Partida Rol por web

Aewyn se alegró enormemente cuando la rata quedó muerta panza arriba, con el cráneo roto por su bastón y aún moviendo débilmente una de sus patas traseras. Pero no había tiempo que perder. Otra rata había vuelto a morder a Cinderel. Afortunadamente la mediana consiguió apartarla de un mazazo.

Queriendo aprovechar ese momento, empezó a acercarse a ella para aplicarle una sanación rápida con uno de sus conjuros. Sin embargo, cuando se recuperó del aturdimiento del golpe, la rata fijó sus perversos ojillos en Aewyn. Durante un segundo la elfa dudó en qué hacer. Pero cuando vio las profundas ojeras de Cinderel y su mano libre. ensangrentada, tratando de detener la hemorragia, se decidió. Se necesitaban unos a otros. Corrió hacia Cinderel lo más rápido que pudo. Sacó de su bolsa unas sales de sanación que esparció apresuradamente por las herida más graves, y luego impuso sus manos para imbuirlas con magia y cerrar la carne abierta. Concentró la energía arcana en sus manos, esperando aliviar el sufrimiento de la mediana.

Con el corazón latiendo a la velocidad del aleteo de un colibrí, la mediana apenas sentía dolor. El fragor de la batalla enfurecía su corazón e impedía que sintiera de piel para adentro. Cuando vio a la elfa venir en su ayuda fue consciente de la delicada situación y su evidente fragilidad. A punto estuvo de desmayarse cuando Aewyn le impuso sus manos, pero una bocanada de vitalidad encendió su alma de nuevo cuando vio aquella asquerosa rata saltar hacia su salvadora...

- ¡Bastarda alimaña del averno! ¡Vuelve a la oscuridad! - y lanzó un ataque con más ira que precisión sobre la rata para proteger Aewyn.

Resumen turno 3

Las ratas seguían a lo suyo, tratando hostilmente de morderos, una de ellas yacía ya. Cuando la rata que iba a por Aewyn corrió hacia ella, se golpeó con otra de las alimañas (R4) impidiéndole su posterior impacto contra el enano...

Cinderel trataba de atacar a la rata que cargaba contra la mujer elfa, pero sin éxito; mientras tanto, Rúrik enarboló su hacha e hizo acopio de gran fuerza para emplear un severo tajo a otra de ellas:

Daño: 6

Finalmente, Aewyn aprovechó su vía libre para correr hacia la mediana, y entonces le aplicó unas sales que sólo ella sabía de su composición.

Afortunadamente la elfa había llegado a tiempo y ahora Cinderel sentía brotar la vida de nuevo desde su corazón. Con bríos renovados se lanzó a por la putrefacta rata que tenía más cerca con la sana intención de aplastarla de un mazazo.

-¡Asquerosa rata! - gritó al tiempo que pensaba cómo podría agradecer a Aewyn sus cuidados, porque tenía clarísimo que no hubiera sobrevivido sin su ayuda.

Su conjuro surtió efecto. Aewyn comprobó aliviada que el color volvía a las mejillas de Cinderel, y ésta de inmediato volvía a agitar la maza con energía por encima de su cabeza, acompañando sus ataques con una retahíla de insultos. Eso era buena señal, había recuperado su vitalidad. Luego echaría un vistazo más detenidamente a sus heridas. Ahora debía defenderse de la repugnante rata que se abalanzaba sobre ella de nuevo. Habían tenido suerte. La rata estaba por saltar sobre ella, pero la fortuna quiso que tropezara con otra de las criaturas que estaban enzarzadas con el enano, dándole unos preciosos segundos para atender a la mediana. Pero la rata volvía a la carga. Con la respiración agitada pero llena de determinación, agarró fuerte su fiel bastón de madera de roble y se dispuso a golpearla lo más fuerte que pudiera, con la esperanza de aplastarle la cabeza y poner fin a su miserable existencia.

La rata que se echaba a por Rúrik apenas tuvo tiempo de chillar de dolor. Su hacha la atravesó limpiamente. Se sentía aliviado por ver que sus compañeras estaban estables, pero no podía confiarse demasiado. Ya quedaban pocas y todavía tenía que terminar la limpieza.

—¡Volved a vuestra madriguera, nidos de pulgas!

Resumen turno 4

Tras recuperar fuerzas a través del poder mágico de la elfa, Cinderel volvió a blandir su maza. Sin embargo, tras intentar golpear a la rata, nada pudo hacer para dañarla. Después, sin dilación alguna, Aewyn volvió a menear su bastón, golpeando fieramente a la alimaña que pretendía morderla. El golpe fue tal que tras el impacto la rata viajó hacia el muro lateral, se estrelló sobre él y su cuerpo inerte quedó tendido allí. Finalmente, Rúrik levantó y descargó su hacha, y el corte procurado al roedor no hizo sino partirlo en dos mitades. Cabeza y cuerpo se congregaron casi a sus pies, provocando las manchas de sangre sobre el suelo de aquella catacumba. Una de las ratas había huido por los agujeros de los que habían salido. Ahora quedaba solamente un último asqueroso ejemplar, la cual trató de atacar a Cinderel, pero sin éxito. Tras ello, el grito profanado por el enano Rúrik, que resonó en eco en aquella cripta, no hizo mella en el último roedor, al que ahora arrinconábais.

Rúrik trató de pegarle un tajo al roedor que quedaba, pero la criatura era tan escurridiza como agresiva. Solo logró cercenar unos cuantos mechones de pelo y un par de bigotes.

—Me parece que no ha terminado la fumigación…

Cinderel parecía tener más tino con la palabra que con la maza, aunque no desesperaba en el intento. Viéndose superior en número, cuando vio a la rata avalanzarse contra su salvadora, levantó la maza sobre su cabeza y aguantó la respiración antes de lanzarla sobre la criatura. 
 

-Maldita rata!! Se ha vuelto a escapar!

Aewyn siempre se había considerado una erudita. La violencia física siempre la había dejado para los guerreros y mercenarios con los que a veces había viajado, y en los ocasionales peligros ella siempre había optado por la magia ofensiva, mucho más sofisticada y limpia. Golpear a algo vivo con unel arma hasta matarlo le había parecido desde siempre salvaje y animalesco.

Hasta ahora.

El último golpe que había asestado había hecho volar a la rata hasta estrellarla con la pared. Desconocía que tenía esa fuerza oculta, pero le gustaba. Y desde luego no se le daba mal el asunto. Su recién descubierta parte salvaje ansiaba más sangre. Volvió a agarrar con fuerza su bastón, ya ensangrentado, y miró desafiante a la rata que se aproximaba. No tenía miedo, y con el necio arrojo que otorgaba la niebla roja que la dominaba, lanzó un brutal y mortífero golpe al roedor al tiempo que daba un iracundo grito primitivo.

Tras intentar asestar el golpe, trató de interponerse entre la rata y Aewyn, pero su barriga cervecera —orgullo de todo enano que se precie— tenía otros planes.

Parecía que no era el día de Cinderel. La maza golpeó en el aire, y por poco le impacta a alguno de sus compañeros. Sin embargo, pareció que toda la suerte abandonaba por momentos a la mediana para unirse a Aewyn; sin necesidad de magia salida de sus dedos golpeó su bastón contra la última rata estrellándola contra la pared. Ésta murió al instante. Rúrik, por su parte, trató de interponerse entre ella y el roedor, pero éste ya yacía muerto. Ahora estábais solos en la sala encolumnada, con la única compañía de vuestra antorcha y los restos de los roedores vencidos.

Una vez muerta la última rata, el frenesí sanguinario de Aewyn empezó a disiparse, y volvió a sentir el ambiente opresor e inquietante del lugar. Entonces vio a Rúrik acudir (tarde) al rescate con su barriga moviéndose de un lado a otro bajo la armadura, y no pudo reprimir una sonrisa. Aunque le resultaba extremadamente raro y contradictorio, le parecía un enano entrañable.

Luego vio su bastón, y le invadió una profunda sensación de repugnancia cuando vio los restos de sangre y pelos pegados. Tendría que limpiarlo antes de que se secara, pensó con un asco infinito.

Se acercó a Cinderel manteniendo el bastón manchado lejos de si misma y le preguntó, tratando de examinar las heridas:

- ¿Estás bien, Cinderel? Estas asquerosas criaturas nos han puesto en un aprieto... nunca había visto unas ratas tan grandes comportarse como una manada. Asombroso y repugnante, sin duda alguna. ¿Necesitáis vendas para tratar vuestras heridas? No tienen mal aspecto ahora, pero conviene limpiarlas. Quién sabé qué podían tener esas ratas entre los dientes. Afortunadamente traje algunas en mi bolsa. -le dijo a la mediana dejando su bastón a un lado para buscar entre sus pertenencias una venda que ofrecer o aplicar.

—Creo que estoy bastante entero, nada que una buena cerveza no pueda curar, pero cogeré alguna que te sobre por si acaso, muchas gracias —aceptó Rúrik sonriendo.

Se tomó un tiempo a solas para limpiar con cariño su hacha, aprovechando para afilarla y asegurándose de que no quedaban restos de sangre. Malditos roedores. Se culpó a sí mismo por no haber sido de más ayuda al resto del grupo, pero al menos había salido todos airosos.

Cuando terminó, se giró para comprobar cómo se encontraba el resto.

—¿Cómo os encontráis vosotras? Han dado guerra, ¿eh?

La mediana sentía un poco de vergüenza por el bochornoso espectáculo. De no haber sido por sus compañeros, habría servido de almuerzo a un grupo de ratas. Aceptó de buen grado los cuidados de la elfa.

 - Gracias Aewyn, siento dolor en el costado, creo que me han hecho bastante daño. Pero no tanto como para abatirme ni como para hacerme olvidar el valor de lo que debe haber al final de estas catacumbas. Rurik, ¿nos puedes dar luz?

Aewyn limpió lo mejor que pudo las laceraciones del costado de Cinderel y se puso a aplicar una venda. Desde luego, a la mediana todo lo que le faltaba de estatura lo tenía de codicia. Aún habiendo estado cerca de perecer, parecía que la idea de lo que podría encontrar allí abajo de valor le daba fuerzas. Aewyn esperaba que la proximidad de las riquezas estimulara más su habilidad en la lucha. Bueno, al menos era valiente... Sacudió la cabeza y suspiró:

- Espero que te encuentres mejor, Cinderel. Ciertamente no se me ocurre peor lugar que éste para acabar uno sus días... pero, afortunadamente, tengo un talento innato para los remedios.

Una vez terminó de atender a la mediana le tendió otra venda al enano. En su bolsa quedaban aún dos vendas, pero esperaba no tener que utilizarlas. Además, sentía que su poder mágico había menguado, pero no tenía intención ninguna de descansar en aquella tumba olvidada, y muchísimo menos tras el ataque de las ratas. Se giró hacia Rúrik:

- Mi estimado Rúrik, sugiero que vuelvas a tomar la delantera. Nosotras te seguiremos y apoyaremos desde atrás.

El enano era fuerte, aunque contra las ratas su hacha había cortado más aire que carne. No obstante parecía duro de roer. Si volvía a ir delante, al menos les serviría de "escudo enano" si se encontraban algo por el estrecho pasillo por el que iban a internarse.

Acomodó su bastón con unas correas para llevarlo a la espalda y sacó su honda y su bolsita de piedras. Se cubriría tras el enano y atacaría a distancia si era necesario luchar de nuevo.