Partida Rol por web

Brian que se había pasado todo este tiempo en la retaguardia escondido detrás de sus compañeros, como un niño de 5 años hace tras sus padres. Pero adelanta un paso con los brazos en alto.

- ¡Khasiri! - Apunta con el dedo al otro lado de la colina hacia el burro que ya estaría siendo devorado por buitres - A nosotros también nos atacaron los Khasiri, allí está lo que queda de nuestro burro.

Aprovecha el momento para mirar al chaval e intentar averiguar si realmente ha podido ser un Khasiri o mas bien un animal.

¡AAH! - chillo al sentir el impacto de bala cerca de mis estilizados tobillos y corro hasta resguardarme detrás del primer hombre que pillo - ¡No dispare! ¡Que sólo intentamos ayudar! ¡Elías! ¡Traduzca hombre! - exijo, histérica. ¡Dispararme! ¡A mí! ¡Ni que fuera esto el Bronx!

- Deberíamos irnos - susurra Alexander mientras de un paso hacia atrás, con las manos aún en el aire y sin perder de vista al extraño -. Sigamos nuestro camino: esto no es asunto nuestro.

El viejo capitán, con las heridas aún recientes, considera que una imagen vale más que mil palabras. Se desabrocha la ropa para mostrarle su mutilado torso al hombre, dándole a entender que el también fue atacado. Señor Elias, traduzca por favor.

Disculpe usted, más no era nuestra intención asustarle. No obstante, lo que mi compañera comentaba es real, mire esta herida cubierta. Le aseguro que es de un Kara... Kashi… Khasiri! Ni las balas pudieron con el parece.

Demonios, que difícil es pronunciar esto.

Weaver articula un español bastante bueno para alguien con un acento americano tan marcado como el suyo. Lo suficientemente bueno, por lo menos, como para que Elías no tenga que hacer de intermediario.

Lo cuál es una suerte, porque el escritor neoyorkino bastante tiene ahora mismo con intentar articular palabra, ruborizado debido a la presencia de Sinclair pegada a su espalda como una dama en apuros.

Tras la interpelación del capitán, Elías vuelve en sí y traduce las palabras de Westley.

Julio Céspedes se escandaliza ante la visión de la herida del británico y, si ya no quería tener que ver nada con vosotros, ahora mucho menos. Tras una retahila de palabras que Elías se niega a traducir acompañada de más amenazas con el rifle, proseguís con vuestra marcha.

El día prosigue sin ningún incidente y no encontráis a nadie más por el camino. Decidís hacer noche en un lugar recogido en un estrecho valle que os recoge del frío nocturno y, sorprendentemente, conseguís hacer fuego sin ninguna dificultad.

Dormís tranquilamente y, al día siguiente, los burros siguen siendo cuatro. ¡Qué suerte la vuestra!

Proseguís con vuestro camino y, según los garabatos del mapa de Ernesto, debéis estar cerca de vuestro destino. La vegetación está algo más mustia a cada paso que dáis y eso no es normal.

Hace rato que no escucháis ningún animal. No hay ningún buitre sobrevolando, ninguna serpiente reptando ni ningún puma acechando.

El silencio de su alrededor empieza a inquietar a Alexander, quién empieza a mirar de un lado a otro, afinando el oído, temiendo descubrir a alguien o a algo que les salte encima.

Lucy se extraña del paraje que se extiende ante ellos.
Es como si la vida estuviese abandonando este lugar...
Lucy agudiza sus sentidos consciente de que con todas las cosas raras que están pasando, cualquier error les puede dejar en el mismo estado que el pobre burro que habían perdido.

Oyes un leve sonido y, a muchos metros de vosotros, ves dos figuras de espaldas abriéndose paso entre la maleza dirigiéndose hacia alguna parte.

Una de ellas, por lo que puedes llegar a ver, es un hombre alto vestido con ¿un traje?. La otra silueta parece de una mujer mucho más bajita que él. No alcanzas a verla demasiado desde donde estás.

El anciano intenta detectar lo que hay en su alrededor. demasiada paz pensaba. Parece que las ultimas aventuras y la edad le juegan malas pasadas, y no detecta nada de nada.

Lucy se acerca al grupo y habla en voz baja.
A unos metros de nosotros hay un hombre alto vestido con - Lucy hace una pausa para dar más dramatismo - ¡Un traje! ¡Con toda esta maleza! Le acompaña una mujer más bajita que el. No los distingo bien desde aquí.

Si algo he aprendido de la gente de esta zona es que no tiene ningún gusto para vestir - indico. Bueno, ni la gente de esta expedición. Visto lo visto, esas dos personas probablemente sean Kharisiri, ante lo cual una servidora va a intentar hacer fuego de manera preventiva - añado, cogiendo con elegancia los dos pedruscos que tan poco se prestaban a colaborar en favor de mis intereses.

El capitán se coloca en guardia, listo para lo que pudiera ocurrir. ¿Otros de esos seres? Si lo son, esta vez no puedo dejar que esos bichos me pillen por sorpresa.

Decidís no interactuar con los dos extraños que la joven Adler descubre, así que seguís vuestro camino con cautela. Todo apunta a que, aunque sin quererlo, estáis siguiendo a esos dos seres. ¿Irán al mismo lugar que vosotros?

Tras andar durante todo un tercer día, el cansancio empieza a hacer mella en vosotros. El sol empieza a ponerse cuando finalmente encontráis una árida meseta que vigila un profundo y ventoso valle. En su centro, una pirámide que rompe la estética del grisáceo paisaje. Lo único hecho por el hombre. Imagináis que en su día fue alto, imponente.

El viento comienza a levantarse y el polvo del suelo se pega a vuestras ropas, ya sudadas de semejante travesía por las montañas. En el valle, el viento produce un escalofriante sonido que pone los pelos de punta.

Las ruinas se componen de varios edificios y al parecer estuvieron antaño amuralladas. El camino que desciende a ellas es estrecho y angosto y los animales, que cada vez se ponen más nerviosos, no podrán pasar sin despeñarse a no ser que se les guíe muy bien por el sendero.

Alexander, tras secarse el sudor de la frente, se acerca a uno de los burros e intenta calmarlo, sin demasiado éxito. Los animales nunca fueron su fuerte.

Viendo el fracaso de su intento, el abogado deja esa tarea a sus compañeros y explora con la mirada sus alrededores, con la esperanza tal vez de encontrar un camino más accesible para el grupo.

Ves otro posible camino para acceder a las ruinas, pero implicaría dejar a los burros fuera de la ecuación de todas maneras.

Podríais volver hacia atrás, descender por un terreno algo inclinado y rodear la muralla unos metros hasta llegar a un gran agujero en la piedra. Podríais trepar por ahí para entrar para no entrar por la entrada principal.

Lucy que no tiene mano con los animales, ni siquiera intenta atenderlos.
Saca unos prismáticos de su bolso* y observa las ruinas.

- Parece que hay otra manera de acceder al templo - declara Alexander, distraído, mientras escudriña el camino por el que han venido -. Hay un agujero en uno de los laterales. Habría que saltar el muro, los burros no podrían acompañarnos. Evitaríamos la entrada principal - con un suspiro, se vuelve hacia el grupo -. ¿Quién sabe sin dentro no nos están esperando los tipos que vio antes la señorita Adler?

Eso es cierto. En base a la leyenda de aquella mujer, ahora mismo el ser que los controla está aquí, bajo tierra. Ese supuesto y falso Dios. Debemos andar con cautela, aunque ¿seguro que ustedes están capacitados para saltar el muro? Yo creo que podría saltarlo. Si la fortuna está de nuestro lado. Dice mientras agarra una pata de conejo que casualmente lleva guardada en un colgante.

Por fortuna, solo hay un Dios real, y él nos guiará hacia la senda de lo correcto.