Partida Rol por web

Al caerse un mechón de pelo se decidió a que algo sucedía.

- Esto no es normal y va muy rápido, no sé qué ocurre.

No era conocedor de las artes sanadoras por lo que se encontraba a ciegas.

- Creo que lo mejor es que Dario y yo vayamos al templo, los demás podéis seguir explorando, nos podemos tratar de reincorporar después, es decir, no parece haber ninguna norma que diga que parte del grupo pueda salir a buscar curación.

Comentó y esperó a saber la opinión del resto.

Darío se dejó coger y cuando la paladina le dijo de ir al tempo la miró sin comprender

Si ya me ha curado nuestra Dulce Protectora. ¿Para qué vamos al templo?

Al ver como a Yash se le caía el pelo, comprendió y asintió

Ohhhh...claro. Yosh necesita que alguien le cuide porque se está quedando calvo. Claro. Yo le acompaño.

Y sin más, le cogió del hombro y le guió hacia las escaleras- Vamos, Yesh, ellos se encargan del resto. Vamos a ver si los sacerdotes te pueden curar esa calvicie incipiente.

A ver, que creo que no me habeis entendido. Os ha infectado con el mordisco, no? pues va a ser un veneno. Puedo acercarme volando, comprar pergaminos de neutralizar veneno y volver en minutos. Nico vuela como un rayo. 

Yash no entendía de lo que hablaba el gnomo, no sabía si lo que tenía era un veneno u otra cosa, se le quedó mirando un tanto agresivo pues le costaba reprimir aquella emoción ahora.

- No sé si es veneno o es otra cosa, pero sí, si tu lo crees entonces adelante, solo que, ¿cuántos oros cuestan?

Trató de indagar con clara impaciencia en su forma de actuar.

Gruñó sin abrir la boca, de manera que fue un sonido quedo, a pesar del gesto agresivo lo que estaba era afirmando.

- Llévate los lingotes de oro para comprar esos pergaminos, no podemos seguir así, esto va a acabar con Dario y conmigo.

Expuso pues lo cierto es que estaban mal y había que actuar con prontitud.

Pixy revisó sus cuentas.

-Yo tengo 400po. Si alguien me da 50, puedo ir y volver en un santiamén. Ya aclararemos cuentas luego.

Yash buscó en su bolsa, tomando cincuenta monedas y entregándolas al gnomo.

- Gracias por hacer el viaje.

Salis de la habitación y retrocedéis, Yash empujado por Dario y los demás siguiendo la estela, a trompicones por las prisas. Ya casi en las escaleras, el semidemonio detiene a su compañero de manera un tanto brusca, pero efectiva. Cuando os paráis, al tifling le sobreviene otro mareo, y empieza a notarse francamente mal; se nota desfallecer poco a poco, la mente embotada y sus sentidos minimizados. Allí, empezáis a debatir el siguiente paso, sabiendo que sea cual sea tiene que ser rápido.

Auren se posicionó cerca de Yash, preocupada por su estado. Se estaba poniendo peor a ojos vista. Trató de estar atenta a sus síntomas, y recurrió a los dones de su amada Diosa cuando detectó el vahído que le sobrevino al tiefling. - Que la dama te sonría, amigo. - le dijo al tocarlo con la punta de sus dedos. 

Pixy agarró las monedas y se subió a la grupa de Nico. El gnomo acarició al hermoso animal para tranquilizarlo. Estaba sudando.

-Ahora vuelvo. Intentad que no os muerdan más, mientras tanto.

Darío se paró de golpe ante el tirón de Yash y le miró sin comprender porque se doblaba y echaba la papilla. Pero fue apenas unos segundos, luego se quedó mirando a los presentes con una sonrisilla en el rostro.

Os quedáis un momento observando como Pixy monta en Nico y, juntos, bajan las escaleras. Al pié de éstas, el animal se detiene, incapaz de ver en la oscuridad reinante, y el gnomo aprovecha para conjurar una luz que ayude a su fiel compañero a avanzar. Luego, desaparecen en el primer recodo de la casa.

Sales de la casa con cuidado —no sabes que peligros pueden seguir acechando, y además Nico tampoco es capaz de volar a su máxima velocidad por las habitaciones— hasta llegar al patio. Allí, iluminado por el resplandor de tu conjuro —la luz de un faro en medio de la noche— remontáis el vuelo y os dirigís hacia las murallas de la ciudad, que se recorta en la distancia gracias a la luz de decenas de ardientes almenas.

La Necrópolis no es un lugar seguro nunca, pero de noche aún menos. Los guardias se retiran cada día al atardecer a la seguridad de la zona central de Wati, dejando el resto de zonas en manos de saqueadores, cazatesoros y otros ilusos; en las zonas aledañas los granjeros y resto de habitantes se protegen a si mismo de los bandidos, pero en el cementerio son otras criaturas las que suponen la verdadera amenaza.

Por suerte, que Nico sobrevuele las ruinas te da una ventaja inestimable para evitar problemas, y avanzas sin sobresaltos, tardando apenas cinco minutos lo que andando te habría llevado casi una hora, más con tus cortas piernas.

Estás a punto de llegar a la zona segura, cuando una flecha pasa rozándote a escasos centímetros. Unos metros más adelante, iluminados por los fuegos, ves varios guardias que tensan sus arcos, apuntándote. Uno de ellos, el que ha disparado —probablemente un aviso—, hace una seña para que desciendas hasta las puertas de entrada.

Una vez Pixy se marcha, solo os queda aguardar. Lo que os habría llevado un buen rato, vuestro compañero puede hacerlo en menos de la mitad de tiempo, aunque aún así no tenéis muy claro que haya sido buena idea. Puede que hubiérais tardado al menos una hora en ubicaros por la noche en la Necrópolis, ir hasta el templo y volver, pero lo cierto es que vais a estar casi lo mismo sin los cuidados necesarios, que os habrían dado en cuanto llegarais.

Sea como sea, tenéis que hacer lo posible por sobrevivir hasta entonces. Xweto y Y Nefertari, que parecen ser los que mejor están junto a Auren, toman posiciones para hacer frente a cualquier amenaza que pueda aparecer, ya sea desde una de las habitaciones o desde la planta inferior. La clérigo, preocupada, obliga a Yash a sentarse, haciendo uso de sus conocimientos para aliviar el efecto del veneno en él, además de intentar aprender algo sobre el efecto que está atendiendo.

Tras pasar unos segundos, un mareo sobreviene al semidemonio, pero gracias a Auren, es capaz de soportarlo. Se arquea de lado y, en un momento, vomita, expulsando parte del veneno. Desde ese momento, la sacerdotisa comienza a contar, esperando la siguiente. Pasan unos segundos y, entonces, sucede. Esta vez, algo despistada con la cuenta, no consigue paliar los efectos, y los ojos de Yash se nublan un poco mas. Al menos, cree haber conseguido algo. Algo más de un minuto después, tras dos nuevas arcadas, parece que el tifling se va encontrando mejor. Por precaución, mantenéis la vigilancia un poco más, pero no parece tener más ataques.

Gracias a la habilidad de su compañera, ha superado el veneno, aunque por desgracia está bastante peor incluso que Dario. Además, sea como sea, siguen los picores, y cada vez que se rasca sigue perdiendo pelo.

Pixy desciende, consciente de que evitar a estos guardias sólo conseguirá que otros le ataquen cuando llegue adentro.

-Salud! No disparen, amigos! Soy un aventurero con permiso para explorar las ruinas! Han envenenado a tres de mis compañeros y me han enviado a por pergaminos para detener el veneno! Déjenme pasar, es urgente! Se lo ruego!

Aterrizas a las puertas de la ciudad, que están cerradas, y el mismo guardia que te ha hecho las señas también te habla desde lo alto de la muralla, alzando la voz.

—¿Quién eres? ¿Qué haces a estas horas en la Necrópolis? —pregunta tranquilo, sabiéndose respaldado por sus compañeros; varios arcos te siguen apuntando.

Respondes rápidamente y muestras la moneda que te fue entregada durante el sorteo. El soldado parece pensativo, decidiendo, ignorando tus prisas, pero al final asiente y hace un gesto con la mano. Al momento, las puertas se abren.

—Bien, adelante. Pero no vueles por dentro de la ciudad. Hay peligros en la Necrópolis que a veces se cuelan, por el aire, y tenemos orden de disparar. Es posible que otros no pregunten.

Pasas al interior y, casi al momento, las grandes hojas de madera vuelven a cerrarse. Has ahorrado bastante tiempo, pero a partir de aquí parece que vas a tener que seguir más despacio. Al menos, el Gran Mausoleo ocupa un lugar importante, y solo tendrás que recorrer una ancha calzada para llegar.

El defensor se despide de ti y vuelve a su vigilia.

Pones a Nico al trote, y en unos diez minutos ya estás en la avenida central. El templo de Pharasma destaca imponente, y a sus pies el mercado de la ciudad ya apenas bulle de actividad; los otros grupos de exploración ya han debido de vender sus mercancias, y la mayoría de comerciantes se han retirado para tasar correctamente lo conseguido. En un rato habrán cerrado la mayoría de tiendas.

Tú te diriges a la larga escalinata que te lleve al santuario, y la subes a unos centímetros del suelo, evitándote el tedioso ascenso. Varios soldados hacen guardia a ambos lados de la entrada, pero no te ponen pegas ésta vez, aunque si te hacen una señal para que desmontes. Lo haces, y así avanzas al interior, que también está bastante vacío. Al fondo, ves a dos conocidas sacerdotisas hablando entre ellas.

Sebti, alta sacerdotisa de Pharasma, te saluda cuando te acercas. Viste completamente de negro y su rostro es pétreo; no parece complacida. A su lado, un paso atrás, la anciana Kia, ataviada con una sencilla túnica blanca impoluta, te mira con cierta ternura, aunque parece apenada. ¿Por ti? Antes de que tengas tiempo de pensar en ello, la primera habla con dureza.

—Me alegro de que al fin tu grupo haya mandando a alguien para informar de vuestros hallazgos estos dos días. ¿Debo recordaros las normas? —Alza una mano, acallando cualquier posible respuesta—. No importa, estoy segura de que no es necesario. Aunque te veo nervioso. Dime, ¿qué es lo que ocurre?

A tu lado, Nico rebulle en el sitio, y empieza a lamerse con cierto malestar.