Partida Rol por web

Cuando Ser Alarich hizo aquel comentario, el gesto de Myles se volvió ligeramente confuso. Miró un instante a Ser Héctor, por si su expresión le aclaraba alguna duda al respecto. Parecía no entender aquella confirmación de que sus palabras de reprimenda o recriminatorias, fuesen dirigidas al caballero, pues debía entender, que el único que había propuesto métodos de coacción más drásticos era él. 

En cual quier caso negó para si mismo, como dejando pasar aquella duda como irrelevante y se dispuso a hacer caso del señor; marcharse cuando quisiera. Sin duda aquello supondría probablemente el fin de las relaciones entre los Hartman y los Alander. Tras la despedida, abandonó la sala.

-Señores, por favor -dije, intentando calmar los ánimos, luego de una confusa situación y antes de que Myles partiera-. Alarich, sabes que no ha estado ni estará entre mis pensamientos más inmediatos el de obligar por medio del castigo a nadie, y menos a una muchacha. Creo que habéis malinterpretado mi intención. Aún así, si se trata de una malhechora que ha venido a conducirnos a una trampa, no veo reprimenda moral en que la justicia le llegue -hice un gesto de asentimiento a Myles-. Así mismo, concuerdo con Waylar. Los métodos más violentos deben ser utilizados sólo en última instancia, no vaya a ser que estemos procurando daño a una chica inocente. Esto mismo, lo he dicho antes y lo continuaré sosteniendo, porque es mi convicción. Buscar la colaboración primero, y si de nada sirve, aumentar la intensidad del interrogatorio hasta que la verdad salga a la luz.

Hice una pausa, mirando conciliadoramente a cada uno de los presentes.

-Señores -continué-, estamos aquí para estrechar nuestros lazos de amistad, no cortarlos. El enemigo asaltó nuestras costas y sometió a nuestra gente a los más horrendos vejámenes. No lo olvidemos, por favor. En fin, sabrán disculparme pero el vino de nuestro anfitrión supo llegarme a la cabeza. Parto a descansar, ¿tengo entendido que habrá maniobras navales al alba? ¿Cierto? ¡Los veré al salir el sol! Si me disculpan...

Tras saludar a todos con una reverencia, me encaminé a mis aposentos.

Tras despedir a la joven hermana de Waylar, se giró ante la pregunta de Julia. Por lo visto no parecía tener sueño, por el contrario su rostro se presentaba fresco y animado a pesar de que alguno de los allí presentes empezaban a retirarse a sus aposentos.

- Bueno... -tuvo que pensar un momento- juraría que al menos una década, aunque a veces siento que llevase toda la vida con ellos, son una familia magnífica que me han acogido así como tratado del mismo modo que lo hicieran con uno de los suyos, es todo un placer para mí poder servirles -comentó sinceramente orgulloso.

Echó un ojo a su alrrededor para localizar a la pequeña Calenia que parecía salir del comedor de la mano de su madre. En cierto modo era un alivio, hoy ya podría descansar de esa responsabilidad. Le apetecía conocer un poco más a la familia anfitriona y que mejor modo que a traves de la hija del señor de la casa.

- ¿Y que hay de vos? Una mujer joven... en edad de merecer. ¿Se puede saber donde esta vuestro prometido? -preguntó antes de dar otro trago a la copa de vino.

Observo las reacciones de aquellos que me rodean, sin duda Ser Alarich parece un tipo de lo más decentes de Poniente, lo que me hace pensar que su hijo debe ser un bastardo y él no lo sabe. En cualquier caso, el asunto se nos está yendo de las manos, y si no hacemos algo para solucionarlo, vamos a perder aliados en el proceso por culpa de un mero asunto de orgullo. A veces envidio a la plebe, ellos no tienen que lidiar con quién dijo patatín, quien dijo patatán.

Mi mente me recuerda, con punzadas de alerta, que perder a Myles, Hector o al propio Alarich sería un golpe severo para el resto. No contamos con recursos de sobras, precisamente, y no podemos permitirnos perder fuerzas. De lo contrario, nuestra empresa fracasaría antes de empezar.

Voy a tratar de persuadirles, que se den la mano, una sonrisa y olvidemos esta insultante escena.

A juzgar por el silencio de mi padre, quiere que esto acabe cuanto antes, sin herir más sensibilidades.

- Señores, todo ha sido fruto del infortunio... estamos tensos y a veces ofendemos a aquellos que no nos desean mal alguno... recuerden que el Padre, nos invita a reflexionar con la sabiduria que nos da la vida, para proteger aquello que nos es valioso e importante. ¿Creen que por un par de comentarios desafortunados deberiamos echar por tierra toda nuestra empresa? No sólo nos estamos jugando el orgullo y el honor, también el futuro de aquellas gentes que dependen de nosotros. Les invito, por favor, a reflexionar, y tratar de limar asperezas. -Alzo la copa de vino, menuda excusa más buena- por la reconciliación, por el éxito de nuestra empresa, ¿brindarán conmigo?

Alzo mi copa ante las sabias palabras de Waylar Amberwell, que se unían a las mías. 

El gigante estaba sorprendido. Una rencilla, un malentendido iban a dar al traste con la expedición. Hablaría alto antes de que Hartman saliera por la puerta dirigiéndose a él:

- ¿Vais a abandonar la empresa siquiera antes de empezarla? De acuerdo, pero si fracasamos, miles de vidas estarán en juego. Porque volverán. Y no se crea que no habrá espías o simples marineros en el puerto que ya habrán comunicado a los señores de las islas, que el estandarte Hartman está entre las diferentes unidades del puerto, y del castillo. Será usted igual de responsable por el fracaso de la misión que nosotros, y habrá causado un reguero de sangre que dificilmente podrá limpiar de su conciencia, también en las tierras de su familia, créame. Yo por mi parte me voy a dormir. Estoy cansado de tanta gallardía, chulería, e insultos imperdonables de la nobleza. Hay vidas de gente en juego, al menos, los bastardos tenemos nuestras preferencias claras. 

Tiraría su copa al suelo, asqueado por que a muchos les importara un carajo el destino de la parte occidental del Reino, y las vidas de la gente que allí vivía. Tomaría su enorme hacha a dos manos, y asiéndolo cerca de la hoja caminaría visiblemente enfadado hacia sus aposentos, pasando a escasos centímetros de Hartman, sin mirarle siquiera a la cara. Había escuchado historias de ese hombre, pero para nada se correspondían con la realidad.

Julia escuchó con interés las palabras del Caballero. Los Amberwell parecían buena gente. Wylas tal vez desentonara un poco, pero Tormen también a veces parecía agresivo y no lo era.

- Oh Ser Patrcik, ahora pareceremos dos damiselas charlatanas! Rió ante la pregunta de Patrick. Digamos que supongo no soy de las que buscan "prometido". Al menos por ahora viajar y las aventuras me llaman mas que la vida de esposa. Tal vez cuando llego el hombre indicado...  y con el estatus indicado... Bebió de su copa, su sonrisa se desdibujó un copo con las ultimas palabras.

Sin saber muy bien el motivo, las últimas palabras de la hija del anfitrión le sonaron apesadumbradas. Tal vez hubiese tenido algún amante al que renunciar dada su posición, incluso puede que ese amante hubiese sido cierto bardo, buen amigo de su hermano. Esto haría un triángulo amoroso imposible... Consciente de su prolongado silencio, culpa de sus oscuras cavilaciones, dió otro pequeño trago a su copa antes de asentir a la joven.

- Sin lugar a duda, pero eso me hace pensar que cierto hombre haya llegado ya a ocupar su tierno corazón sin cumplir con las expectativas de clase... ¿Me equivoco? -sonrió cercano.

Pudiera parecer que el viejo labrador estuviese intentando sonsacar algún nombre a Lady Alander, sin embargo tan solo buscaba conocerla mejor. Los Alander eran una buena familia, bien posicionada y con hijos en edad de desposarse, desconocía los planes que tenían sus señores para Waylar, pero le pareció que Julia podría ser una muy buena opción.

- Si Ser Myles se disculpa, las aceptaré.- concede Alarich a regañadientes.

Myles atendió ante las palabras de Waylar pero no acompañó aquel brindis con su copa. Por el contrario clavó su mirada en él con gesto de disconformodidad, quizás con cierto enfado.

-¿Acaso pensáis que a mí, o a Lord Bernard, al que represento en estos momentos, no nos importa el futuro y bienestar de las gentes que habitan nuestras tierras?...o la de nuestros aliados...o las del reino.- Hizo una pausa sin apartar la mirada.

-Puedo aseguraros que soy una persona reflexiva...- Dijo con firmeza. -...no por ello timorata.-Aseveró con contundencia.

-Palabras adecuadas las vuestras, Waylar Amberwell... usando un plural muy diplomático. Sin embargo vuestra vista solo se posa en mi- Dejando claro que a pesar de la generalidad de aquel discurso, el destinatario era él, y no él y Ser Alarich.-

Giró entonces la vista hacia Ser Alarich al escuchar sus palabras, las cuales lograron tensarle más aún.

-Habré de pediros disculpas por alterar vuestra calma en vuestra casa, por un error en las palabras, ajeno a mí. No por proponer algo por el bien de las gentes del reino, pues volvería a proponerlo de considerarse esa mujer una prisionera.- Se reafirmó. - Pero como representante de la principal casa del norte de las Tierras del Oeste, tampoco puedo aceptar que se trate de cohibir bajo pena de prisión, una iniciativa por el bien de esta campaña, por muy en contra que se esté en lo referente a dichas prácticas en PRISIONEROS...- Hizo énfasis en aquella palabra. -...de baja alcurnia.- Dejando entender que podría incluso comprender el recelo a dichas prácticas de tratarse de un noble importante.

-También espero, por tanto, una disculpa vuestra...-

-Entiendo que Waylar tiene un punto claro y certero -indiqué, con calma y voz afable-. Nuestra prioridad debe ser el enemigo.

Parece gozar de cierta paranoía Myles, cuando me dice que sólo le miro a él. Será que nuestras miradas han coincidido supongo. En cualquier caso, parece un hueso duro de roer.

Ah malditos aquellos que no logran aparcar su ego debido a la cuna en la que se crió. Imagino que, irónicamente, habrán otros que piensen eso de mí.

Mientras se explica y le observo dialogar ante todos los frentes posibles, me tomo mi tiempo para examinarle, buscarle tics. Alguna pista de por dónde podría pillarlo. La verdad, es que antes preferiría pillar una buena borrachera a seguir aquí dentro, pero uno tiene sus principios. Por ejemplo, garantizar que no perdemos más tropas de las necesarias.

Me gustaría pedirle a Ser Patrick que le rompa la cara a ver si atajamos antes, pero bueno, ya se sabe... este Myles tiene algo de estatus, y a la larga supondría un problema para nuestra Casa, debido a sus amigos e influencias, aparte de su propia posición. Excepto si quedan testigos claro...

De todas formas Ser Patrick no anda por aquí, y yo paso de ensuciarme las manos.

Sacudo la cabeza, negando esa línea de pensamientos y vuelvo al presente, sosteniendo la copa, mientras me "fundo con el paisaje" analizando al bueno de Myles. O de aquí salimos siendo amigos, o con una guerra montada sin que los de las Islas tengan que mover un dedo.

Myles se giró entonces y observó a Waylar dirigiéndose directamente a él.

-Muchas y buenas son las intenciones de la casa Hartman con respecto a la casa anfitriona y a sus aliados. Mucho más allá de los pactos comerciales y bélicos, para asegurar un norte (obviamente de las Tierras del Oeste), seguro frente a las incursiones de los hombres de hierro.- Explicó. -Alianzas que van más allá de los pactos verbales, estando dispuestos incluso a afianzarlos mediante enlaces matrimoniales. -Afirmó. -Como sabréis, tanto mi sobrina como mi hermana están en disposición de ser desposadas. - Informó mirándole fíjamente, como si él mismo pudiera ser considerado un candidato para ello.

-Como ya he dicho, estoy dispuesto a pedir disculpas por alterar la calma del señor y de sus aliados, a causa de una propuesta erronea, debido a un hecho ajeno a mí. Pero no me retractaré por lanzar una idea que podría beneficiar a esta empresa, que tanto pone en juego, de haber sido esa mujer una prisionera confirmada. Lamento ese error, por supuesto. Pero entendí que se trataba de una prisionera de las islas. - Miró de reojo a Ser Héctor un instante, esperando que, al menos en eso, fuese él quien recibiese su apoyo.

-Pero exijo el mismo respeto y condescendencia que otorgo, señor Waylar. Ya no por mí...si os soy sincero. Sí por mi casa y por mi hermano, Lord Bernard, al cual represento...- Lo miró con un gesto más afable.

-He tenido que presenciar como unos salvajes destripaban a mi esposa y a mi hijo nonato, a la par que me destripaban a mí. Perdí mi derecho de herencia de sangre por haber quedado estéril en aquella masacre y me he me volcado en mi famila y  en mis sobrinos como si fuesen mis propios hijos, deseando su prosperidad y la de sus tierras y que nadie, ni ellos ni las gentes a las que gobiernan, tengan que vivir nunca lo que yo he vivido. - Asintió no sin cierto dolor al recordar algunos momentos pasados.

-Así que decidme señor Waylar...¿en verdad creéis que no valoro esta empresa por la importancia que tiene?. ¿Pensáis que carezco de honor, por proponer medidas drásticas para asegurar el bien de mi gente y pueblo, a la par que del vuestro? ... el de todos. -Aclaró.

-¿Puede alguien...?. Preguntó esta vez mirando a todos en general, barriéndolos con la vista. ¿...afirmar que en algún momento he faltado al respeto a cualquiera de los presentes?- Volvió a fijar la mirada en Waylar, esperando su respuesta.

-Señor Waylar...-

Sentí la mirada de Myles y comprendí que era necesario hablar. Cuando hubo terminado, tomé la palabra.

-Nadie en esta sala carece de virtudes nobles -dije, dirigiéndome a todos y luego a Myles-, especialmente vos, Ser Myles Hartman. Hacéis honor a vuestra Casa y a vuestro hermano, Lord Bernard, que nos ha enviado tan alto embajador. Vuestra devoción por los vuestros me resulta admirable, debo decir, y la aplaudo como una de las virtudes más nobles de un caballero.

Hago una pausa y me dirijo a todos.

-Tengo la obligación de aceptar la responsabilidad, que indudablemente recae sobre mis hombros, en este malentendido. -aclaré- Quizá no me he sabido expresar y mis palabras se han dado a confusión. Siento profundamente esto y espero que mis señores me comprendan. Encontré esta muchacha de camino a esta reunión. Nada en ella, no sus palabras y tampoco sus actos, me generaron sospechas de sus intenciones. -expliqué- Aun así, naturalmente, no pretendo confiar en su parlamento. Es por esto que había recurrido a vosotros con la idea de someter a juicio común de este Consejo la decisión de tomar o no como cierta su historia.

Posé mis ojos sobre la puerta, durante un segundo, justo antes de continuar.

-Considero un error si proseguimos con nuestra empresa ignorando a esta isleña. -afirmé- Es útil, solo debemos ponernos de acuerdo en el cómo, en la forma. Propongo hablar con ella, quizá mañana, luego de las maniobras navales. Así, finalmente, podremos concluir con este asunto.

Myles negó ligeramente quitando importancia al error atribuído por el joven caballero a sí mismo. No parecía guardar rencor o reclamación alguna hacia su persona. Sin embargo las formas de Ser Alarich, sin duda, le habían ofendido. Cuando menos molestado. Aún consciente de su estado de ánimo por el incidente con su prole, no parecía justificación suficiente para derramar amenazas de calabozo hacia nadie, más aún teniendo en cuenta que acudían como aliados y ayuda, no como bando enemigo.

Asintió a las palabras de Ser Héctor, cargadas con más sentido común de lo que, en principio, habría esperado de él. Pues su primera impresión hacia el caballero, pasaba por tenerle como más afín a realizar hazanas que ensalzasen su nombre y fama que a una reflexión pragmática de lo necesario para salir airosos y victoriosos en aquella campaña.

Finalmente volvió a fijar su mirada en Waylar, esperando su proceder y respuesta.
 

Julia sonrió pesadamente. - El corazón de una mujer siempre está ocupado Ser Patrick. Pero muchas no es el corazón lo que nos guía, si no los deberemos... nuestras obligaciones o las del otro... muchos estatus, poco estatus... siempre será la misma historia...

Acomodó su vestido acariciándolo. Pocas veces solía llevar vestido, en general prefería la comodidad de la ropa informal.

- Y vos Ser Patrick? Os habéis casado?