reflejada en el suelo, tras el arbusto, si que parece ser lo suficientemente grande como para ser un bicho peligroso.

-Hay muchas especies en el mundo, y algunas son peligrosas.

Coloca el conejo sobre el fuego para que se brasee. Eso les aportará comida para la mañana también y no tendrán que cazar y arrastrar cargas innecesarias aunque lo lamenta por el pequeñajo porque no tiene la comida que le gusta.

-Si dejas las piedras al fuego antes de dormir, por la mañana estarán calientes. Seguro que no tanto como en tu casa, pero si mucho más que ahora.

La noche avanza tranquila.

-Seguro que la Princesa Zelda tiene alguna forma de devolverte a tu hogar, pequeño subrosio.

Han pasado unos 15 minutos desde que Kiddo se ha ido, no tanto desde que se ha ido Kuppi. No se escuchan signos de alerta ni nada por el estilo, pero están tardando mucho, sobre todo el primero, en volver y no deberían estar tanto tiempo separados. Sobre todo porque están en un lugar donde no conocen nada de lo que les rodea.

Y el sonido de animales desconocidos no ayuda mucho. 

La pregunta

¿has probado algo dulce alguna vez?

le hizo arquear una ceja. O eso parecía. Sin cejas era difícil verlo, pero al parecer era una raza que estaba acostumbrada a ser muy expresiva. Y a conseguir ocultarse incluso a plena luz del fuego, ahora que te fijabas.

-Sí, claro. Pero como digo... los goron tienen mucho más diente dulce que nosotros.

"¡Ey!"

-¡Ey! -se quejó- ¡Te diré que soy un poderoso mago!

Un poderoso mago que no podría llegar a los estantes de una casa sin un taburete.

-Pero bueno, supongo que en el exterior sois... ¿muy blandos? Sin ofender. No entiendo cómo siendo tan gigantescos pasa eso... -sacudió la cabeza- ¿Quizá es por la distancia al suelo, y se tiene que repartir mucho la comida? A cambio sois, como, monstruosamente rápidos y ágiles. Como relámpago en una cuerda. Y como, tan... tan... -no hay forma de decir "increiblemente abiertos" sin sonar fatal, así que optó por un- um. No lo sé. No tenemos muchos tratados arribitas, sabes... pero seguro que puedo cambiar eso. 

...

-¡No necesito volver a mi hogar! ¡Estoy siendo un héroe, amigo!

Echo TANTO de menos mi casa...

Lo que faltaba, ser niñero de la criatura más repulsiva que las Diosas habian creado. El Kokiri. Si me acercaba más, dristraería al Kokiri y la criatura nos atacará con gran facilidad. Si lo dejo ahí es muy posible que no sobreviva y los otros me verán mal por no ayudarlo.

Le pido a Farore que me de valor  y al Gran Arbol sabiduría para actuar. Muevo mis manos dibujando signos en el aire, y cuando siento la energía de la naturaleza concentrarce en mi, las llevo a la tierra sin tocar el suelo, esperando a que el tonto kokiri se meta en problemas para hacer crecer enrredaderas y atrapar al monstruo, lo que nos dará tiempo de huir.

Tienes suerte de estar bajo mi protección, pero eso no quiere decir que evitare te hagas daño

Aún con las advertencias y la tutela de la famosa Shika, lo cierto era que la chica estaba pasándoselo bien en tan simple aventura, pues no dejaba de ser la primera para la joven Himiko. Gran parte de su diversión provenía sin duda de la pintoresca compañía del pequeño subrosiano, que provocó una leve carcajada en la chica con la reacción que provocó su comentario sobre sus mordiscos. Sólo bromeaba, no necesitas demostrar nada.  Con una mueca desapareció su sonrisa y seguidamente recuperó la serenidad con un bostezo que anunciaba que la noche había dominado su cansancio, lo que dificultaba la comprensión de las profundas incógnitas de Wizzrobe. No sé, puede ser, no entiendo muy bien todo lo que hay en nuestro interior, es demasiado complejo. Una corriente de aire le recordó el frío de la noche y de un salto volvió a acurrucarse frente al fuego, intentando no perder la vigía de su alrededor. Miró al hechicero con curiosidad, en un analítico intento de percibir algún detalle que desvelara algo que aún no había compartido con las chicas. ¿No tienes frío? Preguntó con complicidad, suponiendo tratarse de una desconocida sensación para los que viven bajo tierra.

Nadfa resopló cuando miró el paso de la luna por el cielo. Casi había terminado con su parte, que dejó sobre una roca.

-Esos dos tardan demasiado... -se levantó- Ya voy a buscarlos yo. Esta noche vamos a tener a ellos dos de guardia hasta el amanecer y ya verás como mañana por la noche no tienen ganas de tantos paseítos. -señaló a Fael- Tú espera aquí y si vuelven vuela alto para que te vea. -se alejó de la hoguera con paso tranquilo y se perdió en la oscuridad de la noche.

Fael hace un mohin de enfado.

- No me quiero quedar sola...

Te dice antes de que te vayas.

- Ya tengo bastante con haber perdido a dos como para que ahora te pierdas tu tambien.

Se situa a tu lado con los brazos cruzados, no parece que vaya a ceder.

- Si es necesario ire dando viajes entre la hoguera y donde estemos, pero me voy contigo.

Sonaba muy complejo en verdad. Lo que no quitaba que no fuera apasionante. ¿Cómo vivían los habitantes de Arriba sin todos los minerales y nutrientes necesarios? Sí, a los animales les valía, pero los seres pensantes eran mucho más complejos que eso: no tienes más que comprobarlo, ningún animal come rocas y ningún animal piensa como tal. Era un tema... ¡fassscinante!

¿No tienes frío?

-Tengo muchísimo frío -admitió- Esta noche dormiré en el fuego si no es molestia.

Nadfa se quedó mirando a Fael muy seria.

-¿Tú tampoco me vas a hacer ni puto caso? -espetó frunciendo el ceño.

La chica se encogió de hombros ante la propuesta del extraño ser. El conejo se lo pidió primero. Intentó que su mirada fuese todo lo creíble posible, pero pronto su sonrisa se escapó de su fachada. Pero siempre podemos hacer otro fuego para ti… y así pasaremos todos menos frío. Sus manos se agitaban por sus brazos y sus piernas intentando que la fricción disminuyera la incómoda sensación de falta de abrigo.

El hombrecillo asintió.

Pareció acusar el frío menos que Himiko para alguien que parecía estar acostumbrado a las ardientes profundidades (si nos creíamos su versión), pero quizá estuviera hecho de otra pasta como para que las condiciones de frío o calor le afectara. Era como un goron, y ¿cuántos goron resfriados había visto en su vida?

-No hará falta...

Hizó un par de gestos y el fuego hizo un FWOOOM, aumentando su tamaño.

-...ahora cabemos el conejo y yo. Eso s*bwoooh* -no pudo contener el bostezo- Um. Quiero decir que eso sí, no puedo hacer mucho más hoy. Todos mis recursos se fueron con lo de antes, y no estoy como para hacer mucho más.

¿Tengo que dormir en el fuego como si fuera un subrosito de excursión?

El conejo mueve las orejas, como si hubiese escuchado algo, y antes de que Kiddo pueda cazarlo, se escapa y se mete un arbusto que hay a un lado, pasando un poco de su peligroso cazador. Se acaban de quedar sin cena, o eso es lo que parece... tendrá que volver al campamento con las manos vacías.

La enorme sombra se desplaza hacia su posición. Habrá escuchado algo raro, puede que tenga superaudición, y ahora ataca a la persona más peligrosa que le ha cercado. Lo único cierto que es la sombra se abalanza hacia él y no parece que haya nada que hacer.

De pronto desaparece y los arbustos comienzan a moverse, amenazadoramente.

Cabizbajo y decaído, me doy la vuelta y me dirijo finalmente a la calidez de la hoguera. Aunque no hubiera conseguido gran cosa, por lo menos el paseo había servido para calmarme.

¡SUFICIENTE! (Pi~)

Llevo mis manos al suelo para entablar una conexión mística con el arbusto y que este cresca de forma retorsida, atrapando y separando a todas las criaturas que se encuentren dentro de él.

Subo las manos al cielo mientras simulo con mis dedos el movimiento de las ramas dejando que la magia fluya.

Fael hincha los carrillos denotando algo de enfado.

- Para empezar no me hable asi -le dice como reprimenda- Sra. Nadfa y para seguir ya le he dicho que no voy a quedarme sola. Ya tengo bastante habiendo perdido a dos de los integrantes de este grupo.

-Te hablaré como me dé la gana. -dijo Nadfa, claramente molesta- Creo que bastante paciencia estoy teniendo ya con todos vosotros. Y yo no me perderé, valgo mucho más que el niño con varios cientos de años que se marcha de paseo por la noche porque se aburre aunque haya que hacer muchas cosas en el campamento o el matojo loco rodante ese. -luego hizo un gesto de hartazgo con la mano- Pero haz lo que te dé la santa gana, no voy a perder el tiempo más. -dio media vuelta y sin esperar una respuesta de Fael se adentró en la oscuridad- ¡Y no soy una señora! -se la oyó decir desde las sombras.

El bostezo se contagió de inmediato y pareció impedirle responder en un principio a sus palabras. Tranquilo… mañana será otro día. Le dedicó una última sonrisa antes de que el pesar se hiciera nuevamente dueño del brillo de sus ojos. Espero que Impa esté bien. Sus párpados se cayeron lentamente y provocó el sobresalto de la joven en cuanto fue consciente de ello. Un nuevo vistazo hacia todos lados confirmaba la tranquilidad de la noche y dificultaba más su intento por vencer el sueño. Recogió su capa sobre su cuerpo dibujando una extraña figura parecida a su nuevo compañero, pero descartando la capucha y la misteriosa ausente cara. Esa curiosidad agitó su mente un instante, antes de que el sueño volviese a tomar el control.