Partida Rol por web

Zancada fue con sus compañeros hasta la casa, no parecía una casa normal. Entonces habló: - Osti cosa non pirozo mornal, ostia vene quam non se fuya divouye wa quam corro ton tundado por quem corren tam bombanas cin bufones dem mangera querem datir quem quam hum guisado tambum chosco quem no querent quem sem sepam. Quiquad lum follamus emperam hec pa denter... wa sim intramus... Mem dam mola plaga dem pue, dem veredic.

Elaxidor al ver que su compañer hablaba se acercó y puso atención para no perder nada de lo que decía:

Según Elaxidor cree entender, Zancada dijo:

"Esta casa no parece normal, está bien que uno se vaya de viaje y que cierre con candado pero que cierren las ventanas con tablones de madera quiere decir que aquí ha pasado algo gordo que no quiere que se sepa. Quizás los contagios empezaron ahí dentro... y si entramos... Me da mala pulga de pie, de verdad."

Galahad, con una sonrisa, se acercó al viejo Neb abriendo los brazos, con una voz amigable y melodiosa.

Somos recién llegados, todos amigos de Rendel. Al parecer la casa está cerrada, ¿ le importaría contarme porqué casi todo el pueblo está cerrado? ¿Y Rendel? ¿dónde se ha ido?- preguntó el paladín.

Puso su mano en el hombro de Neb y giró a aquel curioso anciano para que mirara a otro lugar así sus amigos tendrian una nueva oportunidad con la cerradura.

Ohh un templo, y de la mismísima Ilmáter, vayamos allá.- dijo señalando y llevándose al anciano en esa dirección.

Cuente cuente, pocas veces puede uno disfrutar de una buena conversación con alguien de tanta experiencia.- dijo Galahad sonriendo.

El viejo Neb mira fijamente a la semielfa, más en atención a sus rasgos que a sus palabras. Luego, al escuchar mención del herrero, despierta de su embobamiento. — ¡Uhm, ohm, sí...! Eso me recuerda que, la semana pasada, le encargué un cencerro a Tithus... Me pregunto si lo habrá terminado ya... 

Gustoso, se deja distraer por la amabilidad del paladín. — ¡Eres un joven simpático! Ya no quedan muchos como tú por el mundo... — Dice, honrado. — He visto a mucha gente llegar y mucha gente marchar. Es lo normal... ¿Sabes joven? No sé adónde pueda haber ido Rander... El pueblo está extraño últimamente... — Olvidadizo a las preguntas de Galahad, habla con cierto desorden. — ¡Ahm, sí! ¡El monasterio! Lo construyeron hace poco. Yo no entiendo nada de lo que dicen, pero los sacerdotes son muy simpáticos conmigo...

Neb se despreocupaba completamente del grupo y, del brazo del paladín, comenzaba a caminar hacia el monasterio. Paso a paso, con lentitud exasperante, ponía a prueba la paciencia del paladín narrándole batallas de su juventud y otras épicas hazañas de dudosa credibilidad. A ritmo de caracol, la pareja se alejaba y los aventureros se miraban entre ellos, aliviados.

Zancada vio como el paladín se aleja con el anciano hacia un monasterio... El pobre Zancada ve más atractivo el monasterio que aquella casa al parecer tapiada. Y con la manita invita a sus compañeros a que vayan con el paladín, de hecho Zancada avanza a paso de tortuga siguiendo a una cierta distancia (cerca) al paladín y al anciano.

Cuando apareció el viejo Neb y casi los pilla in fraganti a Thalgrog se le descompuso el cuerpo. Por fortuna Lynx y Sir Galahad estuvieron rápidos de reflejos y, al parecer, el viejo se había tragado aquella sarta de mentiras. Se secó el sudor de la frente mientras los veía alejarse camino del monasterio. 

-Y ahora se va también Zancada... ¡era el que más papeletas tenía para colarse por la chimenea! ¿Qué piensa hacer? ¿Contarle sus batallitas al viejo? ¡Le acabarán explotando los sesos al pobre anciano!- gruñó el enano. - ¿Cómo lo hacemos? Elaxidor... no sabrás por casualidad un conjuro para teletransportarnos dentro, ¿verdad? O uno que nos encoja hasta poder colarnos por la rendija de la puerta. No sé... ¿Qué os parece si echamos un vistazo por la parte de atrás?

Elaxidor se queda mirando pensativo a su compañero Enano y le dice: Abrirla no puedo compañero, pero que no quede por no comprobar si hay alguna otra por aquí. Acercándose a la casa, se concentra para descubrir si hay alguna entrada que no hayan descubierto a siemple vista.

Parece que no veo nada amigo, dice pensativo.

Cuando el viejo Neb esta lo suficiente lejos desvía su mirada de el, -si, bueno, siempre podemos meter a la Reina por la chimenea, pero antes no vamos a morir por comprobar otras posibles entradas-, acto seguido empieza a buscar posibles entradas alrededor de la casa, al volver se le ve un poco decepcionada, -Nada, ganzúa o chimenea-

 [~ Respondiendo a Thalgrog]

Viendo la infructuosa búsqueda de sus compañeros élficos, Thalgrog se decidía a analizar por completo la situación. Disimulando tan bien como podía un enano, disfrazaba su investigación bajo la apariencia de un casual paseo alrededor del edificio. Después de trazar un círculo completo, pudo asentar mejor sus pensamientos.

La entrada más obvia era la principal, pero solo podría ser franqueada si vencían la resistencia del candado: cuanto más tiempo acumularan intentándolo, más sospechosa se vería su posición. La chimenea era otra vía posible y sigilosa, aunque todavía no habían tenido oportunidad de conseguir una cuerda: tan solo Moxie podría intentar escalar - tanto para bajar como para subir - pero, de resbalarse lo más mínimo, aseguraba una peligrosa caída.

De su mente batalladora sugirió una tercera opción: la cobertura de las ventanas no era más que madera... Nada que una lluvia de hachazos y espadazos no pudiera derribar. El único - gran - inconveniente era un inevitable estruendo que, ciertamente, los pondría a todos al descubierto frente al pueblo.

Una vez el anciano empezó a alejarse de nuevo, Moxie se quedó mirándole fijamente viendo como se alejaba con un par de sus compañeros. ¡Pero ella no pensaba dejar atrás todos esos tesoros que había en el interior! Así que mientras los demás continuaban debatiendo y examinando otras posibles entradas en la casa, la pequeña gnoma continuó enfrascada en aquella cerradura... ya lo había hecho antes muchas veces y no podía ser que ese tonto candado pudiera con ella. No, de eso nada, era la gran Moxie. Quizá... no fuera la mejor ladrona, pero sí la más cabezota de todos ellos.

Pero a medida que probaba su paciencia se iba acabando. Rompió otra de las ganzúas que tenía, después otra y otra... hasta que al final arrojó el objeto contra la propia puerta llena de furia y frustración. Quedándose con la cabeza baja antes de agacharse de forma humillante para recogerlo y mirar así al resto de sus compañeros.

—N-nada... es imposible, no hay forma de abrirlo —dijo con la voz baja, casi un susurro admitiendo la derrota. 

Dio entonces unos pasitos para alejarse y observó la chimenea. Estaba muy alta y no sabía si cabría desde esa posición. Pero al menos les quedaba una oportunidad antes de echar la puerta abajo.

—¡Está bien! La Reina de los ladrones Moxie jamás se da por vencida.

Se acercó entonces al muro y se agarró a la ventana para intentar trepar, pero nada más hacerlo se resbaló y cayó de culo contra el suelo, manchándose con la tierra mientras su humillación no iba más que en aumento. Sus mejillas se pusieron rojas de la vergüenza y la rabia, hasta que entonces se levantó con la cabeza baja, oculta bajo la capucha.

—Me... rindo...

Lynx se quedó mirando a Moxie un momento, no cabe duda que esta situación era muy vergonzosa, incluso un poco lamentable, ella misma se había caído unas cuantas veces en sus primeros años con el maestro y resultó bastante vergonzoso, que él se riera sin reparo tampoco ayudaba, -Sabes, soy buena escalando puedo ir yo misma a ver primero y si está abierta puedo ayudarte a subir-, y sin esperar respuesta mira hacia los lados comprobando que nadie pueda verla antes de subir al tejado para comprobar la chimenea.

Al llegar arriba y comprobar la chimenea pudo ver que se podría entrar por ella, pero desafortunadamente Lynx era demasiado grande para ello, y pensándolo bien viendo las habilidades mostradas por Moxie a lo mejor no seria la buena idea hacerla bajar por esta. Después de un rato decidió quedarse arriba para vigilar.

Moxie lo había intentado por segunda vez y rompió varias ganzúas. Y estuvo a punto de romperse la corcusilla del culo. La era de las ganzúas llegaba a su fin... ¡El tiempo del bruto ha llegado! Thalgrog estaba decidido a demostrarle a ese candado de qué pasta está hecho un enano.

Hizo unas series cortas de sentadillas, jumping jacks y burpees, para entrar en calor. Crujió los nudillos de una mano y después la otra. Agarró el candado y con sus dedos a modo de garfio tiró con todas sus fuerzas. Gruñía, maldecía y volvía a gruñir. Los músculos de sus brazos parecían a punto de estallar por el esfuerzo. Unas venas muy sospechas aparecieron en su frente. El aneurisma era inminente... Hasta que se dió por vencido...

-Eres un candado duro de roer... 

Entonces se abalanzó como un poseso, lo agarró y se lo metió en la boca. Notaba el frío y el regusto metálico y mohoso del candado. Apretó la mandíbula tanto como pudo.

-¡Efto lo abro yo por mif fantof cojonef!

Se oyó un sonoro creck al romperse la muela. Un latigazo subió desde su mandíbula hasta el cerebro y el enano cayó de espaldas. Y allí quedó tirado en el suelo, lloriqueando y pataleando como un escarabajo panza arriba.

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Los desafortunados intentos se sucedían fracaso tras fracaso y, tras ellos, pasaban los minutos que revelaban, cada vez más, la sospechosa posición del grupo. Por el mismo camino que Galahad y Zancada llevaban junto a Neb, cruzó un novicio del templo que, directo como un rayo de sol, se dirigió hacia los aventureros. Desde la azotea, Lynx tan solo tuvo unos segundos para advertir a sus amigos, evitando que los hallaran en la peor de las circunstancias...

— Salud a todos, y recibid nuestra más humilde bienvenida a Montes Lejanos. — Antes de seguir, empieza una pomposa y pronunciada reverencia. — Mi nombre es Saavorn, humilde iniciado del altísimo Ilmáter y estoy a vuestro sincero servicio. — Finaliza la reverencia. — He sido enviado desde el templo para desearos una feliz estancia... — Sin dejar de ser amable, su voz se tornaba más seria. — ...Y pediros el por qué de vuestra dilación frente al emporio de Rander. 

El hombre tiene un aspecto genuinamente bondadoso y se siente incómodo con la situación. — Debéis disculparme. Mi superior no ha podido evitar fijarse en que lleváis un largo rato aquí y, por ello, creo que se siente intranquilo. Puesto que Rander parece haberse marchado del pueblo indefinidamente, si no tenéis más negocios que atender... — Busca un modo de expresarse sin sonar violento. — Os convidaría a dar una vuelta por el resto del lugar. Estoy seguro de que tendréis cosas más interesantes por ver...