Partida Rol por web

La Luna Negra

La Biblioteca (Trasfondo)

Cargando editor
13/08/2019, 08:55

Áurea

El mundo en el que habitáis es conocido como Áurea. Inicialmente se dividía en tres grandes grandes continentes, o eso dicen las leyendas, cada uno asignado a una deidad independiente.

Yermo era el continente situado más al este. Se trataba de un paraje inhóspito, plagado de marjales y pantanos hediondos, desiertos y planícies rocosas donde no crecía nada; un cielo plomizo escupía lluvia ácida cada pocos días y un viento helado barría su superfície. Era el hogar de Nörg, también conocido como La Sombra, señor de la oscuridad y de la muerte junto a seres oscuros, deformes y endemoniados

Fulgor era el continente situado más al oeste. Era un lugar límpido, de cielos siempre despejados, donde todo parecía colocado justo en su lugar, manteniendo siempre una serenidad que siquiera la suave brisa cálida que recorría el continente se atrevía a romper. Plantas, árboles y de todo tipo animales vivían en paz. Era el hogar de Naûl, señor de la luz y de la vida

Áurea era el nombre del continente situado entre los otros dos, donde el clima variaba cada pocos meses, pasando de cálidas épocas a otras más gélidas sin llegar nunca a extremos insoportables. Era un lugar de cambio, de aceptación y de mutabilidad, capaz de albergar seres hermosos y otros horribles. Con llanuras y montañas, ríos y bosques, desiertos y ciénagas. Era hogar de Umhg, un diosa cambiante como el mar, que tan pronto estaba de humor que chirriaba los dientes de pura rabia, y de unos seres bídepos cubiertos de pelo que formaban clanes familiares. Eran los primeros hombres

El mundo estaba en calma en el precoz equilibrio, siendo Umhg siempre la mediadora entre Naûl y Nörg cuando había alguna desaveniencia, permitiendo que todo siguiera en calma... pero Nörg ansiaba más. Sus baldías tierras le eran insulsas y ya no guardaban secretos para él. Sus siervos notaron su inquietud y aprestaron las armas.

La guerra estaba a punto de estallar...

Los ejércitos de Nörg, con él a la cabeza, se lanzaron a la conquista de Fulgor a través de los mares y el aire, oscureciendo el firmamento con el batir de innumerables alas correosas; Naûl, que había previsto la envidia de Nörg, había aprestado sus fuerzas para la defensa, desencadenándose una guerra como nunca antes se había visto y como nunca más se verá.

De los cielos ríos de sangre llovían inclementes cuando aguilas, grifos, fénix y dragones se enfrentaban con quimeras, mantícoras, demonios alados y enormes murciélagos. En la tierra, animales de toda índole luchaban contra trolls, ogros, gigantes e hidras... dos largos meses duró la Guerra de los Dioses, y ninguno de los dos lograba imponerse al otro, pues cuando un bando retrocedía el otro tenía que hacer un esfuerzo hercúleo por perseguirlo al interior de su territorio, donde el cansancio y el desconocimiento del entorno jugaban en su contra, reequilibrando la balanza.

Varios fueron los intentos de uno y otro dios de hacer que Umhg tomara partido, pero la diosa prefirió permanecer neutral y no apoyar con su poder a ninguno de los dos contendientes

Muchas razas se extinguieron en aquella guerra, y otras muchas se crearon para tal fin, hasta que Nörg vió una opción de victoria: si corrompía Áurea, sus fuerzas crecerían tanto que Fulgor caería en un abrir y cerrar de ojos.

Con aquel plan en mente, el oscuro señor de la muerte se retiró del combate de nuevo hacia Yermo con el grueso de sus tropas, dejando únicamente un contingente para hostigar Fulgor con ataques relámpago y obligar a Naûl a seguir a la defensiva. Mientras el señor de la luz mantenía a raya a las fuerzas de Nörg, el señor de la muerte volcó todo su maldad y poder en crear una descomunal criatura, mitad serpiente mitad murciélago llamado Luarc, quedando tan debilitado que abandonó el plano material para convertirse en un ente insustancial

La criatura Luarc alzó el vuelo desde Yermo y con solo dos aleteos llegó al otro lado del océano, posándose en la costa oeste de Áurea, proyectando una sombra tan larga que el continente entero quedó sumido en la oscuridad

Las criaturas de Áurea, los primeros humanos, se encogieron de terror, al igual que Umhg. Con voz atronadora, Nörg habló a través de Luarc exigiendo la anexión de Áurea a Yermo para atacar Fulgor... pero la diosa del cambio no se dejaba amedrentar con facilidad y, pese a la temible criatura, se enfrentó a ella en un intento de defender su tierra y sus creaciones. Basta decir que la diosa no era rival para Luarc y la monstruosidad acabó devorando a Umhg tras un corto enfrentamiento, pero suficientemente intenso como para que la diosa lograra causarle una herida en la panza a Luarc

Tras aquella demostración de poder Luarc rugió de placer, escuchándose la horrible carcajada de Nörg entremezclado con el grotesco sonido de la aberración. Fue entonces cuando Naûl se percató de su error y se dirigió raudo hacia Áurea...

Al llegar al continente se topó con que una buena parte de las tierras habían sido ya corrompidas por la maldad de Nörg, apareciendo en ellas toda suerte de criaturas malvadas que nunca antes se habían visto y dando caza a las creaciones de Umhg. La suerte de los primeros humanos se había truncado y su mundo se derrumbaba en medio de la vorágine de la guerra

Sintiendo el poder de su malvado homólogo crecer, Naûl se enfrentó a Luarc en una titánica lucha que duró tres días y tres noches. Al término del tercer día, Naûl logró herir de muerte a Luarc en la herida que Umhg le había inflingido y que aun no había curado, pero la terrible bestia, en un estertor de muerte, logró morder con sus viperinos colmillos el brazo del señor de la luz, sentenciándolo a una muerte lenta pero segura.

Dicen las leyendas que tal era la maldad contenida en Luarc que, al morir y caer al mar, las aguas rechazaron su cuerpo, haciendo que su descomunal cuerpo se pudriera sobre la superfície y se calcificara sobre ellas, formando una enorme línea de montañas que recorría Áurea de norte a sur.

Por su parte, Naûl se encaminó hacia Fulgor con paso tambaleante, no sin antes otorgar sus dones a las creaciones de Umhg como agradecimiento por el sacrificio de la diosa y su ayuda, aunque no intencionada, en la derrota de Luarc.

Aquellos seres peludos, poco más que animales, quedaron prendidos de la candidez que desprendía aquel dios luminoso y empezaron a honrarlo; entre tanto, de la sangre que goteó de Naûl sobre las rocas, nacieron los enanos, y de la sangre que manchó los bosques, nacieron los elfos.

Nada se sabe del cierto sobre donde murió Naûl, si acaso lo hizo, pero días después de ser herido un terrible temblor sacudió el mundo creando enormes olas y terremotos. La tierra se tambaleó, y miles de criaturas llegaron a las costas de Áurea procedentes del este buscando cobijo, pues según contaban aquellas que podían comunicarse, su hogar se había hundido bajo las aguas.

Los seres de Áurea, sobrecogidos por el cataclismo, nada hicieron para impedir que aquellos recién llegados se asentaran a lo largo y ancho del continente... y mucho menos pudieron hacer cuando, con un sonido desgarrador, la tierra se bamboleó nuevamente cuando una masa de tierra impactó contra el lado occidental del cuerpo caído de Luarc. Era Yermo, o lo que quedaba de él tras la hecatombe, que había sido arrastrado por las olas hasta colisionar con Áurea

De esta forma, los tres continentes se convirtieron en uno, y todas las criaturas del mundo se reunieron, sin saberlo o quererlo, en un único mundo que deberían compartir de ahora en adelante

Cargando editor
13/08/2019, 10:27

El Imperio Humano

Los humanos son la raza más extendida, prolífica y numerosa de toda Áurea.

La capital del Imperio y sede del poder del Emperador, es una enorme ciudad llamada Urbe que alberga casi 1 millón de almas, donde la riqueza de sus habitantes se puede determinar por lo cerca del centro que viven. En un principio, la ciudad se dividió en cuatro anillos concéntricos para facilitar su defensa, aunque con el tiempo esta función se ha difuminado en favor de los caprichos de sus habitantes más ricos.

El primer anillo, formado por el palacio imperial ubicado en el centro de la ciudad, está rodeado por una muralla de siete metros de alto por tres de ancho plagadas de ballesteros, con una sola puerta de acceso custodiada en todo momento por una unidad completa de Segadores (la guardia de élite del Emperador. Soldados de mas de metro ochenta, armados con armaduras completas y espadones a dos manos, totalmente leales al emperador).

El Segundo anillo, rodeado de una muralla de seis metros de alto por tres de ancho, engloba todas las casas de los nobles, la catedral de Naûl donde reside el sumo sacerdote (un obeso hombre de mirada furtiva) que solo se abre a la plebe una vez al año, en el solsticio de verano, de modo que todo el que lo desee pueda ser bañado por la luz curativa del Naûl (una enorme formación rocosa que se eleva en un lado de la catedral hasta alcanzar los 4 metros de altura, con un agujero en la parte más alta con forma corazón y por donde los rayos de sol se filtran una vez al año, formando un haz de luz del que dicen cura todos los males si se es un verdadero creyente)

El tercer anillo, con una muralla de cinco metros de alto por cuatro de ancho, emplaza una gran cantidad de armas de asedio en lo alto de todo su perímetro, junto con el grueso del ejército. Barracones, campos de tiro, salas de entrenamiento y establos con campos de justas hacen de este anillo un fortín. Entre los soldados se pueden encontrar también n las casas de los mercaderes menos adinerados o de los nobles de familías pobres o poco influyentes.

El cuarto anillo es, con diferencia, el más grande de todos. Engloba al grueso de la población de Urbe y en él se encuentran los mercados, albergues, prostíbulos, tabernas y toda suerte de antros entremezclados con las casas de las familias plebeyas. La muralla en este anillo, ha tenido que ser derruida en dos ocasiones para intentar mantener dentro de sus límites a la población, siendo absorbida literalmente por las viviendas que se han construido junto a ella (algunas incluso empleando parte de la misma como pared. Pese a todo, los esfuerzos por contener a la población dentro de los anillos han sido insuficientes, y finalmente se creó un anillo adicional defendido por una pobre empalizada de apenas tres metros de alto, con una torre de vigilancia hecha de madera cada cien metros; las gentes que viven entre la empalizada y la muralla son conocidos como los Pisabarros, ya que la ciudad esta adoquinada en su totalidad justo hasta la cuarta muralla.

Ser un Pisabarros en Urbe es algo de lo que nadie está orgulloso, y son muchos los que mienten sobre su lugar de residencia, llegando incluso a provocar peleas el insinuar que alguien vive más allá de la muralla.

Las cuatro entradas originales de Urbe seguían un bien delimitado trazado, haciendo que ninguna coincidiera en línea recta con la entrada del anillo superior... pero ahora esa necesidad táctica ha sido reemplazada por un entramado de callejuelas laberínticas, estrechas y entrelazadas que hace casi imposible al extranjero ubicarse en el anillo exterior sin perderse, llegando muchas veces al interior del cuarto anillo sin siquiera percatarse de haber atravesado la muralla, ya que esta a duras penas se ve por encima de los tejados de las casas que se arraciman a su alrededor.

La guarnición de Urbe está compuesta por 10 escuadrones, cada uno compuesto por cuatro unidades más un escuadrón adicional destinado en todo momento a la protección del Palacio del emperador. El tamaño de las unidades varía dependiendo de lo especializadas que sean, siendo por ejemplo el escuadrón de Segadores el menos numeroso (100 hombres) y el más numeroso el de arqueros, compuesto por 1000

La extensión del Imperio ocupa más de la mitad del mundo conocido

Se extiende desde el Océano de Sangre al oeste (llamado así por una peculiar alga que crece en él que da al agua un tono rojizo) hasta El Espinazo de Luarc al oeste (Luarc es un ser mitológico creado por Nörg, mitad serpierte mitad murciélago, al que Naûl dio muerte para salvar el mundo), una cadena montañosa que separa el continente en dos de norte a sur, donde lo enanos tienen la mayoría de sus fortalezas. Más allá del Espinazo de Luarc se extienden las tierras inexploradas, un páramo salvaje plagado de marismas venenosas y áridos desiertos de dónde ninguna expedición ha regresado jamás.

En el norte, las faldas del Techo del Mundo, una serie de descomunales montañas nevadas plagadas de inhóspitos valles salvajes con frondosos bosques, limita el territorio, aislando al hombre de los gigantes y otras bestias que habitan el gélido norte. En el sur, los Bosques Suplicantes (llamados así por la curiosa forma del tronco de los árboles, que parecen personas arrodilladas) conforman la frontera natural.

Enclavados entre estos cuatro puntos, una cantidad abrumadora de pueblecitos, villas y granjas salpican el territorio creando una maraña de caminos que enlaza todo con Urbe, situada en el centro del Imperio. Como ciudades destacables solo hay cuatro que puedan llegar a ganarse ese título, una en cada punto cardinal y ejerciendo su área de influencia sobre todo el territorio que la rodea: Pequeña Urbe (una ciudad casi tan grande como la capital, que intenta emular todo cuanto se hace en Urbe, que domina los territorios del sur, dedicada casi en exclusivo al cultivo y la ganadería debido a lo agradable de su clima. Es la ciudad más cercana a Urbe), Nordsgrad (ciudad maderera que domina el norte, especializada en pieles y la caza), Seasgrad (ciudad portuária, enclavada en la costa oeste, dedicada a la pesca. Aquí es dónde se construyen y reparar los navíos de la armada imperial) y Badgrad (ciudad donde la minería y la metalurgia son sus principales motores económicos. Es con diferencia la ciudad donde el aire está más enrarecido debido a las fundiciones; se dice que hay enanos trabajando en algunos de los gremios, pero la veracidad de esta información nunca ha sido corroborada y los agentes imperiales, al ser la ciudad más alejada de Urbe, no hacen muchos intentos de verificarlo)

Cargando editor
13/08/2019, 10:43

Elfos

Los elfos son, o eso dicen los libros, unos seres a medio camino entre lo real y lo imaginario. Son de aspecto y tamaño humano, aunque más hermosos, con unos rasgos andróginos y estilizados, siendo lo más habitual que posean largas cabelleras que ocultan en verdadero rasgo racial que los identifica: sus orejas puntiagudas

De cuerpos esbeltos y ágiles, poseen un don natural para la música y la danza, así como para el manejo del arco, la espada y la lanza, siendo además grandes magos. De carácter esquivo y altanero, no sienten ningún tipo de aprecio por los humanos, dado que los ha expulsado de prácticamente todo el continente tras talar sus bosques e inundar las zonas salvajes de campos de cultivos o convertirlas en tierras de pastoreo.

Guardan muy celosamente sus pocos territorios y son más dados a disparar, desde las sombras, primero y preguntar después, habiéndose convertido en no pocas veces en los supuestos asesinos o raptores de quienes se internaban en el bosque y no volvían a ser vistos jamás.

Se sabe de una gran ciudad en los bosques del norte, sede de su antiguo reino llamada Caras Glawar (Ciudad de Luz), por las referencias que se tienen de la época del Gran Pacto... pero nunca se ha podido encontrar su paradero dado que se encuentra en lo profundo del bosque oculta por guardas mágicas. Incluso hay quien dice que los seres del bosque la protegen

Pese a todo, hace siglos que no se confirma el avistamiento de un elfo y muchos creen que son simples invenciones.

Notas de juego

Cargando editor
22/08/2019, 12:21

Enanos

Los enanos son una raza nacidos de la roca, o eso se cuenta en las historias, y no es algo de lo que dudar a tenor de su aspecto y su carácter.

Son seres recios y robustos, del tamaño de un humano bajito pero mucho más anchos. Son resistentes y tenaces, capaces de emprender labores a muy largo tiempo sin desfallecer hasta concluirlas por completo, sintiendo un gran desasosiego si su obra no queda finalizada.

De carácter hosco y huraño son, no obstante, un pueblo leal y decidido que no toma a bien las afrentas (sean reales o imaginarias) bajo ningún concepto. Son excelentes mineros, canteros y constructores, aunque sus edificios son de aspecto duro y frío. Trabajan el metal con gran soltura, siendo artífices de poderosas armas rúnicas.

Desprecian la magia casi tanto como a los hijos de Nörg, empleando el poder de las runas para defenderse de tales artes; no sienten especial amistad hacia los humanos pese a tolerarlos, ya que los culpan del declive de su raza... siempre y cuando no se inmiscuyan en sus asuntos ni atraviesen sus tierras sin una muy buena razón.

Guardan celosamente los secretos de su raza, e incluso su idioma solo lo hablan si no hay no enanos en su presencia, pero una vez se congracian con alguien no enano no tienen problemas en mostrarle la mayoría de ellos. 

Sus fuerzas militares, aunque ahora exiguas, son formidables debido a que cada guerrero está equipado con las mejores armas y armaduras que el clan al que pertenece puede proporcionar (siendo muchas de ellas auténticas obras de arte con poder rúnico en su interior) y viniendo de una raza experta en el arte de la forja no es decir poco. Por fortuna para los humanos, los enanos se contentan con mantener sus inexpugnables fortalezas de las montañas, así como las tierras aledañas, en su poder y expulsar a todo ser siervo de Nörg que se atreva a internarse en ellas, habiéndose convertido en el primer bastión contras las criaturas que habitan más allá del espinazo de Luarc

Sus fortalezas, aunque escasas, son verdaderos reductos inexpugnables enclavados en lo alto de los nevados riscos de las montañas, la gran mayoría situadas en el Espinazo de Luarc.

Después de la Gran Guerra, debido a su reducido número se vieron obligados a abandonar casi la mitad de ellas, sellando las cámaras interiores con intrincados mecanismos y dejando la parte más exterior a merced de los elementos y de seres oscuros que se las han adueñado.

Notas de juego

Cargando editor
22/08/2019, 12:55

La Gran Guerra

El mundo, tras combate entre los dioses, había cambiado para siempre. 

Las tres masas de tierras que conformaban el terreno firme había quedado reducida a uno cuando las tierras de Naûl se hundieron bajo las aguas y las tierras de Nörg se unieron en mitad de un cataclismo sin precedentes con las tierras de Umhg mediante el cuerpo caído de Luarc.

Los seres que habitaban aquellos lugares, del mismo modo que sus hogares, también cambiaron para adaptarse al nuevo entorno. Ya no había una lugar destinado a los seres de luz, de oscuridad o neutrales... ahora estaban todos juntos y aquella fue una época caótica hasta que cada cual ocupó su lugar

Por su parte, los humanos habían tenido que aprender a defenderse de los seres de la oscuridad y los antiguos clanes dispersos se habían acabado uniendo en un gran clan... con el paso de los años el líder del clan pasó a llamarse rey y la tribu, en vez de vagar, se asentó en el centro de Áurea en algo parecido a un poblado.

Pero los humanos no eran los únicos seres inteligentes de Áurea

De la sangre derramada de Umhg durante el combate contra Luarc nacieron los elfos y los enanos. Los primeros, fruto de las gotas que salpicaron los bosques y, los segundos, de aquellas que habían salpicado las montañas. Las dos razas proliferaron lentamente pero de forma segura, aisladas de la mayoría de peligros en sus respectivos hogares, tan inaccesibles entonces que casi no necesitaban murallas o empalizadas.

Los elfos tomaron de la naturaleza cuanto necesitaban, y establecieron con el bosque y sus animales una relación de respeto y simbiosis que se ha prolongado hasta nuestros días

Los enanos, por su parte, hicieron suyas las montañas excavando en ellas profundas grutas que poco a poco se convirtieron en sus fortalezas de hoy en día, extrayendo de ellas los secretos que guardaban

Pero, errando por el mundo, los siervos de Nörg medraban a su antojo dando caza a todo humano, elfo o enano que encontraran en su camino y sembrando la muerte y miedo allí por donde pasaban... por fortuna no estaban organizados y no podían más que ser una amenaza en el exterior de las zonas habitadas

Los siglos pasaron y los humanos, los elfos y los enanos tuvieron contacto entre sí, intercambiando tecnologías, ideas  y recursos haciendo que las tres razas florecieran y se expandieran con rapidez. El poder de las tres razas en solitario bastó en aquellos momentos para ahuyentar a los seres oscuros, y los reinos de Áurea empezaron a ser tranquilos y pacíficos a medida que las criaturas de Nörg eran expulsadas más allá del Espinazo de Luarc

Pero la tranquilidad no duró mucho y pronto se supo de una criatura oscura más astuta que las demás que estaba reuniendo a todo ser malvado que encontraba en un enorme ejército con el fin de reclamar Áurea para sí. Tal era la amenaza que los gobernantes de los Humanos, Elfos y Enanos decidieron firmar lo que se conoce como el Gran Pacto mediante el cual aunarían esfuerzos y reunirían a sus ejércitos para detener la invasión procedente del Este.

Los elfos, ligeros en equipo y empleando la magia, fueron los primeros en estar preparados y se encaminaron hacia el este, dejando tras de sí solo a los más ancianos o los más jóvenes. Los enanos, poseedores de un enorme arsenal bélico en sus salones subterráneos, se aprestaron casi al unísono para la guerra, bloqueando la mayoría de pasos de montaña con derrumbes controlados a fin de minimizar los puntos por los que podrían ser atacadas las tierras de Áurea

Los humanos, ahora dispersos en grandes y lejanas ciudades, se prepararon mucho más lentamente empleando el tiempo en fortificar ciudades estratégicas y derribar puentes en vez de avanzar con sus huestes... enormes cantidades de bosques fueron taladas pese a las protestas de sus habitantes élficos con el fin de proveer de madera las nuevas fortificaciones y maquinas de asedio. Cientos de elfos fueron desplazados de sus hogares cuando éstos fueron devorados por la maquinaria bélica del Imperio, que vio la oportunidad de agrandar sus tierras ahora que los elfos estaba ocupados en el este.

Pronto, la mitad de los bosques de Áurea fueron devastados y, con ellos, los hogares de miles de elfos que se vieron obligados a emigrar a los grandes bosques del sur y del norte; entre tanto, el Imperio empezaba a movilizar una cantidad de tropas tan acaparadora que casi igualaba a la fuerza combinada de elfos y enanos.

Pero el tiempo no pasaba en balde y mientras los humanos se preparaban para una larga guerra los enanos ya habían entrado en combate con las fuerzas de Uzhg, que era como se llamaba la criatura al mando de las huestes oscuras.

Una docena de fortalezas enanas permaneció, durante casi un año, bajo un duro asedio, tal era la fuerza de los seres malignos, mientras los bosques del este eran pasto de las llamas Enormes columnas de humo marcaban los lugares donde la horda enemiga quemaba y saqueaba, perdiéndose varios asentamientos menores tanto de elfos como de humanos mientras en las montañas la sangre enana corría a mares pese a su férrea defensa. La llegada de los elfos se produjo poco después, obligando a las dispersas fuerzas de Uzhg a replegarse, no sin antes haber causado grandes bajas en sus enemigos, pudiendo al fin levantar el asedio de cinco de las doce fortalezas enanas asediadas que aun quedaban en pie.

La guerra se intensificó entonces, ya que desde el este llegaron los refuerzos de Uzhg que habían permanecido en reserva, sembrando el caos en las montañas y tomando otras dos fortalezas enanas más. En cuestión de dos años, los enanos habían perdido la mitad de su imperio y, aunque las fuerzas oscuras habían sido duramente castigadas aun superaban ampliamente en número a los defensores.

Ante la imposibilidad de defenderse o atacar como estaban acostumbrados en terrenos tan abruptos, los elfos cedieron espacio a los atacantes, permitiendo que penetraran en tierras imperiales mientras se reorganizaban. Ataques relámpago de los elfos golpeaban sin tregua las fuerzas enemigas, evitando que pudieran formar un frente compacto o tomaran a la ligera objetivos estratégicos... pero el avance era inexorable.

Cuando la cuarta parte de Áurea estaba tomada por el enemigo los humanos entraron en acción.

Cientos de catapultas y onagros barrieron las filas enemigas mientras miles de soldados avanzaban al son de sus trompetas y tambores. Caballeros de brillantes armaduras destacaban por encima de muchedumbres de arqueros harapientos que tomaban posiciones en la retaguardia.

La tierra se tiño de negro con la sangre de las criaturas malignas asesinadas y la horda de Uzhg se replegó nuevamente, como un animal herido, hacia las montañas mientras los elfos acosaban sus flancos. Decenas de miles de cuerpos sembraron los campos durante aquellos meses a medida que la guerra volvía a las estribaciones de las montañas donde los enanos, tercos y tenaces, habían podido recapturar tres de sus fortalezas y expulsar de la cara oeste a la mayoría de enemigos.

Poco a poco las fuerzas combinadas de los humanos, elfos y enanos convergieron en la Garganta de la Muerte, un ancho paso montañoso que conectaba Áurea con los Páramos, al otro lado del Espinazo de Luarc.

Allí se produjo una batalla masiva donde los cadáveres de uno y otro bando se acumulaban en el suelo formando una macabra alfombra; los cielos se oscurecieron cuando las criaturas aladas de la luz y de la oscuridad se avalanzaron sobre sus enemigos, cayendo a decenas sobre los combatientes en tierra.

Finalmente, tal vez por fortuna o por destreza, el malvado Uzhg fue derribado por la guardia personal del Emperador Aldred, bisabuelo del actual emperador August, haciendo que una desbandada generalizada entre los seres oscuros permitiera a los defensores alzarse victoriosos

Pero no hubieron gritos de júbilo ya que los muertos habían sido muchos. Demasiados

Los enanos habían visto sus tierras, y sus fuerzas, reducidas casi a una cuarta parte de su tamaño real. Los elfos, algo menos vapuleados, habían visto no obstante como sus tierras habían sido devastadas por sus propios aliados.

Solo los humanos, viéndose vencedores y como potencia dominante, se permitieron celebraciones mientras elfos y enanos se retiraban a sus tierras; poco ha trascendido sobre como actuaron las otras razas cuando los vientos de la guerra se disiparon, pero las relaciones se tensaron en gran medida, y muchos dicen que no hubo una nueva guerra contra los humanos solo porque estos habían fortificado todas y cada una de sus ciudades y sus ejércitos estaban mucho más frescos y enteros que los de los enanos y elfos.

Así pues, con un ambiente enrarecido por las tretas de Aldred, el Gran Pacto se difuminó. Los elfos se retiraron a los bosques del sur y del norte, dejando clara constancia de su descontento y amenazaron de muerte a cualquier humano que se atreviera a acercase a los lindes de sus tierras. Los enanos, exhaustos, se encerraron en sus fortalezas tras derribar los salones y las puertas de aquellas que habían quedado demasiado dañadas como para ser reconstruidas

Los humanos, jubilosos, limpiaron y expandieron sus tierras hasta los dominios actuales, construyendo una enorme ciudad fortaleza a la entrada de la Garganta de la Muerte que bautizaron como La Guarda y que pretendía evitar nuevas incursiones desde el este

De ese modo, tras las terribles pérdidas, la tan anhela paz se había truncado en un tácito acuerdo de no agresión que permanecería en pie mientras cada raza se mantuviera al margen de las otras, habiéndose convertido el territorio extranjero en un lugar vedado para la gran mayoría de habitantes de Áurea

Notas de juego

Cargando editor
26/08/2019, 07:58

La Guerra de los Valles

Más allá de Nordsgrad, ocultos entre los salvajes valles del Techo del Mundo, existen una serie de valles habitados por los hombres del norte, un grupo de clanes de hombres y mujeres habituados a las inclemencias del clima y a la caza crecidos entre ventiscas y nevadas.

Se trata de un pueblo duro, de piel pálida y tupidas barbas y cabelleras. Parecen salvajes incivilizados a simple vista pero, si se les conoce, se descubre a un pueblo rico en tradiciones y conocimientos sobre el clima y los animales, siendo expertos cazadores y supervivientes natos en condiciones adversas.

Su división en clanes es más por temas prácticos que por temas políticos, dado que cada valle está separado del siguiente por varios días de viaje y eso, en las montañas del Techo del Mundo, es casi un mundo de distancia; pese a ello, los clanes se reúnen de forma esporádica para compartir noticias y estrechar lazos, no siendo raro los matrimonios concertados entre miembros de diferentes clanes para mantener antiguas alianzas o crear nuevas.

No es común ver a los clanes marchar a la guerra unos contra otros dado que las disputas, las pocas que hay, se resuelven en duelos personales donde los implicados luchan entre ellos hasta que uno de los dos sangre por primera vez, queda inconsciente o malherido ... o muere, dependiendo de lo grave que haya sido el agravio.

Existía entre los clanes la tradición de elegir cada diez años a un líder espiritual, el Anciano, de quien se decía podía ponerse en contacto con Naûl a través de la magia de los espíritus... pero todo cambió con la llegada al poder en el Imperio de Godfrid el Justo, Padre del actual emperador August el Grande

Desde siempre, las gentes del Imperio habían tratado a los clanes con respeto y amabilidad, no siendo raras las caravanas que viajaban más allá de Norgsgrad para comerciar con los clanes, pero con el nuevo poder y tras derrotar a los ejércitos de Nörg todo ello se truncó en miedo y recelo, haciendo que el flujo de caravanas disminuyera hasta desaparecer y ser substituidas por patrullas armadas.

Al principio las patrullas se contentaban en mantener a los clanes alejados de las llamadas tierras imperiales, pero cada vez las fronteras de éstas llegaban más y más al norte mediante puestos de avanzada y torres vigía; era solo cuestión de tiempo que aquella actitud tan hostil causara el descontento de los clanes de los valles

Fue durante una nueva patrulla cuando todo ocurrió y estalló el conflicto

Un grupo de soldados imperiales especialmente desagradable acamparon a menos de un día de marcha de uno de los asentamientos de los clanes, el clan Hingen. La noche llegó, y con ella el gélido frío del norte haciendo que los soldados intentaran calentarse como buenamente podían, lo que incluía una gran cantidad de alcohol... no tardaron en estar borrachos y, con el alboroto, atrajeron la curiosidad de un par de críos del clan Hingen que merodeaban por allí para ver a los hombres del imperio

Borrachos y sobresaltados, la primera impresión de uno de los soldados fue creer que eran alguna clase de bestias salvajes, dado que los chicos vestían con pieles al igual que el resto de sus congéneres, y sin mediar palabra alguna lanzó lo que tenía más a mano, que no era otra cosa que una lanza.

Fue tal la fortuna que la lanza se clavó en la pierna de uno de los chicos, haciéndole gritar de dolor. Asustado, el otro muchacho salió corriendo en busca de ayuda mientras los soldados se acercaban a ver que era aquello que les había atacado y chillaba de aquel modo... grande fue su sorpresa al ver que era un chico pero más grande fue aun al ver como, al poco tiempo, un grupo de hombres de gran tamaño surgían de los bosques armados con enormes hachas y espadas.

Los soldados no tuvieron oportunidad alguna y todos ellos murieron en cuestión de segundos... o eso creyeron los norteños.

Apresurados por llevar de regreso al niño herido al asentamiento no se percataron que, escondido y muerto de miedo, uno de los soldados se había salvado de la masacre oculto entre unas cajas en el borde del campamento. Con el hedor de sus propios orines, el soldado solo aguardó unos segundos después de que los norteños se marcharan para emprender el regreso a todo correr hacia al puesto de avanzada más cercano

El soldado llegó exhausto, medio congelado y muerto de miedo, pero su relato de como un grupo de salvajes vestidos con pieles, medio hombres medio animales, había masacrado a sus compañeros corrió como la pólvora hasta llegar a Urbe... un mes después del incidente, una fuerza de casi dos mil hombres emprendieron la marcha hacia Nordsgrad para acabar con la amenaza norteña, pues no podía permitir que aquel peligro se sumara a los que ya deambulaban por las tierras imperiales.

Pronto multitud de hogueras pintaron el firmamento de las tierras del norte mientras el enorme campamento de guerra de las fuerzas imperiales se asentaba en las faldas del Techo Mundo, listo para iniciar la campaña contra los clanes norteños. Por su parte, el Anciano consultó a los espíritus y vaticinó una gran guerra en el norte, haciendo que los clanes se reunieran en un cónclave como solo una vez antes se había visto, justo cuando las fuerzas de Nörg asediaron Áurea.

La vez anterior los clanes se habían sumado a la lucha en las montañas y bosques junto a los elfos, evitando el contacto con las fuerzas imperiales o los enanos por la distancia que los separaba, pero ahora la guerra era inevitable y se organizó un enorme ejército con la fuerza conjunta de todos los clanes.

Casi cuatro mil guerreros marcharon a la guerra en nombre de los valles.

La soldadesca imperial, confiada por su supuesta superioridad numérica y sus avances tecnológicos subestimaron a los clanes. Avanzaron sin exploradores que reconocieran el terreno y se guiaron por las rutas que las caravanas habían abierto años atrás, no percatándose de que los hombres y mujeres de los clanes los estaban cercando esperando el momento idóneo para atacar.

Al cuarto día de marcha de los soldados por tierras norteñas se desató una fuerte ventisca que los obligó a acampar en un lugar estrecho y angosto, rodeado de altos árboles. La pendiente del terreno y las inclemencias del clima obligaron a los soldados a dejar desatendido el tren de suministros y las maquinas de guerra que llevaban desmontadas en los carros mientras ellos se guarnecían en las tiendas montadas a toda prisa y sin ningún tipo de orden; nadie supo de donde llegó el primer golpe, ni cuantos eran realmente los asaltantes, pero cuando los hombres del norte cayeron sobre los soldados la nieve se tiñó de rojo

Pocos fueron los que escaparon de las armas de los norteños, menos aun los que lograron eludir la muerte por congelación o por los animales salvajes, pero fueron los suficientes como para llevar el mensaje al Imperio. El norte era peligroso y no había que subestimarlo.

Dos años tardaron en regresar los soldados, pero esta vez toda la potencia bélica del imperio se desplegó para evitar una derrota tan catastrófica como la anterior. Batallones de infantería equipados con recias chaquetas de cuero forrado con piel de oveja marchaban junto a ballesteros y arqueros abrigados con gruesas pieles; caballeros de armadura bruñida cubiertos de piel de oso trotaban por delante de rudos artilleros tapados hasta las cejas. Al frente, el propio mariscal del imperio acompañado de una docena de sacerdotes de Naûl dispuestos a erradicar las paganas creencias de los norteños

Aquella vez los campamentos se montaban con dedicación y esmero, con empalizadas y fosos rodeándolos, haciendo que todo intento de asalto por parte de los norteños fuera infructuoso.

Poco a poco las fuerzas imperiales fueron conquistando territorio norteño, limpiando valle por valle de forma sistemática, arrinconando a los clanes de forma lenta pero inexorable hasta llegar a la disyuntiva de claudicar o emigrar al norte, más allá del Techo del Mundo donde bestias sin nombre vagaban libremente... ya se había intentado con anterioridad establecer asentamientos más al norte, pero los pocos que volvieron hablaban de bestias draconianas, gigantes y trolls de hielo contra los que sus armas eran incapaces de causar daño.

Muy a su pesar, tras una nueva derrota, los clanes se reunieron una última vez y aceptaron hincar la rodilla ante el poderío imperial.

El Anciano había muerto el invierno anterior a causa de la edad y, sin nadie que hablara con los espíritus, los jefes decidieron que no podrían soportar otra estación luchando. Era rendirse o desaparecer

Las condiciones imperiales no fueron amables; tres años de duros combates en el norte habían sesgado la vida de cientos de soldados imperiales y gastado miles de Áureos. El Emperador no aceptaría una rendición magnánima: las creencias norteñas, la magia y el nombramiento de un Anciano fueron prohíbidas. Cada año medio millar de guerreros serían enviados a Nordsgrad a servir en las filas imperiales como cazadores, guías y guerreros. Una cantidad abrumadora de pieles serían enviadas al sur para su venta, y a cambio, el pago sería irrisorio.... y con estas otras muchas condiciones que los jefes de los clanes, pese a todo, tuvieron que aceptar.

De esta guisa, sesenta años después, los clanes norteños se han integrado en la sociedad imperial de un modo más o menos estable pero en los que de tanto en tato viejas rencillas surgen y acaban en baños de sangre. Un fuerte contingente imperial se mantiene de forma permanente en puestos avanzados dentro de los propios asentamientos de los clanes y estos, privados de sus creencias e identidad propias, no tienen más remedio que aceptar

¿Cuánto durará esta paz?

Nadie lo sabe pero es cuestión de tiempo que el espíritu combativo de los clanes se inflame nuevamente y una nueva guerra en el norte vuelva a teñir de sangre la nieve de las montañas