Partida Rol por web

A medida que Drácula iba avanzando en su discurso, mis ganas de volver a repetir aquella soberana bofetada iban en aumento.

¿Que no me habia acusado? Por favor, acababa de preguntarme directamente si yo habia tenido algo que ver con todo aquello. Por supuesto que me estaba acusando. ¿Que no pensaba pedirme perdon? Aquello si que era una decepcion. Ni siquiera Drácula ya parecía capaz de mantener su antaño exquisitos modales.

Y, para colmo, aquel acercamiento, aquel intento por seducirme desde que llegó. Como si yo fuera una jovenzuela capaz de caer rendida en sus brazos a la primera de cambio. Quizás hubo un tiempo en el que lo fui, eso era cierto. Pero el conde había sido capaz de romper mi corazón muerto y eso... eso, querido, no se olvida de un día para otro.

Y así me hallaba yo, comenzando a formular una respuesta a la altura de su discurso cuando, de repente, Drácula dijo algo que hizo que mi respuesta se ahogara en mis labios.

Alguien te quiere muerta.

Aquella afirmación me hizo alzar una ceja. Y, si mi corazón hubiera latido, estoy segura de que incluso habria conseguido que diera un vuelco. Sin embargo, por suerte o por desgracia ya no latia y, además, con el paso de los años, habia aprendido a convivir con continuas amenazas de muerte.

-¿Solo alguien, querido? Medio mundo me quiere muerta. Tú incluido. - dije, con una exquisita carcajada, negando lentamente. Y es que incluso su contestacion sobre las cosas que "le pertenecian" podia interpretarse de dos formas bastante diferentes y distantes entre sí.

-En cualquier caso, esto comienza a divertirme y nos estamos quedando sin tiempo... - añadi, cabeceando lentamente hacia la ventana, refiriendome, claro está, a aquel temido amanecer que iba acercándose inexorablemente hacia nosotros conforme iban pasando los minutos- Bien. Digamos que acepto tu proposición. Dime un lugar y una hora y alli estaré. Así podrás hablarme de ese "alguien que me quiere muerta" mientras degustamos algo de la "cocina londinense". -y, el ultimo guiño que cerró mis palabras dejó claro que no, no estaba hablando de ningún pancake precisamente.

Mientras la baronesa y el conde hablaban, fuera del edificio la oscuridad estaba dando paso a la claridad que precede a la mañana, aún estaría oscuro un par de horas más, pero si no ambos vampiros no deseaban recibir el beso del sol sobre su piel, debían ir buscando refugio cuanto antes.

El profesor decidió intervenir antes de que Van Helsing volviera a hablar.

- Mi querido cachorro, investigar la zona que has dicho me parece el proceder más lógico y acertado... aunque conociendo a la baronesa, dudo mucho que resida en esa zona, no obstante es algo que se debe de analizar...

Después miró al duque y añadió

- Sir Alexander... me temo que se algo que usted aún ignora...- rebuscó entre sus bolsillos y sacó un anillo muy antiguo- este objeto pertenecí a Tiberio... lo encontramos junto con el resto de sus cenizas en su guarida...

- Esto tiene toda la pinta de que la guerra entre los señores vampiro ya ha comenzado y, teniendo en cuenta el caos en al que quedó reducido el palacio de Tiberio... va a ser una guerra violenta y salvaje.

- Erzsébet Báthory - Repetí, mirando a Van Hellsing. Nueva información que sería de gran utilidad. Solo con el nombre, se podrían revisar coincidencias, hacer un seguimiento... sobretodo por el apellido. Bathory. Aristocracia Húngara. Disolución de la casa en 1635. No, 1637. - Cuanta información disponga de tal mujer será de gran ayuda en la protección de las inocentes vidas de los fieles a Su Majestad, y estaría muy agradecido si tuviera la amabilidad de compartirla conmigo - No estaba dispuesto a que recientes pero pasadas rencillas, se interpusieran ante la vida de los Británicos. Ni como Duque, ni como Lord, ni como ciudadano Británico estaba dispuesto a consentirlo.

No saqué nada para apuntar nada de lo que me dijo, ni la información dada, ni la que esperaba recibir. Tenía la total seguridad que por mucha información que fuera, la memorizaría sin problema. - Tiene sentido que la Baronesa este en los Distritos de Westminster y Whitehall. Allí se situan las más importantes intituciones, las más grandes mansiones y se situan las personas más importantes. Tiene sentido, y es preocupante que este tan cerca de nosotros.

En cuanto Fizban me ofreció el anillo, me incliné hacia adelante, tomando el anillo y retomando una posición más comoda para mi cuello y columna. Estudié y observé el anillo en silencio, estudiando los dibujos del sello mientras Fizban hablaba.

- En la situación en la que nos encontramos, no sé si decir que me alegro o no de su muerte. Menos Vampiros jugando significa más crudeza en los combates. Y sí, es el anillo de Tiberio. Las cinco esferas... sabíamos que gustaba de visitar la Torre del Reloj de Venecia, que tenía este mismo simbolo. No le engañaré, habría disfrutado de esta noticia mucho más si en vez de Tiberio hubieras dicho Boris -

Tendió el anillo de vuelta. - Si estan moviendose, la unica forma de poder devolver el golpe es moverse dos pasos por delante -

-Lamentándolo mucho toda la información de la que dispongo sobre la condesa es esa. Pero creo que es suficiente para ponernos a trabajar.

Van Helsing observó con curiosidad el anillo que el profesor le entregó al duque. Al parecer uno de los vampiros había sucumbido. Eso eran buenas y malas noticias a la vez.

-Si les parece bien, mañana por la mañana hablaré con mi ayudante a ver que información puedo sonsacarle. Ustedes pueden moverse por la zona intentando localizar a la condesa. Tenemos un barrio por el que empezar. Intentaré saber dónde trabajaba la mujer y todo lo que pueda decirme sobre la familia.

-Creo que mañana podríamos reunirnos en mi despacho. A eso de última hora de la tarde. Para entonces esperemos tener alguna información con la que continuar. Hemos de localizar a la condesa y acabar con ella cuanto antes. A saber a cuantas personas habrá infectado ya.

Estaba ya avanzada la noche cuando los tres caballeros decidieron dar por finalizada aquella extraña reunión. Richelau como buen caballero inglés ofreció gentilmente a Fizban y Van Helsing el uso de su carruaje para llevarlos a sus apartamentos. El profesor estuvo tentado de declinar la oferta pero una rápida mirada a su extravagante maestro le hicieron aceptar la oferta, al fin y al cabo era tarde y estaba cansado.

 De manera que cuando el carruaje paró frente al apartamento de Van Helsing se despidieron con educación acordando verse al día siguiente. Eran muchas las cosas que debían hacer y aunque el primer encuentro hubiese resultado violento, no tenían más remedio que aunar fuerzas, puede que con el tiempo llegaran a entenderse.
 

- A casa, supongo- le dijo el señor Jones al duque una vez hubieron dejado a Fizban y a Van Helsing en la seguirdad de sus viviendas, ambas demasiados modestas para un caballero que se preciase... pero claro tanto Fizban, a pesar del respecto sincero que le profesaba, como Van Helsing eran proletarios al fin y al cabo... no podría esperar mucho más o si... ya vería a ver como se desarrollarían los acontecimientos.

- ¿Ha resultado fructuosa la reunión, señor?- le comentó su sirviente mientras lo conducía a la mansión Richelau por las solitarias calles empedradas de Londres

Van Helsing entró en su apartamento cerrando la puerta tras de sí, se apoyó unos segundos en la puerta y soltó un suspiro. ¿Dónde se había metido? se preguntó, cuando volvió la vista hacia la habitación descubrió sobre la mesa la bandeja que la señora Hudson le solía dejar, en aquel momento de calma parecía como si todo lo que le acababa de ocurrir no fuera más que una pesadilla... ojala que no fuera más que eso... una pesadilla, un producto de su agotada mente.

- Por favor, Señor Reaver - Le pedí, educado y con una sencillez perfecta. Incluso moví la mano, invitandolo a avanzar y alejarse de aquellos barrios que tan poco eran de mi agrado. Lamenté enormemente que ninguno de sus invitados sacudiera los pies antes de subir al carruaje, y sentí cierto dolor en el pecho al ver lo poco que habían apreciado y valorado un vehículo como aquel. 

Una vez solo en el carromato, corrí ligeramente una de las cortinas de seda con el pomo del bastón, observando a los faroleros encender las luces. Mientras los miraba, me tomé el lujo de pensar sobre lo sucedido. Sin duda, consideraba que la orden se había equivocado al sobrevalorar a un hombre tan poco capaz como Van Helsing, y entre mis teorías, la de que fuera una cuestión de pura suerte el haber acabado con Dracula, se planteó incluso probable.

Y eso ya era algo difícil, pues yo no creía en la suerte.

Sin duda, ahora, debería colaborar con él para su suerte o desgracia. Esperaba que tal sacrificio valiera para mantener a Inglaterra a salvo. Era lo único que importaba. Así que, sumido en los pensamientos sobre el día siguiente, donde estaba esquematizando mis quehaceres - Como levantarme, reunirme con mis terratenientes, desayunar, visitar a la reina, jugar al croquet, comer con mi prometida, tomar el té, reunirme con los caballeros de la hoja de plata y finalmente, reunirme una vez más con Fizban y Van Helsing -

Reaver me llamó la atención con su pregunta. - Ha sido más interesante que fructuosa, a pesar de todo. Decepcionante también, esperaba... algo más.

Negué con la cabeza, en un gesto que sabía que el hombre no vería, pero necesario a pesar de todo.

No, no ha sido fructifera. el tiempo invertido en esto no merecio... la pena.

Tanto Catalina como Drácula sabían que era hora de irse, la visita a aquella universidad al final había resultado más "interesante" de lo que ambos habían imaginado... para bien o para mal. Fuere como fuese los acontecimientos que se deribasen de aquel encuentro tendrían sus consecuencias en otra noche.

 El conde se despidió de la baronesa con un gentil gesto y desapareció sumiéndose en las tinieblas y tan silencioso como le era habitual.
 

Si Catalina pudiera respirar aquel hubiera sido un buen momento para emitir un suspiro de alivio ante la marcha del conde, aún no había tenido tiempo para considerar los resultados de aquel encuentro, pues podría reportarle tantas cosas buenas como malas... sin embargo lo rugente en aquel momento era atender al humano que se encontraba en el suelo. Al menos la interrupción de su antiguo amante sirvió para evitar que dejara seco a aquel infeliz, pero debía apresurarse si deseaba que le fuera útil.

El frio y la soledad de la noche hicieron que la mente de Drácula rememorase la conversación con la baronesa. La había localizado antes que al profesor y lo cierto es que no sabía si aquello podría resultarle beneficioso... Vincent lo había rebibido para que lo ayudara a acabar con ella, puesto que se estaba extralimitando... El conde conocía lo suficientemente bien la baronesa para saber que era una mujer que convenía no tenerla cerca, amén de su ambición desmedida de poder.

Sí, era muy peligrosa y Drácula temía haber enseñado demasiadas cartas. Tal vez fuese conveniente replantearse el plan a seguir y cerciorarse de las verdaderas intenciones que habían conducido hasta Londres y concretamente hasta la Universidad... a Catalina.

En esas estaba cuando sus pasos lo condujeron directamente hacia su refugio, miró la reja y atisbó un tenue brillo de luz desde una de las ventanas de la planta baja de la mansión... Drácula chasqueó la lengua, aquel refugio le serviría de poco si los vecinos o cualquier otra persona veía aquella luz.

Cretino presuntuoso.

Bufé, en cuanto ese engreído de Dracula se quitó de mi vista. Me crispaba, sencillamente conseguía sacarme de mis casillas. ¿Pero que se había creído? ¿Qué era imbécil? Primero aparece, después de no se ya ni cuánto tiempo, con esos aires de don Juan, como si yo no fuera más que una estúpida colegiala a la que poder encandilar cuando le viniera en gana. Luego me acusa de algo que, por supuesto, he hecho y, ante mi negativa, intenta hacerme creer que no lo ha hecho. Después me engaña, haciéndome creer que se preocupa por mi... Por favor. No hace falta ser ningún genio para saber que, si estaba en aquella Universidad era por el mismo motivo que yo. Si no... ¿Por qué apartarme de mi presa con aquella violencia?

Definitivamente, Dracula estaba en baja forma, o quizás era yo quien habia mejorado con el tiempo. Sea como fuere, lo cierto era que habia causado en mí una profunda decepción. Parecía que iba a resultar más sencillo de lo que habia pensado deshacerme de él, si era cierto que había bajado tanto la guardia. Aunque, claro estaba, también existía la posibilidad de que todo hubiera sido una farsa y Drácula estuviera jugando conmigo.

En cualquier caso, yo no era ninguna ingenua. Estaría preparada para lo que quiera que mi viejo amigo tuviera preparado. Y, si algo me habia enseñado la experiencia es que siempre es mejor tener al Conde cerca que lejos.

Fuera como fuere, el primer paso estaba delante mío, medio muerto. Keane. El hombre que había frente a mi, medio muerto, sería mi llave para tener las puertas de la universidad abiertas y para lograr acercarme más a Van Helsing.

Así pues, me acerqué a él, arrodillándome junto a el, rodeandolo con mis brazos para atraerlo hasta mi regazo, donde lo dejé reposar unos instante, en los que pasé mis largos y finos dedos sin vida entre los canosos cabellos del hombre- Siento la espera, profesor... Tuve una... visita inesperada. Pero ahora... ahora vuelvo a estar con usted... - le susurré, con una media sonrisa que dejaba entrever mis colmillos, mientras continuaba con aquella caricia, espontanea y distraida.- No tenga miedo... No morirá. Al menos, no hoy... -añadi, mientras acercaba una de mis muñecas a mis propios labios, mientras que mi otra mano seguida entretenida en aquellos cabellos. Hice una pausa, acabando por hundir mis colmillos en mi propia muñeca, haciendo que, inmediatamente, dos perlas rojizas brotaran de ella, seguidas de otras mas.

-Beba, profesor, beba... Beba, y vivirá... - me incliné entonces hacia él, rozando su oido con mis labios mientras acercaba aquella muñeca ensangrentada hasta sus labios- Beba, y sea mío para siempre... - añadi, acabando por dejar un beso en su sien, al mismo tiempo en el que las primeras gotas de mi sangre se derramaban en sus labios.

A partir de ahora todo sería mucho más fácil, de eso no habia duda.

Van Helsing llegó a su apartamento, aliviado en parte por el hecho de llegar a su hogar. Todo lo acontecido en la tarde de ese día había sido demasiado para poder tener los pies sobre la tierra en esos momentos, y el hecho de llegar a su apartamento y ver que todo estaba como siempre le permitia volver a la realidad.

Sonrió al ver la bandeja que la señora Hudson le había dejado sobre la mesa. Se acercó a la mesa dejando la cartera que siempre le acompañaba sobre la mesa. Se quitó los guantes y el abrigo y lo colgó del viejo perchero que descansaba en el lado derecho de la habitación.

Se aproximó al hogar y avivó las llamas que los últimos rescoldos parecían querer ahogar. Se apoyó sobre la chimenea y su mano se acercó al pecho encontrando la carta de su abuela. La sacó junto a sus gafas y la leyó de nuevo, recordando aquel momento de la tarde en que el profesor Fizban le había regalado las últimas letras de la persona que más había querido. Cuando terminó de leerla elevó la mirada y reflexionó sobre lo escrito y todo lo que habían hablado aquella tarde aquel hombre que se hacía llamar conde, el profesor Fizban y él mismo.

Guerra...una cruenta guerra entre vampiros....y todos ellos ansiaban una sola cosa...su cabeza.

El profesor guardó la carta de nuevo en el bolsillo de la chaqueta y se aproximó a la ventana, como si observar la oscuridad de la noche de Londres le permitiese adelantarse a los pasos de aquellas criaturas de la oscuridad. Observó durante unos minutos la farola que se hallaba frente a su casa, recordando la escena que protagonizó él mismo frente a casa de Bárbara. Minutos después dio media vuelta y se sentó a la mesa dispuesto a alimentar su estómago. Seguramente comer algo le relajase y le permitiese pensar con más claridad.

Tras la cena que le tomó unos veinte largos minutos, se levantó de la silla. No es que hubiese comido mucho, pues no tenía costumbre de hacerlo por las noches. Sin embargo durante la cena quedó sumido en pensamientos que le hacía comer más despacio. Al día siguiente tenía que hablar con su ayudante y repasaba mentalmente todo lo que tenía que preguntar. No quería que nada se le olvidase. Había en juego demasiado.

Tras la cena dejó la bandeja sobre otra mesa. Una mesa que siempre utilizaba para dejar la comida y liberar su mesa para trabajar. Tenía que preparar la clase del día siguiente y corregir algunos trabajos. Rápidamente su mente se abstrajo y dejó de lado todo lo acontecido aquella tarde y sus consecuencias. Ahora era momento de trabajar y no le gustaba que le quedasen cosas pendientes por hacer.

Dos horas después, tras corregir el último de los trabajos, se levantó dispuesto a irse a dormir.

La sangre, la sangre lo era todo y pronto el profesor Keane también aprendería a valorar el fluido carmesí tanto como Catalina. Cuando la baronesa le ofreció su sangre al debilitado mortal, en un principio trató de rechazarla, pero aquella mujer emanaba sensualidad y poder por todos los poros de su piel, era tremendamente difícil no seguir los preceptos que aquella criatura con forma de mujer demandaba.

Keane estaba indefenso y cada vez más débil, con cada latido de su corazón sentía como la vida se le escapaba, en un último esfuerzo de voluntad susurró

- No... no...- pero la poca fuerza que le quedaba se perdió al mismo tiempo que se le quebró la voz.

El aliento de la mujer era delicioso, sus caricias, su voz...

Keane posó los labios sobre la herida que se provocó la mujer y poermitió que aquel líquido le inundase la boca y bajara por la garganta, y a medida que aquello ocurría las fuerzas comenzaron de nuevo a llegarle.

Aquello era lo más delicioso que había probado jamás, quería más... sin embargo la vampira retiró el brazo dejando al mortal con parte de su miel en los labios. No debía seguir bebiendo pues no deseaba que aquel hombre se convirtiese en vampiro. La ofrenda había sido realizada, su nuevo lacayo se encontraba ligado a ella de por vida, haría todo lo que le pidiese y a cambio él podría ser más fuerte que un humano normal, pero sin llegar nunca a poseer la fuerza de un no muerto. A Catalina le parecía un trato justo.

El profesor se levantó por su propio pie y aún pálido miró a Catalina, en sus ojos se reflejaban la incertidumbre y la confusión, aún no sabía lo que le acababa de ocurrir.

- ¿Qué... que me has echo?- dijo mirando a Catalina con un ligero temblor a causa de la debilidad de su estado.