Partida Rol por web

La memoria de Morgul había perdido claridad con el paso de los años. Es cierto que el tiempo no afecta de igual manera a los cuerpos en la disformidad, pero tras más de 40 años en la nave, el sacerdote ya era un octogenario. Por esa razón pidió al soldado que fuese delante. Era más joven y las largas patrullas que había ralizado durante su vida le habían otorgado un gran conocimiento de la distribución interna de la nave.

Tras un rato andando, llegaron a la entrada de un pasillo. En una chapa metálica en la puerta de dicho pasillo se leía: "Sala de seguridad. Solo personal autorizado".

-Recuerdo que en las zonas de eguridad no se guardaba comida -Comenta el soldado- Pero sí municiones y armas de toda clase.

Thadius no tarda en relacionar conceptos: municiones y armas igual a posible refugio temporal de supervivientes. La cuestión es, ¿de qué lado están?

 -¿Habrá alguien dentro? ¿Estarán con, o contra nosotros? ¿Estará muy lejos de aquí el puesto de comunicaciones?

Muchas preguntas asaltan la mente de Thadius, el problema es que si alguna no tiene la respuesta adecuada es sinónimo de problemas.

-Quizá haya supervivientes dentro. Deberíamos entrar para, por un lado recoger munición.- miro mi pistola, la que aún no he cargado.- y comprobar, si hay alguin vivo, si pueden ayudarnos en nuestra misión. ¿Está muy lejos todavía el centro de comunicaciones?

-Si no me equivoco, está al final de esta zona restringida.

Morgul ojeó alrededor, buscando cualquier cosa o signos de vida. Tras unos instantes, se acercó al panel de la puerta.

-Parece que esta puerta es la única forma de entrar. Esperemos que al reconectar el generador principal los cierres electrónicos vuelvan a funcionar...

El sacerdote saca el cuchillo y usándolo de palanca, arranca el panel de control de la puerta. Con un hábil movimiento corta un par de cables y los conecta entre sí, tras lo cual la puerta se abre deslizándose hacia la izquierda al instante.

Ante la cara de sorpresa de sus acompañantes el Morgus comenta en voz alta:

-Los caminos de los siervos del Emperador son oscuros, y algunas habilidades malvadas son necesarias para cumplir la Voluntad Divina. Recordarlo, jóvenes.

 Esto... Morgul. Todavía me duele la herida en el hombro. ¿Puedes pasar tu primero?

No es cobardía, es seguridad, o... bueno... quizá un poco de miedo a entrar en un lugar totalmente cerrado en el que puede haber enemigos si tenga. ¿Pero es justificado? Eso creo.

La expresión de miedo es difícil de borrar y queda patente en la cara de Thadius, quien con un pequeño movimiento se esconde detrás de Morgul colocando su mano en la herida. La espectativa de un nuevo combate le desagrada, sobre todo estantdo tan cerca de la salvación. Por ello con la otra mano desenfunda su arma.

El soldado sin nombre dió un paso al frente:

-Eso es una zona restringida, Padre Morgul. Solo el personal autorizado y los militares pueden entrar. Como soy el único que cumple las condiciones, yo entraré primero. Vosotros seréis meros acompañantes, asi que no toquéis nada. Ahora que el capitán está al mando, la Guardia es la encargada de proteger a los civiles.

El pobre hombre tragós saliva, y reuniendo todo elv alor que era capaz, entró a toda velocidad con el arma lista para disparar.

Morgul sacó una pistola láser y con la otra mano desnvainó su espada.

-Vamos Azul, sígueme. No dejaremos que te pase nada.

Y unos segundos después de la entrada del soldado le siguió Morgul.

Un largo pasillo apareció delante del grupo. Sin embargo, al contrario del resto de la nave, parecía que la corriente no había llegado hasta allí, dado que la oscuridad lo ocupaba todo.

En cuanto el soldado encendió la linterna táctica de su rifle, una imagen desgarradora asaltó a los tres hombres: no había luz porque las lámparas del techo, al igual que el suelo y las paredes, estaban destrozadas por profundas grietas y cráteres donde las armas de fusión las habían impactado. La sangre recorría las paredes, y un par de cuerpos, aún sin descomponer, se encontraban esparcidos (literalmente) por el pasillo.

La puerta del final del pasillo parecía forzada, y estaba abierta...

El panorama no es nada tranquilizador.

Según mis cálculos, ahí dentro tenía que haber personas. Si bien no sabía de que bando, al menos tenían que ser humanas. Bueno, humanos hay, aunque están bastante esparcidos. Y detrás de esa puerta no parece que vaya a haber nadie amistoso.

Tengo una idea... no se si resultará eficaz, pero por probar que no falte. Susurro al oido a Morgul.

Tapándome la nariz, con una mano, y la otra mano con lo que quede de mi manga cojo un trozo de cadáver, alguno suficientemente grande para que haga ruido al caer.

-Voy a tirar esto a la puerta, si hay algo hambriento ahí detras puede que esto le despierte, y, si está escondido, al oír ruido puede que se asuste, ¿no dejéis de apuntar a la puerta de acuerdo? Si algo sale no me gustaría tener que darle la manita.

Morgul agarró al soldado y lo trajo hacia atrás.

-Vale Azul, esa es una buena idea. Tú, déjate de heroicidades y apunta a la puerta. Aunque sea un civil, yo estoy al mando aquí.

Thadius lanzó una cabeza humana contra la puerta, y el sonoro golpe del cráneo medio podrido al partirse tras chocar contra el metal resonó por la estancia.

Delante del joven psíquico, se encontraban el sacerdote y el soldado; ambos con sus armas listas para abrir fuego. El sudor resvalaba por la cara de todos, que se esforzaban por no respirar el nauseabundo olor de los cadáveres  a la par de no hacer el menor ruido.

Tras unos breves pero eternos momentos de espera, un ruido se oyó tras la puerta: algo parecía levantarse del suelo, algo más pesado que una persona normal. Segundos después una enorme mano roja apareció en el marco de la puerta, y tras ella la deforme silueta de su portador, que apenas parecía humano. La criatura rugió al ver comida fresca y echó a correr por el pasillo, mientras Morgus y el soldado abrían fuego contra él.

-¡¡¡ UN ENGENDRO !!! ¡¡¡ FUEGOOOOOOO !!!

La criatura avanzó rápidamente por el corredor usando las sombras como cobertura, y solo un disparo de Morgul le impactó superficialmente en una pierna. Antes de daros cuenta, estaba a unos metros de vosotros.

¡MIERDA! ¡Esto no va a acabar nunca! ¡Muere maldito hijo de la disformidad!

Aunque es necesario el combate, ponerse a cubierto lo es también.

¡No os quedéis parados joder! ¡Como nos coja va a hacer papilla con nuestros huesos!

El disparo de Thadius impacta contra el techo, dejando muy claro que prefiere huir a enfrentarse a la abominación.

El soldado retrocedió un par de pasos sin dejar de apuntar a la criatura, y sin perder un segundo de los pocos que podían quedarle para apretar el gatillo. Morgul, sin embargo, permanecío firme en su posición.

-¡NO TEMÁIS, SIERVOS DEL EMPERADOR! ¡MIENTRAS NO RETROCEDAMOS, LAS MALDITAS CRIATURAS DEL CAOS NO PODRÁN ACABAR CON LA HUMANIDAD! ¡VOLVER Y LUCHAR!

Una de las balas del sacerdote, reluciente como la luz del Emperador, atravesó de lado a lado el pecho del engendro, mientras que los dos disparos del soldado impactaron en la cabeza de la criatura y en uno de los tentáculos que colgaban de ella.

El cuerpo del engendro se contrae hacia atrás debido al impacto de la bala de Morgul, y sale volando de vuelta a la habitación. Nada más caer, de los restos humeantes de la criatura sa despedido un enorme chorro de sangre, suceso que se repite cada instate con menos intensidad hasta que su corazón se detiene complétamente. Ha muerto.

 ¡SI SI SI SI SI SI SI SIII! ¡CHÚPATE ESA MALDITO BICHO!

¡Eso es padre, así se hace camarada! Gracias al Emperador que todo ha salido bien, ahora podemos seguir caminando hacia la oscuridad. O pensáis que podría haber más como este. ¿Sería peligroso continuar?

La euforia llena el alma de Thadius. Gracias a su idea, y a la potencia de fuego de sus aliados, han podido derrotar a la bestia sin sufrir ningún daño. Pero esto no ha acabado aún... tenemos que encontrar el dichoso puesto de comunicaciones. Aunque acabar con un engendro sube la moral a cualquiera.

El soldado se acercó a los humeantes restos del engendro y le disparó a bocajarro en la cabeza. Después le dió una patada y siguió hasta el final del pasillo.

Mientras, Morgul hizo una seña de silencio a Thadius y siguió al soldado a escasa distancia. La sala estaba delante.

Ambos se apostaron a los dos lados de la puerta, y a la señal entraron a la vez en la habitación. Se escuharon unos disparos y el silencio volvió. Al momento el soldado hizo un gesto al último miembro del grupo, mientras decía:

-Mueve el culo, cerebrito. Este sitio está muerto. Aunque impresiona un poco entrar aquí; al bicho le gustaba traer la comida a casa. Y... gracias. Si llego a entrar solo esa cosa me había hecho trizas.

Thadius avanzó hasta la habitación y lo que encontró allí le revolvió las tripas hata tal punto que no pudo evitar vomitar. La habitación había sido la madriguera del engendro, y había despedazado y deborado a varias personas en el lugar, de las cuales aún podían derse (y olerse) sus restos. Lo peor era el cadáver que la criatura había empezado a comerse por las piernas: de abdomen para arriba estaba casi completo, pero a partir de ahí solo quedaban los intestinos, que estaban esparcidos por todo el suelo de la sala en un macabro círculo.

Mientras Thadius se reponía, Morgus recogía un poco los restos humanos y el soldado intentaba ahcer funcionar el sistema. Tras unos minutos, la pantalla se iluminó, mostrando la cara del capitán.

-¡Por el Emperador! ¿Padre Morgus? ¿Está vivo? ¿Qué es ese lugar en el que se encuentra?

Morgus inspiró y se preparó para hablar:

-Cuánto tiempo Capitán Ax. Me encuentro como ve en la sala de comunicaciones del área de los dormitorios superiores. Me acompañan valiosos hombres listos para seguir sus órdenes. El resto de mi tropa, incluyendo al Sargento Wolfe, murió hace un rato, tras una secuencia de ataques de las diversas facciones.

La cara de sorpresa del Capitán desapareció al momento, y su seriedad volvió a gobernarla.

-Eso no son buenas noticias. Un regimiento de hombres en tu posición me sería de gran ayuda. En un par de horas vamos a abandonar la Disformidad, y para entonces, tenemos que haber retomado el hangar principal. Si lo conseguimos, los refuerzos podrán desembarcar y rescatarnos. Si no me equivoco hay armas pesadas en su posición, y algunos hombres más acudirán al hangar intentando escapar. ¿Cree que puede hacerlo usted y su equipo?

El sacerdote desenvainó su espada y la alzó ante su cara.

-Mi equipo no puede fallar. El Emperador está con nosotros.

Ax asintió con la cabeza.

-Buena suerte... Por cierto, ¿quién es el hombre azul? Si es un prisionero xeno, le ordeno qu...

El padre Morgus cortó la conexión (literlamente) ayudado de su espada.

-Siempre fue un bocazas... En fín, ya nos han reasignado. Veámos que hay de armamento por aquí.

Intentando recomponerme de la horrible, y desagradable, percepción obtenida en la sala, digo a Morgul:

 ¿Qué tiene contra mí, padre? ¿Acaso he hecho algo malo? ¿Por que me juzgan sin conocerme, eso no debería castigarlo el Emperador?

Siempre desprecio, a eso no te puedes acostumbrar nunca. No me conoce, no debería hablarme así. Si, soy extraño lo se, pero ¿por qué no se fijan en que realmente soy como ellos? Supongo que verlo a través de un comunicador no es fácil. Bueno, Thadius, deja estos pensamientos, que tienes cosas que hacer.

Lo que más me interesa es un blindaje, espero que me ajuste. Otra quemadura como la que tengo en el hombro y no salgo de esta con vida. A parte de eso, una segunda pistola láser no viene mal. Dejando aparte que coger un par de granadas es siempre sinónimo de previsión. El lanzacohetes es muy tentador, pero supongo que no sabría como utilizarlo, quizá aqui, el soldado sepa. digo en voz baja, mientras voy recogiendo el equipo.

-¿Por que no llevas el lanzacohetes? Quizá sea útil cuando intentemos retomar el hangar.

¿Espadas? ¿De que sirven las espadas? Bueno...- miro a Morgul- si él lleva una es que no es tan inútil. Llevar una en el cinturón no va a molestarme.

-¿Crees que me dejo algo Morgul?

Según Thadius comentaba su idea, el soldado ya estaba cargando unos cuantos cohetes a su espalda. Además de eso, cogió un par de carabinas y les quitó la culata, para después añadirles un cuchillo a modo de bayoneta. Cogió también un cuchillo nuevo, una espada y una escopeta de combate.

Morgul, por su parte, cogió un abrigo blindado que se colocó sobre su chaleco, y cambió su espada por otra que encontró allí. También cambió su revólver por uno de comisario, de mayor calibre, y se agenció granadas.