Partida Rol por web

Efectivamente las verjas no supusieron ningún problema para el conde, tan sólo tuvo que empelar un poco del poder de su sangre para realizar la transformación en murciélago. Aquello no era algo que le agradase, convertirse en murciélago significaba rebajarse a tomar la apariencia de un ser inferior... sin embargo bajo aquella forma podía observar muchas cosas y pasar desapercibido. 

De momento el interesaba localizar el campo de trabajo de su enemigo, estudiar sus movimientos... y cuando fuera necesario actuar.

Drácula sobrevoló el edificio en varias ocasiones, había una ventana abierta en una de las últimas plantas del edificio. Se trataba de una ventana sin luz, probablemente se trataría de algún tipo de descuido. Con respecto a las ventanas que se encontraban iluminadas, desde la distancia donde las observaba no se podía apreciar si estaban completamente cerradas... lo que si se atisbaba es que daban una a un pasillo y otra a una biblioteca.

En cuanto que Ludwing sostuvo entre sus dedos el trozo de tela, se cercioró de que se trataba de seda negra... un material mucho más utilizado en el vestuario femenino que en el masculino. Un examen más exhaustivo de la prenda le indicó que la seda poseía un delicado bordado plateado... una auténtica filigrana.

El doctor Mattew miró con gravedad a Van Helsing.

- No es el primer caso profesor Van Helsing... su mujer apareció muerta justo un día antes... de manera que teniendo en cuenta que este hombre murió hace dos días pero que fue encontrado ayer... suponemos que ambos murieron al mismo tiempo... e incluso yo diría que él- señaló al cadáver con la cabeza- lo hizo antes... los signos de lucha son mucho más pronunciados en su cuerpo que en el de la mujer. 

-¿Su mujer? Preguntó sorprendido. Entonces... Van Helsing se llevó la mano izquierda al mentón mientras discurría. ¿Sus hijos?

-¿Podría ver el cuerpo de su esposa? Quizá hubiese por ahí alguna pista más.

-¿Por el momento son las únicas víctimas? Preguntó al Dr. Matthew y seguidamente se giró hacia el porfesor Fizban. Conozco la residencia de esta familia, podríamos empezar por investigar en ese barrio.

El rostro de Fizban, habitualmente sonriente, despistado o feliz de existir... se revistió de gravedad y pesar.

- El cuerpo de la mujer... - intercambió una mirada con el doctor Mathew- lo que queda de ella se encuentra tras esa puerta...- señaló una puerta contigua a aquella estancia- será mejor que lo vea con sus propios ojos.

Fizban se adelantó y abrió la pesada puerta de hierro con un chirrio tétrico.

La habitación parecía una pequeña celda y se podía distinguir una claraboya el el techo que mantenía bien iluminada la estancia con la luz lunar.

La mirada de Van Helsing se desvió rápidamente hacia una silueta que se encontraba acurrucada en un rincón, abrazada sobre sí misma.

- El cuerpo de la mujer fue depositado en esta habitación cuando lo trajeron. Cuando Mathew fue a examinar el cadáver aquella misma tarde, se encontró con esto... hemos verificado que se trata del cuerpo calcinado de una mujer... pero me gustaría poder constatar que se trata realmente de la esposa del desdichado obrero que se encuentra en la mesa de operaciones... por eso y por otras cosas que ya irá descubriendo lo he traído, mi querido aprendiz.

Tras asegurarme que nadie puede verme, me dirijo por el interior de la ventana en caso de estar y recupero mi aspecto, agradeciendo internamente el regreso a mi forma natural.

Sutil, elegante, y sigiloso, camino por los pasillos, al fin y al cabo, soy el príncipe de las tinieblas y no debo de ocultarme, mi dirección es la biblioteca en primer lugar.

Pero si está cerrada, daré una pequeña vuelta volando en busca de una ventana abierta que busque ser usada.

Van Helsing pasó a la habitación contigua tal y como le había indicado el Dr. Matthew y quedó horrorizado al ver el cuerpo de la mujer. Se giró hacia el profesor Fizban y comentó sorprendido:

-Pero... Ludwing avanzó hacia el cuerpo carbonizado de la mujer y la examinó para ver si podía reconocerla como la mujer del hombre. También intentó abrirle la boca y observar su dentadura. 

-¿Cómo es posible?

La Universidad era un edificio noble y antiguo, características que agradaban a priori al conde, más acostumbrado a estar entre construcciones con alma que en los edificios que presentaban las páginas de su historia en blanco.

 Sí, entre aquellos muros se respiraba el bullicio al que se veía sometido durante las horas diurnas, horas que desde hacía mucho tiempo le estaban vedadas... pero que tampoco envidiaba.

El objetivo del Drácula era estudiar los movimientos del profesor, según tenía entendido, por los libros que sobre Inglaterra había leído en Transilvania, los profesores universitarios tenían sus propios despachos de manera que sería una buena opción tratar de localizarlo, su intención no era entablar contacto visual con él pero seguro que Van Helsing guardaría cosas personales para allí e incluso podría saber sus horarios de clases y conocer sus costumbres...

Aquella tarea requeriría tiempo, pero a él le sobraba la eternidad... 

De manera que caminó deslizándose como una sombra entre los pasillos de aquella planta. Un vistazo a su alrededor le hizo darse cuenta que en aquella planta se concentraba un buen número de aulas... hasta que llegó a una escalera que conducía hacia un piso superior y hacia un piso inferior... ¿Dónde podrían encontrarse los despachos de los profesores en la planta superior o en la inferior?

Las sospechas del profesor no tardaron en confirmarse, entre las cenizas y el caos al que había quedado reducido el cuerpo de aquella desdichada, los expertos ojos de Van Helsing comprobaron que se trataba de una mujer, quizás no podía estar cien por cien seguro de que se tratara de la esposa del difunto obrero, pero descubrió en uno de los dedos calcinados el humilde anillo de acero que portaba en la diestra y la cadena de oro con una medalla de San Jorge que aún portaba en el cuello y que sabía que pertenecían a la misma persona, recordaba aquellos objetos con claridad por que en su día le llamaron la atención... pero aquello no fue lo único que confirmó... cuando le examinó la boca, comprobó que los colmilllos estaban desmesuradamente desarrollados y afilados.

Parecía que la cosa estaba clara, la infeliz mujer fue convertida en vampiro y su no vida apenas duró un amanecer, probablemente habrían dejado el cuerpo en el almacén para después ser estudiado por los doctores... aún así aquello no era habitual... normalmente los cadáveres se almacenaban en otro sitio en una cámara subterránea para que permaneciesen fríos y tardaran en descomponerse, el sitio donde habían depositado el cadáver de la mujer era un almacén normal con una claraboya en el tejado que con el amanecer quedaba totalmente iluminado por el sol... a Van Helsing le resultó muy extraño un descuido como aquel...

Cuando estuvo a punto de comentar sus sospechas, un ruido procedente del exterior llamó la atención de los doctores... especialmente la de Fizban, que miró de manera significativa al doctor Matthew.

- ¿Esperabas visita?...- a continuación ante la respuesta del joven doctor que negó con un movimiento de cabeza y con gesto muy serio añadió- Ludwing, quédate aquí... vamos a comprobar una cosa, ante cualquier cambio avísanos...- le dijo escuetamente con un destello verdoso en sus ojos mientras él y Matthew abandonaban la sala dejando sólo al profesor.

El ego del ser humano no hace más que ascender, aunque debería de encontrarse en la mayor de las profundidades. Subiré.

Me digo, más a mí mismo que otra cosa. Al igual que en mi castillo, las zonas personales, las habitaciones, suelen estar en la parte superior y es, tal vez, lo que me parezca lo más lógico. Dispongo de la eternidad, pero Van Helsing no, y él es una pieza clave en mi plan. De un modo que no puede ni imaginarse.

-He aquí nuestra asesina caballeros. Comentó Van Helsing a ambos hombres mientras les mostraba los dientes. La esposa del difunto. Les confirmó la identidad del cuerpo.

En ese momento un ruido sonó fuera y Fizban y el Dr. Matthew salieron a investigar lo sucedido. Ludwing asintió a las palabras del profesor y se dedicó de nuevo a examinar el cuerpo de la víctima y la estancia.

¿Por qué habían colocado a esta mujer en este lugar? Era obvio que la luz del sol había entrado a través de la claraboya. Observó la claraboya y se pudo hacer una idea de que la estancia al completo había sido inundada por la luz del sol. ¿Qué es lo que se pretendía esconder? Quién depositó a la mujer ene se lugar debía saber perfectamente lo que ocurriría si la luz del sol se proyectaba sobre ella. Sin duda alguien había deseado que así fuese. ¿Por qué? ¿Qué pistas querrían borrar?

El hecho de que aquella mujer hubiese sido convertida, significaba una cosa. Lo que Ludwing más temía. Sabía que acabando con el origen de las infecciones, los infectados recobraban su condición humana si aún estaban a tiempo. El hecho de encontrar un vampiro significaba dos cosas. O que el conde drácula no estaba muerto como él consideraba, o que él no era el origen. Cualquiera de ambas suposiciones incomodaba al profesor sobremanera.

La sangre... la sangre es vida, la sangre es poder... y tu ansías el poder por encima de todas las cosas... lo hiciste Erszébeth Bathory... ¡Ah... que lejos quedaban aquellos tiempos en los que obtenías la belleza de las desgraciadas que acudían a tu casa para servirte como doncellas! y desde luego que te sirvieron bien... siempre te ha gustado el color de la sangre... su textura, su calidez sobre tu propia piel... pero ahora además de bañarte en ella puedes beberla... te gusta como sabe, te gusta ver como son realmente las personas cuando su fluido vital te nutre, peor lo que más te gusta es la fuerza que va creciendo en tí cuando más te alimentas...

Llevas mucho tiempo detrás de convertirte en la reina absoluta... Vincent el señor de los vampiros posee la sangre más pura, la más antigua... mucho más poderosa que el príncipe transilvano... entre ambos se han disputado siempre el trono de Europa... pero tu sabes quien es superior y no estás dispuesta a quedarte en segundo lugar.

Descubriste por casualidad el pequeño secreto del señor oscuro, todavía te carcajeas cuando te acuerdas... que punto débil más delicioso... y que increíble coincidencia la tuya cuando te tropezaste con esa abuela guerrera y sus agerridos hijo y nieto... lástima que en aquel momento no hubieras tenido tiempo para saborear tu trofeo... pero la caza da un mejor sabor a la presa y esta está por caer.

Te has desplazado a Londres sólo para rodearlo, acercarte a él y saborearlo, eres una mujer paciente y poco a poco estás iniciando tus pasos. Primero mandaste a uno de tus perros a olfatear y a levantar liebres. El matrimonio de obreros y su hija no eran más que aperitivos para desentumeces los músculos y obligar al humano a moverse, pero eres una niña jugetona y siempre te ha gustado jugar con la comida, de manera que has decidido ir tu en persona a la Universidad... es allí donde tu presa trabaja y almacena sus cosas... estaría bien echar un vistazo.

Londres. Ya casi no recordaba cuando fue la última vez que había pisado Londres. He de reconocer que aquella ciudad me habia encandilado desde siempre. Sus angostas calles, serpenteantes, pobremente iluminadas y rezumando vapores que se confundían con su eterna niebla nocturna. Un paisaje romántico, bucólico, digno del mejor escenario y, sobre todo, del mejor festín. Todo un deleite para los sentidos. Un laberinto en el que cualquier cazador disfrutaría dando caza a su presa. Y yo, por su puesto, no iba a ser una excepción.

La ciudad me atraía tanto que me permití el lujo de dar un pequeño rodeo antes de que mi carruaje se detuviera en la puerta principial de la Universidad. Cuando aquel repiqueteo de cascos por fin se detuvo, dejando la noche en un completo y mágico silencio, la puerta de mi carruaje se abrió, permitiéndome poner mis pies en el suelo.

Cerre los ojos, aspirando el aire y una sonrisa felina, depredadora, se dibujó en mis labios. Podía olerlo. Era casi como poder tocarlo, como si estuviera a mi alcance. Incluso llegué a visualizarlo, haciendome una imagen mental de aquel desconocido que que tan familiar me resultaba. Me imaginé a escasos centimetros de su yugular, a punto de saborear aquello que tanto anhelaba: su sangre. La sangre que me permitiría ocupar por fin el lugar que me merecía, el lugar que me correspondía en nuestro mundo nocturno.

Reina y señora de los vampiros. Aquel título quedaba tan bien en alguien como yo... Seria una pena perder la oportunidad por un simple mortal. Nunca jamás, habia tenido problemas con ellos... Y aquella vez no sería la excepcion.

Lo cierto es que una parte de mi estaba incluso nerviosa. Llevaba mucho tiempo siguiendo la pista a aquel hombre y, sin embargo, aun no lo habia visto cara a cara. Hasta entonces, otros habian hecho el trabajo por mi, lo habian acechado y estudiado en mi nombre. Sin embargo, esta vez seria diferente. Habia llegado la hora de zanjar aquel asunto, y eso requería que yo misma, en persona, me dignara a hacer acto de presencia.

Sin problemas. Deseo concedido.

Observé aquel imponente edificio que se alzaba ante mi. No estaba nada mal, tenia que reconocerlo. Sin embargo, no era la arquitectura londinense lo que me habia llevado hasta alli.  Mi mirada escrutó aquella fachada con más detenimiento, fijándose solo y exclusivamente en lo que más me importaba ahora mismo: encontrar una forma de entrar.

No me costó demasiado. Allí estaba aquella ventana entreabierta, ofreciéndose a mi en medio de la noche. Una media sonrisa satisfecha se dibujó en mis labios. Ya habia cumplido el primero objetivo. Tenia una forma de entrar en aquel lugar. Y, una vez dentro, no seria demasiado dificil dar con él.

Miré a mi alrededor, asegurandome de que no habia ninguna mirada indiscreta posada sobre mi. Y, cuando aseguré mi intimidad, comencé a esfumarme, poco a poco, mezclándome con la noche hasta llegar a convertirme en una densa neblina que nada tenia que envidiar a aquella niebla londinense.

Y me elevé, en medio de la noche, desafiando a la gravedad, invisible a los ojos del mundo.

Ya voy.

Catalina entró en la universidad convertida en una espesa niebla, no le costó ningún trabajo utilizar el poder se su sangre para disolver su cuerpo y fundirse con el aire, era como iniciar una danza... aunque le gustaba sentir el tacto de su cuerpo humano convertirse en niebla tenía su encanto, en aquella forma podía acceder a los sitios más recónditos sin dejar de ser plenamente consciente de quien era y de lo que hacía... e incluso podía hacer que algunas de sus extremidades se materializaran cuando desease... como las manos o incluso emitir su voz... el coste de utilizar esto cuando estaba en modo niebla se traducía después en un hambre atroz... pero merecía la pena en según que casos.

Aunque de momento no necesitaba gastar más poder que el necesario para entrar por una de las ventanas... en aquella ocasión escogió la que estaba tenuemente iluminada, que conducía a la biblioteca.

La biblioteca estaba silenciosa y parcialmente iluminada en una sección concreta de la misma... había alguien estudiando, parecía tratarse de uno de los profesores.

Catalina centró su atención en aquel hombre... ¿sería él el profesor que buscaba?

Revoloteé por la estancia, dejando que mi ser se fundiera con el aire, antes de acabar por volver a materializarme en un lugar en el que no pudiera ser vista por nadie. Escogí el hueco entre un par de estanterías, cerca de la puerta, un lugar que, de ser descubierta, podria ser fácilmente relacionable con la entrada a la estancia.

Observé a mi alrededor. Me agradaba aquella suave penumbra, aquella luz de las velas. Desde siempre había considerado que no había nada mejor que la luz de las velas para dotar a cualquier lugar fe una asombrosa calidez. Esbocé una media sonrisa. Me gustaba aquel lugar. Era elegante, señorial. Un lugar con historia, en el que podía percibirse fácilmente aquel olor a historia.

Sin embargo, algo hizo que dejara de prestar atención a tan mundanos asuntos, captando mi atención. Mi olfato fue el encargado de hacer saltar la alarma. No estaba sola. Mis sentidos vampíricos me alertaron de la presencia de alguien. Podía escuchar su respiración; de hecho, si prestaba atención, podía incluso escuchar el latido de su corazón, llegando incluso a imaginar aquella sangre, dulce y cálida, recorriendo cada una de sus venas, pasando ininterrumpidamente por su yugular.

Paseé mi mirada por la sala, llegando incluso a relamerme ante la idea de una temprana cena. Sin embargo, al contemplar al hombre, sentado, a la luz de las velas, estudiando aquel volumen, saltaron todas las alarmas. Jamás habia visto a Van Helsing y, sin embargo, aquel hombre casaba prácticamente con la descripción del mismo: un poco más viejo de lo que habia esperado, quizás, pero por lo demás, muy similar a la descripción que mis "ayudantes" habian hecho de el.

No podia creer que la suerte me sonriera tan pronto. Me alisé el vestido, un vestido rojo oscuro, de terciopelo, rematado por una capa negra, de forro igualmente rojo y un rico collar de azabache. Y, sin dudarlo, revelé mi presencia en aquella sala, acercándome al desconocido. Sin prisa, sin ningun tipo de apremio. Como si mi presencia allí hubiera sido casual. Como si, de hecho, hubiera sido él quien llevara esperándome toda la noche.

-Me pregunto qué puede ser tan interesante como para tener a un hombre enfrascado en la lectura a estas horas de la noche...

Aquel susurro brotó de mis labios suave, melodioso. Un susurro dulce y engatusador, que concordaba con la dulzura de mi rostro. Un ángel surgido en medio de la noche, la más bella de las apariciones. Esa era yo.

Van Helsing estaba sumido en sus propias cavilaciones y sospechas... pero lo que más lo inquietaba sin duda, era desconocer el motivo por el que aquel matrimonio había sido el objetivo del ataque de un vampiro... entonces cayó en la cuenta de que no se había encontrado el cadáver de la niña... la hija de aquel desdichado matrimonio podría estar viva y perdida entre las peligrosas calles de Londres... o haber perecido también.

La hija de aquella pareja seguramente estuviese infectada. Si la madre había sido convertida en vampiro y el padre asesinado, el destino de la hija no era muy prometedor. Había muchas preguntas sin respuesta y muchas piezas que unir en este rompecabezas.

En ello se encontraba el profesor cavilando cuando le pareció que una brisa de aire sopló fuerte a su espalda, el profesor se giró par aver que había sido eso.

Incompetentes... no eran más que una partida de ineptos e incompetentes... estaba claro que los nuevos ricos no estaban al nivel que se requería en aquellas altas escalas y que el refrán de que Si quieres algo bien hecho lo tienes que hacer tu mismo, es algo más que evidente y verdadero.

Sir Alex avanzaba por las calles de Londres sentado en el asiento de terciopelo granate de uno de sus carruajes, estaba con las manos apoyadas sobre el pomo de sus bastón y la espalda bien erguida, como correspondía a una persona educada y de su clase. Sus oscuros ojos miraban a través del cristal con un deje de impaciencia y contrariedad... él no debía de estar haciendo aquel recorrido esa noche, debía atender un asunto urgente sobre unos planos y un nuevo barco de guerra para la marina imperial inglesa... sin embargo ahí estaba él, de camino a una morgue para cumplir con las obligaciones inherentes a la orden a la que pertenecía... sólo esperaba poder llegar a tiempo... 

El último informe que había llegado a sus manos era realmente desalentador...

El profesor que se encontraba sumido en sus pensamientos comenzó a sentir un cosquilleo en la nuca, podría provenir de una ventana abierta pero se giró por instinto...

Cuando lo hizo descubrió con horror como el cuerpo del hombre al que acababa de examinar se levantaba de su lecho y miraba a Van Helsing con fuego diabólico y con hambre... mucha hambre...

A Ludwing se le heló la sangre en las venas... pero no tenía tiempo para eso, el ataque de la criatura era inminente...