Partida Rol por web

Al entrar en la nueva sala, tres enemigos nos estaban esperando. Tras dar una ojeada rápida me lanzo contra el más cercano que es un pequeño goblin.
La estrategia está clara, si lo derroto de un solo golpe Ungrim podrá lanzarse a por el otro y Arramus tiene pasillo libre para atacar al orco, el rival más fuerte de la sala, así podrá estrenar bien su nuevo martillo.

Pero a pesar de mi intento no consigo acabar con él, quizás las prisas por acabar con él me han perjudicado.
 

Una vez más, al entrar a la nueva sala se la encontraron llena de enemigos. Antes de darse cuenta de lo que pasaba, Ungrim se encontró atrapado entre una pared y un goblin que luchaba con Agamenón.

Puesto que entre ambos le bloqueaban el paso, hizo lo unico que podia en ese momento, y atacó al goblin. La pobre bestia era claramente un enemigo inferior, asi que no tardó en caer herido mortalmente.

Durgin aprovechó los últimos instantes antes que se abriera la puerta para tratar de encontrar algo de valor en la sala.

Arramus sonrió al ver la habitación abarrotada. Blandió su nuevo martillo con ambas manos y empezó a bambolearlo de un lado a otro como si fuera casi hercules levantando una columna. Pedazos de suelo, pared y orco saltaron por los aires con cada impacto. 3 impactos seguidos destrozaron la cota de malla, las costillas y los pulmones del orco mas cercano, que acabó hecho un piltrafa en un rincon del cuarto.

Cruzo el pequeño pasadizo y ataco a mis dos ponentes más cercanos. El orco es capaz de detener mi acometida pero el gobling cae con su corazón atravesado

La sala parece no contener trampas así que busco objetos de valor en ella. Después de eso me situo detrás del enano, dispuesto a atravesar la puerta que nos conduce a nuevos peilgros.

El resonar de los metales imbadian todas las salas. Agamenon y los demas, acabaron con casi todos los enemigos. Solo un goblin escurridizo y astuto logro salvarse. Cuando llego su turno, se abalanzo contra el humano y trato de atravesarle con su malcuidada cimitarra. No lo logró, Agamenon, hizo acopio de sus habilidades y evito la fea herida que se le venia encima.

Durgin y Jandrus, habiendo aprendido que los orcos, guardan sus pequeños botines por todos lados. Exploraron la sala en busca de algun posible tesoro. Asi fue, pues bajo unas losas, encontraron el botin que alguno de los orcos quiso ocultar a sus superiores.

Aenur, sin embargo, deseaba acabar con tantos enemigos como fuera posible. Su odio a los pielesverdes, le impulso a saltar dentro de la nueva sala, donde los enemigos esperaban para trabar al primero que pasara, pudiendo asi acabar uno a uno con ellos. Ataco con fiereza, terminando con la vida de uno de los Goblins y se defendio con bravura de los otros, pues no lograron hacerle daño alguno.

Maldición, como han podido bloquear mis dos ataques estos pieles  verdes. Exclamo con frustación

Moviéndose hábilmente entre los epacios dejados por el elfo, Durgin se colocó cerca de un goblin justo a tiempo para asestarle en su verde cabeza, sin que éste llegar a entender el porqué de tal torrente de violencia desatada en su hogar ancestral.

La frustración por no haber sido capaz de matar a un miserable goblin con mi anterior ataque me hace adelantarme a mis compañeros a la hora de atacar al único enemigo que quedaba en la sala.

Está vez controlo bien los tiempos de los ataques y el bicho verde no tiene nada que hacer contra mi espada corta, así que acaba cayendo al suelo fulminado.

Me cuelo entre mis compañeros, el cadáver del goblin y el que está vivo y, a sus espaldas trato de atestarle con la vara un golpe mortal. El bicho es rápido y se da la vuelta justo a tiempo para detener el impacto con su hoja oxidada.

Visto que Agamenón había terminado con la vida del ultimo enemigo de la sala, Ungrim tomó la puerta de su izquierda, acabando en un ancho pasillo de piedra.

Arramus se detiene para examinar el cuerpo del orco abatido.

El orco se quedo solo, no obstante, la muerte del goblin no era suficiente para acobardarlo y hacerle huir. Lanzo un tajo certero sobre Aenur y rompiendo sus defensas atraveso la magia que protegia al elfo.

Ungrim, continuo su infrenable avance hasta la siguiente puerta. Salio al exterior y encontro, entre paderes de piedra una nueva puerta. Era de madera, sencilla. Hecha para la entrada y salida, no para proteger valiosos bienes.

Arramus, registro el cadaver y encontro entre sus pertenencias, un frasquito, parecia alguna pocion. Su tono gris, con copos de nieve blanca en su interior, la daba un aspecto refrescante. La abrio y la fragancia de su interior le recordo viejos lugares de reposo. Tomo un trago y sabia a rayos. Lo escupio y arrojo el frasco a un rincon. Pero el veneno ya estaba haciendo efectos. Tumbado en el suelo, se sacudia violentamente por los pinchazos que le bajaban desde la garganta hasta el estomago. Por suerte para el, no habia bebido demasiado y se recupero con un malestar en el estomago que aunque era molesto, le permitiria seguir avanzando.

Unas pequeñas gotas de sangre élfica salpicaron al enano que, imparable en su ataque, acometió contra el orco acorralado que batallaba por mantener su posición. El ataque fue fulminante; la maza de Durgin impactó contra su coraza de malla y quebró todos los huesos del piel verde que se derrumbó como un amasijo de sangre y metal.

-¡No aprenderé nunca a no beberme lo primero que me encuentro por ahi!

El sabor metálico del veneno aun suraba en su lengua cuando salio al pasillo y adelanto a Ungrim para entrar en la nueva habitacion.

Ungrim estaba observando las paredes por si había alguna puerta oculta cuando vió que Arramus pasaba a su lado como una exhalación mientras murmuaba algo. Una vez que se hubo convencido de que las paredes eran simplemente paredes, siguió al humano.

Gracias amigo digo mientras registro los cadaveres.

Me doy prisa en registrar la habitación para que mis compañeros no me saquen mucha ventaja. Después del registro salgo al pasillo y entro por la única puerta que hay.

Me asomo a la puerta que da a la habitación contigua.

- Los demás ya han limpiado el camino, parece que estamos en la senda correcta.

Después de pensarlo un poco, añado:

- Quizás sea el momento de reagruparnos, Morcar puede estar cerca ya.

Cruzo la puerta y me dirijo a reunirme con el resto del grupo.