Partida Rol por web

Salís de la taberna y con las primeras luces del alba veis un pequeño cervatillo perseguido por una muchedumbre enfurecida. Llevan cuerdas y horcas, y parecen tener muchas ganas de ensartar al animal. Una vez lo tienen rodeado, una mujer ya entrada en años aparece en escena, tensando la cuerda de un arco y apuntando una flecha a la cabeza de uno de esos pueblerinos.

-¡Ni se os ocurra tocar a ese animal! ¡Ese animal es mi hija!

El gentío parece hacer caso omiso de la señora y está dispuesto a dar muerte al ciervo.

-Han muerto ya tres personas y los cultivos están destrozados. Ojo por ojo, diente por diente. -grita uno.

La mujer sigue tensando el arco y os grita:

-¿Es que no pensáis hacer nada, extranjeros? Ayudadme o salid de enmedio.

Teniendo en cuenta que Aurelio Breogán Cibrán había pasado una noche entera sin dormir a causa de los ciervos asesinos y los lobos asesinos-asesinos (sí, doblemente asesinos), este no pudo recargar todos sus hechizos bárdicos, por lo que su primer plan de acción que era hacer dormir a la loca del arco no pudo cumplirse.

-A ver, calma todos... -Comentó el bardo tratando de llevar la voz cantante de aquella discusión- Y deje de apuntarme con esa cosa, que si pinchas mi instrumento musical será un dolor de cabeza remendarlo... además, no sé que quieres que hagamos teniendo en cuenta que ya hemos matado a dos ciervos y otros dos lobos...

Realmente no esperaba que sus palabras consiguiera nada, pero si podía aunque sea evitar que todos recibieran un disparo era algo que, vería con buenos ojos... aunque quizás eso era demasiado pedir.

Tus palabras no gustan a ninguno de los dos bandos ni al pueblo en general. Uno de la muchedumbre te lanza una pedrada.

-¡Fuera enanos de Barovia!

La piedra impactó en Aurelio Breogán Cibrán el cual acongojado por ser apaleado vivo decidió esconderse detrás de Mihaela Ardelean, a fin de cuentas, parecía ser la mejor armada de todos ellos; y aunque quizás no impusiera tanto como otros de los presentes al menos podría comerse unos cuantos golpes que iban dirigidos al enano y meterla en la refriega.

-¡Como pille al que ha sido le corto las piernas yo mismo y veremos quien es el "enano"!. -Exclamó enfadado llevándose una mano a la herida sangrante de su cabeza- ¡Seguiré siendo yo pero al menos le podré dar cabezazos en la cara hasta que deje de andar tirando piedras a lo tonto!.

Michaela al ver que las cosas se estaban saliendo de madre dio un paso al frente intentando imponerse a la muchedumbre.

-Señores, vamos a calmarnos antes de que corra la sangre.

Dijo alzando la voz mientras hacia que su armadura sonase.

Por desgracia su tono no estuvo de lo mas acertado al parecer.

El asunto no pintaba bien, al parecer a ninguno de los  bandos le había gustado las palabras del enano...o tal vez solo fuera racistas que odiaban a los enanos, aunque era verdad que sus palabras no fueron las más acertadas. 

El elfo se adelantó hasta ponerse al lado de Mihaela para darle apoyo a sus palabras y decir él mismo las suyas. 

¿Matar a otros os devolverá a vuestros seres queridos? ¿o vuestros cultivos?. Desperdiciáis fuerzas culpando a otros, si no encontráis la fuente de vuestro mal esto continuará así eternamente, ¿queréis solucionarlos o volveros meros animales ansiosos de sangre?

Sus palabras eran más que nada un reproche, por la actitud estúpida de estos pueblerinos. Aunque dudaba si los ciervos que mató antes eran personas o no, el daño estaba hecho, y no podía hacer nada para remediarlo, solo seguir adelante. Por eso mismo, tampoco le importaría matar a cualquier pueblerino que le atacara a él (no es que no quisiera meterse ya en pelea con el enano, simplemente apreciaba más su vida que la de él).

Vuestras palabras hacen pensar a algunos pero hay gente muy alborotada. Los dos más fornidos, armados con una horca y un hacha, se abalanzan sobre vosotros. 

-¡Muerte a los ciervos, muerte a los extranjeros!

La mujer del arco, al ver que se acercan a vosotros, decide apoyaros soltándole un flechazo al barbudo de la horca. 

Los aldeanos comienzan a molestar al ciervo, que no intenta defenderse, pero ninguno se atreve a hacerle daño pues les da miedo la arquera. Aun así, es cuestión de tiempo que se atrevan. Debéis frenar de algún modo a los aldeanos o tumbar a los dos valientes, igual eso les hace huir.

-¡No os quedéis ahí parados joder, ayudadme, ayudad a mi hija!

La flecha pasa rozando el hombre de la horca, que grita como un bárbaro, loco de rabia. Vosotros tres Mihaela, Aurelio y Xander estáis entre la elfa arquera y el gentío por lo que después de vuestras acciones os atacará tanto él como su amigo. Yinhe y Ringo están dentro limpiando el desastre.

Visro que la cosa fue a mas Mihaela no dudo en desenvainar su espada y su escudo y cargar contra aquellos "Valiente" interponiendose entre el ciervo y la marabunta de gente. Naturalmente no iba a soltarle un espadazo, mucho menos usar sus colmillos, contra unos añdeanos paletos, asi que prefirio darle un buen empujon con el escudo a uno de esos paletos.

-Venga, si sois tan valientes enfrentaros a mi, panda de barbaros, si no, sera mejornque os largueis por donde habeis venido.

Por suerte, o por desgracia, al tratar de hacer el menor daño a los alli presentes, no llego a golpear a ninguno de los aldeanos

Como era lógico un "Señores, vamos a calmarnos antes de que corra la sangre" era inmediatamente respondido con un "¡Muerte a los ciervos, muerte a los extranjeros!", una respuesta evidente, por lo que Aurelio Breogán Cibrán simplemente se llevó las manos a la cabeza cuando escuchó a la Paladina decir aquello y luego ver la evidente resolución.

-¡Pero no los incites, mujer!. -Exclamó el enano viendo lo que se les venía encima- ¡Atras todos!. ¡No me obliguéis a usar mi arma secreta!. ¡A la mierda!. ¡Voy a hacerlo igualmente!. ¡Xander!. ¡Esto va dedicado a ti!.

Aurelio Breogán Cibrán desenfunda su espada larga y se prepara para inspirar bardicamente a Xander, puesto que a pesar de que Mihaela Ardelean parecía ser la candidata ideal, al parecer tenía bastante prisa en lanzar sus dados por lo que se quedaba sin esta inspiración por adelantarse.

Y mientras tocaba la gaita, ya que estaba trató de dar un espadazo a aquel hombre de las hachas, puesto que de toda la vida el hacha es un instrumento enano y por tanto eso no era más que apropiación cultural.

Pese a que Aurelio era un magnífico músico, una cosa era tocar la gaita a dos manos y la otra era tocarla con la diestra mientras luchaba con la espada en la siniestra. Como era obvio, salió mal y el elfo explorador no solo se llevó una bonita tonadilla animada sinó que de regalo se llevó un mandoble 

Yinhe salió de la posada ante el revuelo montado.

Desde luego, aquel pueblo era ciertamente incivilizado. Ni siquiera en su tierra se trataba así a los animales, y menos aún a los vecinos.

No dejó de sorprenderla la frase de la elfa...

- Disculpad. ¿Decís que es vuestra hija? ¿A qué os referís? Parece talmente una cierva... -

Mientras hablaba corrió a ponerse al lado de sus compañeros mientras sujetaba su lanza.

- Caballeros, creo que sería un buen momento para calmarse. Al fin y al cabo, un pueblo entero contra un herbívoro... si fuese un lobo, vale, lo entiendo. Pero es un ciervo... -

La situación se estaba poniendo tensa, y Yinhe no quería que se fuese de madre tan deprisa.

El elfo no pudo evitar a tiempo que la torpeza del enano jugará en su contra recibiendo un tajo por su afán de abarcar más de lo que su rechoncho cuerpo podía, pero a la vez eso  fue suficiente para saber que la sangre volvería a correr. 

Sacó su arco y de un rápido movimiento disparo contra el barbudo ya ya tenía una saeta clavada...a su parecer menos dañina que el daño del enano.... Al menos para sus oídos.

Un flechazo en todo el brazo hace que el enorme aldeano suelte un alarido de dolor. Pese a ello, nada evita que los dos entren en combate con la guerrera de pelo plateado y colmillos afilados. La dhampira logra evitar el ataque de la horca pero no ve el hachazo por detrás. El golpe del bruto logra hacer mella en la armadura y abrir un tajo bastante grande en Mihaela.

Geraldina le lanza una flecha que se clava en la pierna de éste. La turba enfurecia mira el combate anonadada, per aún con el ciervo rodeado.

-¡Maldita sea, odio este pueblo! -la elfa mira a Yinhe y al ser altísimo y de tez oscura que salían por la puerta de la taberna. -¡Ayudad a vuestra amiga, joder!

En efecto, luchar con una espada larga a la par que uno lleva una gaita al hombro era una combinación no demasiado óptima a la hora de dar batalla contra todo un pueblo entero; pero aún así, zarandeando aquella espada como malamente podía, Aurelio Breogán Cibrán trataba de alejar a los enemigos de ellos.

-¡Atrás!. - Exclamó el enano- ¡U os pasará lo mismo que le pasó a mi compañero!. ¡Ya os lo advierto!. ¡Tened cuidado con lo que estáis haciendo que la música no concoe límites y yo tampoco!. ¡Excepto en los relacionados con el espacio personal y el acoso sexual!. ¡Ahí sí sé cuales son los límites y soy un enano muy decente!. ¡Pero no estamos en esas cosas!.

En efecto, aquel enano no parecía que en combate fuera de mucha ayuda, una vez que a este se le quedó sin el poder mágico suficiente como para lanzar conjuros de sueño, todo lo demás era relativamente malo, o peor que malo, incompetente y peligroso para todos los de su alrededor.

Con unas rápidas zancadas, el perfil de la mujer oriental se movió gracilmente hacia el centro del meollo, poniéndose lo más cerca posible del ciervo que pudiese. 

- ¿Y bien, cuál se supone que es la razón para matar a esta criatura? Bien es sabido que el camino del hombre recto está por todos lados rodeado por la avaricia de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad. Porque él es el verdadero guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. ¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yinhe, cuando mi venganza caiga sobre ti!-

Había escuchado a su maestro aquella frase, y siempre había tenido un efecto calmante en las masas. Esperaba que esta vez también funcionase... 

Mientras tanto, optó por levantar su lanza y tratar de no matar a nadie. Sólo defenderse, herir y, si la cosa se ponía mala, mutilar. Pero no matar. 

La gente se aparta al verte correr grácilmente hacia ellos. El ciervo, por el contrario, parece no asustarse de tu presencia. Has conseguido parar el reloj. Mientras estés al lado del animal no le harán daño.

-Estos animales destrozan los cultivos y han matado a dos habitantes de Barovia. ¿Por qué debemos tener misericordia de él? ¿Qué más da lo que diga Geraldina? ¡Está loca, todo el mundo lo sabe! -dice uno de ellos.

-¡Extranjeros esto no os incumbe! Tirad las armas y Oso y Edardo no os guardarán ningún rencor. No queremos que muera nadie más que el bicho este del demonio -os dice una mujer que parece la más sabia de todo el grupo.