Partida Rol por web

Las Cronicas de Giovanni: La Última Cena

Escena I: En Compañía de Extraños

Cargando editor
29/09/2019, 00:29
Segismundo

Segismundo se acercaba a la ahora tan concurrida mesa, llevando el desayuno a ambas hermanas, cuando le abordásteis con las preguntas sobre la anciana. - ¿Qué anciana? - Preguntó inicialmente, algo somnoliento aún. - ¿Os referís a caso a la gitana? - Dejó los cuencos en la mesa y se rascó la cabeza. - Supongo que a estas horas estará en su casa... y es que no se hospeda aquí. Es una lugareña que suele estar por aquí de paso. Viene y descansa unas horas antes de proseguir su camino a casa. - Os explicó con calma.

- ¿Por qué? ¿Ha pasado algo? - Se alarmó de golpe. - No me digais que os ha robado a alguno... ¡Maldita sea! ¡Sabía que no debía dejarla estar aquí! ¡Ni ancianos ni niños! ¡Los gitanos son una maldita lacra! - Gritó enfurecido. - ¡Ionela! ¡Ve y dile a tu madre que se acabó la caridad! ¡Me da igual lo que diga! ¡Esa mujer no pisará más esta posada!  - Exclamaba al tiempo que caminaba de nuevo hacia la barra, donde un abofeteado Bruce tomaba un sitio para desayunar a solas.

Cargando editor
29/09/2019, 00:36
Hermano Clemente

- ¿Hermano Ioan? - Aquellas palabras le hicieron reaccionar y abrió los ojos. Le costó hacerse a la claridad que empezaba a entrar en el lugar, pero pronto centró la vista en los tuyo. - ¡Hermano! - Exclamó alegrándose de tu presencia. - ¡Sois mi salvador! ¡Creí que no sobreviviría a esta endemoniada noche! - Trató de sentarse, pero su cuerpo estaba demasiado frio como para poderlo hacer con soltura.

- Los demonios de Giovanni me rondaron. Sus afilados tridentes fueron usados para no dejarme descansar en toda la noche. Sentí como me los clavaban por todo el cuerpo. Sus risas resonaron por todo el lugar... me siento cansado y dolorido por sus torturas... - El dolor había sido causado por la incómoda postura que adquirió al estar atado y amordazado y las risas habían sido los relinchos de los caballos, que respondían con ellos a cada movimiento que trató de hacer aquel hombre durante la noche. Pero su mente no lo veía así... o quizás había ocurrido todo de verdad...

- Ayudadme a levantarme, hermano. Mis huesos necesitan el calor de un fuego y mi garganta el calor de un vino... - Rogó mientras volvía a intentar levantarse del suelo, sin mucho éxito nuevamente.

Cargando editor
29/09/2019, 01:12
† Daphné Sabineau †

Se iba sonrojando más y más a medida que hablaba Segismundo. Estaba avergonzada.

Pues sí, es una señora del pueblo...

Se sentía fatal por haber preocupado a Guillaume y para colmo ahora el posadero creía que les había robado e iba a prohibirle la entrada, a ella y a los niños. ¡Y todo por su culpa! ¡No podía permitirlo!

-No, no, no, no -se apresuró a decir, agitando las manos-. No nos ha robado nada, señor. Solo... me preocupé al no verla. Como es tan anciana... -intentó justificarse.

Tenía un nudo en el estómago. Miró a Segismundo con ojos interrogantes, deseando con todo su ser que retirase su decisión y diese el asunto por concluido.

Cargando editor
29/09/2019, 22:21
Guillaume Valjean

Guillaume volvió la mirada hacia la mujer mostrando una máscara pétrea solo rota por un ligero temblor en el labio. Miró a Salomao y asintió mientras se dirigía hacia su habitación para ver que tipo de ropaje le había dejado su pomposo anfitrión.

Una vez dentro, a salvo de miradas indiscretas, relajó la mandíbula y sonrió con nostalgia. Una sonrisa triste que le abría viejas heridas más profundas de las que pudiera infligir cualquier estoque o lanza. Se parecía a Silvie, incluso en lo impulsivo a la hora de juzgar las situaciones. Silvie, su Silvie, maldita fuera la iglesia y sus perros, malditos todos. Si tenía que vestirse de bufón para alcanzar la venganza lo haría. Ya no era un hombre refinado, ya no era un comerciante de metales, era solo un soldado, un hombre rudo con la única intención de matar al hombre que le había robado todo.

Cargando editor
30/09/2019, 21:38
† Olivier St-Arnaud †

Improviso una melodía sencilla y alegre con mi flautín para divertimento de mi interlocutora mientras algunos aprovechan para retirarse a sus aposentos. Confío en que no les haya importunado mi actuación y sepan perdonar que destreza con los instrumentos de viento no sea comparable con mi manejo del violín. Ello me invita a no alargas mi interpretación más de la cuenta y retomar la conversación.

—Claudia, ¿tú también has sido invitada a la fiesta de lord Giovanni? Sería maravilloso si así fuera, así tendría más tiempo para disfrutar de tu compañía y tú podrías continuar oyéndome tocar.

Vuelvo mi atención hacia el cochero que desayuna cerca de nosotros.

—¿Roderigo, verdad? Dime, amigo, ¿es muy largo el camino desde aquí hasta la mansión de nuestro anfitrión? Debo saber si puedo seguir gozando de la conversación con mi amiga o, lamentablemente, tengo que ir pensando en adecentarme para la noche y prepararme para el trayecto que nos espera.

Cargando editor
03/10/2019, 17:50
† Salomao Ali-Caro †

- ¿Por qué? ¿Ha pasado algo? - Se alarmó de golpe. - No me digais que os ha robado a alguno... ¡Maldita sea! ¡Sabía que no debía dejarla estar aquí! ¡Ni ancianos ni niños! ¡Los gitanos son una maldita lacra! - Gritó enfurecido. - ¡Ionela! ¡Ve y dile a tu madre que se acabó la caridad! ¡Me da igual lo que diga! ¡Esa mujer no pisará más esta posada!  

- Relájese don Segismundo- intervino Salomao con tranquilidad, mirando al posadero con sus intensos ojos negros, para apoyar las palabras de la dama- tal y como le ha dicho la señora, la anciana no nos ha incomodado sólo hemos notado su ausencia y nos hemos preocupado, nada más. No sería cristiano negarle ayuda a una anciana, sin importar su procedencia... al fin y al cabo ha hospedado usted a personas venidas de muy distintos tierras- concluyó el protugués en todo un alarde de palabrería teniendo en cuenta que el soldado era tacaño en saliva. 

Tras aquello Salomao lanzó una rápida mirada al movimiento de Claudia, más parecida a un animal que a una mujer... debía de haber tenido un duro pasado, era realmente curiosa la lista de invitados de Giovanni y cuanto más pensaba en ello más incertidumbre le generaba.

Cargando editor
05/10/2019, 20:16
† Daphné Sabineau †

Asentía a las palabras de Salomao, aliviada al ver respaldada su opinión. Estaba convencida de que el posadero era buena persona y que aquello había sido una reacción impulsada por el enfado del momento. Seguro que todo quedaba en un malentendido y mejor era, porque en otro caso no se habría perdonado a sí misma.

Estuvo unos instantes más conversando y luego se giró hacia Salomao y las hermanas. -Creo que deberíamos ir a vestirnos, es posible que no tarden en llegar -opinó mirando de refilón la puerta de la posada. Desde luego no quería que los soldados llegasen antes de estar preparados, especialmente porque veía a sir Lothar plenamente capaz de ir a vestirles él mismo.

-Regreso enseguida -se despidió con una suave sonrisa y tras ello se encaminó a sus aposentos, para abrir el armario y ver qué ropas habían elegido para ella. ¿Habrían acertado con sus medidas?

Cargando editor
06/10/2019, 01:08
Claudia

Claudia dibujó una dulce sonrisa en su rostro al escuchar la melodía que Olivier la dedicó. Nadie hubiese pensado nunca que aquella mujer sabría sonreír, pero no solo lo hacía, sino que era capaz de disfrutar de aquella alegre pieza que sonó en el flautín del músico. Aplaudió con entusiasmo a Olivier cuando este completó el pequeño número e inclinó la cabeza hacia un lado tras escuchar sus palabras, tratando de buscar el significado de las mismas en su cabeza.

Entonces metió la mano bajo su ropa y de la parte del pecho sacó el sobre con el sello de Giovanni en él y sacó su contenido, mostrándole a Olivier la misma carta que él había recibido como invitada a la fiesta en el castillo de aquel rico hombre. - Fiesta. Yo ir. - Dijo tras guardar nuevamente aquel papel en el sobre y volver a meterlo en el lugar más seguro que conocía y volver a sonreír a Olivier, mirando con deseo el flautín que aún tenía el hombre en sus manos.

Estaba claro que, como buena mujer salvaje e indomable, se había quedado con ganas de más.

Cargando editor
06/10/2019, 01:16
Roderigo

El cochero se dio la vuelta y miró a Olivier cuando este reclamó su atención, tras observar como Segismundo se había puesto hecho una furia y los demás trataron de calmarle.

- Tendrá tiempo de sobra para disfrutar de su compañía. Aún estaremos unas horas más aquí y saldremos antes de comer. - Respondió amablemente el cochero. - Haremos una parada a mitad de camino, para que los caballos descansen y podamos estirar todos las piernas un poco y poco antes de caer la noche, estaremos cruzando las murallas del castillo de Giovanni. - Indicó Roderigo. - Todo si no se complica nada demasiado.

» A partir de aquí, el camino es más seguro, puesto que mi señor se ha encargado de castigar duramente a quienes alzan sus manos contra las de los demás, roban o saquean. Pero siempre hay alguien nuevo o que se piensa que es intocable... hasta que los guardias de Giovanni le dan caza y dan ejemplo nuevamente a los demás con aquel bandido que ose saltarse la ley. Es duro, lo se... pero funciona. De hecho, desde aquí viajaremos sin escolta hacia el castillo.

Cargando editor
06/10/2019, 01:24
Segismundo

Segismundo se giró tras guardar silencio y lograr escuchar las palabras de aquellos que trataron de calmarle. - ¿No ha robado? - Preguntó confuso y miró al grupo rascándose la cabeza. - Hospedo a gente que paga por ello. - respondió enseguida a Salomao. - Para dar hospedaje de manera gratuita ya están las iglesias esas, como la del hermano Clemente. - Dijo algo molesto por todo aquello.

- Pero a una anciana no la puedo negar un lugar donde descansar y no helarse de frío mientras lo hace. Pero tampoco puedo permitirla estar junto al fuego si no es capaz de pagar ni una miserable jarra de cerveza. - Segismundo se giró hacia la cocina. - ¡Por que no la estaremos dando de comer y beber sin que pague nada, ¿verdad?! - Preguntó a su mujer, que debía ser más generosa que él en ese sentido o ver las cosas de otra manera.

Los que decidieron entrar en sus aposentos y comprobar las ropas que habían en sus armarios, encontraron hermosos trajes y vestidos, no solo del mismo tallaje, sino de los gustos similares a los que ellos tenían. Algo que hacía que la elección de la ropa llegase a ser más dificil.

Cargando editor
06/10/2019, 21:41
Guillaume Valjean

Había demasiada ropa y demasiado cara como para saber que elegir. Túnicas de terciopelo, casacas donde abundaba el hilo de oro, demasiadas como para que Guillaume pudiera decidirse por alguna. Pasó la mano por los tejidos y su tacto le llevó a otros tiempos más felices donde el dinero y la comida no eran una preocupación, cuando tenía otros hombres que luchaban sus batallas y la mujer más bella del mundo a su lado. Torció el gesto mientras volvía a mirar los ropajes, unos ropajes que para nada tenían que ver con los del nuevo Valjean, sí con el antiguo pero no ahora, más acostumbrado a la tela basta de colores anodinos que a eso.

Enrabietado golpeó el armario con ambas manos. Ese no era él, ya no lo era, pero aquel pomposo noble le obligaba a revivir esa parte de su vida que tanto le dolía. Tembló mientras luchaba por contener las lágrimas y volvió a golpear el armario renegando en un bretón que hubiera escandalizado incluso a las curtidas taberneras. Se puso una chaqueta verde, modesta, lejos de lujos y un chaleco abotonado a la manera de los comerciantes junto a unos calzones negros y unas botas cómodas y resistentes que parecían hechas para sus pies.

No se miró al espejo, no quería verse así vestido. Salió de la habitación con un andar pesado y los ojos llenos de tristeza y se dejo caer frente al fuego mientras gritaba

"Posadero, vinooooooooooo"

En su aldea se decía que no había pena lo suficientemente grande para que no pudiera ser ahogad en vino. Que sabrían ellos, había penas que flotaban, o que eran tan grandes que ni todo el vino del mundo las podía ahogar, tapar?, era posible, por un pequeño periodo de tiempo pero siempre volvían a aflorar, como las estaciones o la peste negra.

Cargando editor
07/10/2019, 01:05
† Ioan †
Sólo para el director

Aunque aliviado al ver que finalmente el hermano Clemente respondía a mis palabras, no pude evitar entristecerme al escuchar su relato de lo que le había sucedido aquella noche… o más bien, lo que pensaba que le había sucedido. Era evidente que su mente había alterado la realidad, haciéndole creer que su sufrimiento había sido provocado por demonios y seres de pesadilla.

Ya ha pasado todo hermano, estáis a salvo… no hay demonios que puedan haceros nada- dije mientras le ayudaba a levantarse -Venid, lo que necesitáis es poder descansar en una cama, podéis usar la mía- le dije -Primero descansad, la comida y el vino vendrán después…- añadí, pues en mi opinión, no era buena idea dejar que volviese a beber ahora mismo, y tal vez si descansaba, su mente pudiese despejarse.

Cargando editor
07/10/2019, 19:51
† Olivier St-Arnaud †

Me alegra que Claudia vaya a acompañarnos a la fiesta de esta noche y me alegra aún más que el apuesto cochero confirme que no tenemos prisa por partir de la agradable posada que Segismundo y su familia regentan. Aunque confío en que nuestro atento posadero nos proporcionará alimentos para el viaje, me complacen tanto el servicio como las calidades que he encontrado aquí y no ansío marcharme.

—¿Sabes tocar? —le pregunto a la salvaje muchacha, tendiéndole el flautín con la esperanza de que lo acepte—. Si sabes, me encantaría escuchar cómo son las canciones de tu tierra y si no, yo puedo enseñarte. Cualquiera puede aprender si yo he sido capaz de hacerlo.

Cargando editor
10/10/2019, 22:03
Roderigo

El padre Ioan regresó al interior de la taberna, acompañado de un maltrecho hermano Clemente. Las miradas de muchos de los presentes se clavaron en ambos al hacer su entrada. Bruce permanecía en la barra, esperando a que le sirviesen el desayuno, atento a la conversación entre Olivier, Claudia y el cochero. Miró de refilón a los dos cristianos pero no les hizo demasiado caso.

Las dos hermanas, se disculparon ante Salomao, que era quien quedaba en la mesa con ellas y se fueron a mirar la ropa que el posadero les había recordado que tenían en sus armarios, entrando tan rápidamente en su dormitorio, que ni se percataron de la llegada de los dos hombres.

Claudia miraba con una sonrisa casi infantil a Oliver y al flautín que este la tendía. No sabía bien que le estaba diciendo aquel hombre, pero el gesto fue suficiente como para que decidiese coger el instrumento y admirarlo en sus manos. Luego se lo llevó a la boca y lo hizo sonar.

El pitido fue atronador.

La muchacha, que estaba claro que no sabía como tocar un instrumento de viento, salvo un cuerno a juzgar por la fueza de su soplido, casi dejó sordos a todos los que estaban a su alrededor. Por fortuna se dio cuenta rápidamente de que así no era y cesó enseguida su empeño, mirando a Olivier con vergüenza y ruborizándose en el acto.

El cochero rió tras aquel pequeño sobresalto con el flautín. - Creo que le vendrán bien sus clases, maestro. - Dijo levantándose del asiento y acercándose a los dos hombres de Fe que acababan de entrar.

- Permítame que le ayude, padre. - Les dijo con humildad, tendiendo su brazo al hermano Clemente, que temblaba de frío y miraba a todos lados, balbuceando por lo bajo palabras sin sentido.

Mientras, el posadero preparaba el vino que el bretón pedía desde el medio del salón, indicándole a su hija que corriese a la cocina a ayudar a su madre con la comida. Y es que vuestra partida de aquel lugar estaba cada vez más próxima. A su vez, algunos de los invitados seguían sin aparecer.

Notas de juego

Posada el Cordero Rojo.

Os dejo un turno más y os meto a todos al mogollón en el carruaje.

Cargando editor
15/10/2019, 13:24
† Salomao Ali-Caro †

Salomao, termino lo que le quedaba de comida de un bocado para después terminar su bebida sin respirar y limpiarse con la manga de la ropa, lo que le recordó que debía ir a ver que tipo de ropajes le habían dispuesto en su dormitorio, al ver a Guillermau ya cambiado lo notó extraño, era sorprendente como cambiaba la imagen de una persona con el tipo de ropajes que usara... el bretón le parecería hasta atractivo de ser una dama, pero afortunadamente para ambos él no lo era y en cierta manera el antiguo herrero seguía teniendo cara de vinagre... o incluso peor, su humor era aún más funesto que antes, pero mientras sus músculos funcionasen el portugués no pondría objeción alguna con respecto al aspecto físico que presentara,  al fin y al cabo ambos eran soldados y la belleza algo secundario, sobretodo en el caso de Salomao que llevaba años evitando a las mujeres para no caer en el pecado de la carne... y sin embargo había hablado con Daphne... pero bueno, eso era como cualquier otro de sus trabajos la dama parecía ser de buena familia y tanto el bretón como él habían convenido protegerla, sus votos consigo mismo seguirían intactos.

Así pues se retiró a su alcoba en silencio, sin hacer preguntas o comentarios.

Cargando editor
15/10/2019, 13:55
Guillaume Valjean

Las llamas danzaban su macabra danza ante los ojos perdidos de Guillaume, la danza de quien ha lamido pieles, ha quemado huesos y ha calcinado hasta los recuerdos. Llamas lejanas, llamas que seguían quemando mucho tiempo después de haber sido apagadas, llamas que las lágrimas no apagarían y que alimentaban la forja de su odio. El bretón no estaba en aquella posada sino muy lejos, en una pequeña aldea bretona donde el clero quemaba el cadáver de su difunta esposa como si fuera una bruja, todo por atraparle, todo por eliminar al único testigo que lo había visto todo.

El olor de la cocina le revolvió las tripas. El cadáver de su mujer había olido a algo muy parecido, parte pelo quemado, parte pierna de cerdo y le había llegado hasta su escondite. No había podido despedirse, enterrarla o explicárselo a su familia, había tenido que huir como un perro y eso le pesaría durante el resto de su vida.

La jarra de vino llegó, en silencio, como si nadie se atreviera a medrar en lo que estaba pasando por la mente del bretón. Guillaume apretó un puño, fuerte, hasta que se le pusieron los nudillos blancos, haciendo que su musculatura se hiciera evidente.

Bebió el vino y su corpachón se estremeció. Desde atrás cualquier hubiera podido decir que se había atragantado con el vino pero cualquier mirada más cercana hubiera visto como una traicionera lágrima recorría su mejilla. Si era de tristeza por su destino o rabia por el amor robado era imposible de saber.

Cargando editor
15/10/2019, 16:55
† Ioan †

Preocupado por cómo se encontraba el hermano Clemente, apenas si me fijé en lo que hacían los allí presentes, ni tampoco en si estaban los mismos que cuando había salido, si habían llegado más personas o si alguno se había marchado… al menos hasta que aquel estridente pitido resonó con fuerza en la taberna, haciendo que me girase automáticamente hacia la muchacha que lo había provocado. No recordaba haber visto a aquella muchacha que le devolvía el flautín a maese Olivier, claro que tampoco le dio mucha importancia a su presencia.

Te lo agradezco, hijo mío- le dije al hombre que se acercó a ayudarle -Maese posadero, espero que no os moleste que lo lleve a mi habitación…- le dije al posadero -Ha pasado la noche a la intemperie y en condiciones bastante deplorables…- le expliqué, endureciendo levemente mi expresión en lo que podría ser un deje de desaprobación, o tal vez incluso de ira por la situación en la que lo había encontrado -Necesita descanso y entrar en calor- añadí, reanudando mis pasos de camino a mi habitación con ayuda del cochero.

De pasada, vi mi túnica, ya limpia que Ionela me había entregado al entrar al salón, y que había dejado allí al ir a buscar al hermano Clemente… sin embargo, no me detuve a cogerla. Primero había que llevar al anciano monje a donde pudiese descansar, ya me preocuparía por cambiarme cuando hubiese hecho eso.

Cargando editor
16/10/2019, 23:02
Boromir

Y así fue como la mañana fue transcurriendo, mientras que yo me dedicaba a otros quehaceres alrededor de aquella posada. Y es que aquella misma noche, al igual que ocurrió con los demás, alguien entró en mi dormitorio aprovechando la oscuridad y el sonido de la tormenta. Según todos dijeron a lo largo de la mañana, nadie hechaba en falta nada en sus pertenencias, pero lo cierto es que ninguno realmente se molestó en mirar si le faltaba algo o no.*

Yo no tardé en darme cuenta de que mi pequeño cuchillo arrojadizo había desaparecido de mi bota en el preciso momento que fui a lanzárselo a aquella siniestra visita. Luego me di aquella vuelta para comprobar si era fácil acceder a la posada por las habitaciones y prácticamente, perdí toda la manaña con aquello. Por fortuna entré a tiempo para desayunar algo y poder cambiarme de ropajes tras un cómodo baño.

El cochero no tardó en salir a preparar el carruaje y las viandas fueron cargadas en él, mientras que el agua de mi baño permanecía tibia y yo descansaba, pensando aún en como aquel hombre había entrado en la habitación sin ser visto por nadie... Al salir de allí y subir al carro junto con los demás, comencé a darme cuenta de algunas cosas más. La primera, que el joven médico y su ayudante no nos acompañaban en el viaje. La segunda, que el guerrero portugués no se había dado baño alguno** y la tercera, esa fue ya en marcha, que no solo mi habitación había sido asaltada aquella noche.

Pero nuestro viaje prosiguió dejando atrás a "El Cordero Rojo", cruzando las tierras del Señor Giovanni. Allí fue cuando comenté que mi cuchillo había desaparecido esa misma noche y todos os dísteis cuenta, de que vuestras armas o mujeres, como algunos las llamaban, se habían esfumado de vuestras posesiones. Estaba claro que quien entró, tenía un claro objetivo: hacer que las normas de Giovanni se cumpliesen. Y este dijo que nada de armas en su casa.

El cochero nos dejó charlar tranquilos y solo se detuvo cuando alguien tuvo alguna imperiosa necesidad corporal por hacer. El resto del tiempo, mantuvo un ritmo ya establecido e hizo su parada estudiada a mitad de trayecto. El carruaje era amplio por dentro y se cargaron en él obres de agua y vino, junto con la comida para el viaje. Al faltar dos viajeros, teníamos algo más de sitio para movernos en él. 

¡Señor! Aun recuerdo vuestras caras cuando os dije que me faltaba mi cuchillo arrojadizo y os disteis cuenta de que estábais desarmados también...

En cuanto al chiflado del Hermano Clemente, el posadero solo permitió que se le sentase junto al fuego para que entrase en calor y se le secasen las ropas. Segismundo estaba ya cansado de ser una "hermanita de la caridad". - No soy cristiano ni comulgo con vuestra religión. No le dejaré morir de frío, pero no le daré cama si no puede pagársela. - Fue lo que escuchó el padre Ioan escuchar de la boca del hombre y con eso, prohibió la entrada del viejo a los dormitorios, quedándose junto al fuego hasta vuestra partida al menos.

Y en aquella parada a mitad del camino nos encontrábamos en ese momento. Las hermanas, con hermosos ropajes, aprovecharon para estirar un poco las piernas por el lugar, un claro junto al camino, limitado por altos y verdes árboles. La mujer exótica, seguía con sus ropas transparentes, pero el olor a aceites e incienso se notaba en su piel. Claudia, por su parte, seguía con su vestimenta asalvajada y miraba el horizonte sentada en una piedra. Bruce había decidido seguir a las hermanas a hurtadillas, mientras que yo me quedé junto al carruaje, observando como el cochero atendía a los caballos antes de descansar un poco...

Notas de juego

*Ninguno se ha molestado en comprobarlo, todos habéis dado por supuesto que teníais vuestros objetos más preciados con vosotros ;)

** Tenía que soltarlo xDDD

Cargando editor
22/10/2019, 16:06
† Ioan †

La respuesta del posadero me sorprendió, pues no la esperaba… era consciente de que me encontraba lejos de las tierras en las que los hombres de fe eran respetados simplemente por lo que representaban, pero aun así, no pensaba que aquel buen hombre no quisiese proporcionar una cama al anciano hermano Clemente en su estado. Sin embargo, no me enfadé con él ni intenté convencerle.

Bien es cierto que no puede pagar, y yo tampoco tengo dinero para hacerlo- me dije -Y tal vez no quiera arriesgarse dándole cobijo tras ver lo que los hombres de su señor opinan de él- pensé, recordando la actitud de sir Lothar y de los guardias -Pero esperaba algo más de empatía por un pobre anciano enfermo- añadí mentalmente, aunque desde luego me abstuve de comentarlo.

Así sea pues, os agradezco que le dejéis calentarse en vuestro fuego, hijo mío- le dije al posadero, asegurándome de dejar al hermano Clemente sentado lo más cómodo y cerca del fuego posible, tras lo cual pedí si era posible que me preparasen un baño para poder asearme, desayunando mientras lo hacían.

Al parecer aquel hombre que no había reconocido no era otro que el cochero que nos llevaría a nuestro destino, pero por lo que vi, aún quedaba bastante tiempo para que saliésemos, así que pude tomarme mi tiempo en tomarme el desayuno, así como también en asearme de manera adecuada… e incluso para comprobar el estado del Hermano Clemente y para hablar con los allí presentes*.

El viaje, a diferencia del que me había llevado hasta la posada, fue agradable, especialmente por el hecho de poder compartirlo con más personas en lugar del perenne mutismo de los guardias de Giovanni.

Entiendo que os preocupe que os haya desaparecido el cuchillo, hijo mío, pero sin duda no será necesario en el castillo de lord Giovanni- le dije a Boromir cuando mencionó aquello -Después de todo, no estaremos en tierras salvajes precisamente, donde puedan atacarnos bestias o bandidos- añadí.

Cuando nos tras un buen rato el cochero se detuvo para hacer una parada y permitir que tanto nosotros como los caballos descansásemos, bajé del carruaje para estirar un poco las piernas y tomar el aire, aunque permaneciendo cerca de este. Al principio pensé en seguir a Bruce, pues su forma de andar no parecía la de alguien decente… especialmente teniendo en cuenta que tomaba el mismo camino que las hermanas, pero al final decidí no hacerlo.

No será nada… y además, tampoco creo que ellas le vayan a permitir ninguna hacer tontería- me dije, por lo que, imitando a la mujer de aspecto salvaje, me senté en una de las piedras que allí había.

Desde luego, hace un buen día… nada que ver con la tormenta de anoche. Demos gracias al Señor por ello- dije mientras me sentaba. Al fin y al cabo, el viaje hubiese sido bastante más incómodo si la tormenta hubiese continuado -¿Qué pensáis sobre nuestro anfitrión, hijos míos?- les pregunté a los que allí estaban, en parte para matar el tiempo hablando de algo que todos teníamos en común y en parte porque estaba realmente interesado en sus opiniones -¿Alguna idea sobre lo que espera de nosotros?- añadí.

- Tiradas (1)

Notas de juego

* en principio hablaré, brevemente al menos con todos los que quieran, más que nada para preguntar quienes son y si saben por qué los han llamado... pjs y pnjs

Cargando editor
22/10/2019, 18:09
† Salomao Ali-Caro †

Salomao había accedido a cambiarse de ropa, una muda nueva no le vendría mal pues al fin y al cabo las que llevaba había sido hilvanadas varias veces, así pues escogió la ropa más austera y oscura que se le ofreció, así como botas y capa nueva. Fue entonces cuando se dio cuenta que su daga había desaparecido, por eso razón fue el último en salir de la habitación puesto que la había estado registrando varias veces sin éxito, con un humor más turbio del que había tenido al principio realizó el viaje sin hablar prácticamente con nadie, que le hubieran quitado su pequeño salvaconducto lo había puesto de muy mal humor, era como andar desnudo completamente y aquello lo tenía fuera de sí... lo que aún no se explicaba era como aún así había decidido seguir adelante, quizás con la esperanza de una vez hechas las presentaciones del dichoso Giovanni le devolvieran a sus damas para darse la vuelta y olvidarse de todo aquel asunto, puesto que desde luego no pensaba irse sin ellas ni servir a un señor que ordenaba semejante ultraje.

Entonces, mientras se hacía una parada en el camino Boromir habló sobre la desaparición de su daga, al hacerlo el portugués por fin rompió su silencio.

- Mi pequeña dama también ha sido robada- le dijo muy serio- ha tenido que ser al sombra que me despertó, vino a llevarse la daga que guardaba en la bota... ¿pero como lo supo? no entiendo por qué tanto celo con las armas, si lo que quiere son nuestros servicios ¿por qué nos desarma?