Partida Rol por web

Es triste pensarlo así, pero ¿puede ser posible que el enano y yo nos hayamos perdido en una torre que no tiene más que cuatro rincones mal contados?

Pues parece ser que sí, a juzgar por las palabras de Durgin y mis propias percepciones. Demasiado concentrado en moverme, me he desorientado completamente. Reflexiono unos instantes.

- Creo que esa es la ventana por la que entramos -echo unos cálculos rápidos- -Esas puertas deben dar al centro de la torre, posiblemente a las escaleras para salir de ella.

Pero no podemos hacerlo sin el cadáver de Mórcar. No tengo ningún oscuro presentimiento aún -como si fuesen muy de fiar mis presentimientos- No creo que nuestros compañeros le hayan encontrado todavía.

Yo -señalo a mi izquierda- continuaría por ahí.

 Arramus corría al encuentro con sus compañeros que iban despejando la sala. Todo quedo en silencio y poco despues se escuchó al Enano maldecir. También llegaron las voces en un idioma hosco y desconocido. La lengua del Caos. 

Ungrim y Agamenon, estaban en el mas oscuro y profundo del los pasillos, enfrentados al mayor peligro de la sala, el Brujo. 

Durgin y Jandrus, caminaban despistados, pero el mago dio en el blanco, esa sala era la que descendia a la salida y aun no se habían enfrentado a Morcar. 

En la sala, Ungrim se disponia a enfrentarse una vez más a un hechicero. Para esta lucha, decidió cambiar su hacha mágica por su antigua arma, más familiar entre sus manos.

Venga mago, esta lucha es entre tu y yo. Enseñame lo que sabes hacer

Nada más decir esto se lanzó al ataque intentando pillar al hechicero por sorpresa, pero su enemigo no estaba tan indefenso como parecía, y todos los ataques del enano chocaron contra una barrera invisible alrededor de su enemigo.

La lucha estaba teniendo lugar en otro lugar de la mazmorra. Justo cuando Jandrus y Durgin recapacitaban sobre su situación, el enano oyó el sonido de la lucha unas habitaciones más allá.

- ¡Vamos Jandrus, creo que ya lo han encontrado!.

La sala estaba plagada de enemigos y como no, Ungrim fue a por el más fuerte sin dudarlo.

Me debato entre la posibilidad de ayudarle o de ir acabando con los fimires, pero su enemigo es un brujo del caos y sus conjuros deben ser muy fuertes. Será mejor no dejarle conjurar a gusto.

Me decido a atacar al brujo. Mis ataques parecen rebotar contra algo invisible que lo rodea, pero de repente mi espada corta consigue atravesar esa barrera e impacta contra el brujo hiriéndole en una pierna.

Tras pasar u largo lapso de tiempo Vuelvo al mundo de los vivos y conscientes, mi agudo oído detecta el apagado sonido de un combate en la distancia y corro hacia él.

 No se que me ha apsado ni cuanto tiempo he pasado ensimismado, peor ha sido algo muy extraño.

Corriendo tanto como le permitian las piernas, Arramus alcanzó a sus compañeros justo a tiempo para enfrentarse al rey brujo y a us secuaces. Lamentablmente, la carrera lo habia dejado extenuado y no puedo hacer nada mas que ofrecer otro blanco  a los monstruos.

Todos y cada uno de los golpes fueron frenados, los rivales, pese a su poder, parecian insuficientes para los veteranos guerreros.

Mientras Ungrim y yo seguíamos peleando contra la magia del poderoso brujo vi de reojo como Arramus llegaba en nuestra ayuda. Esto ahora es algo que no me distrae de la lucha, recuerdo como al principio de nuestras aventuras esto no era así, tenía que concentrarme mucho en el enemigo para no salir malherido de la batalla.

A pesar de la llegada de Arramus mis golpes no cesaron, pero la barrera invisible del brujo volvió con más fuerza e hizo rebotar todos mis golpes.

Sigo los pasos del enano, que parece que ha encontrado el rastro de nuestros compañeros extraviados.

Ungrim continuaba golpeando incansable el escudo del hechicero, el cual bloqueó la mayoria de los ataques, sin embargo, cada impacto parecía debilitarlo temporalmente porque uno de los ataques consiguió atravesar la barrera, hiriendo al brujo en un costado.

Acelero el paso hacia el cada vez mas sonoro combate.

Aarramus vio por fin al señor de las bestias, al engendro mayor del lugar. Alzó su martillo de guerra con ambas manos e invoco a su dios. La fuerza divina inundó el cuerpo del sacerdote casi levantándolo del suelo y comenzó a blandir su martillo como si fuera el dia del juicio final. Sus tres primeros golpes fueron detenidos por el escudo del fimir, cuya armadura los desvió con esfuerzo. Sin embargo, la potencia de los golpes despedazó la barrera y los siguientes ataques de Arramus arrancaron pedazo a pedazo la armadura del fimir. Golpes terribles arrancaron extremidades, hundieron cajas torácicas, quebraron el hueso y hundieron el rostro del villano. En un momento dado, con su rival muerto ya, Arramus lo golpeó de abajo a arriba, levantándolo en el aire y acabó su ofensiva con un golpe perfectamente horizontal que, impactando en las destrozadas costillas, lo mandó volando como un fardo de grano contra la pared de la izquierda. El golpe fue tan tremendo, que el cuerpo no cayó, se quedo incrustado en la pared, deformado y retorcido como si hubiera caido de una montaña.

Arramus reconocio el bajón que venía siempre despues de recurrir a la fuerza de Sigmar y cayo de rodillas, jadeando, a merced del resto de monstuos.

Mientras el resto de compañeros avanzaba lo mas rapido posible para acabar con el enemigo que quedaba, los tres valientes luchaban a capa y espada par terminar con la vida de los siervos de Morcar.
Arramus, logró matar a uno de los Fimir tras una embestida tan potente que el monstruo no supo ni defenderse.
Ungrim y Agamenon, estaban en peor postura, pues no solo sus golpes eran desviados, si no que ademas, los enemigos penetraron sus defensas haciendoles sangrar.

Harto de caminar a paso de tortuga, volteo la mano sobre mi cabeza y por unos instantes la pesadez de la coraza mágica se desvanece y mis pies se vuelven ligeros. Por desgracia, el efecto se disipa rápidamente.

Como había visto durante el combate, el escudo que protegía al brujo no era del todo impenetrable. Si se golpeaba repetidamente en un punto poco a poco se debilitaba, así que esa fue la estrategia por la que optó Ungrim. Durante un rato estuvo moviendose alrededor del hechicero, lanzando rapidos golpes contra el pecho de su enemigo, hasta que notó una leve fluctuación en el escudo y, sin dudarlo se lanzó directo en un ataque con toda su fuerza.

Con un chisporroteo, el hacha atravesó la barrera y se hundió profundamente en el pecho de su enemigo.

El molesto Fimir consigue hacerme sangrar, pero a pesar de ello sigo sin centrar mi atención en él, lo primero es terminar con el maldito brujo.

Justo cuando voy a lanzar otra serie de ataques contra el poderoso brujo veo como el hacha de Ungrim se clava de lleno en su pecho atravesando su poderosa coraza mágica y acabando con su vida. Mi reacción es descargar toda la rabia de mis ataques contra el engendro verde que ha conseguido hacerme sangrar. Pero mi reacción de rabia no le pilla por sorpresa y mis ataques no consiguen golpearle.

Corro a toda velocidad pero no consigo llegar al combate puesto que msi compañeros me tapan como un muro.

- Por Gurginr, seré el último en llegar a la fiesta.