Partida Rol por web

Todo parecía un poco inocente mientras Aquiles y sus mirmidones tomaban, junto a los demás soldados griegos. Hasta que aparecieron las primeras esclavas sexuales.

Las habían traído varios griegos, que capturaron mujeres troyanas desde las cercanías.

En medio del bacalao, empezaron a desvestirlas y golpearlas, para finalizar violandolas hasta el hartazgo. Aquiles es un hombre honorable, ante todo, pero poco pudo hacer en su estado de alcohol.

Jamás se perdonaría como permitió que los griegos hicieran eso.

Hades se había aburrido del espíritu de Arkantos mucho antes de lo que había previsto, por lo que volvía a estar aburrido. Había decidido centrar su vista en Aquiles, a quien llamaban el "héroe más importante del mundo", "el hombre más rápido del mundo". Hades había decidido interesarse, poner cierto empeño, pero lo que vio hizo arder más verde y tóxico al inframundo, como una emoción horrible saliendo en el mismo instante que un fluido corporal.

¿¡Tú te haces llamar héroe!? ¿Crees que te lo voy a perdonar, Aquiles? Oh no, y tú tampoco. La culpa se comerá tu corazón, sin que lo notes al principio. Lentamente, la culpa crecerá dentro de tu cuerpo, hasta que puedas tocarla con las manos. Hasta que explotes por dentro. O hasta que arregles lo que has hecho. 

Tras lo acontecido en el campamento, y como Aquiles no pudo detener semejante orgía que sucedió frente a él, se sintió muy pesado y adolorido esa misma noche. Tuvo numerables sueños cortos dónde lo atormentaba su propia conciencia.

Pero, parecía haber algo más que solo eso. Una voz acechaba su cabeza, como un ruido molesto de insectos pasando por su oído. Finalmente, tomó vida misma y logró pronunciarse

 ¿¡Tú te haces llamar héroe!? ¿Crees que te lo voy a perdonar, Aquiles? Oh no, y tú tampoco. La culpa se comerá tu corazón, sin que lo notes al principio. Lentamente, la culpa crecerá dentro de tu cuerpo, hasta que puedas tocarla con las manos. Hasta que explotes por dentro. O hasta que arregles lo que has hecho. 

Finalizadas aquellas palabras, Aquiles despertó sudoroso, casi gritando. No logró volver a dormir después de eso.

Pasaron las horas, Aquiles estaba en vela, cansado, adolorido, sintiendose culposo y arrepentido por todo lo que pasó. Aquel día debía ser de gloria, energía, vitalidad, pero lejos de serlo, Aquiles se sentía más muerto en vida que otra cosa.

Ulises y Agammenon se acercaron a este para discutir sobre un plan de acción.

Te saludo, Aquiles - dijo, poniendo una mano en su hombro, notando su expresión, que distaba mucho de la del soldado heroico que siempre conoció.

¿Te sucede algo?

Al llegar Agammenon, este rápidamente se puso a discutir sobre nuevos planes.

Bien mi idea es que empecemos a cortar el suministro de mercadeo que proveen estas dos ciudades vecinas a Troya, dandoles alimento y provisiones a los troyanos - a la vez que hablaba, este señalaba en un rudimentario mapa que tenían - haciendo eso, podemos empezar a bajar la moral de las tropas, además de empezar a dejarlos sin provisiones. Nadie sabe cuanto va a durar esta guerra, así que si se prolonga, matarlos de hambre siempre es una buena opción.

Aquiles el de pies ligeros, tenía el corazón apesadumbrado. Los efluvios del alcohol habían hecho presa su mente y pensamiento, nublando su capacidad de juicio y de reacción. Se paso la noche atormentado, sudoroso, sin poder conciliar el sueño, y ahora, de día, no salió de su tienda. Vinieron los helenos, a hablarle de guerra, entre ellos Odyseo, a quien tenía en alta estima y el rey y general de la flota y de la guerra. El expuso argumentos, que aunque validos, estaban reservados a los temerosos. - Ea, Agammenon, Rey de Micenas, ilustre entre los aqueos. Vinimos a hacer la guerra, y no a bordar intrigas. Entre todos, tu, que eres el primero, debería ser quien dé el ejemplo.- Aquiles se incorporo, observando a los lideres que estaban con el. - Ni dos veces el sol se ha puesto desde que pisamos tierra, y ya hemos mostrado al mundo que es la barbarie y no la civilización la que rige nuestros corazones. Como oh atrida, has permitido el comportamiento de los hombres. Como pueden ellos vivir con los corazones apesadumbrados, o peor aún, en medio del jolgorio. Vinimos todos aquí a honrar el honor de los atridas, a traer de nuevo a la bella Helena de entre los brazos cautivos de los troyanos. Hablas de matarlos de hambre, y eso es indigno, solo reservados a los cobardes, los hombres se enfrentan en el campo, escudo en el brazo, fuerte lanza en la mano, hasta que los dioses los inspiren o los hados los llamen. Recapacita, sabio atrida, y tendrás a Aquiles entre los tuyos, o el cumplirá su parte en su tienda, mientras muchos mueren.-

Este sonrió de forma pícara cuando escuchó a Aquiles, tomando el hombro de este, sacudiendolo como signo de confianza.

Eres sin duda el más fuerte de todos, Aquiles, gran guerrero y único en tu especie. Nadie osaría dudar de tu valor en batalla, ni la gloria que nos traes al acabar con nuestros enemigos.

Ulises, permiteme hablar contigo en privado.

Este se volteó un momento y miró a Aquiles, pensativo, expuso:

Atacaremos mañana al amanecer, sugiero que prepares a tus hombres.

De momento, procuraremos empezar a cazar animales para conseguir más provisiones de esta isla.

Se acercó a Aquiles un hombre con la cara tapada por una suerte de bufanda, pero de pelo rubio con alguna cana y arrugas marcadas en su rostro; portaba un arco y una espada corta.

- ¡Comandante Aquiles! Disculpa la interrupción, pero mis exploradores han descubierto un punto ciego en las murallas. Si envías a un hombre a dicha localización, de buen seguro no será visto por los guardias, y podrá abrir las puertas con mayor facilidad, creando una distracción como un incendio alejando a los guardias de la puerta el tiempo justo para permitirnos el paso.

Levantó la vista a las estrellas, y añadió.

- Para esto debes de reconciliarte con los dioses, y ofrecer un sacrificio animal en su honor. Tuya es la decisión, oh, noble Aquiles.
 

Se acercó a Aquiles un hombre con la cara tapada por una suerte de bufanda, pero de pelo rubio con alguna cana y arrugas marcadas en su rostro; portaba un arco y una espada corta.

- ¡Comandante Aquiles! Disculpa la interrupción, pero mis exploradores han descubierto un punto ciego en las murallas. Si envías a un hombre a dicha localización, de buen seguro no será visto por los guardias, y podrá abrir las puertas con mayor facilidad, creando una distracción como un incendio alejando a los guardias de la puerta el tiempo justo para permitirnos el paso.

Levantó la vista a las estrellas, y añadió.

- Para esto debes de reconciliarte con los dioses, y ofrecer un sacrificio animal en su honor. Tuya es la decisión, oh, noble Aquiles.