Partida Rol por web

Veis como una lágrima brillante, casi plateada, cae por el rostro de la elfa. Perdonadme... era mi hermano a quien encontrasteis y sentí el momento de su muerte igual que puedo ver ahora cómo se termina la luz del día. Era la única persona que me vinculaba a ésta tierra y antes de partir quiero dejar como legado el último encargo de los reinos elfos. Ni mis lágrimas ni mi corazón roto van a servir de nada en éste momento, encerraré mi tristeza y simplemente pensaré en seguir adelante, recuperar lo robado y entregarlo tal y como me pidió el Señor de Rivendel, no hay otra cosa que pueda hacerse.

Vuestros ojos no nos permitirán avanzar cuando cierre la noche pero ahora podemos avanzar, después os ayudaré con vuestras heridas si me lo permitís. Creo que ninguna es grave y unas horas de sueño reparador serán suficientes para que dejen de molestar.

Therri gracias por hacerme saber que disteis cobijo a mi hermano en su última morada, éso es algo que no voy a olvidar y para siempre serás llamada amiga de Lyndale. Se quita con un gesto elegante un collar de hilo de plata del que cuelgan dos piedras, una de verde brillante y la otra del mismo material pero apagada como si hubiera perdido su luz. Del collar retira la piedra apagada que cierra con fuerza en su mano y después se lo entrega a Therri.

Saradoc se ha quedado detrás de vosotros y aunque apenas conocéis al hobbit una extraña tristeza se ha apoderado de su rostro, no sabéis si la mordedura del lobo o la presencia de los cuervos de negras alas ha tenido algo que ver pero está claro que no es la misma persona alegre que encontrasteis en vuestra pelea con los lobos.

Ingolt se incorpora una vez adecentado como ha podido sus ropajes, a pesar de todo se ha ofrecido a ayudar a Lyndale sin dudarlo. Estos últimos años han ayudado a establecer extrañas alianzas que antes de la muerte de Smaug quizá fueran impensables y quien sabe si también en este caso llegan a ser igual de importantes. Lo que está claro es que sus problemas con sus socios han pasado a un segundo plano.

Therusia se mantiene firme, sus años de aprendizaje, su firme convicción de su linaje son suficiente anclaje para saber qué es lo correcto y en este caso no hay duda ninguna. Sólo necesita que le digan hacia donde caminar y hasta allí llegará pase lo que pase, la tozudez enana es legendaria y parece que Therusia es una digna representante de su pueblo. Si los pueblos libres están en peligro no será ella quien se quede atrás en su defensa.

Odo... Odo saludó a Lyndale y estuvo caminando a vuestro alrededor junto a su sabueso, ahora no está a vuestro lado, pero cuando comenzáis a recoger de nuevo vuestro equipo dejado al pie de la colina ois su voz que os llama desde el otro lado de la cresta por la que aparecieron los montañeses. Aquí, grita el hombre de los bosques, he encontrado algo!.

Therusia miró la piedra entre confusa y sorprendida. En primer lugar, no se esperaba aquello y, además, nunca había visto a una piedra hacer eso. Algo le decía que tenía que ver con la muerte del hermano de Lyndale. Magia élfica. No cabía duda de que aquello era un honor. Inclinando la cabeza, aceptó la ofrenda. Parte de ella sentía las viejas rencillas que había entre ambas razas, pero no pudo evitar sentir cierta compasión por aquella mujer. Y responsabilidad hacia la tarea que se les avecinaba.

—Ingolt, ¿cómo lo ves? —preguntó dudosa a su compañero, pues al fin y al cabo era quien tenía la pierna herida. Ella no entendía nada, ni de heridas ni de la resistencia humana, pero si se le daba bien leer expresiones. Y se daba cuenta de dos cosas: a Ingolt le dolía de verdad y algo raro le pasaba al hobbit— Eh, Saradoc, ¿ocurre algo?

En aquel momento oyó el grito de Odo y se volteó la cabeza; negras nubes atravesaban su mente, pues parecía que las desgracias no hacían más que sucederse.

—¿Mas problemas?

Decidieron seguir antes de que cayera la noche sobre ellos, con suerte tal vez, el montañés se habría detenido a admirar el objeto o se habría confiado de qué los otros montañeses hubieran dado buena cuenta de ellos.
Estuvo observando a sus compañeros, ¿qué hacía él allí?- no dejaba de preguntárselo.

Una cosa era ayudar a alguien en apuros, pero ir en busca de problemas, él ya tenía los suyos e iba a ayudar a una elfa que no conocía de nada...¿cómo de importante era ese objeto que portaba Lyndale?
Luego estaban los cuervos-miró a Saradoc- al parecer aquella visión había afectado a varios de sus compañeros.

Se mantuvo en silencio intentando encontrar respuesta a esas preguntas, por suerte, podía mantener el ritmo de sus compañeros. Eso sí, cuando se detenían, sentía los latidos de su corazón en la pierna, necesitaba curarla y descansar unas horas, como mínimo.

Cita:

- aquella pregunta le hizo mirar a Therri, hija de Öffi.

Me duele, pero aguantaré, no es un corte profundo, ya ha dejado de sangrar. Gracias a este palo intento no cargar peso en la pierna.- le contestó mientras le mostraba el bastón improvisado que había cogido del suelo.

Por cierto, desconocía que las mujeres enanas se alejarán de sus fortalezas y pelearán con tal bravura. Os debo la vida, cuando volvamos a Ciudad del Lago, la primera ronda corre de mi cuenta. - le dijo a su compañera, no se lo había querido decir, pero sin su ayuda y la de su hacha, no hubieran logrado vencer a los montañeses.

Therri había hecho buenas migas con la elfa y aquello era un hecho extraño- es en el campo de batalla dónde surgen las verdaderas amistades- recordó el dicho que le dijo su padre, refiriéndose a la batalla de los cinco ejércitos, allí se juntaron todas aquellas razas que querían vivir en paz y no sirviendo a la Sombra.

Tal vez, por ello debía ayudar a Lyndale con sus asuntos, en su interior Ingolt creía, que llegado el caso aquella elfa hubiera hecho lo mismo por él.

Cita:

El hijo de Ingelt miró hacía arriba, Odo se había separado para ir vigilando los alrededores, casi como un explorador y al parecer, había encontrado algo.

—¿Conoce a muchos enanos?— preguntó a Ingolt, en parte por curiosidad, en parte como broma. Los humanos rara vez se interesaban demasiado por los asuntos enanos, salvo para comerciar e intentar conseguir algo de oro u orfebrería. la enana hablaba en voz baja mientras se dirigía hacia donde estaba el hombre del sabueso— Pero sí, tiene razón. Nosotras no solemos salir a la superficie. Los palacios y túneles son nuestro hogar. En cuanto a luchar... nunca lo había necesitado hasta hoy pero...

Hablas demasiado, Therri. 

La enana había estado a punto de preguntarle que quien creía que guardaba las fortalezas cuando los hombres se iban. No había más que usar los sesos para saber que no se protegían solas, pero se empezaba así y se acababa hablando más de la cuenta.

—...todos sabemos defendernos allí abajo ¿no es así aquí arriba? Pero bueno, ya habrá tiempo para conversar... Espero.

- Vamos, venid! - dice Odo agitando insistentemente la mano. - No os quedéis atrás.

A su vez, Huan acompaña al hombre del bosque con unos graves ladridos.

Tras la conversación con la elfa, Saradoc se notó notó bajo de ánimo. No sabía porque pero este enfrentamiento le había causado algo de pesar pero no quería mostrarlo al grupo, aunque no pudo disimularlo bien. 

Eh, Saradoc, ¿ocurre algo?

"Tranquila Therri estoy bien. Algo agotado nada más."

​​​​​​De repente el hobbit oyó a la llamada de Ido e hizo un esfuerzo por ir a ver qué pasaba.

     Odo os llama al otro lado de la colina y subís de forma trabajosa al haberos quedado parados unos minutos hasta llegar allí y ver al hombre del bosque mirando unas huellas y señalando a su perro otras un poco más alejadas que éste comienza a seguir.

-el montañés que ha huido con tus objetos ha llegado hasta aqui (señala una serie de huellas que bajan por la colina hasta su posición) ha montado en un caballo que ya estaba con un jinete o muy cargado de peso y se han marchado en aquella dirección (señala hacia las montañas que dejásteis atrás). Es raro que no se haya escuchado en ningún momento el ruido de ningún caballo y que no hayan aprovechado la ventaja de haber cargado contra nosotros desde lo alto de la colina.

     Además, no han hecho ningún intento en ocultar sus huellas y avanzan en línea recta. Seguir este rastro es sencillo pero dentro de no mucho nos adentraremos de nuevo en la zona de colinas altas y será fácil perderse o hacerse daño si viajamos de noche.

     Gracias a la pericia de Odo, el olfato del perro y la visión de Therusia y Lyndale podéis avanzar algo en las horas siguientes. Ya no es el ritmo de persecución que llevabais por vuestra cuenta, pero está claro que tampoco podéis perder mucho tiempo.

     La luz está desapareciendo y sólo la ausencia de bosque o montañas en poniente permite que se alargue el día. Es fácil seguir las huellas que vuelven hacia las montañas dejando un rastro firme y continúo, quien sea el jinete no está teniendo ningún cuidado en ocultar su paso y eso a vosotros os favorece.

     Finalmente ni siquiera la luz de las estrellas es suficiente para asegurar el rastro y el miedo a perderlo en un giro brusco y las horas de persecución hacen que la mejor decisión sea montar el campamento. Os resulta extraño, todos lleváis varias jornadas de camino en solitario y ahora se puede hacer reparto de tareas, organizar mejor las cosas e incluso hacer guardias si lo veis necesario. La rutina del fin del día cambia de repente, ya no depende sólo de uno de vosotros elegir dónde parar, dónde colocar la manta o el saco, qué cenar. También es verdad que mientras que unos pueden ir a recoger leña otro puede ir buscando agua o ir preparando unas hierbas recogidas por el camino.

     También es el momento de hablar, de contar cómo habéis llegado cada uno hasta aquí, qué conocéis o esperáis de esta parte de la Tierra Media. Lyndale aprovecha para cantar una canción, la mayoría no entendéis la letra pero sabéis que es triste y antigua, Ingolt sabe que habla de Beren y Luthien pero apenas es capaz de hacer algo más que sentir el peso de la melodía. Es una noche de despedidas y a la vez es la noche en la que empiezan nuevas relaciones, nuevos lazos forjados por una necesidad de ayuda y templados con sangre.

Siguieron durante horas el rastro dejado por aquel montañés- había alguien esperando con un caballo, observando la pelea entre ellos y el grueso del grupo de montañeses- al final, la noche y el miedo a perderse, les hicieron detenerse.

¿No participó?...podría habernos atacado y sorprendido...- murmuró Ingolt.

Cuando ordenaron el alto, fue el bárdido el primero en buscar un lugar donde parar. Dió varias vueltas alrededor y avisó a sus compañeros- aquí estaremos bien.

Tenemos agua fresca- miró cómo una corriente de agua salía de entre las piedras cercanas al campamento- tenemos leña cerca y musgo para hacer fuego- observó a su alrededor y estas rocas nos darán cobijo contra el viento y ayudarían a nuestra defensa si nos atacaran.- golpeó con el palo al pequeño saliente de piedra e indicó a sus compañeros que sería bajo de él dónde dormirían.

Se dejó caer agotado mientras organizaba sus cosas, preparaba las mantas, sacaba algo de bacon y pan duro- ya no me queda más comida, esto es todo lo que tengo- se lamentó para al rato sonreír- aquí queda cerveza- sacó un odre y se lo mostró a Therri animoso.

Lyndale entonó una canción, una melodía triste que le hizo recordar lo mucho que extrañaba a su padre, escuchó la palabra Beren y Lúthien, y aunque conocía a los protagonistas no entendía nada de lo que cantaba la elfa.
Se levantó, acercándose a ella y tras rebuscar entre sus cosas, le dió la espada que encontró cerca del cuerpo de su hermano.

Toma, esto lo encontré cerca de tu hermano, es tuya por derecho.- le dijo ofreciéndole la espada.

Te prometo que se hará justicia. Ahora come y descansa, mañana será un día largo.- le susurró mientras le sonreía y le quitaba las lágrimas con un trozo de tela limpio.

Qué guapa es...con razón Beren perdió la cabeza y fue capaz de cualquier cosa por salvar a su Lúthien- miró a Lyndale con la boca abierta mientras se secaba las lágrimas.

Alrededor del fuego, bebió y comió Ingolt, les contó a sus compañeros quién era, provenía de Ciudad del Lago, su padre era comerciante y él, desde pequeño entendió lo pequeño que era el mundo dentro de las murallas construidas por Bardo, decidió marchar y conocer nuevos lugares.

Eran tiempos difíciles, Smaug vivía en la Montaña Solitaria, como era costumbre en los jóvenes más activos, fue entrenado por la guardia de la ciudad y participó en la batalla de los cinco ejércitos, allí cumplió 22 años, tras el período de paz que se inició tras la caida de Smaug, el negocio de su padre fue creciendo y nuevas rutas comerciales fueron apareciendo, ello hizo que tanto él como su padre viajaran, descubriendo nuevos caminos para hacer llegar sus productos.

Ingelt, mi padre, trabaja la madera como nadie. Su especialidad son los juguetes.- dijo orgulloso ante sus compañeros.

Y entonces, fue cuándo ocurrió- será fácil cruzar el Bosque Negro- eso dijo Baldor, comerciante e amigo de su padre, prometiéndole un sinfín de riquezas si lograban llevar la mercancía al otro lado del bosque.
Su padre, en un principio, iba a ir él en persona junto a Baldor y sus hijos, pero unas fiebres lo mantuvieron en cama tres días e Ingolt tomó su lugar.

Hacía tiempo que no viajaba tanto y sus habilidades fueron puestas a prueba en el gran bosque, al final lograron cruzarlo, para tras la sorpresa del bárdido, ser traicionado por sus compañeros de viaje.
Mientras dormía, le dejaron con lo puesto, algo de comida en un lugar al azote de goblins y bestias, robando el cargamento de su padre y huyendo hacía el Sur a venderlo todo.

Ingolt juró que los encontraría y se vengaría...pero, de momento, aquello tenía que esperar.

Miró a sus compañeros y sonrió- después de todo, he conocido a un hobbit- le movió el pelo a Saradoc- en Ciudad del Lago se cree que sóis portadores de buena suerte, así que estoy seguro que mi suerte va a cambiar a partir de este momento.- dijo mientras pegaba un trago largo al odre de cerveza y echaba más leña al fuego.

¿Y tú Therry? ¿Oddo? ¿Saradoc? Venga, anímaos y contad un poco, hemos combatido juntos...no está bien, que no nos conozcamos.

Mientras el resto comenzaba a preparar las cosas para pasar la noche de la forma más cómoda y segura posible, la enana se dedicó a mirar el mapa de la zona, intentando averiguar en que punto exacto estaban y hacía donde se dirigían en su persecución. Preocupada, miró el cielo en busca de nubarrones o señales oscuras y peligrosas, pero no parecía que fuese a haber demasiado problema.

—Quizás debamos poner alguna trampa para tener algo de comida durante el camino. —sugirió cuando la elfa terminó su canción. Una vez "revelado el truco" la profunda voz de Therri ya no parecía la de un hombre. Al menos a oídos de quien sabía que no lo era. Mesandose la barba, la mujer señaló unas colinas lejanas— No sé si las huellas nos llevarán hacía allí o no, pero se dice que en esas colinas hay tribus de montañeses. Habrá que montar guardia. Sin embargo, un objeto así no parece ser algo que buscarían para ellos, así que quizás vayan a otro lado... y hablando de eso, Lyndale, ¿puedes contarnos algo más acerca de ese objeto? Si vamos a jugarnos la vida por ello, deberíamos saber de que se trata.

Esperaba que la noche transcurriese tranquila, con todos durmiendo a pierna suelta, pero le agradó ver que comenzaba la camadería entre ellos. Ingolt empezó a contar su historia y la enana escuchó con atención, haciendo algunas preguntas sobre el trabajo de su padre. En las colinas había algunos jugueteros, pero no trabajaban con madera, sino con complicados engranajes, hojalata y tuercas. Eran juguetes de los que los enanos se sentían muy orgullosos, pero reconocían la habilidad artesanal de los hombres, que eran capaces de dar vida a la madera de forma tan simple e ingeniosa. Curiosa por probar las cervezas humanas, dio un trago al odre de Ingolt aunque desconfiaba del hecho de guardarla en un odre de cuero. Era definitivamente la peor cerveza que había probado jamás. Sin cuerpo, sin fuerza, sin vida... era poco menos que meado de cabra. De una cabra muy enferma. Tan enferma que nadie querría siquiera comerla. Por educación, sin embargo no dijo nada, pero rechazó un segundo trago.

—Bueno, como ya dije, mi familia se dedica al pulido y talla de las piedras, de las gemas. Algunos ven el valor dependiendo de la rareza de la piedra, pero incluso la más común de los elementos puede ser extraordinario si se le da la forma adecuada. Por supuesto, requiere trabajo y paciencia. Pero se puede lograr

Sin entrar en muchos detalles, Therusia explicó que efectivamente las mujeres no salían habitualmente de la fortaleza pero que el cielo abierto le había llamado tanto como la piedra. Sus habilidades con el tallado estaban fuera de toda duda por sus compañeros pero aún así, no veían con buenos ojos que saliese, sin embargo contra todo pronóstico, consiguió convencerlos. Al fin y al cabo, era tozuda incluso para ser un enano. Therusia no lo mencionó, pero para los enanos las mujeres eran valiosas como gemas y por ello no les hacía gracia que saliesen. El hecho de que la hubiesen dejado salir e incluso la destinasen a una misión como aquella... bueno. Era un indicador. Y no precisamente bueno. La enana continuó explicando que, a pesar de todo, después de unos cuantos viajes acudiendo a los mercados, le encargaron tender una nueva ruta comercial con la ciudad de Bardo. 

—No sé la razón, quizás mi artesanía, quizás mi forma de negociar, pero decidieron que fuese yo.

- Déjame ver esas heridas. En mi pueblo aprendemos que con todo aquello que nos rodea podemos sacar un beneficio. Sean hierbas, flores, hojas o un puñado de tierra incluso, sabemos algunos trucos para curarnos y restablecernos un poco. La vida es dura cerca del bosque, aunque nos dediquemos al pastoreo como es el caso de mi familia. ¿Sabéis? Mis padres son muy pobres y apenas podemos mantenernos todos los hermanos. Por eso llevo algunos días herrando por la zona, quiero probar de llegar a las tierras de Beorn a ver si encuentro algo con qué tirar adelante. Pero en fin, os estoy aburriendo, déjame tratar esa herida, Ingolt.

Odo observa con atención la herida aviva un poco el fuego y se alumbra con un poco de fuego para verla mejor. Luego, consigue un puñado de hojas frescas, las mezcla con tierra humedecida con agua y empieza a extender una cataplasma alrededor de las heridas.

- Al principio puede escocer un poco pero con el tiempo, te calmará. Mañana estarás como nuevo.

Tras horas siguiendo un rastro el hobbit aunque aun desanimado se encontraba algo mejor y se alegro mas al saber que por fin iban a descansar. El lugar escogido por Ingolt le pareceia adecuado al hobbit, el cual solo estaba pensando en comer y fumar, llevaba horas sin probar bocado y su tripa ya rugia esperando que la alimentaran.

Saradoc se sento al fuego mientras buscaba en sus provisiones que comer - "Veamos que tenemos por aqui... zanahoria no me apatece... hummm tengo papas pero sin carne no podre hacer buen guiso... UN PUERRO en que momento cogi esto... esto si, esto si si si, pan de lembas esto me vendra bien para recuperar fuerzas." - susurraba el hobbit (o eso creia) mientras buscaba en su mochila.

De repente vio como Maese Ingolt le hizo una carantoña a la cual el hobbit respondio con una sonrisa de agradecimiento. Tras la comida era el turno de la pipa. Saradoc cogio las mejores hierbas de la comarca que todavia le quedaban. Las olio con mucho gusto, siempre habia apreciado el buen tabaco, y sabia perfectamente que este era perfecto para una ocasion como esta. Echo la hierba en la pipa y se arrimo a la hoguera para encenderla empezando a soltar humo cuanto mas aspiraba hasta que finalmente la encendio.

Tras encender su pipa Saradoc observo atentamente a la elfa y su canto, denotaba tristeza y a la vez sonaba a despedida, los hobbits les gustaba cantar y sabian interpretar las canciones de los demas - "Vaya, Lyndale esta cantando una cancion triste, parece que se esta despidiendo de su hermano" - Dijo el hobbit mientras seguia fumando de su pipa.

La noche siguio pasando, Lyndale dejo de cantar y sus compañeros empezaron a compartir sus historias y conocerse mejor a lo que Saradoc respondio - "Teneis unas historias interesantes, la mia es mas sencilla. Soy un hobbit granjero de la comarca. Mi vida parecia aburrida y empece a oir historias sobre un tal Bilbo Bolson. Pronto todos en la comarca hablaban de sus hazañas y se hizo muy famoso. Entonces fue cuando decidir seguir sus pasos, a diferencia de la mayoria de hobbits yo necesito aventuras tengo mucha curiosidad y me encanta ayudar a la gente... " - Saradoc siguio hablando un rato mas, hasta que se hizo el silencio, entonces el hobbit, al que le gusta cantar, aprovecho y se animo con una cancion que le gustaba mucho interpretar:

"En el hogar el fuego es rojo,
y bajo techo hay una cama;
pero los pies no están cansados todavía,
y quizá aún encontremos detrás del recodo
un árbol repentino o una roca empinada
que nadie ha visto sino nosotros.
Árbol y flor y brizna y pasto,
¡que pasen, que pasen!
Colina y agua bajo el cielo,
¡pasemos, pasemos!"

Pero el hobbit estaba cansado y apenas pudo cantar una estrofa hasta que su voz y su cuerpo dijeron basta, el cansancio hacia mella y quizas tocaba ya descansar.

Mientras que Ingolt prepara la zona de descanso y Odo busca hierbas para ayudar a curar las heridas de los aventureros ois la voz de Saradoc que os habla de vez en cuando:

Odo, dame unas ramas de esa hierba.

Ingolt ya que vas a por leña, mira, allí... si, si, si, allí bajo el árbol ¿me coges esas setas? Nooo... esas no, las de al lado. Gracias, si si si

Hmmm... Therri, por favor, si no te acabas la cerveza déjame ese fondo.

Pronto un delicioso olor llena la zona de acampada, os trae recuerdos, os lleva hasta casa y es curioso cómo todos podéis sentir en ese momento un recuerdo similar cuando sois de culturas diferentes, tal vez esa sea la magia de los hobbits y un cálido sentimiento os envuelve mientras degustáis la cena preparada por Saradoc. Quizá sólo por esto ya fuera motivo suficiente para llevarse siempre un hobbit consigo cuando sales de viaje.

Después Odo revisa vuestras heridas, se le nota conocimientos, más que los que tienen algunos que se llaman médicos en la Ciudad del Lago eso está claro. En apenas unos minutos las heridas han dejado de molestar y sólo hay una pequeña posibilidad de que a Ingolt le quede una leve cicatriz, pero posiblemente ni eso gracias a la pericia de Odo.

Lyndale canta y después lo hace Saradoc y no podéis evitar reir ante los intentos del hobbit que parece que a ratos se olvida de la letra, no ha sido mal intento y tras lo que os ha preparado estáis más que dispuestos a perdonarle eso y mucho más si hiciera falta. Cuando Therusia le pregunta sobre el objeto que estáis intentando recuperar su gesto se vuelve serio y una nube cruza su rostro. La verdad es que no lo se, mi hermano me entregó el bolso y me dijo que lo protegiera pasara lo que pasara, que en caso de peligro huyera y no mirara atrás. El señor de Rivendel fue muy claro, nos necesitaba para entregarlo a Thranduil y de eso dependía el futuro de los pueblos libres. Se que algunos de mis hermanos han sido tachados de curiosos pero no es nuestro... mi caso, prometí llevar el contenido y sólo eso es lo que ahora me mantiene en pie. Siento no poder daros más información, si os puedo decir que va dentro de una caja de madera labrada y con un cierre con un sello lacrado con el anillo de Elrond pues él en persona se la entregó a mi hermano.

Si seguís el camino que parecen llevar los montañeses os alejaréis del Bosque Negro y también de las tierras de los beórnidas. No parece que haya muchas más opciones ya que las huellas se dirigen a un punto desconocido hacia las montañas y sabéis que apenas hay dos pasos conocidos y ninguno está lo suficientemente cerca.

      Cuando Ingolt saca de entre sus pertenencias una espada élfica a Lyndale se le ilumina la cara y agradece el gesto del hombre, sujeta entre sus manos la fina espada que está sin ninguna mancha ni resto de combate gracias al cuidado de Ingolt y finalmente se la devuelve: Gracias, nunca pensé en volver a verla. Mi padre se la entregó a mi hermano hace ya muchos, muchos años y ha servido bien a los reinos elfos. Ahora quizá sirva a los humanos con la misma firmeza. Me hicisties feliz guardando su cuerpo, eso es suficiente para mi.

Esta espada lleva guardado en el pomo una gema que te dará luz cuando te envuelva la oscuridad, al menos así será mientras mi familia siga en estas tierras que me temo que no será por mucho tiempo, pero al menos sabré que estará en manos de una buena persona.

     Organizáis rápidamente las guardias, realmente Lyndale se ocupa de casi toda la noche ya que le basta con que le dejéis un par de horas para poder estar vigilante el resto de la noche. Al final es Odo quien se ocupa de estar pendiente esas primeras horas, se siente descansado y las heridas de Ingolt necesitan más reposo, cuando Therusia se queja llegan a un acuerdo de que sea ella la que se ocupe al día siguiente de la primera guardia y así zanjan el asunto.

     El amanecer os sorprende con el cielo despejado, el sonido del agua que burbujea y nuevamente un agradable aroma a frescor. Saradoc os va entregando a cada uno un cuenco donde el agua se une a hierbas desmenuzadas y una raiz que aporta dulzor, no parece consistente pero si os despierta los sentidos. Parece que las horas de sueño y la bebida han devuelto la energía a vuestros músculos y Lyndale parece ansiosa por partir por lo que no la hacéis esperar y comenzáis de nuevo la persecución siguiendo el rastro que os marca Odo.

    La mañana transcurre tranquila, avanzáis a la mayor velocidad que os podéis permitir sabiendo que va a ser muy difícil acortar distancias a pesar de que el caballo vaya cargado, pero no os queda otra opción que intentarlo. También notáis que entre vosotros empieza a ser más fácil la conversación, tras compartir la noche entre presentaciones que se habían quedado a medias, intentos de canciones y hablar de vuestros orígenes al menos sabéis  de donde viene cada uno y es más fácil entenderos.

El cataplasma funciona- asi lo sintió Ingolt al levantarse temprano, agradeciéndole a Saradoc ese brebaje, que parecía despertar los sentidos.
Gracias maese hobbit, me ha sentado de maravilla.- le dijo.

Empezó a recoger sus cosas en silencio, ayer pasaron una buena noche y la verdad que el descanso, ayudado por la guardia de Lyndale, había sido reparador.
Se miró la pierna, la herida estaba cerrada y solo le dolía si presionaba fuerte con el dedo, pero no le impedía moverse.
Miró la espada élfica, parecía mejor que la suya, decidió llevarla consigo e utilizarla en caso de peligro.

Cita:

¿Brillaba? ¿Qué quería decir con aquello?- se preguntó Ingolt.

Avanzaron a buen paso, Ingolt cerraba la marcha intentando mantener un ojo en Saradoc, para que no se perdiera.

-Gracias a Oddo puedo mantener el ritmo, ¿cómo lo habría hecho? sea como sea, después se lo agradeceré...- pensó mientras miraba al hombre de los bosques.

Su perro fiel le seguía en silencio, atento-qué estampa más curiosa- sonrió el bárdido.