Partida Rol por web

El hirdman esuchó un grito de batalla y se lanzó rápidamente a su origen para proteger a sus compañeros que no sabía en que situación se encontrbana. Esperaba no haber sido la causa de que aquellas "negociaciones" hubieran terminado de esa forma, pero si no había otra forma de hacerlo, lo harían por la fuerza, además vería la cara de aquellos que estaban perturbando todo su mundo y su clan.

No había que ser muy listo para ver que las cosas no iban precisamente bien. El hirdman pronto salió raudo al apoyo de sus compañeros pero ella...

Ella no estaba hecha para la lucha. Claro que podía hacerlo, pero si podía evitar derramar sangre por su mano lo haría.

Seguro que hay otro modo... aunque los dioses bien sabían que cuando la sangre del guerrero hierve... se preparan los grandes salones para recibir a los caídos en batalla.

Tras detener los golpes de Naul, lanza una mirada sarcástica y sonríe con sorna.
- ¡Parece chicos que no piensan irse, a por ellos! - y centrando su atención en el cazador añade: - Parece que tienes algo contra mi, ¿he degollado a alguno de los tuyos o he violado a tu mujer o hijas? - muestra una amplia sonrisa insolente y concluye: - Son mi especialidad.

Los bandidos 1 y 2 se lanzan sobre el cazador Ingvarr flanqueándolo mientras los otros dos hacen lo mismo contra Naul. Los dos exploradores se preguntan que hacen sus dos compañeros, la destreza de Daana y la maestría del hirdman vendrían bien para poner a raya a los bandidos. El cazador Naul piensa en su aldea y el furor se refleja en su mirada, sólo tiene una meta en su mente, destrozar a ese maldito que se mofa de él y se libró de su filo la primera vez.

Los dos primeros flanquean a Ingvarr que trata de esquivar los golpes de hacha. El ataque trasero consigue esquivarlo en el último instante, pero no consigue moverse con la rapidez necesaria para evitar el segundo y no logra esquivarlo recibiendo un duro golpe en el costado, gracias a su armadura el corte que debería haberle abierto el vientre pero se queda en un feo y sangrante corte. Los otros dos se lanzan contra un distraído Naul que centra su atención en su objetivo principal. Mientras el jefe trata de apartarse del enfurecido rival, sus hombres arremeten contra él infligiéndole sangrantes cortes en el abdomen.

Naúl ya no estaba allí.

Solo había una criatura consumida por el odio y la rabia, bramando y descargando su ira contra aquel ser despreciable. Las heridas que le infringían no le detenían, mientras los brazos y las piernas le respondieran, las utilizaría para ensartar con su lanza al asesino de su familia.

Abalanzándose sobre el barbudo bandido, el ser en el que se había convertido Naúl, lanzó una estocada certera, alcanzando a un lado con la hoja al asesino, pero estaba muy lejos de resultar un ataque letal.

Ingvarr se enfrentó al segundo bandido, acercándose para ello a la pared, esquivando el acero enemigo como a Odín le gustaba, a fuerza de valor, con los dientes apretados como un lobo acorralado. Así estaba, rodeado de adversarios, buscando de cualquier forma una brecha. Se lanzó con todo su peso contra el rival, a pesar de no llevar escudo, y afiló los ojos en busca de la sangre que sería recompensa a su esfuerzo.

Jormün vio a uno de los bandidos delante de él que peleaba con Ingvarr que le dio un buen golpe, así que esperó a ver si este era suficiente o tenía que propinarle el golpe de gracia para poder avanzar y entrar en el fragor de la batalla para proteger a sus compañeros que estaban más expuestos y rodeados. Al grito de:

-¡OOOOODIIIÍN!- se lanzó sobre el enemigo que aún se mantenía en pie con su enorme hacha , pero falla el golpe por las prisas en el peor de los momentos, cuando sus compañeros esperaban que el hirdman hiciera lo que mejor sabía hacer y lo que había venido a hacer, pero a veces los dioses nos jugaban malas pasadas.

La sonrisa y sorna del jefe de los bandidos se torna en un gesto de dolor. Ha sido raudo a pesar de la sorpresa. El ataque del explorar sumido por una rabia ciega acierta pero sin consecuencias serias. Wolf se pregunta quién sería aquel hijo de perra que parece tener un agravio con él. Blande su hacha con furia mientras grita con ira:

- Hijo de mala perra ya te enseñaré...

Los gritos se suceden reverberando en la gran caverna. Los bandidos atacan con determinación tratando de acabar rápidamente con ellos, pero estos dos héroes están hecho de una pasta dura difícil de roer pero ante su respuestas, los forajidos son conscientes de que no iban a ponérselos fácil. El más viejo de ello ignora los ataques de sus enemigos y grita como un oso herido blandiendo su arma hacia su jefe, Wolf. ¿quién diablos era ese viejo forjado con esa cantidad de energía y fiera determinación, parece que su objetivo se centra en un objetivo concreto. Desde el fondo surgen unos cánticos de una mujer que son ahogados por un nuevo grito de guerra que se une a la contienda, parece que el hirdman está dispuesto a tomar cartas en el asunto.

A pesar de la amenaza que representaban aquellos seres, para Naúl, convertido en su mínima expresión, dominada por un instinto primario de venganza, se lanza de nuevo contra aquel ser barbudo y tatuado, gritando, aullando y lanzado espumarajos por sus contorsionados labios, dominado por su deseo y necesidad de venganza sobre aquel maldito ser.

Con la lanza estrujada entre sus callosas manos, clava su punta profundamente en el enemigo, sintiendo el hedor del aliento del asesino sobre su enajenado semblante. Ignorando por completo su seguridad en aras de su venganza. A fin de cuentas, el que fuera marido y padre, ya hacía tiempo que estaba muerto.

Azuzado por le fiera determinación de su compañero de armas, Ingvarr se roza en un movimiento automático las líneas tatuadas en su rostros, tanto para imbuirse de la fuerza de las leyendas que en ella están escritas como para hacer concientes a sus enemigos de que suya es la fuerza de aquellos héroes de antaño.

Una norma del buen guerrero era no interponerse, salvo causa mayor, en las pendencias de compañeros cuando se encontraban en igualdad, para no entorpecer el premio que acumularían éstos en su cuenta de méritos a la hora de reclamar el Valhalla. Con Jormund y Naúl ocupado, Ingvarr tenía de sobra entre dos hombres, uno a cada lado. Echó de menos su escudo, no porque temiera la muerte, sino porque cuanto más durase la batalla, más complacería a los dioses. Sólo le preocupó levemente estar bajo tierra, y se preguntó si Odín o Tor podrían observar bien desde las alturas, o dependerían de lo que los dioses del inframundo les contaran. Ingvarr no confiaba en ellos.

-Tu cráneo será la copa de la que los gusanos se saciarán, perro - dijo el guerrero a uno de sus adversarios, y se lanzó a cumplir el funesto augurio.

Lamentablemente, él no era un visionario, y los dioses no le hablaban.

Jormün miró su hacha que no había impactado contra su objetivo y pensó en que él le iba a dar a aquel malechor lo que los dioses no querían darle: Una muerte en combate que lo llevaría a una vida mejor, aunque esperaba que fuese al Muspelheim o algo peor. Así que volvió a enarbolar su enorme hacha y lanzó de nuevo un golpe capaz de partir un árbol en dos o de acabar con un oso.

El bandido se queda partido en dos mitades iguales que caen hacia lados opuestos dejando un gran charco de sangre en el lugar que ocupaba hace unos instantes el desventurado. Luego Jormün sonríe y avanza hasta el siguiente enemigo que intenta acabar con uno de sus compañeros.