Partida Rol por web

Luana intentó correr hacia la puerta, pero Strauss la tenía bien custodiada, así que apenas la tuvo en rango lanzó un tajó al aire que provocó un corte a la altura de su estómago. No era muy profundo, pero ardía como el demonio y sangraba bastante. La niña comenzó a reír con alegría viendo como la camisa de la reportera se iba manchando de rojo. Luana se apretó la herida, para luego comprobar que sus manos estaban manchadas con bastante sangre.

-Me gustan las mujeres fuertes e independientes- dijo el sujeto mirando su cuchillo, el que tenía un poco de sangre fresca-. Sabe, mi esposa solo se quedó ahí, mirándome con los ojos muy abiertos- imitó ese gesto burlonamente-. Solo reaccionó cuando las pequeñas empezaron a acuchillarla- sonrió de costado-. ¿Usted también rogará? Me encanta que rueguen…

La puerta estaba bloqueada por ese tipo, podría intentar otra jugada similar, pero sin duda se llevaría un corte, quizás bastante peor. Por otro lado, detrás de ella estaba la oficina del sheriff, de momento con la puerta cerrada, aunque con suerte no tuviera llave. Por otro lado, estaban los escritorios de los ayudantes, podría usarlos de barrera y ver si podía darle esquinazo a ese loco. O gritar y esperar que alguien viniera en su ayuda… O luchar como siempre lo había hecho y darle una lección a Strauss.

La primera impresión que tuve al ver a la chica llevarse el cristal al rostro para comenzar a realizarse cortes fue de auténtica repulsión. No recordaba haber visto algo tan escabroso y sádico en mi vida, ni siquiera en una película de terror.

Aunque de inmediato a mi mente acudió otro claro pensamiento: aquellos habitantes del pueblo que quedaban bajo la posible influencia del Corruptor tendían siempre a la automutilación. De inmediato pensé en Körper y en cómo se había herido con el escalpelo después de percatarnos de que aparentemente Anna había fallecido. ¿Estaba también el forense afectado por aquella extraña... epidemia? ¿Había alguna forma de impedir comportarse de esa manera?

-Ha perdido la cabeza, Kuchen. Esta chica está loca -indiqué, en tono afectado-. Intentemos reducirla. Tal vez podamos llevarla a la comisaría y dejarla encerrada en una celda...

Éramos dos hombres adultos contra una chica, quizá adolescente o veinteañera. No parecía que pudiera ofrecer mucha resistencia, así que me lancé a por ella con todas mis fuerzas, directo a agarrarle de la muñeca en cuya mano portaba el cristal. Si conseguíamos desarmarla, sería mucho más sencillo reducirla.

-¡El cinturón, use el cinturón! ¡Écheme una mano! -le pedí al panadero, apremiándolo.

Evidentemente no pensaba hacer caso del sheriff pues había dos personas en la casa en actitud agresiva y varias victimas. Entre ellas su enfermera. Así que entró detrás del hombre y se quedó a un par de pasos de éste, cerca de la puerta, pero dentro de la casa. Iba a correr para auxiliar al hombre que habia caido al suelo pero no se fiaba de Dylan.

- Claro que no entendemos nada. Explicate y quizás podamos ayudar - dijo mostrando sus manos, una de ellas ocupada por el walki al que seguía aferrada. Ahora parecia inofensivo, pero era recio. Seguro que doleria si golpeaba con él. Buscó los ojos de Evelyn para transmitirle confianza y evaluar que estaba bien.

- ¿Hay algo arriba? - preguntó en general al ver la mirada hacia el techo. Su voz había temblado ligeramente

Más y más gente en su casa, recordándole que nada más terminara toda aquella locura (si es que lo hacía en algún momento) tenía que contratar el mejor servicio de seguridad que hubiera con tal de que dejaran de colarse sin problemas.

Por suerte esta vez eran aliados, o eso entendía al ver al sheriff cargando contra los primeros asaltantes creyendo que la mayoría numérica les daría la “victoria” en esta ocasión. Aun así siguió con las manos alzadas como si de un atraco se tratase sin apartar la mirada del cuchillo de Dylan, temiendo que al menor descuido fuera a clavárselo.

Po-por favor, calmémonos todos.- Intentó llamar a la serenidad sin éxito al tiempo de que aparecía Lara en escena. Claramente se alegró de ver una cara amiga entre tanto revuelo, aunque tampoco sabía si era bueno teniendo en cuenta el peligro que estaban corriendo. Aunque bueno, ahora salir a la calle ya era peligroso de por sí.- ¿Arriba? – Alzó la mirada al igual que el resto sin saber muy bien a qué se referían ya que, al menos ella, no escuchó nada.- N-no, que sepa no hay nada.- Y era sincera, aunque mostraba también cierto temor por si otro lunático había accedido por el piso superior

Geli tomó el libro con manos temblorosas. No hubo problema en localizarlo, estaba justamente donde Legran dijo, bien oculto, casi parecía ser parte de la pared. Estaba cubierto con una tela, bien doblada y que le volvía casi invisible en su compartimento. Era una estrategia simple pero efectiva, sobre todo si tenía en cuenta que nadie más buscaría allí. Con rapidez se deshizo de su envoltura, para llegar a un libro de cuidada pero arcaica apariencia. 

El padre lo abrió con lentitud, casi temiendo que algo maligno saltara de sus páginas y le arrastrara al infierno. Pero las últimas páginas estaban escritas con una pluma moderna, con letra pulcra y cuidada.

“El sacrificio continua igual. Es hasta enriquecedor ver a alguien tan fuerte y estoico, sin llegar nunca a caer en su influjo. De momento continuaremos con las torturas y curaciones, pero dudo que cambie algo. Luego de tantos años, difícilmente logremos progreso”

Todo estaba fechado, las letras iban cambiando, incluso los idiomas. Los más antiguos eran alemán, francés, ruso… Pero todos hablaban de lo mismo. Era sobre personas. Personas que torturaban y luego sacrificaban. No explicaba el método, donde ni cuándo. Parecía más una lista de eventos o registros. ¿Por qué? Las fechas iban tan atrás que podía calcular que miles de personas murieron de esa manera. ¿Era eso verdad?

Con rapidez pasó a las primeras páginas, llegando al fin a la primera. Estaba escrita en un arcaico latín, mezclado con palabras que no entendía. Un burdo dibujo que supuso era del pueblo, ocupaba dos páginas. Solo puedo reconocerlo por el árbol en el medio, el cual parecía tener una mancha de sangre a sus pies.

No tenía tiempo de traducir eso, así que tomó el libro y salió de allí. ¿Eso quería que viera Legrand? ¿Para qué? Esperaba que la parte que no tradujo aun le diera las respuestas que buscaba.

Katherine era una joven menuda, que apenas superaba el metro sesenta y delgada. Kuchen era un sujeto bajo también, pero de hombros anchos, toda su vida había estado amasando en su negocio de la forma tradicional, logrando una gran fortaleza. Eric, a pesar de su profesión más sedentaria, estaba en perfecta forma y bastante fuerza. Entonces… ¿Por qué les estaba costando tanto sostener a esa joven?

Ella pateaba, gritaba y usaba toda su fuerza para evitar que le sometieran. Incluso parecía querer arrancarle los ojos al periodista, evitándolo por muy poco gracias a los esfuerzos combinados de ambos. Estaban sorprendidos por lo irrisorio de la situación, siendo dos hombres adultos, apenas podían lograr juntar sus manos mientras Oscar pasaba el cinturón alrededor de sus muñecas. Pero a pesar de esto, ella no se rendía. Tuvieron que hacerla caer y usar el peso de sus cuerpos para evitar que continuara moviéndose. Entonces Kuchen quizás arto o demostrando ser mucho más de armas tomar de lo que aparentaba, le dio un fuerte puñetazo en el rostro. Katherine quedó inconsciente, tirada en el suelo, con un delgado hilo de sangre bajando de su nariz. Respiraba lentamente, así que podían descansar unos instantes.

Resoplando ruidosamente, Oscar miraba a la joven con desconfianza, hasta que por fin debió quedar satisfecho con que no volvería a levantarse. Se dejó caer en el frio suelo de la calle, mirando hacia arriba y buscando volver a respirar normalmente. Unos pocos segundos después volvió a levantarse, visiblemente preocupado.

-Le sugiero que la deje aquí- se pasó la mano por la frente, limpiando el sudor con la manga-. Es demasiado peligrosa- mientras hablaba miraba los alrededores, como si temiera que algún otro loco se presentara a darles guerra-. Creo que lo mejor será eso…

Estaba por decir algo más, cuando algo a lo lejos llamó su atención. Un sujeto alto venia caminando con paso rápido, sosteniendo algo entre sus brazos con mucha fuerza. Pronto descubrieron que era Geli, quien tenía un viejísimo libro en sus manos. Al verles se detuvo unos instantes, mirando especialmente a Kuchen.

El panadero no dijo nada, solo lanzó un suspiro, esperando que fuera él quien comenzara a hablar.

Se veía algo preocupado, como si hubiera dado con un problema demasiado complicado para él. Estas últimas horas, se mostró muy seguro, llegando incluso a hacer cosas que jamás pensó que haría. Ahora estaba dudoso, desconfiado.

-Creo… Creo que sé lo que pasa- murmuró con la mirada vidriosa, paseándola entre uno y otro-. O una parte, tengo que traducir lo que falta- apretó otra vez el libro contra su pecho, como temiendo que alguien le arrebatara la respuesta que aún no lograba alcanzar. Apartó le libro y le miró unos instantes.

¿Qué había encontrado y cómo? Kuchen se mostraba raramente relajado, como si la preocupación por la loca hubiera quedado en segundo plano. Geli miró a la joven, la que estaba tirada en el suelo, con las manos atadas, entre esos dos hombres.

-¿Qué ha pasado?- conocía a Katherine Deer, era de una familia devota y la joven siempre se mostraba sumamente protegida por ella. Era chocante verla en ese estado.

La tensión en el ambiente era palpable, aunque Strarrosa tenía la sartén cogida del mango, seguía estando la posibilidad de que todo se desmadrara de un segundo a otro. Y si eso pasaba… ¿Qué haría? Disparar solo provocaría que uno de ellos moriría, momento en el que revivirían y serian imparable. Quizás herirles fuera la mejor opción. Por otro lado, todo era tan bizarro y confuso que costaba siquiera creer que fuera real. Más de uno esperaba despertar de un momento a otro y que todo aquello fuera un simple sueño.

-Todo el pueblo está condenado- dijo Dylan con el cuerpo tembloroso-. No importa si les digo la verdad, no la entenderían o no querrían entenderla- la daga en su mano lucia igual de letal, aunque no apuntara a nadie con ella. Al menos estaba mucho más tranquilo que cuando ingresó en la casa, incluso se podría decir que se veía derrotado-. Yo debía arreglarlo…

Ronan estaba en el mismo sitio, mirando alternativamente a Dylan y al sheriff, con todo su cuerpo en tensión, listo para actuar si era necesario. Parecía esperar que la situación Kuchen/Strarrosa se resolviera de alguna manera, para él poder librarse.

Todavía con el arma en alto, apuntando al muchacho, miré al resto.

-¿Estáis todos bien? -En ese momento, Ronan soltó a su víctima, ese era... ¿Lee?-. Ey, ¿qué demonios le habéis hecho a mi ayudante? Tenéis mucho a lo que responder, pero lo primero es tirar ese cuchillo chico. Sé que morir no significa mucho últimamente, pero bien sabes que no llevo un buen día y no te conviene poner a prueba mi paciencia.

Le hice una señal a la doctora para que se acercara a Harry. No sabía qué le habían hecho, pero parecía que le habían metido una buena paliza.

Y aun así, algo andaba mal. Más que una malvada mente maestra, Dylan parecía agotado, resignado y... auténtico. ¿Qué quería decir con que todo estaba perdido? ¿Con que no íbamos a entenderlo? ¿Había estado equivocado todo este tiempo? Pero... él había estado en la radio, se había paseado con esas extrañas capuchas el día anterior en el pueblo. Tenía que estar implicado. ¿Significaba eso que era el causante de todo? La duda se me reflejó en el rostro, y en un tono más calmado le hablé al muchacho.

-Bien Dylan. Estás en un callejón sin salida, pero esto no quiere decir todo esté perdido. Si de verdad quieres ayudar a este pueblo, suelta el cuchillo y cuéntanos lo que sabes. Te sorprendería saber lo abierto que estoy a ideas que ayer me hubieran parecido imposible.

Fuera o no el causante, hacerlo hablar era lo mejor que podíamos hacer en ese momento.

 Wilson se mantuvo más callado que un verdugo durante los últimos explosivos segundos. Entre las nuevas personas en la casa y como se había dado vuelta la situación, no sabía si ya podía dar un respiro de alivio o la cosa podía empeorar más de lo que estaba. Lo que era seguro es que el panorama estaba más balanceado por lo menos: la aparición del sheriff profería una pequeña instancia de dialogo en la cual se podría buscar llegar a un consenso con aquel misterioso dúo que actuaba entre las sombras. Dylan y Ronan. Y quién sabe quien más...

 Con un poco más de seguridad y protegido por la pistola de Felix, el alcalde tomó la facultad de orador para intentar apaciguar un poco las aguas. Retomó lo dicho por el hombre del arma y se colocóa escasos pasos de él. Esta vez no embozaba la típica sonrisa de político que le caracterizaba cuando estaba a punto de abrir la boca. Sin embargo, su mirada era conciliadora.

- Dylan, te aseguro que a esta altura... estamos dispuestos a creer en un par de cosas que antes no hubiéramos creído.... Trabaja con nosotros, chico. Estamos todos del mismo lado, ¿no? Queremos lo mejor para Sonnenlitch, y que está pesadilla termine. Colaboremos. Ahora... ¿qué es exactamente... lo que debías arreglar?

 Podría haber extendido su alegato para hacerlo largo y agobiante, pero no era necesario ni ubicado. En esos momento no se podía jugar con la verborragia.

-No sé si es seguro dejarla aquí -comenté, al escuchar a Kuchen sugerir que dejáramos a Deer amarrada con el cinturón en la calle-. No ya por su seguridad, que ella ya ha quedado demostrado que es un auténtico peligro, sino por si se libera y ataca o mata a alguien. Estará mejor encerrada en la comisaría o en cualquier otro lugar donde no pueda dar con nadie.

Al ver llegar a Geli, me sorprendió oírle decir que sabía lo que le sucedía a Katherine Deer. Entre sus manos llevaba un viejo libro que, sin lugar a dudas, había pasado por tiempos mejores.

-Se volvió loca, padre -le dije al sacerdote, señalando a Katherine-. Ya estaba rara antes, hace horas, pero cualquiera habría pensado que sólo estaba drogada o borracha. Ahora, en cambio, nos ha atacado y se ha empezado a automutilar la cara con un trozo de vidrio. ¿Qué cree que puede estar sucediendo?

Luana apenas sintió la punzada pero tan pronto como sintió algo cerca de su estómago se puso las manos encima para calmar el dolor. La visión de sus manos manchadas de sangre aceleró su pulso y enseguida la adrenalina corrió por sus venas. Había que tomar una decisión rápida o morir allí mismo.

Vió la puerta de la oficina del sheriff y no corrió a toda velocidad hacia allí sin pensar en las consecuencias, con un poco de suerte estaría abierta y encontraría algo con lo que defenderse, o pedir ayuda.

Parecía que la aparición del sheriff había calmado las aguas, si es que podrían llegar a calmarse a estas alturas. Sin embargo el saber que Dylan no iba a apuñalarla, sino que estaba demasiado afectado por miedos que todavía no llegaba a comprender, aprovechó esos preciados segundos para, disimuladamente, caminar de lado sin perderle de vista y caminar con paso rápido en dirección hacia Lara, terminando por abrazarla.

Gracias a dios que habéis venido.- Sabía que no era el momento de abrazos ni cariños, pero teniendo en cuenta que acababa de vivir una auténtica pesadilla llena de sangre, cadáveres, desapariciones y ahora amenazas necesitaba estar al lado de alguien en quien confiaba aunque sólo fueran unos minutos.

Se separó de ella, aunque no demasiado al ver que todavía estaba temblando, esperando que el resto pudiera sonsacar lo que pudiera de Dylan mientras ella se preguntaba con preocupación dónde estaría Adam.

Lara se disponia a atender la petición del sheriff cuando sintió a Evelyn a su lado, buscando algo de consuelo ante tanta locura. Se apresuró a acoger a la muchacha entre sus brazos, sintiendo cierto confort y calma con ella allí. - Tranquila. Todo saldrá bien - le susurró mientras frotaba con suavidad la espalda de su enfermera intentando que remitieran esos pequeños temblores que la sacudían.

- Pero tengo que ir a ver a como está - hizo un ademán en dirección al ayudante del sheriff. Dió un paso hacia el hombre, esperando por si Evelyn la acompañaba o preferia quedarse donde estaba, pero con la mirada fija en Ronan. - Apartese por favor - su voz temblaba ligeramente, pues el chico estaba muy cerca, y de momento parecia tranquilo, pero...

- ¿Tú también trabajas para Legrand como Dylan? - su voz se hizo más audible, cogiendo fuerzas al recordar el odio que le había inspirado la mujer. - ¿Porque querías ahogarlo? - dió otro paso más hacia Harry...

Tanto Lara como Evelyn habían vivido mucho, como todos, en un solo día, todos los acontecimientos fueron torciéndose cada vez más, poniéndose un poco más perturbadores y terminando en un verdadero sin sentido. Muertos que no morían, ejecuciones, locura, sangre, secretos. Ese simple abrazo resultó casi esperanzador, al igual que la inesperada llegada de Strarrosa. Incluso Dylan parecía calmado, aunque seguía sosteniendo ese inquietante cuchillo en su mano. Por otro lado, Eisen lucia sumamente preocupado y en cuanto fue increpado por Lara, pasó a mirarle con intensidad.

-Todos estos están locos… yo solo- levantó ambas manos, una de ellas totalmente empapada de sangre. Tenía una muy fea herida, aunque parecía haber dejado de sangrar-. Solo quería que me pagaran- murmuró apretando la mandíbula y mirando otra vez a Dylan-. Si, Legrand sabe todo.

Sin bajar sus manos, dio un par de pasos hacia atras, sin dejar de mirar a Lara. Lee estaba en el suelo, un poco mas recompuesto, pero tociendo y tratando de tragar. Seguramente habria muerto por la falta de oxigeno o porque Ronan le habria destrozado la garganta, lo que ocurriera primero.

Dylan miró a Ronan mostrando los dientes, negando con la cabeza, quizás el gigante había dicho algo que no le convenía. Las palabras de Strarrosa y Batterman parecían estar rondando su cabeza. Estaba totalmente atrapado, sin ninguna salida, morir era una posibilidad, también el que Strarrosa dispare a una pierna o simplemente le hiriera. Debía hablar.

-No lo sabrán de mí- dijo con una rara sonrisa. Temblando abrió la boca muy grande, sacando su lengua afuera. Tardaron un instante en imaginar que demonios intentaba hacer… hasta que llevó el cuchillo hacia su lengua. El corte fue rápido, sin dudar, propio de alguien desesperado o totalmente abocado a una causa. La sangre no tardó en manifestarse, inundando la boca chico. El dolor que debía sentir seria increíble, pero se las arregló para volver a sonreír y lanzar un rugido ronco de desafío. 

Sus últimas palabras “no lo sabrán de mi” volvió a acudir a sus mentes, pues había logrado atrasar aún más la investigación, el secreto revelado. Incluso Ronan parecía afectado, mirando a Dylan con los ojos muy abiertos. ¿Qué demonios sabia ese chico que incluso decidía arrancarse la lengua antes de revelarlo? ¿Legrand lo sabría? ¿La anciana haría lo mismo si intentaban indagar más? Las preguntas no dejaban de duplicarse.

En el suelo, el cuchillo descansaba junto a una enorme mancha de sangre, algo rojizo y blando se encontraba a pocos centimetros de él. Dylan no sobreviviria sin atencion medica y no tardó en caer al suelo a causa del shock. 

-Este libro- lo observó con recelo-. Es una recopilación histórica de lo que se ha estado haciendo en este pueblo- alzó sus ojos hacia ambos, queriendo asegurarse que le estaban oyendo o que siguieran allí-. Durante generaciones… - se rascó la barba y luego la cabeza-. Son registros de personas, su salud física y mental… Todas terminan con “fue entregado a ÉL”- miró otra vez el libro, pasando hojas con cuidado, llegando al principio del mismo-. Esta parte, es diferente, pero no entiendo el idioma. Creo que dice como comenzó todo.

Se acercó a ellos al fin, mostrando las viejísimas hojas manuscritas del libro. Las letras que tenían las primeras páginas eran totalmente desconocidas. Eran rojas y grandes, parecían haber sido realizadas con pluma, con bastante cuidado. Un las demás anotaciones iban de un idioma a otro, todas con diferentes caligrafías y detallando los años en los que se realizaban. Geli parecía algo frenético, cambiando rápidamente de una hoja a otra, para mostrarles las que estaban en un idioma que conocieran. Esa anotación era de unos ochenta años, no era muy extensa:

“Una total decepción. El sacrificio no duró ni una semana. Apenas tuve tiempo de comenzar a escribir y ya me informaron que ÉL lo reclamó. Por eso le dije a Rot que deberíamos continuar usando niños. Son más duros, pero él quiso probar algo nuevo. Ahora debemos conseguir otro, pues no quiero imaginar las consecuencias de otro fracaso. Mi abuela solía decirme que no querría dejarle descontento”

Luego, casi sin darles tiempo a leer el resto, Geli pasó a la última página, en donde había otra anotación, una de apenas una semana.

“El sacrificio continua igual. Es hasta enriquecedor ver a alguien tan fuerte y estoico, sin llegar nunca a caer en su influjo. De momento continuaremos con las torturas y curaciones, pero dudo que cambie algo. Luego de tantos años, difícilmente logremos progreso”

Más arriba de esa última anotación, estaban detalladas como esa persona, ese sacrificio, era torturado, curado, alimentado. Una y otra vez… durante más de treinta años. Era el mismo, no había duda.

-Legrand me dijo que lo buscara- la cara de sorpresa de Kuchen fue notable-. Me dijo dónde encontrar el libro. Que obtendría respuestas… pero sigo sin entenderlo.

Con el corazón en un puño, ignoró el dolor del corte, para correr con todas sus fuerzas hacia la oficina del sheriff. Por su mente pasó la idea de que pudiera estar cerrada, que chocaría contra la puerta quedando a merced de eso dos asesinos. Porque eran dos. La niña sacó de su vestido una pequeña nava negruzca por la sangre e intentó cortarle el paso. Pero era solo una niña, así que Luana pudo dejarla atrás. Mientras avanzaba en esos pocos metros que le separaba de la puerta, casi podía percibir cada detalle de la misma, lo gastada y vieja que era, las persianas echadas que debían haber sido cambiadas hace años, el que parecía no estar avanzando nada… Pero era simplemente la adrenalina que le hacía ver las cosas de con más claridad, creyendo que incluso el tiempo se había detenido, eran esos escasos segundos los que determinarían si vivía o moría.

Aferró el pomo de la puerta, cuando al fin la alcanzó, girándolo conteniendo el aliento. Oyó el clic al abrirse y sin perder un segundo entró en la oficina cerrando tras de sí. Lo último que vio antes de cerrarla fueron los rostros de eso dos, acercándose hacia la puerta con unas enormes y siniestras sonrisas, con sus armas en alto, casi babeando de la excitación, anhelando cortar y trozar. No eran humanos, no los vio como tales. Ni siquiera parecían animales, eran… monstruos. No había descripción mejor.

La oficina era bastante discreta y simple, con solo un archivero de aspecto pesado a un lado de la puerta, un escritorio y algún que otro adorno. Strarrosa era bastante sencillo con respecto a los gustos y solo destacaba el olor a café viejo. No había nadie, como esperaba.

-Él... El Corruptor, ¿verdad? -le pregunté al Padre Geli, recordando el nombre con el que Anna había denominado al aparente causante de todo lo que estaba sucediendo en Sonnenlicht.

Observé el manuscrito, leyendo aquellas palabras a la vez que lo hacía Geli, aunque lo hacía tan rápido que era difícil poder leer con detenimiento.

-Hablan de un tal Rot, ¿quizá un padre o un abuelo del ex-alcalde? -pregunté, mirando tanto a Kuchen como a Geli para saber que pensaban. Por la antigüedad, debía de tratarse de un antepasado-. ¿Y a quién se refiere con el último sacrificio? La última nota es bastante reciente. ¿Ha habido alguna desaparición extraña recientemente? -Respiré hondo, mientras dirigía una mirada hacia la inconsciente Katherine Deer y los dos hombres-. Tal vez debamos poner al corriente de todo esto al sheriff. Aunque dudo que él sepa qué hacer.