Partida Rol por web

La tormenta de arena

I. Un tesoro bajo las arenas

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17/07/2015, 14:54
Dominique Vivant

Con la entrada en escena del soldado está claro que el paseo va a ser a otro lugar, cosa que tampoco me molesta. A fin de cuentas es el propio Empereur quien quiere vernos.

Resoplo molesto ante sus ofensivas palabras, tomo, además de lo dicho, un pañuelo perfumado y salgo, junto a Devalier, al exterior, para ir a la reunión.

Asiento ligeramente a sus palabras.

Qué hombre tan grosero... Lo repentino de su llegada y su ida ha impedido que lo pudiera amonestar por su actitud. Como lo vuelva a ver me veré forzado a entregarle mi tarjeta.*

Y voy andando, junto al buen Devalier, jugueteando con mi bastón de paseo a cada paso.

 

Notas de juego

* para retarlo a duelo

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17/07/2015, 15:59
Abeillut Sadar

Con la mirada perdida en el horizonte, el bereber dejó marchar al urgido Barraud, mientras barruntaba las desgracias que habrían de acontecerles si los extranjeros se empeñaban en marchar en la misma dirección que el tal Lovain. Murmuró en voz baja una plegaria a Allah, mientras acariciaba con los dedos el mango de su flissa. Después miró al soldado que había quedado junto a él.

- Friansés. - llamó - Tiu amigo dice que niosotro vamos a seguir ruta de otro friansés, ¿si? - chapurreaba como bien podía, valiéndose del rudimentario francés que había podido aprender desde que se uniese a la expedición - Mala cosa, amigo. Noroeste, ¿si? Niosotro morir ahí, mucha arena.

Sadar sacudó la cabeza contrariado. Quizá aquel soldado francés le dijese algo más, pero de poco serviría: mejor sería dirigirse a alguien con más autoridad para advertir del peligro. No parecía buen momento para salir.

Notas de juego

De momento hablo un poco a ver si el soldado me cuenta algo, luego cuando venga el teniente ya intentaré convencerle del peligro de salir ahora (si es que esa es su intención).

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18/07/2015, 10:36
Dr. Emelien Leblanc

Me mordí el labio al ver entrar a Barraud, ansioso por obtener una respuesta, pero para mi sorpresa esta se hizo esperar. Asentí ante las palabras del soldado y le agradecí su labor antes de volverme hacia el Capellán

- Parece que el descanso tendrá que esperar un poco mas padre. - Dije con un leve matiz de ironía antes de llamar a una enfermera.

Tras darle instrucciones precisas a la enfermera de como proceder, tratando de limitar los posibles contagios, me abroche la levita y explique que me dirigía ha mis aposentos para asearme. No podía presentarme en esa reunión con este aspecto.

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18/07/2015, 21:36
Eugène Descoteaux

El sacerdote se disponía a replicar al empecinado doctor cuando Barraud informó que tanto el galeno como él habían sido convocados a una reunión con el gran general. El capellán mostró rostro circunspecto y se limitó a asentir mientras instintivamente sujetaba la cruz de madera que colgaba de su pecho. Una cruz que antaño había sido de oro pero que como la mayoría del clero de la época había sustituido por una de material más humilde para no llamar la atención de los revolucionarios más anticlericales del cada vez más extenso imperio de Francia.

- Bien... ¿y sabéis alguna cosa sobre el motivo de dicha reunión con el Gran General? - preguntó a modo de curiosidad

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19/07/2015, 14:34
Jean-Pierre Barraud

El joven se disponía a marchar, cuando una última pregunta del sacerdote le obligó a girar sobre sus talones de nuevo.
- Lo lamento padre, pero desconozo el motivo de dicha reunión. Supongo que será para planificar el próximo paso a dar; posiblemente necesiten el consejo de todo aquel que pueda colaborar.
- Con su permiso...

Jean-Pierre dirigió un saludo a sus interlocutores y se dirigió al exterior.

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20/07/2015, 10:28
Guardián

El soldado de infantería se quedó asombrado ante las palabras de Sadar, sin saber muy bien a que se refería. El veterano miró hacia el horizonte sin observar nada relevante y a punto estuvo de responder con cierto grado de mal humor. Los mamelucos eran carroñeros inmundos, pero los franceses no eran mucho mejores. Se paseaban por allí como si fueran los dueños del mundo y si algo tenía claro Abeillut, es que aquella campaña no hacía más que dar constancia a sus pensamientos. El veterano exclamó algún tipo de exclamación malsonante y marchó rápidamente a realizar sus tareas.

De repente, el teniente Lecroix se personó frente al guía nativo. En su cara se podía leer una mueca mezcla de nerviosismo y decepción. El caballero dragón se acercó hasta Sadar, tenía algo importante que comunicarle. 

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Ya estáis juntos y podéis interactuar.

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20/07/2015, 12:01
Guardián

El soldado marchó con rapidez. Había cosas que hacer antes del toque de descanso. Allí quedaron el Dr Leblanc y el padre Descoteaux, especulando sobre las posibles razones por las cuales el General en Jefe de los ejércitos los requería en su tienda. A buen seguro que habría una razón de peso, pero en ese momento poco podían asegurar. El avance imperial de las tropas comenzaba a complicarse. En aquel desierto no sólo los turcos eran el enemigo visible de aquella campaña.

Había enemigos ocultos y perniciosos...

 

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Últimas interpretaciones antes de que os reúna a todos.

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20/07/2015, 12:08
Guardián

El paseo nocturno había sido interrumpido de forma abrupta. Los modales del soldado habían puesto de mal humor al Barón de Denon, que no dudaría en reclamar una satisfacción en caso de que aquel incidente se volviera a repetir. Como noble, Vivant sabía que ante todo se debía mantener el respeto y la clase, aunque los tiempos convulsos de revolución habían desestructurado el mundo...

A su lado, Charles Duvalier intentaba aprender todo lo que podía de su versado mentor. Estar allí era toda una experiencia para el joven anticuario, y a buen seguro que todo aquello le reportaría un buen grado de experiencia.

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Últimas interpretaciones si queréis y os reúno a todos.

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20/07/2015, 12:44
Jean-Baptiste Lacroix

Sadar, te necesito. El general Murat nos ha mandado una misión... “especial” mision especial, yo tendría que estar delante de los dragones para enfrentarme a Ibrahim Bey y no haciendo vete a saber que. No se si tenias algo entre manos pero olvidate de ello. Hemos de reunir al resto del equipo, alguna pregunta antes de continuar Sadar?

Y se lo quedo mirando, mientras le daba una calada a la pipa.

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20/07/2015, 13:11
Dominique Vivant

Sin duda, el incidente del soldado me había puesto de pésimo humor.

Un ejemplo más de lo que nos ha reportado la revolución...

Francia es un ejemplo para el mundo. Libertad, Fraternidad, Igualdad... Pero aquellos que han conseguido tantos privilegios con el nuevo estado deberían aprender a ser menos arrogantes y más... caballeros. Más educados. Ser educado no se aprende a punta de bayoneta... me preocupa, monsieur Duvalier, no puedo negarle que me preocupa, el ejemplo que damos al mundo, al considerar como un igual a zafios sin modales, como ese soldado de antes... Es por eso por lo que nuestra misión aquí es tan importante. Los museos son los lugares donde todos pueden adquirir algo de cultura. La oportunidad para darse cuenta de lo pequeños que son, cuando se comparan con lo inmenso que es el mundo... Y quizás hasta puedan ver lo generoso que es el estado francés con su pueblo.

Aunque me esforzara por ocultarlo, no dejaba de escocerme ver como un don nadie era capaz de tacharme de traidor sin pestañear. Era el resultado de nuestra revolución, con todo lo bueno y malo que eso traía. El tiempo diría si ganaba lo bueno a lo malo.

No lo olvide nunca, monsieur Duvalier... Nuestra misión es tanto o más importante que la de los soldados que nos acompañan. Ellos someterán el país, pero nosotros rescatarrmos de la arena las maravillas de este lugar para exponerlas con gran esplendor en nuestro país. Como muestra de nuestra grandeza cultural. El respeto se consigue con las armas, pero se mantiene con las obras... Y la cultura.

Era algo en lo que valía la pena creer, aunque me costaba al recordar la barbarie del Comité de Salvación Pública, con la detención arbitraria de miles de ciudadanos y su ejecución sumaria, con una parodia de juicio, justo antes de ser guillotinados en cualquier plaza. Aún recuerdo el sonido de las hojas de la guillotina cayendo, el sonido seco de los cuellos al quebrarse y el ruido sordo de las cabezas, rodando dentro de los cestos de mimbre.

Qué horror... Cuántas veces creí que yo iba a ser el siguiente... Malditos jacobinos.

 

 

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20/07/2015, 17:25
Dr. Emelien Leblanc

Emelien llego al pequeño espacio que tenia asignado para sus aposentos personales. El espacio era realmente minúsculo, pero aun así tenia la suficiente intimidad para que el doctor pudiese asearse y arreglarse en privado como era su costumbre. A la vista del catre sintió la tentación de dejarse caer en el y cerrar los ojos durante unos minutos, pero se resistió seguro de que si lo hacia no despertaría en muchas horas, y sin duda se perdería la reunión

Aprovecho el aseo personal para examinar su cuerpo cuidadosamente, buscando síntomas de la peste o de cualquier otro mal que pudiese amenazar su salud. No podía permitirse caer presa de la enfermedad, o mejor dicho de que alguien le diagnosticara y pidiera su ingreso.

Recorrió centímetro a centímetro de su cuerpo frente al espejo, y después de espaldas utilizo un segundo espejo de mano para poder observar su espalda. Todo parecía estar en orden.

Unos pasos se acercaron a la puerta, y durante un instante su cuerpo se atenazo, paralizado por el miedo. Durante un instante aquellos pies se detuvieron junto a su puerta. Rápidamente comenzó a vestirse al ritmo de su corazón desbocado que amenazaba escapar por su garganta. No bien se puso una manga de la camisa, los pies del exterior volvieron a moverse, pasando de largo. Un sudor frio recorrió su espalda mientras se apresuraba a abotonarse la camisa.

Salio de la tienda un minuto mas tarde completamente arreglado y mas importante aun, con su cerebro bien despejado después de la reciente impresión que había sufrido. 

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21/07/2015, 00:15
Charles Duvalier

Parece que a mi compañero le ha afectado mucho más la actitud de ese soldado. Seguro que le hace ese comentario al sargento Josep – pienso mientras me toco mi cicatriz – y puede que ni acabe la amenaza.

Intento calmar a mi compañero. – Tranquilo Monsieur Vivant, recuerdo que mi abuelo decía que no ofende quien quiere sino quien puede. Me lo explicaba después de que algunos clientes con grandes cargos intentaran decirle de que estilo, país y época era determinado objeto de nuestra tienda.

– Lo que si lo avergonzaba era que alguno de sus amigos, que el mismo reconocía como mejores conocedores de ese tipo de objeto le demostraran que se había equivocado en una tasación. ¿Lo considera de su nivel intelectual?

Al cabo de unos pasos cabizbajo tengo que acabar de reconocer que tiene una buena parte de razón. – Aunque si es un serio problema que se les de armas y una posición de poder a gente así.

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21/07/2015, 08:37
Dominique Vivant

he de reconocer que la actitud de mi compañero es práctica y útil. Comparto sus opiniones, aunque me gusta parecer más osado... Al menos de cara a la galería, y no deja de ser cierto que actitudes como la del soldado me llenan de inquietud.

El futuro es de los zafios, querido amigo. De los zafios y los ignorantes. Nuestra labor es más titánica aún si cabe, al tener que luchar contra marea. Coja uno de esos jac... proletarios arrogantes y siéntelo ante un buen libro o una botella de vino. Usted también sabe cuantos elegirían embrutecer su alma con el vino antes que elevarla con una buen lectura.

 

Tras ello se me dibuja una sonrisa cómplice.

Pero no quiero agobiarlo con mis devaneos... Lo cierto es que la actitud de laissez faire, de su merced, no sólo me gusta sino que también la comparto. Hemos de hacer lo que podamos, y lo que queramos, pero sin esperar nada de ello. Si estamos dando margaritas a los cerdos, al menos estaré feliz de haber tenido esas margaritas en mis manos.

Me gusta el joven Duvalier, y el hecho de estar lejos de oídos ajenos (al menos lo suficiente como para poder escuchar toda la conversación entera) me hace sentir tranquilo y seguro.

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21/07/2015, 12:22
Abeillut Sadar

Sadar se incorporó al ver al teniente francés, echando un último vistazo a su espalda antes de asentir.

- Sí, sí, tienientie. Sadar prieparado, sí. - recogió su fardo, dispuesto a seguir a Lacroix - Pero yio prigunta, sí. ¿Viamos a salir a disierto? No buen momento. No buen prisagio ahora. Sombras, sí.

Sadar chapurreaba como podía los pensamientos que le afligían, sombras de las supersticiones con las que se había criado toda la vida, que chocaban con la naturaleza ilustrada y renovadora de las gentes que habían llegado a sus tierras con afanes conquistadores. El bereber, sin embargo, nada de esto entendía, y comenzaba a sentir cierto desapego por aquellos pagadores que ignoraban constantemente las señales del desierto, que su tribu había aprendido durante generaciones. Aunque quizá aquel Lacroix fuese diferente...

- Buen tieniente escucha a Sadar, ¿sí?

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21/07/2015, 14:25
Jean-Baptiste Lacroix

Mientras le daba una ultima calada a la pipa, escuchaba a Sadar con curiosidad.

Créeme amigo mio, yo tampoco quiero salir, me gustaría quedarme...tendría que quedarme pero ordenes son ordenes.

Vació los restos de tabaco que quedaban en la pipa y la guardó. Yo estoy dispuesto a escucharte Sadar, pero ahora mismo tenemos cosas que hacer. Si estas preparado movámonos, tenemos que buscar al resto.

Y empezó a caminar en pos del resto del equipo.

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22/07/2015, 22:43
Guardián

El teniente de caballería azuzó a Sadar para que se diera prisa. Podía leer la mueca de preocupación en la cara del bereber, pero como bien había dicho, las órdenes del Corso sólo podían obedecerse. Más tarde habría tiempo de charlar y averiguar qué era lo que tanto incomodaba al guía del desierto, pero ahora la tarea estaba completamente clara: había que preparar al pelotón para su pronta partida al día siguiente.

 

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Lo dejamos aquí y os reúno con todos.

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22/07/2015, 22:48
Guardián

El toque de descanso resonó por todo el campamento. La noche comenzaba a cerrarse sobre ellos y el cielo emergía como un tapiz estrellado. Poco a poco todos se fueron dirigiendo a la tienda del General en Jefe del ejército. En la entrada de ella, dos escoltas de la guardia personal de Bonaparte hacían guardia. Tras un breve saludo, fueron dejando pasar a todos aquellos que tenían notificado presentarse a la reunión.

Ya en el interior de la amplia tienda, pudieron observar que Bonaparte no estaba allí, cosa que supuso una decepción moderada para alguno de los oficiales que se hallaban allí. Antes de que dijeran nada, el General Murat -que aguardaba sentado junto a la gran mesa donde se desplegaba el mapa de la región y en el cual Napoleón realizaba sus cábalas y organizaba sus estrategias- les instó a acomodarse en varias butacas  reunidas para la ocasión.  Acto seguido, el mayordomo personal de Bonaparte apareció con un vino para aderezar el acto.

El espacio del cual disponía el Sire era relativamente holgado y disponía de varios espacios reservados y separado del cubículo común que solía utilizar para debatir los planes de guerra y avance. La iluminación del lugar era de un amarillo anaranjado, que daba un cierto grado de calidez y había varias estanterías repletas de manuales de variados, entre los que destacaban los tomos de matemáticas, pues de todos era conocido que Bonaparte era un fanático de las mismas.

Allí, junto a Murat se reunían: el Coronel de artillería y Jefe de ingenieros Marcel Galindeau y el reputado antropólogo y sacerdote flamenco Luc Van Haal. El trío charlaba distendidamente mientras los convocados hacían acto de presencia. 

Los primeros en llegar fueron el Barón de Denon Dominique Vivant y su apoderado Charles Duvalier. A los pocos minutos, el teniente Jean Baptiste Lecroix del segundo regimiento de caballeros dragones entró junto a su alférez Gerrard Farrè y su guía bereber Abeillut Sadar. Tras ellos, hicieron su entrada el padre Descoteaux y el Dr Leblanc, mientras que finalmente, los últimos en compadecer fueron el Coronel de infantería Duvaquel y un sargento del tercer regimiento de fusileros.

Uno tras otro, todos ellos fueron ocupando su lugar en aquella reunión de máxima importancia y en la cual, Bonaparte todavía no se había presentado...

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22/07/2015, 23:14
Joachim Murat

El general de la caballería napoleónica observó como uno a uno, los invitados iban acudiendo a la reunión. Murat se mantuvo al parte mientras debatía con el coronel Galindeau. Una vez llegaron todos, se alzó de su butaca y se dirigió a ellos:

- Ruego tengan paciencia. Nuestro Sire ha salido a dar su paseo vespertino. No se lo tengan en cuenta...- intercedió en pos de Bonaparte con gracia y galantería. De todos era conocido, que Murat era el ojito derecho de Napoleón y en diversas ocasiones, le confería grandes responsabilidades que habitualmente el Corso no solía delegar.

- Aprovechen para degustar este Borgoña de la colección privada del General en Jefe y tomar algo de fruta. Les aseguro que en breve entraremos en materia.-

 

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23/07/2015, 09:30
Abeillut Sadar

Sadar entró en la tienda de Murat con el gesto arrugado por los malos pensamientos que se le venían a la mente al pensar que pronto se hallarían, con toda seguridad, jugándose la vida en un desierto que él conocía lo bastante bien como para saber que no les recibiría con caricias. No es que temiese el guía al desierto: al contrario, adoraba recorrer sus dunas y sentir en su piel la dureza del sol curtiéndole. Pero, como los antiguos de su tribu solían decir, no ha de tentarse al animal cuando está este furioso.
El bereber se situó en un punto poco visible de la escena, detrás de los franceses. No se sentía cómodo en exceso entre tanta pomposidad, y tampoco creía que nadie fuese a escuchar su opinión, aunque quizá se equivocara.

- Nio vino, grasias. - rechazó cuando le ofrecieron el borgoña, aunque no se privó de coger una pieza de fruta y darle un bocado.

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23/07/2015, 10:50
Dr. Emelien Leblanc

Observe la disposición de los muebles con cierta curiosidad, hasta que las palabras del General me llevaron a fijar mis ojos en el vino. Debía ser una cosecha excelente, pero beber si quiera una copa ante aquellos que podían ser mis pacientes me pareció una idea desafortunada. En su lugar, deslice mi mirada por la mesa hasta llegar a la bandeja con fruta, y tras evaluar la promesa de sabor que el aspecto de las distintas piezas ofrecía, me decidí por coger unos pocos dátiles.

Me lleve el dulce fruto a los labios y deje que mis dientes desgarrasen la carne. Se trataba de una variedad pequeña, y habían sido recogidos pronto por lo que pese a su tamaño resultaban blandos y carnosos.

Esta pequeña distracción me alivio de la imperiosa necesidad que sentía por abordar el asunto que me preocupaba.

Nada se gana siendo impaciente.

Las palabras de Robert resonaron en mi cerebro. ¿Cuantas veces no le habría oído decirme que debía controlar mi temperamento impulsivo y apasionado? Si me viera ahora estaría orgulloso de mis progresos en esa materia.