Partida Rol por web

Cuando me aproximo a la entrada de la enfermería, los sucesos se agolpan, escucho gritos así que acelero el paso casi corriendo viendo algo inaudito que no logro explicar.

Varios alumnos en el suelo inconscientes y algún otro con la mano en la cabeza aturdido siguiendo el mismo camino, me abro camino entre ellos sin pisarles y me acerco al más próximo para tomarle el pulso en la carótida.

El pulso era lento e irregular, los ojos vidriosos, algo no iba bien, nada bien-"¿pero qué coño está pasando aquí?"-me pregunto confundido.

Abstraído haciendo uso de la lógica médica pensando en las posibles causas, los nuevos gritos de la enfermería llaman mi atención, así que asomo por la puerta viendo una estampa a la que no pude dar crédito.

La de seguridad que no recuerdo ni su nombre, junto con Luis Ramón forcejeaban con...-"¿Segrillos?¿qué coño le pasa?"- pensé estupefacto, cuando escuché las palabras de Luisra y la de seguridad apremiantes, no sabía cómo reaccionar, eran demasiadas cosas juntas, me estaba saturando, pero tenía que reaccionar.
-Deacuerdo, me pongo a ello- exclamé decidido, mientras forcejeaban con el chaval fuera de sí.

Empecé a buscar cualquier cosa que pudiera ayudarnos abriendo todos los cajones febrilmente, dí con un rollo de gasa, corrí hacia Segrellos y empecé a darle vueltas rodeando sus muñecas rápidamente, haciendo toda la fuerza que puedo para que no se separen.

¿Por qué la gente decía una cosa y luego la contraria?  Marcos no sabía que hacer. No le gustaba tocar a la gente y tampoco sabía hacer nudos pero Sara había dicho que atara a la gente. ¿Pero por qué, es un juego?  Trataba de no mirar a nadie a los ojos pero con tanta gente la única forma era mirándose los zapatos. No tienen cordones. Empezó a arañarse la el muslo izquierdo por encima del uniforme ante la indecisión que le planteaba las ordenes contradictorias.

¿Qué hago?  preguntó sin mirar a nadie en concreto.

-¿Emergencias dígame? -Preguntó una voz de mujer al otro lado de la línea.

Aquella situación empezaba a resultar repetitiva para el anciano, los jóvenes moviéndose de manera alocada mientras él se veía incapacitado para seguir su ritmo de locura, para cuando llegó a la planta superior vio que desoyendo sus consejos el doctor Yamaguchi se encontraba al teléfono.

Mientras Enrique espera que le respondan aparece el Decano el cual intenta como sea que el botánico no suelte prenda de lo sucedido. -Como vamos a evacuar esto sin llamar la atención, esta claro que necesitamos ayuda para controlar esto. Entiendo lo que me quiere decir, pero esos alumnos son nuestra responsabilidad y por ello estoy haciendo lo que creo mas conveniente.

Justo en ese momento una voz de mujer le responde. Buenas tardes le llamo desde laUniversidad Complutense de Madrid, concretamente de la Facultad de Ciencias Biológicas. Necesitamos que nos manden ayuda, un alumno se contamino en uno de los laboratorios y se a vuelto loco. Pensamos que había muerto a causa de la sustancia con la que trabajaba pero no fue así. Enrique respira profundamente. Llamamos al SAMUR y el chico ataco el medico y después empezó a atacar a mas gente. Por desgracia hay dos muertos. Necesitamos que manden a la policía o a alguien para controlar la situación, no sabemos si con lo que se contamino podría afectar a mas personas. 

Enrique habla rapido y de forma nerviosa mientras vigila al Decano ya que no le extrañaría que este le intentara quitar el teléfono.

Entre los tres consiguieron reducir a Segrellos, fueron necesarios varios viajes de Miguel, el primero para sujetar sus brazos y los siguientes para fijarle a un extremo de la habitación. Todo ello sucedía bajo la estupefacta mirada del limpiador quien llevado por la curiosidad fue entrando en la habitación de manera paulatina.

Parece que el descanso ese día dios lo había dejado para otros, al menos no para ellos. Cuando parecía que finalmente acabaría entraron algunos de los estudiantes, todos tenían una voz de alarma en su rostro. 

-¡Miguel! Ayúdanos, están convulsionando. -Gritó una de ellos. Su rostro estaba contraído en una desgarradora muestra de preocupación.

-Tranquilícese por favor. -Le contestó la voz siempre calmada-. Por favor indicadnos en qué parte de la universidad se encuentran. Mandaremos una patrulla, aguarden allí y esperen por favor no intenten hacerse cargo de la situación. 

Nos encontramos el Decano y yo en la entrada de la Facultad de Ciencias Biológicas, pero el percance a ocurrido en los laboratorios que hay en el sótano de la universidad. Ruego que lleguen cuanto antes y a ser posible que manden varias ambulancias ya que hay más heridos. Esperaremos en la entrada. Responde Enrique nervioso

Entre los dos lo fueron arrastrando para poder atarlo, primero de las manos y luego enganchándolo para que no pudiese moverse.

-Átele la boca también, por favor. No podem-

"¡Miguel! Ayúdanos, están convulsionando"

...JESÚS.

Luisrra se apartó con la manga de la camisa el sudor de la frente y fue hasta allá. ¿Convulsiones? ¡Habían visto las convulsiones antes! Si se parecía a lo que había pasado... en unos diez quince minutos o así...

Salió corriendo hacia allí.

-¡QUE TODOS SE APARTEN DE LOS QUE ESTÉN TENIENDO CONVULSIONES! -gritó mientras corría- ¡LOS PROFESORES Y YO ESTAMOS EN CAMINO!

-Enviaremos también una ambulancia. En diez minutos aproximadamente llegarán. -Dijo la voz. -Aguarden allí y esperen por favor no intenten hacerse cargo de la situación.- Insistió antes de colgar

Tras terminar la llamada Enrique miro al Decano. Mandaran una patrulla y una ambulancia. En diez minutos se supone que estarán aquí, así que le ruego que avise a los de abajo por Dios. Yo saldré a la calle a esperarlos y los llevare abajo cuando lleguen.  

El viejo doctor bajó al sótano sin replicar mucho, cosa rara en él, y vio a Luisra dando voces. Al parecer no debían acercarse a los de las convulsiones. Estaba bien saberlo!

Viene una patrulla y una ambulancia. Pero yo que ustedes saldría de aquí cuanto antes.

Y el tío se queda así, sin explicar nada. Como si hubiera un futuro en el que escribir un artículo sobre ello que otros doctores pudieran plagiar. 

-Yo no pienso acercar mis manos a esa boca ¿has visto el desastre que ha montado?-le dije mirando el cuerpo inerte a mi lado.

-¿Convulsionando? no me jodas-dije enfurecido, me incorporé tan rápido como pude una vez sujetado Segrillos y miré a mi alrededor, nosotros casi encerrados en la enfermería, enfermos rodeándonos y convulsionando, otros ya no se movían, la decisión estaba tomada, cogí una caja de guantes y los repartí entre todos los presentes-cuanto menos contacto tengamos con ellos mejor, esto no pinta nada bien-dije seco y tajante.

-Hay que pensar fríamente, esto es muy contagioso, lo estáis viendo, es un milagro que estemos aún sanos, cojamos a los que aún puedan moverse y largémonos de aquí, ellos ya no tienen remedio-dije con una mezcla de lástima y rabia por no poder hacer nada-quizás más adelante podamos venir y ayudarles, pero ahora es imposible hacerlo-

-Quien quiera que me siga-dije sin esperar respuesta, me acerqué a uno de los alumnos más cercanos que podían moverse lo sujeté y me encaminé hacia la salida, según pasaba cerca de uno de los cuerpos inertes, me pareció ver cómo empezaba a mover una mano -"esto no puede estar pasando"-pensé asustado mientras acarreaba al chico.

Se miró las manos enguantadas. ¡Por fin se deciden a poner guantes! ¿qué les costara llevarlos siempre y no ensuciar? 

Cuando el barbudo dijo que se alejasen de la gente que comvulsionaba pensó que se refería a él y se esforzó en no balancearrse. El hombre de la corbata dijo algo de marcharse. Santana agarró con más fuerza el palo de la escoba, nadie le iba a obligar a irse mientras su nueva amiga estaba con el hombre que mordía. 

-¡Joder! -Maldijo en cuanto vio que los cadáveres dejaban de temblar. - ¡Acaban de parar! ¡Esta puta mierda de los cojones está pasando en menos tiempo! 

Con tres grandes zancadas cubrió el espacio que le separaba de los que estaban en el interior de la sala acompañados por Segrellos

-¡No sé qué pollas es pero tenemos que salir de aquí! Martín tiene razón, son demasiados...

-¡Qué dices! ¡Hay que ayudarles! Se supone que van a venir los médicos.

-Simplificad tíos que no somos genios. -Preguntó mientras se ajustaba las gafas que le daban un aire más intelectual, no se sabía si había pedantería o ironía detrás de sus palabras.

- ¿Qué es lo que pasa?