Con un chasquido de sus dedos, Ravek hace entrar a varios tipos armados de gran tamaño. Entre todos, sujetan a los cuatro aventureros con fuerza, a la vez que las Thompson parecen querer empezar a escupir fuego. Ping Pong sale de la sala pero regresa al cabo de un minuto con una mochila de tela que deposita en el suelo produciendo un tintineo metálico. Sin dejar de lado su repugnante sonrisa burlona, saca de la misma un trozo de tela blanco que deposita sobre la mesa de Ravek, a continuación saca unas cizallas, un bote de cristal con un líquido parduzco, un serrucho, un escalpelo y diverso instrumental más, que va depositando ordenadamente sobre el trozo de tela blanco.

Ravek se acerca a los cuatro sujetos inmovilizados, aunque su mirada se clava en Hans Von Wagner.

- Se ha ganado usted mis respetos, Hans. No reniega de algo tan noble como es el valor, incluso en momentos tan desfavorables para usted como éste. - Sus ojos tras la máscara parecen transpasar su cuerpo, las paredes e incluso la realidad. Como si vislumbrase una fulgurante luz más allá de donde el resto puede atisbar. - Pero entiendo que su juventud se traduce inmediatamente en evidente ignorancia respecto a esta situación. Permítame señalarle, en primer lugar, que la Máscara de Fu-Kang no es suya. En segundo lugar... veremos si aprecia tanto la reliquia, a sus compañeros y a su colega Herb como parece. - En este momento, los tipos extienden con firmeza la mano izquierda de Madeleine y Ping Pong rodea su dedo meñique con las cizallas. - Tiene diez segundos para pensárselo y entrar en razón.

Hans con horror vio como la bella mano de su compañera  corría peligro, mientras es apresado ya metidos en aquel embrollo y con unas pocas posibilidades de sobrevivir exprime el poco valor que le queda.
-Creo que el que se está equivocando es usted, quiere una mano a la que arrancar un dedo  aquí tiene la mía, lo único que me interesa son nuestras vidas, la máscara puede metérsela por donde quiera - dice acercando mientras forcejea su mano izquierda, por lo menos ya que la habia metido en aquello pagar en su lugar- pero tenga en cuenta una cosa, mi hermano es el jefe de la Sicherheitsdienst,y pese a que abandone mi patria en no muy buenos términos con él, la familia es la familia y me monitorea constantemente con varios de sus hombres, si me pasa algo se lo comunicaran y a mi hermano no le gusta que humillen el nombre de la familia con torturas o asesinatos.

Una gran mentira para una situación desesperada fue lo que pensó el estudioso en aquel peligroso momento, que podia hacer mas que eso cuando ya se veia muerto, tan muerto que le sorprendia que aun no se hubiera meado por el del terror y lo bien que lo estaba disimulando- ¿De verdad quiere enzarzarse en una lucha de venganza con un alto oficial de Reich o podemos pasar a la opción B? , soltar a todos mis amigos Herb incluido ,darnos garantías de nuestra salida sanos y salvos lo cual le reportara una fabulosa mascara de la que quiero deshacerme de una maldita vez y asi podra discutir de si es de su propiedad,cosa que dudo mucho, con quien quiera que este tras de ese objeto aparte de usted .

- Y... ¡diez!

Las cizallas se cierran y el dedo cae a un metro de distancia. Madeleine escupe un grito de dolor y se sacude violentamente, a lo que los fornidos tipos que la mantienen sujeta ponen más empeño en mantenerla quieta. Ping Pong recorre con la mirada a los cuatro aventureros y se decide por David. Coloca su dedo entre las cizallas mientras el dedo de Madeleine forma un pequeño charco de sangre en el suelo y habla: - ¡La máscara! Uno... Dos...

Hans vio el dedo volar y su fachada de tio duro cayo rapidamente.
Vale valeee, toma la mascara pero por dios dejarla ir, si le metemos aun podemos salvarselo- dijo mientras sacaba la mascara que llevaba bien oculta y se la lanzaba con desprecio a Ravek-

le juro por el apellido Von Wagner que lo que ha echo lo pagara en su propia carne 100 veces- mascullo resentido

Ravek coge la máscara en el aire y con la otra hace un chasquido a sus secuaces.

- Que pasen. - Dice.

Las puertas se abren y entran tres tipos con la tez pálida y el pelo cortado a cepillo. Dos de ellos, algo más atrasados, portan un curioso maletín, destacan además por sus anchas espaldas y barbilla cuadrada, mientras que el primero porta un brazalete en su brazo con las temibles siglas "SS". Ravek se acerca con una sonrisa y los brazos abiertos, aunque acaba juntando las manos para dar un afectuoso apretón al tipo del brazalete.

- ¡Herr Falken!, ça va? Parece que ha llegado el momento de cerrar el trato. - Dice Ravek manteniendo su sonrisa en todo momento. - Transládele a a monsieur Ludwig Kessler mis agradecimientos. Ahora, discúlpeme un instante que acabe con mis invitados.

Ravek abandona a sus "invitados" alemanes unos minutos, que no abandonan su rostro serio, para volver con vosotros.

- Bien, yo siempre cumplo mi palabra. Les entregaré a su colega Herb. - Ravek hace otro chasquido y entra un nuevo matón en la sala portando algo envuelto en una manta que entrega a Ravek. Éste os observa divertido y lanza la manta a vuestros pies mientras ríe y exclama: - ¡Aquí tienen a su amigo! - Al caer al suelo, la manta deja ver el rostro de Herb convertido en una horrible máscara sanguinolenta como la que Ravek tiene en sus expositores. Sin dejar de reír, Ravek añade: - ¡Considérenlo un sucedáneo de la máscara que vinieron a buscar!

El estómago se os revuelve y sentís náuseas, pero la ira os eclipsa las ganas de vomitar y sentís deseos de acabar con la vida de ese miserable Ravek con vuestras propias manos. Él, en cambio, parece disfrutar de "la sorpresa". Los alemanes, mientras tanto, se van impacientando. Herr Falken no deja de mirar su reloj, cada vez más impaciéntemente y es que Ravek, como bien villano de opereta, no deja de hablar, incrementando más si cabe su ego para hacerle sentir protagonista en todo momento.

- Hace mucho tiempo - comienza narrando Ravek mientras Herr Falken observa su reloj -, cuentan que un inmortal de origen latino vagaba por el mundo saciando su sed de sangre, carnicería y muerte. En cada cultura que encontraba a su paso, no tardaba en convertirse en su líder guerrero, un soldado letal e implacable. Comandó hordas bárbaras, grupos de mercenarios romanos... ¡Hasta temibles avanzadillas como el señor de la guerra mogol! Siempre iba con el rostro cubierto con una máscara forjada en un misterioso metal, caído del cielo durante una noche de verano. Al cabo del tiempo, comprendió que cada batalla que ganaba, su alma estaba un paso más cerca de convertirse en Fenris, el monstruo definitivo. Un nuevo camino se abrió cuando en una de sus escaramuzas descubrió un monasterio en las montañas del Himalaya donde una milenaria orden de monjes le ofrecieron mostrarle el camino de la paz interior y adormecer todo lo posible la ira y la furia de la bestia.

Pasó largo tiempo hasta ser capaz en gran medida de contener su ira - continúa hablando y el alemán mira de nuevo su reloj y hace una mirada furtiva a uno de sus guardaespaldas -. Liberó a todos sus siervos que le seguían a cada batalla y a los que unía un vínculo a través de su sangre maldita. Decidió acabar con su propia leyenda, al que habían llamado "Señor de la Noche" y dejar de ser temido por todo el mundo. Fue así como el inmortal partió lejos del Himalaya y los monjes guardaron su máscara, difuminando la leyenda y concentrando esas habladurías sobre este artefacto.

Pero, ¿y si no son habladurías? ¿Y si es cierto que quien porte esta máscara será quien alcance la inmortalidad? ¿Quién estaría dispuesto a poner en juego su alma por ello?

Madie se quedó lívida. El clack no la produjo ningún dolor, solo una rápida sensación en el dedo. El dolor vino después.

- ¡Agh! - Chilló cayendo al suelo mientras se agarraba la mano.

El rostro habitualmente pálido había perdido todo el color y las lágrimas brotaban de sus ojos a pesar de las fuerzas con las que trataba de detenerlas. 

Cegada por la rabia y acurrucada sacó la pistola que tenía escondida en el muslo y disparó al malnacido de Ravek.

Von Wagner  se agacho al lado de Madeleine- Tranquila Fräulein Archer  te llevaremos a un hospital- aun manteniéndose a su lado recoge el dedo de Madeleine lo envuelven un pañuelo y lo guarda en un bolsillo,de refilón puede ver a los nuevos invitados, gente de la SS por eso su ultimo alegato no había tenido efecto  dado que Ravek ya trabajaba con sus compatriotas, rodeado de enemigos intenta que alguno sus compatriotas no lo reconozca para aumentar sus problemas.

Cuando el cuerpo de Herb golpea el suelo el profesor no puede más que reprimir  una maldición mientras que aguanta las arcadas que provoca aquel ensañamiento innecesario en el cadáver, a su lado Madeleine parece seguir en shock ajena al cadáver y al monologo maniaco de  Ravek ya que no muestra ninguna reacción sobre ello, hasta que de repente Von Wagner ve como la joven saca una pistola de algún sitio y dispara.

Ravek es impactado por Madeleine, que tambalea hacia atrás y rompe la cristalera a su espalda. El francés cae hacia abajo sin soltar la máscara de sus manos y tras siete metros de caída, impacta sobre un montón de nieve acumulada en el exterior. El ambiente es duro ahí afuera pues la nevada se recrudece, pero si nadie hace nada, Ravek acabará desapareciendo en la incipiente tormenta. Los secuaces del villano enmascarado tensas sus cuerpos y se preparan para abrir fuego, pero son sorprendidos por los alemanes, que hacen caer con heridas de bala de sus Mauser a algunos de ellos. Mientras, Falken saca sin miedo un arma de su gabardina, camina hasta el borde y salta abajo tras Ravek. Los guardaespaldas alemanes que quedan arriba defienden tras un escritorio el maletín que portan y, sin borrar esa estúpida expresión de su cara, Ping Pong se acerca a vosotros.

Toda la situación genera en mi interior una furia violenta, el dedo, Herb....Deben pagar por ello.

Al comenzar el tiroteo, me aprovecho de mi experiencia en el caos de la lucha en las trincheras para hacerme con una de las armas enemigas del suelo de una poco grácil voltereta y colocándome tras un sillón, abro fuego a discreción al grito de BASTARDOOOOOS

Comienza el tiroteo y Hans solo puede intentar arrastrar a Madeleine fuera de la línea de tiro mientras la aleja de ping pong, claro está si ella se lo permite porque la joven como ya el alemán ha podido comprobar en varias ocasiones  está lejos de la figura de damisela en apuros que podría ofrecer las mujeres con las que estaba habituado Hans a tratar en su país natal- Cuidado con el enano!!- apresuro a decir a la joven para que lo acompañara mientras buscaba en los alrededores cobijo y algo para defenderse del maldito Pin Pong.