Partida Rol por web

Zancada se quedó con su bolsita, viendo que habían conseguido un trato con el herrero a cambio de unas piedras de afilar, que se la había olvidado en una casa de un conocido que había marchado y se había olvidado de devolverselas al herrero. El pobre estaba ahora sin las herramientas necesarias, Zancada vio también una buena misión devolverle a aquel buen hombre sus herramientas. Volvió entonces a meter todo el dinero en su saquito y se lo ató al cinto. Viendo que Moxie era la más apropiada para este tipo de misiones, y dado el carácter de urgencia de estar más tiempo de lo acostumbrado en la aldea, que podía ser peligroso por la forma que veían allí a los extranjeros también siguió a Moxie de cerca hacia la salida de la herrería. Despidiéndose del agradable herrero con su manita que había dado al carismáticio paladín armas de menor envergadura pero aún así utiles para todo el equipo.

[~ Respondiendo a Thalgrog]

Tithus hinchó el pecho e inspiró profundamente. La pregunta del enano le había sacudido de recuerdos agridulces; memorias enterradas que ahora danzaban en su mente con la añoranza del pasado y la ilusión de la juventud. 

— Agradezco tu interés, guerrero. Si tienes tiempo para una historia, para mí será un honor contestarte. — Con una mezcla de alegría y tristeza, comienza su relato.

— Nací en la despiadada Luskan: una ciudad portuaria dominada por crueles oligarcas al norte de Costa de la Espada, también conocida como "La Ciudad de las Velas". Crecí en la pobreza junto a mi madre y mi hermano, Borgrim. Nunca tuve la suerte de conocer a mi padre. — Esa afirmación va cargada de ironía. — Odié con todo mi corazón aquel lugar plagado de piratas, guerras e intrigas. Cuando madre falleció, Borgrim y yo no tuvimos motivo para quedarnos por más tiempo allí.

Su expresión se anima. — Nos prometimos cambiar nuestra miseria por la riqueza y la emoción de una vida de aventuras. Marchamos hacia el este: nuestro objetivo no era otro que Mithril Hall, y desde allí pensábamos incluso llegar hasta la Antípoda Oscura... — Sin poder evitarlo, ríe. — Éramos un par de inconscientes... — Su risa se detenía de golpe. — Nunca alcanzamos nuestro destino.

— Llegamos hasta Colinas Heladas. Recuerdo que era de noche, y que el frío me atravesaba los huesos. Borgrim tenía peor pinta que yo. Comenzamos a plantearnos si aquel viaje había sido una buena idea... — En su voz se siente el deseo de volver atrás y cambiar las cosas. — Nuestro desafortunado camino se cruzó con el de una elfa de piel violeta, ojos amarillos y cabellos plateados. Su belleza era de otro mundo. — Se sincera. — Nunca la olvidaré.

Hay una pausa severa. — Más tarde aprendí que ella era una Drow y que, por algún motivo, huía de su hogar bajo la superficie. Estaba malherida. Borgrim y yo la tomamos por una presa fácil... — Su historia se torna dolorosa. — Grave error.

Traga saliva. — Sus prendas y sus armas eran de ensueño... Todas ellas rebosaban magia y encantamiento. Quisimos tomarlas para nosotros, pero no fuimos rivales para aquel ser inmisericorde. — Cierra los ojos. — Mi hermano perdió la vida, y yo fui tan malherido que me dio por muerto. Allí fue donde mi pierna nunca volvió a ser la misma.

Hay un ligero temblor en su voz. — Por un momento, la suerte se puso de mi parte. Fui hallado por un grupo de enanos, habitantes de la región. Ellos me acogieron en su comunidad, me enseñaron los secretos de la forja e incluso me brindaron la oportunidad de viajar con ellos hasta Mithril Hall. — Abre los ojos, ahogando las lágrimas. — Esperanzado, pensé que la muerte de Borgrim no tenía por qué haber sido en vano.

— No fue así. — La historia llega a su fin. — En una mañana terrible y funesta, un grupo de gigantes de los hielos atacó el campamento donde nos refugiábamos. Los gigantes medían más de cinco metros, pesaban toneladas... Los enanos no tenían ni una sola oportunidad. — Admite con enfado, apretando los dientes. — Inválido como estaba, no pude luchar... Solo pude escapar. — Se avergüenza. — Me alejé como pude y, desde la distancia, contemplé a los enanos caer contra aquellos brutos malignos. Aquel fue el día más difícil de mi vida.

— Tratando de olvidar, he malvivido hasta hoy. Si hubiera tenido más tiempo para viajar y aprender, hoy podría ser un herrero de renombre. Pero soy lo que soy. — Pronuncia sin remordimiento. — Me gustaba creer que el legado de aquella comunidad enana seguía viviendo en mí. Pensé que Montes Lejanos sería un buen lugar para honrarlo...

Sonríe fugazmente. — Parece que las estrellas tampoco lo quisieron así.

Zancada escuchó la extraordinaria historia del herrero por un instante lo miró viendo aquellos ojos ya envejecidos y aquellos brazos trabajados. Su historia parecía una historia de las más fantásticas con monstruos que Zancada nunca había escuchado en su solariega y plácida aldea Halflings. Con los humanos hubiera podido decir lo mismo los había visto buenos y malos, asesinos y santos, pero nunca vio un ser extraordinario en su caminar. Que el herrero hubiera visto a esas criaturas era algo anécdotico para cantar en una taberna con una buena voz de bardo.

Zancada no pudo hacer mucho más que esperar a encontrar aquellos objetos y devolverle a aquel hombre un poco de vida. Quizás con aquellos utensilios pudiera cosechar la riqueza para poder marchar a otros lugares más apacibles y lejos de la maldición. Sin ponerse a reflexionar si la historia era cierta o no, siguió a Moxie que seguro que veía más fáctible y curioso el meterse en una nueva casa abandonada y ver todo lo que esconde.

Galahad recibió con sorpresa el equipo que Tithus le ofreció, pero lo que más le sorprendió fue que le llamara líder.
No se veía de esa manera, no conocía del todo a sus compañeros, pero el destino o la voluntad de Torm los había juntado. Resolverian el problema de la mina, luego ya veríamos si el grupo permanecía unido. Si es cierto, que los defendería ante cualquier peligro ya que compartían la misma ``búsqueda´´.

Gracias maese, le prometo que le daremos buen uso.- asintió dedicándole una reverencia.

Para devolverle tan buen gesto, iremos a casa de Rander a por las piedras de afilar. Le ruego que espere nuestra vuelta de la mina, si encuentro algo de valor, se la daré como pago por tan buenas piezas. Os lo prometo.- dijo poniéndose la mano en el corazón.

Dicho esto, escuchó la triste historia de Tithus y lamentó su mala suerte, aunque bien es cierto, que el hecho de intentar robar a una caminante herido, por muy Drow que fuera, no era una acción honorable y aquello provocó la ira de los Dioses.

Mientras hablaba el herrero y el enano, empezó a inspeccionar la mochila donde estaban las piezas de equipo que le había dado el herrero.

Un casco magullado, unos guantes y un broquel. Sin duda, ayudarían a muchos de sus compañeros a ir mejor equipados.

A Tithus le honró ver cómo los aventureros pugnaban a la suerte por su viejo equipo. Contemplar su antigua armadura puesta de nuevo a uso le devolvió una chispa de la juventud. Creyendo que ya había hablado suficiente no quiso estorbar y, después de estrechar la manita de Zancada y de saludar a los demás, regresó la atención a su viejo martillo.

Thalgrog escuchó atentamente la historia de Tithus, tratando de visualizar en su mente aquellos gigantes, la batalla de los enanos contra ellos, la Drow... ¿tan hermosa era? Para los enanos la belleza de una mujer va ligada a la cantidad de vello facial. Cuanto más, mejor. Y aquellas enanas agraciadas con un incipiente mostacho son consideradas prácticamente como diosas. Mientras el herrero contaba su trágica historia, el enano no dejaba de acariciar el aro de bronce¹ que sujetaba la trenza de su barba. Se lo había entregado el Sabio de su clan con motivo de su trigésimo sexto cumpleaños, edad en la que los enanos alcanzan la mayoría de edad.

Éste es el primero que recibe todo enano - le había dicho el Sabio - Los demás deberás ganártelos por ti mismo. Son un total de cuatro aros: el aro del Adulto, el aro de Maestría Guerrera, el aro de Maestría Herrera y por último el aro de Sabiduría. Su mayor anhelo era conseguir el segundo aro.

A decir verdad, ésta era la primera vez que Thalgrog salía de la mina. Estaba ansioso por descubrir el mundo, pelear y regresar a casa con muchas historias que contar. En cierto sentido, envidiaba a Tithus. No se planteó juzgar al herrero por intentar robar a la Drow. En aquella época era joven, como él, y la gente joven comete errores. Pero el tiempo otorga sabiduría y, si se es inteligente, se aprende de ellos. Lamentó la terrible suerte que corrieron los enanos, sus hermanos de sangre.

-Una historia que daría para muchas canciones de bardo. No os culpéis por la muerte de aquellos enanos. Estábais malherido y, sin duda, abríais muerto en vano. No fue cobardía, fue instinto de supervivencia, algo primitivo que todos deberían tener. Y el que opine lo contrario está loco. Si queréis honrar el legado de aquellos enanos contad vuestra historia, cómo lucharon con valentía contra aquellos gigantes. En las Montañas Nebulosas también brillan las estrellas, quizá aquellas os sonrían. Acompañadme cuando vuelva a casa y allí aprenderéis todos los secretos de la herrería.

¿Querida?, la verdad es que no sabía cómo tomarse las palabras que Moxie le había dirigido, -Obviamente gratis no es, estamos haciendo un favor por otro-, y con el ceño fruncido empieza a seguirla fuera de la herrería.

Sobre la historia del herrero, no es que le importara mucho, el hombre quería algo diferente en su vida, trató de conseguirlo y por el camino se comió una buena cantidad de mierda seguida. Sobre la Drow una parte de ella sonrió, no tanto porque le importase una elfa oscura que ni conocía sino por sus propias vivencias cuando un bandido o no tan bandido trato de despojar de sus pertenencias pensando que sería una presa facial.

Sellado el trato con el herrero, nuestros ocupados trotamundos volvieron a su acostumbrado callejeo. Afortunadamente, contando con las señas provistas por Tithus, rápidamente alcanzaron su objetivo. Encontraron el lugar vacío y exhalaron tranquilizados: la tarea que les esperaba no era precisamente honesta.

Para cualquier persona común, este lugar sería tan inaccesible como una fortaleza. Pero los aventureros no eran personas comunes...

Ubicada céntricamente, la triste tienda de Rander hállase cerrada y clausurada a cal y canto. Su posición en el corazón del pueblo, frente a la plaza misma, hace resaltar el sentimiento de abandono y pérdida que sufre Montes Lejanos estos días. Sin excepción, todas las ventanas han sido bloqueadas con tablas de madera, clavadas a conciencia. La puerta de entrada es resguardada por un candado de hierro, encadenado y excepcionalmente resistente. 

Al salir de la herrería, juntos otra vez los compañeros, Galahad abrió la bolsa con el equipo que le había dado Tithus.

Este broquel para tí, Zancada Profunda, te ayudará a soportar mejor los golpes. - se lo dió al halfling esperando que lo aceptara.

Y estos guantes, de tan buen aspecto y que se adaptan tan bien a las manos, te ayudarán a lanzar mejor las flechas. Toma Lynx.- dijo ofreciéndole el par de guantes.

Tomaré el casco abollado para mi mismo. Por su tamaño me viene cómo anillo al dedo.- dijo a sus compañeros.

Llegaron a casa de Rander y como era de esperar, estaba cerrada a cal y canto.
Aquello desagradó al paladín ya que no entraba en sus planes "colarse" en una propiedad privada, aunque las piedras de afilar fueran de Tithus.

Torm no aceptaría que robáramos... pensó Galahad mientras observaba a sus compañeros.

¿Y bien?- preguntó al resto del grupo.

-Podría golpear la puerta con el hacha hasta derribarla... Llevaría su tiempo y sería algo ruidoso... pero al final acabará cediendo - Entonces recapacitó. Cometer allanamiento estruendoso en pleno centro del pueblo no era buena idea, ahora que el grupo comenzaba a tener cierta reputación entre los vecinos - Ummm, dejadme pensar... ¡Lo tengo! hahaha - Rebuscó en sus bolsillos y mostró una ganzúa al grupo - ¡Mirad!

Se acercó hasta la puerta y comenzó a trabajar. 

-Ese idiota de Finthus, que en paz descanse, se quedó encerrado en su propia casa. -Les explicó mientras manipulaba el mecanismo- Tuvieron que derribar la puerta a golpe de maza. Desde entonces todos los enanos aprenden el noble arte de forzar cerraduras, antes incluso de que les crezca el primer pelo de sus barbas. Si... ya casi está...- Sus dedos regordetes manipulaban la ganzúa con cierta torpeza. Unas gotitas de sudor perlaban su frente y resbalaban nariz abajo.- Eso es... - Se oyó un sonoro crack al partirse la ganzúa.

-¡Maldición! Hice esto cientos de veces en las prácticas y la ganzúa nunca se rompió. ¡Éste almacén está embrujado!

La gnoma se quedó al margen de la repartición de aquellos objetos, pues en su pensamiento estaban la idea de que si ese herrero se los había regalado al enfundado caballero es que no deberían tener valor alguno para su venta. Lo que sí que podía tener valor era lo que aquel hombre podía haber dejado dentro de su hacienda o su negocio, todo lo que no pudiera haber llevado consigo. Se acercó con precaución y examinó al lugar buscando posibles puntos de entrada... todas las ventanas parecían estar selladas y en pleno día no sería la mejor idea romper una de esas maderas a base de fuerza bruta.

—Aparta enano y observa como la Reina de los Ladrones, la gran Moxie, hace su magia —dijo con su aguda voz mientras se ponía frente a la puerta.

Después del lamentable espectáculo de Thalgrog llegó su turno. Miró a un lado y después al otro, buscando guardias o alguien sospechoso que pudiera verla. Hasta que acto seguido introdujo la mano dentro de una pequeña bolsa que llevaba atada al cinturón y sacó una herramienta con diferentes formas de llaves y pequeñas varas de metal que usaba para abrir cerraduras. Puso la mano sobre el candado y notó lo grande y pesado que era, tanto que frunció los labios apretándolos con algo de preocupación.

—Tú puedes hacerlo Moxie, eres la mejor... — susurró para sí misma mientras bajaba la cabeza y comenzaba a usar la ganzúa —. Vamos... vamos...

Tardó unos segundos, se mordió el labio nerviosa y entonces empezó a girar la ganzúa hasta que hizo el mismo sonido que había hecho en manos del enano. 

—¡Diiiish! ¡No puede ser! —gruñó enfadada, alzando la voz, antes de girarse con los brazos en jarra alzando la vista hacia el resto del grupo —. Creo que han hechizado el candado o algo así, no puede abrirse, ni el más expertos de los ladrones podría. Pero tiene que haber otro lugar para entrar... ¿Quizá por la chimenea?

Los intentos de apertura toman unos minutos en que los aventureros se cubren unos a otros con complicidad. A pesar de no haber sido vistos, sus esfuerzos todavía no han dado resultado. ¡Casi lo habían conseguido, solo necesitaban más tiempo! 

Desafortunadamente, un anciano plebeyo tuvo que tomar el mismo camino que habían tomado ellos...

— Uhm... Ohm... Bonito día hace hoy, sí... Jumjum... — Musitaba el viejo Neb. — ¡Ohm, uhm! ¡Hola! No recuerdo haberos visto antes... ¿Sois nuevos por aquí? — Dice con verdadera curiosidad. — Me llamo Neb. Bueno, todos aquí me conocen como el viejo Neb... — Se introduce con orgullo de septuagenario. — ¿Qué hacéis tantos extranjeros frente al emporio? ¿Ya volvió Rander al pueblo? — Pregunta inocente, arqueando sus pobladas cejas.

Lynx estaba a punto de prepararse para subir al tejado y comprobar la chimenea cuando el anciano habló, esto hizo que se pusiese un poco rígida, -Tranquila no te ha visto hacer nada sospechoso y no parece haberse dado cuenta de los intentos de Moxie y Thalgrog-. Respiro hondo antes de girarse para mirar al hombre, -La verdad es que el buen herrero nos habló sobre el emporio y queríamos venir a ver si era verdad que se había ido, llamamos a la puerta y aun nada, una pena el realmente extraña esas piedras que le pidió al dueño además nuestro guerrero esperaba poder afilar su hacha, una gran decepción-, al final consiguió calmar sus nervios, si hablaba bien el anciano no debería sospechar nada.