Partida Rol por web

-¡Y con mi lira!- digo, tomando mi instrumento musical en la mano derecha y alzándolo sobre la cabeza.

"Variopinto grupo. No sé yo qué van a hacer una elfa maciza, una paladina remilgada, una plebeya tímida, un encapuchado con pinta de brujo y un humano melenudo. Menos mal que voy a acceder a ir con ellos para cuidarme de que no corran excesivo peligro y que vuelvan con vida..."

-¡Devolveremos la paz a la región, como que me llamo Gnimsh el Único!- exclamo con energía, y vanagloríandome mentalmente de lo bien que se me van a dar las gnomas después de semejante aventurilla. ¡Seré un héroe! ¡Seré AÚN más irresistible!

 Entoncés... - animo a que hable.

El anciano mediano os mira incrédulo. No parece ser capaz de aceptar que alguien esté dispuesto a arriesgar su vida por otro, y sin haber dinero de por medio. Durante un instante una especie de brillo de esperanza aparece en su mirada, pero desaparece antes siquiera de que podáis confirmar si se trata de eso o del reflejo del fuego. Cuando se vuelve a dirigir al grupo su cara vuelve a ser una máscara pesadumbre, como si aquel pequeño soportara sobre sus espaldas el peso del mismísimo mundo.

Gracias por vuestro ofrecimiento, no dudéis que será tenido en cuenta. Pero estas no son horas para convocar una asamblea, el día ha sido duro y las gentes del pueblo tienen hambre y cansancio. Yo mismo estoy deseando comer el estofado que tan bien prepara Verlae. Si aún estáis interesados buscarme mañana y hablaremos de la escolta. Ahora si me disculpáis dicho esto el alcalde deja de concentrarse en vosotros para hacerlo con el plato que tiene enfrente, degustándolo lentamente.

No sabéis que es lo que es, si el tono de sus palabras, su lenguaje corporal o simplemente el aura que lo rodea, pero estáis seguros de que el alcalde no os ha dicho toda la verdad. Incluso os dais cuenta de que come a desgana y lanza constantes miradas a las ventanas y la puerta de la posada.

 Echo una mirada a los demás. - puede que no sea buen momento para hablar de lo que no ha dicho. - pienso justo un momento antes de asentir con suficiencia y volver a mi asiento. Bebamos y comamos, pues mañana quien sabe lo que nos deparará el destino.

-Sabias palabras amigo mio digo contestando a lo dicho por Rhean ademas el estofado tiene una pinta excelente y mi barriga continua vacía.

Digo mientras me dirigo a al mostrado donde pido un plato de ese estofado que huele tan bien.

Por supuesto que tiene una pinta excelente dice el enano con una amplia sonrisa ante las palabras de Eko no exagero si digo que el estofado que preparamos aquí haría que el cocinero real se avergonzara de su nulidad.

El enano pasa la mirada por todos y cada uno de vosotros, y en sus ojos podéis ver un brillo bastante característico de los enanos, el brillo del oro. Al parecer ahora que ve que tenéis intención de consumir y de pagar sus reticencias iniciales han desparecido. Entonces que serán, seis raciones de estofado con su bebida, ¿no?

Por mi si. Mira a sus compañeros aunque no esta acostumbrado a utilizar esa palabra en los últimos tiempos. ¿Y ustedes amigos?

Bueno, ya que vamos a pasar aquí la noche, va siendo hora de que también saciemos nuestro apetito. Tomaré una cerveza con el estofado, gracias. Me senté de nuevo en el taburete que ocupaba en la barra, con mi escudo apoyado a mi lado. Crucé las manos mientras esperaba a que el tabernero nos sirviese a todos. Mañana nos espera un largo día, imagino. Quizás sería buena idea que, antes de acostarnos esta noche, acordemos dónde reunirnos por la mañana para ir a ver al alcalde y comenzar nuestra misión.

La joven asintió a la oferta del enano con un cortés gesto de agradecimiento, inclinando lévemente su cabeza mientras esbozaba una sonrisa.

Naolind no estaba muy satisfecha con aquellas palabras, y menos aún con el hecho de realizar aquel trabajo sin esperar nada a cambio. No obstante, estaba cansada, hambrienta y ahora sólo quería descansar. Prefirió no continuar con aquel tema, no por aquella noche. Mañana sería otro día. Quizás aún pudieran llegar a algún tipo de acuerdo, si no económico, quizás con provisiones para continuar su viaje.

-Tu y yo ya hablaremos de todo de noche, rubito- le digo a Theoden, ya que se ha ofrecido a ser mi compañero de cuarto. Si es que los admiradores me salen hasta de debado de las piedras- Te lo compondré en una alegre tonada cuya letra hasta un guerrero torpe podría entender.

Corro hacia la comida y comienzo a ingerirla con avidez. Tenía un hambre lobuna. Y por supuesto, no siento reparos en pedir...

-¡Otra jarra de cerveza, señor enano!

Convendría retirar pronto, que quiero dormir bien. Mañana tengo una larga historia que comenzar, si al final salimos de aventura...

La elfa olisqueó la comida, y aún esperó un rato a que sus compañeros comieran, con cierta desconfianza, el reflejo de cuanto se sentía a su alrededor, su empatía natural le hacia tener un mal presagio, pero en vista de que la comida no ocultaba nada y el resto comían y repetían, Qüenya empezó a comer, despacio, con hambre pero sin ansia, no había prisa, menos aún cuando sus compañeros repetirian tantas veces y se hartarían de cerveza mientras la elfa disfrutaba de su vasito de agua.

¿Rubito? ¿Guerrero torpe? La noche prometía hacerse muy larga en compañía del bardo. Empezaba a arrepentirme de mi decisión de vigilar al retaco ligón. Cuando el enano cantarín pidió a gritos otra jarra de cerveza de aquella forma tan desenfadada no pude evitar esbozar una sonrisa.

Bueno, ya que fijo que me va a sacar de quicio con sus canciones y escasa educación durante la noche, al menos la velada promete ser divertida con este pequeñajo. Quién sabe, a lo mejor hasta acabamos llevándonos bien... aunque lo dudo.

Comía sin prisa junto a os demás. La cena estaba deliciosa. Nunca hubiese pensado que, en un lugar tan deprimente como aquel, pudiesen servir buena comida.

Veo que la presencia del alcalde no os impone lo suficiente como para que preciséis mejorar vuestros modales, pequeño bardo. Supongo que no habrá forma de evitar que me dediquéis una melodía esta noche que aluda a mi, cómo dijísteis hace rato, rubia melena de chica. Cenad a gusto y reponed fuerzas esta noche, pequeño bardo, pues mañana se plantea un largo día y, quién sabe, tal vez en esta misión aprendáis de algunos de vuestros compañeros a tener cuidado y más respeto por aquellos que os acompañan. Dirigía a Gnimsh una severa mirada. Por un lado estaba ansioso por "enseñarle" cuatro cosas sobre educación y discreción a ese minúsculo ser; por otro verle comer con tanta ansia me provocaba ganas de reír.

En el fondo tiene gracia esta criatura. Aunque todavía no sé si eso es bueno o malo...

Dirigí una mirada a la elfa, quien parecía desconfiar del plato servido por el enano. ¿No tenéis apetito, señora?

El posadero os sirve el plato de estofado y la cerveza con diligencia y rapidez. Ahora que tenéis el plato delante os dais cuenta de que pese a ser un “estofado” cada plato apenas contiene tres o cuatro pequeños trozos de carne acompañando a la patata y unos pocos trozos de zanahoria. La carne además posee un sabor bastante muy dulzón, no se parece a nada de lo que habéis comido nunca. Pero después de la larga caminata y del frio recibimiento sabía tan bien como el mejor de los manjares de la corte real. El enano no alardeaba en vano cuando os hablo de la exquisitez del estofado.

Mientras cenáis tranquilamente os dais cuenta de que el ambiente en la posada no esta tan enrarecido como hace unos minutos. Al igual que vosotros las gentes del pueblo están concentradas en sus platos y en intranscendentes conversaciones con quienes comparten la mesa. Incluso comienza a alzarse ese ligero murmullo de varias conversaciones a la vez tan característico de las posadas de todo el mundo. Al parecer a la luz de la chimenea de la posada los habitantes de Malaest pueden olvidar la sombra que les rodea por unos minutos.

Una vez os ha servido a todos y a un par de mesas que aun no disponían de su ración correspondiente el enano se retiro por la puerta por la que había salido no hacía mucho. Segundos antes la pelirroja camarera se había asomado y había hecho un extraño gesto con la mano derecha. No podíais asegurarlo con total certeza, pero parecía como si lo estuviese llamando. Sea como fuere, os dejaron a los seis solos en la barra, mientras a vuestro alrededor las gentes del pueblo cenaban tranquilamente sin recordad siquiera que estabais allí.

 Espero a que todos tengan sus platos y bebidas, me siento junto a los demás, en la barra. Una vez todos juntos, dedico una larga oración agradeciendo a los dioses por la comida y bebida que voy a tomar en una noche más al servicio de la justicia y la bondad.

No me inoportuna aunque me molesta ligeramente que los demás no lo hagan. Sin embargo, acostumbrada como estoy a que la vida religiosa sea poco tenida en cuenta en ciertos ámbitos sociales, como es este caso, les ignoro.

Cuando por fin termino mi oración comienzo a comer, con educación, callada, sin prisa pero sin pausa.

No es que no tenga hambre Sir, es prudencia

Unas pocas palabras amables por parte del mediano no me dan su confianza, y al igual que él ha forzado sus palabras, yo muy diplomática he forzado la sonrisa, si le soy sincero caballero, ganas me dan de sitiar en solitario este poblado y condenarlo a morir, puesto que si no poseen esperanza o ilusión por la vida, no la merecen

Pero tal como he dicho antes, haré cuanto esté en mis manos para cambiar esto

Doy un mordisco tímido a la carne a medio comer, el resto tal vez ya estén repitiendo, pero yo tan solo he probado el agua y medio plato, sin prisa pero sin pausa voy comiendo, total, el plato no se va a ir

Permanezco en silencio mientras como y cuando el el joven alto y rubio comienza a oral paro de comer durante un momento no por que comparta sus creencias ni por que crea en ella pero si por respecto. Un respeto que por ahora todos mis compañero me merecen.
Una vez ha terminado vuelvo a mi plato y a mis pensamientos.

Mientras como, pienso en una alegre tonada de mi antigua aldea gnoma.

Comer comeeer...

Comer comeeer...

Comer para podeeer creceeeer...

Psé, ni que me hubiese servido de mucho, que no llego al metro y medio.

Pero claro, con raciones tan escasas como ésta, no es de extrañar...

Bueno, a hincarle el diente, que me muero de hambre. Y después, salvo que las bellezas aquí presentes tengan algún plan nocturno más interesante, me temo que me iré a acostar. Hace ya demasiado tiempo que no duermo en una cama como para desperdiciar la oportunidad de meterme entre sábanas y dormir sobre un colchón, en vez de hacerlo sobre paja o sobre la rama de un árbol.