Partida Rol por web

Tras aquél curioso encuentro, Ashley se marchó a su hogar. Parecía que su padre seguía trabajando en su propia habitación, ahora que trabajaba desde casa cobraba algo menos e intentaba suplir todos los gastos haciendo horas extras. No debía quedar demasiado para que terminara, sin embargo ¿Ashley entraría a hablar con él?

Por otra parte, la noche ya se estaba cerrando y tenía deberes que hacer, trabajos que repasar... Y quizá una amiga a la que llamar para preguntar como estaba, pues parecía que le había molestado demasiado que Ashley hoy fuera la estrella.

Ashley tenía varias cosas en mente, pero la primera la tenía clara. Así que llamó con los nudillos y esperó a que su padre le dejara entrar antes de anunciar con una sonrisa y llena de orgullo:

-Adivina quién ha impresionado a su profesora y ha sido aplaudida por toda la clase.

¡Je! - sonrió, mostrando su cabeza por un costado del ordenador. - ¡Esa es mi chica! - dijo feliz alzando un dedo. Pero una voz ronca, áspera y malhumorada, profirió el apellido Hill, lo cual hizo que George volviera muy rápidamente a seguir trabajando. - ¡Si, disculpe señor! - comentó cabizbajo. Parecía que ese tipo era bastante impositivo.

Sea como sea, se había hecho muy tarde y era momento de irse a dormir. Ashley se iba a la cama con muchas cosas en la cabeza ¿quién era aquél tipo tan extravagante? ¿Por qué un alumno de filología robaría su libro? ¿Estaría bien su amiga? Todas esas cosas debería resolverlas mañana, pero hoy, le tocaba dormir y recuperar energías.

Un nuevo día comenzaba para Ashley Hill. Se despertó cómodamente en su cama, se estiró un poco y revisó la hora, aunque pronto se quedó algo extrañada ¿se había acostado? No lo recordaba, al igual que tampoco recordaba haberse puesto el pijama. Lo que si que tenía claro Ashley Hill era que ella no había comprado todos aquellos dinosaurios de peluche que ahora poblaban la habitación.

Se levantó con cierta preocupación ¿Dónde habían ido a parar sus ositos de pelcuhe? Y más importante aún ¿Dónde demonios estaban los apuntes que había estado haciendo por la noche? ¡Sobre su mesa solo había algunas fotos!

Al principio se sintió como si todo siguiera siendo un sueño. Aquel cuarto se parecía al suyo, pero al mismo tiempo no era así. Aquellos dinosaurios no eran sus preciosos ositos, y no recordaba haberlos comprado ni que se los hubieran regalado. ¿Habría sido su padre? Además, tampoco recordaba haberse metido en la cama.

— ¡! - Ahogó un gemido cuando vio que los apuntes no estaban en la mesa. ¿Ahora cómo iba a pagarle a Zac? ¿Tan cansada estaba que los había guardado y ni se acordaba de dónde los había puesto? No, además, tampoco se había metido en la cama, o no tenía recuerdos de aquello. O era de repente sonámbula y había liado una buena mientras dormía, o había sido su padre. Sí, eso tenía más sentido. Además, seguro que él había puesto también los dinosaurios... por alguna razón. Quizá pensara que sería una buena broma, o quizás pensaría que sería una sorpresa.

— ¿Papá? ¿Has tocado mis apuntes en el escritorio? - preguntó mientras bajaba por las escaleras, aún en pijama, esperando encontrar a su padre abajo como siempre. Tenía que desayunar, acicalarse e ir a clase, pero podía permitirse un poco más de tiempo si luego apuraba el paso para ir a la universidad. — Y lo de los dinosaurios... son bonitos y tal, pero prefiero mis osos de peluche. ¿Dónde los has dejado?

George parecía realmente confuso. - ¿Apuntes? ¿Te refieres a tus fotografías? - se rascó la cabeza. - ¿Y qué dices de unos osos de peluche? Si siempre te han gustado los dinosaurios. - miró su móvil. - ¿Es el día de los inocentes o algo así?

Negó con la cabeza y continuó con su desayuno. No parecía tener intenciones de prepararle uno a Ashley. - Por cierto cielo, bromas a parte, gracias por contarme ayer que impresionaste a la señorita Wheeler y que prácticamente toda la clase te aplaudió, pero por mucho que me alegre la noticia, intenta contarme las cosas fuera de mi horario de trabajo ¿vale? - suspiró. - Mi jefe es un poco capullo y... Bueno, ya le oíste.

Parecía que todo lo que dijo Ashley cayó en saco roto, pues fue tomado a broma por parte de su padre. ¿Qué diantres estaba pasando? ¿Por qué su padre actuaba tan normal? ¿Quién era la señorita Wheeler? Y lo más extraño a la par aliviante ¿por qué Zac no le estaba escribiendo reclamando dinero?

Su padre tenía que estar tomándole el pelo a ella, desde luego. Aún se sentía bastante soñolienta, pero poco a poco se iba espabilando cuando las piezas de aquel puzle no encajaban. ¿Qué significaba todo aquello? No sabía quién era esa supuesta señora Wheeler, ni dónde estaban sus dichosos apuntes, ni por qué se supone que le gustaban los dinosaurios.

— No tiene gracia, papá - se quejó Ashley, buscando algo para desayunar rápidamente antes de volver a su cuarto. Normalmente era más... agradable por las mañanas. Aunque su jefe era... — Espera. ¿Que yo hice qué? No recuerdo haber hablado con tu jefe delante.

Ashley se quedó un momento parada mirando a su padre con el ceño fruncido, pero al echar un vistazo al reloj y ver que aún ni siquiera se había vestido, por no hablar de que no se había lavado los dientes ni había recogido su cuarto ni hecho la cama, dio un suspiro de resignación y se dispuso a prepararse para ir a clase. ¡Y tenía que buscar los apuntes en su cuarto!

— ¡Lo siento, llego tarde! - se excusó ella, probablemente dejando a su padre con la palabra en la boca. Ya hablarían con más tranquilidad cuando volviera. Se fue a su cuarto a buscar como una posesa los apuntes, pero tras cinco minutos de rebuscar y ponerlo todo patas arriba quedó claro que ahí no estaban. Los había perdido. ¡Maldita sea!

— Tendré que decirle a Zac que me dé un día más... ¿Eh? - Ahí no estaba la conversación de Zac, en su teléfono. Había una tal Olivia Burke, y le hablaba como si se conocieran de algo. ¡Y ella le había respondido! ¿Cuándo había sido eso? Empezaba a sentirse enferma solo de ver cuántas cosas se le estaban escapando, pero de veras que tenía que ir a clase o llegaría tarde. Le dijo algo a aquella muchacha, empacó los libros y apuntes tan rápido como pudo, se puso lo primero que pilló en el armario y se lavó los dientes con tal velocidad que casi se hacía sangre en las encías. La cama tendría que esperar a que volviera, al igual que el resto de la habitación.

— ¡Me marcho ya, papá! ¡Te quiero! - exclamó, saliendo por la puerta a toda prisa hacia la universidad. Qué forma más rara de empezar el día.

Su padre cada vez la miraba más extrañado, hasta el punto que se acercó el móvil con la intención de llamar al médico, pero su hija se marchó sin darle tiempo a responder absolutamente nada.

Sin apuntes, con deudas y confusa, se marchó a sus clases de filología, llegó pronto con tanta prisa y para su sorpresa, allí estaba Zac, a la entrada de clase, jugando con su viejo móvil a alguna tontería pixelada pues parecía que no le iba a dar para más. Aún tenía tiempo para irse de allí, buscar alguna forma de conseguir el dinero, evitarse los malos rollos... Saltarse una clase tampoco la iba a afectar tanto ¿verdad?

Mientras iba de camino hacia la universidad, Ashley seguía dándole vueltas a todo lo que había pasado aquella mañana. Se sentía algo ida, pero lo achacó a dormir mal. Si ni siquiera se acordaba de haberse cambiado al pijama y meterse en la cama. Seguro que se debía a que se esforzó de más la noche anterior, y su cerebro ya no daba para más. Esa tenía que ser la explicación, sí.

Sus dudas aumentaron al ver a Zac en la puerta, como si la estuviera esperando. ¿Quizá era su forma de decirle que aún tenía que pagarle? Aunque no parecía enfadado como el día anterior, y además, él habría optado por amenazarla de nuevo por Whatsapp, visto lo visto. No obstante, no quería perderse la clase. Siempre que lo hacía acababa sintiéndose mal por no estar cumpliendo con su deber como estudiante.

Así que en su lugar entró en la clase con algo más de prisa de lo normal, sin mirar nada ni a nadie, y hacer como que no había visto a Zac. Quería sentarse al fondo esta vez, no obstante. No tenía el humor ni las ganas de soportar ninguna chapa lectiva tan de cerca. 

Ashley se sentó en la parte de atrás, Zac la miró extrañada. - ¿Tas apunta'o ahora a mitad de curso? - alzó los hombros. - Como sea, mientras no molestes demasia'o, por mi pue's ponerte aquí siempre. - dicho eso, sacó su móvil, alzó su libro para taparlo y empezó a jugar a videojuegos con su dispositivo.

Ashley se quedó ciertamente extrañada, porque esas fueron más o menos las mismas palabras que tuvieron el día que se conocieron por primera vez. Después le vio fumando un canuto en el recreo, le preguntó si tenía de sobra y así surgió aquella relación que no era lo más sano del mundo.

Si aquel día era raro, lo peor vino después. Cuando se sentó en la parte de atrás de la clase, como hacía siempre que no quería estar demasiado centrada o no quería llamar la atención, Zac se sentó a su lado de repente. Al principio pensó que iba a volver a pedirle el dinero, pero con aquella introducción...

— Es una broma, ¿no? - preguntó ella con el ceño fruncido. — Llevo al menos medio año viniendo a estas clases. Y lo sabes bien - dijo ella después, sin entender el cambio de comportamiento de su "colega". Habían hecho ya varios tratos con maría, y que ahora hiciera como que no la conocía le resultaba tremendamente extraño. — Venga Zac, dime de qué va todo esto.

Axel Preston, viendo el jaleo que se estaba formando, se acercó rápidamente. - ¿Qué diantres está pasando aquí? - inquirió muy enfadado, pues no le gustaban ni los alborotadores, ni que le interrumpan sus clases. Miró a Ashley y frunció el ceño. - ¿Usted quien es? - negó con la cabeza. - No, da igual, no hace falta que responda. Colarse en clases de universidad está muy feo, así que voy a llamar a la seguridad del campus para que se la lleven. - no tardó ni un segundo en sacar el teléfono y enviar un mensaje.

Parecía que Ashley Hill estaba a punto de meterse en graves problemas...

Ashley no daba crédito a lo que oía. ¿Ni siquiera el profesor parecía reconocerla? ¡Pero si justamente ayer habían hablado! Estuvo en su clase, como casi todos los días que tocaba su hora, y de hecho incluso intervino en ella. ¿Y ahora decía que se había colado en clase?

— ¡Pero si yo estudio aquí! ¡Llevo años estudiando filología! - pensó en sacar los apuntes, pero luego recordó que se habían quedado en casa, perdidos. No tenía nada a mano para demostrarlo, solamente su memoria. Pero la situación era demasiado desbordante, y el profesor no parecía atender a razones. — ¿Non scholae, sed vitae discere? ¿Dónde quedó todo eso, eh?

Se levantó del pupitre, furiosa. No aguantaba más aquel día. Estaba hasta las narices de que todo el mundo hiciera como que no la conocían. No entendía nada de nada, así como tampoco comprendía qué estaba pasando. Bajó los escalones de dos en dos, sin mirar atrás, y dejó la clase dando un portazo. Cualquier sitio era mejor que la universidad. Quizá un jardín al aire libre, o una cafetería tranquila la ayudarían a despejarse. Las clases de aquel día eran un caso perdido.

Todos se quedaron bastante estupefactos tras ver el comportamiento de aquella chica completamente desconocida para ellos. Pero quien no dudó en llamar a seguridad fue Axel Preston. A pesar de que Ashley salió de allí relativamente rápido, los de seguridad no tardaron en alcanzar a la alborotadora y llevarla a un despacho antes de que pudiera ir a ningún lugar.

Allí encerrada, con las manos en la cabeza, se pensaba que estaban llevando demasiado lejos aquella broma y no solo eso, si no que estaba metiéndose en problemas legales también, algo que dejaría permanentemente una mancha en su historial. Pero al cuarto minuto de estar allí encerrada, entró una mujer completamente desconocida para Ashley.

¿Ashley? - preguntó con cara de preocupación. Se acercó a ella y se sentó a su lado, le hablaba en un tono amable y tranquilo, como si fuera el de su madre. - ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no has venido a clase? ¿Por qué te has puesto a gritar en la clase del señor Preston? - se notaba una gran preocupación en ella. - Esto no es propio de una de mis mejores alumnas. ¿Necesitas hablar o contarme algo?

Nada de descansar en un café cercano, ni pasear por el parque. Nada más salir de la clase del señor Preston, los de seguridad la pillaron y la escoltaron hasta un despacho. ¿Por qué estaban haciendo esto? Siempre había sido alumna, y ahora de repente hacían toda esa parafernalia. No sabía si quería reír, llorar o gritar. O todo al mismo tiempo. Las cosas no fueron a mejor cuando aquella mujer desconocida se presentó para hacer como si le importara lo más mínimo.

— Disculpe, pero no la conozco de nada. No recuerdo haber asistido a ninguna clase suya, ni tampoco ser una alumna ejemplar precisamente - respondió ella, tajante. — Solo sé que he ido a clase como cada mañana, y el señor Preston ha llamado a seguridad. Eso es todo lo que he hecho para merecer esto. — Ashley se cruzó de brazos, reticente. Estaba harta de que la ningunearan de aquella manera. Todo había empezado con su padre, y para colmo después con esos mensajes de texto, el señor Preston y Zac. No le quedaba paciencia para aguantar aquel castigo insufrible.

Oh Dios mío. - dijo con una cara de gran preocupación. Fue entonces cuando le puso la mano en la pierna y le continuó hablando con tranquilidad. - Ashley, creo que estás sufriendo alucinaciones y pérdidas de memoria. - comentó, apenada. - ¿Has tomado algo extraño? Puedes decírmelo, se quedará entre tú y yo, pero... - suspiró y miró al suelo. - Si lo niegas, significa que te pasa algo malo, algo malo de verdad.

Se notaba que aquella desconocida mujer se preocupaba realmente por Ashley, hasta el punto de callar el uso de sustancias ilegales, a pesar de ser una profesora y de ser una actividad que, evidentemente, llevaría a la expulsión de la alumna. - Pero pase lo que te pase, lo vamos a solucionar y te pondrás mejor ¿vale? - comentó intentando animar a la chica. Parecía que le esperaba una visita en el hospital si continuaba por ese camino.

¿Podía ser que aquella mujer tuviera razón? Quizá estaba sufriendo alucinaciones de verdad. Quizá eso era lo que estaba pasando ahora, y por eso se sentía tan desconectada de la realidad. Era lo único que podía darle sentido, pero al mismo tiempo no quería aceptarlo. ¿Cómo podía haberse imaginado todo? Tenía muchos recuerdos de su vida, y no estaban relacionados de ninguna manera a lo que estaba viviendo ahora. Nunca había visto a aquella mujer, pero recordaba perfectamente todas las clases soporíferas del señor Preston, y las charlas con su padre, los desayunos... Incluso recordaba perfectamente las fiestas con Zac, aquellas veces que se había animado a beber y fumar con sus colegas.

¿Podía ser eso? ¿Podía haber sido la maría? Recordaba que algunos sufrían brotes psicóticos por culpa de la marihuana. ¿Y si le había pasado eso a ella? Se encogió en el sitio mientras aquella desconocida seguía preocupándose por ella, agarrándose los brazos de repente llena de miedo. Asintió como un robot a sus palabras, mirándola bajo el flequillo. Seguía mostrando aquella cara de preocupación.

— Yo... yo no... - intentó decir, comenzando a sentir un nudo en la garganta. Aquella mujer era una completa desconocida, pero mostraba más empatía que la mayoría de personas que había conocido. ¿Qué veía en ella exactamente? No podía saberlo, para Ashley era una completa desconocida. — Está bien... - dijo, aceptando que quizá tenía un problema. Era lo único que podía dar explicación a que la ignoraran de aquella manera, que no la recordaran. ¿Todo lo que había vivido hasta ahora... no, lo que creía haber vivido era una mentira? Era demasiado para ella.

Martha Wheeler le acarició el pelo a Ashley, sin decir nada. Parecía que la chica estaba teniendo un grave problema, pero que al menos lo estaba admitiendo. La acompañó al hospital y durante todo el trayecto la estuvo cuidando como si fuera su propia hija, la verdad es que a Ashley le sorprendía que aquella mujer fuera una profesora, porque comparada con el escuálido profesor de filología, era muchísimo más atenta con su alumna.

Al llegar al hospital, pasaron por la enfermería donde tras las pruebas iniciales, descubrieron que no solo Ashley no estaba bajo la influencia de ninguna droga, sino que tenía una capacidad pulmonar excelente, algo que sorprendió a la propia Ashley, pues sabía que después de fumar tantísima maría con Zac, los tenía bastante cascados... ¿O también era parte de lo que se había imaginado?

A Ashley le atendió un hombre, llamado Agon. - Mmm... - comentó mientras leía los documentos que le habían entregado respecto a los síntomas de la chica. - ¿Y esto te ha pasado alguna otra vez? Pareces sana por todo lo demás, pero tener delirios tan graves podría ser síntoma de algo subyacente. - dejó los papeles sobre la mesa y la miró directamente. - Por otra parte... Hay un método innovador, para electroestimular tu cerebro, podría ponerlo a máxima capacidad y reordenar correctamente todos tus recuerdos... Aunque tendrías que firmarme el consentimiento. - comentó con una ligera sonrisa, mientras le entregaba los papeles y un boli. Parecía que a aquél tipo le apetecía electrocutar a la joven Ashley... De una forma puramente médica, eso sí.

Ashley agradeció tener a alguien que la cuidara durante todo el trayecto. De camino hacia el hospital mandó un mensaje breve a su padre para que no se preocupara, aunque no daba un centavo por ello. Lo más probable es que se pusiera hecho un manojo de nervios y la llamara en cuanto saliera de la consulta con el doctor. Por lo menos el seguro médico cubriría los gastos, si es que no era nada demasiado grave. Con suerte sería algo solo pasajero.

Las pruebas médicas fueron bien, algo que más o menos esperaba. Llevaba un tiempo sin fumar, más o menos unos cuatro o cinco días, por lo que no era de extrañar que saliera limpia. Y que tuviera una buena capacidad pulmonar... bueno, eso sí era un poco raro, pero todavía era joven. Quizá no estuviera tan mal, después de todo. Fumar era malo, y lo sabía por toda esa verborrea incesante de los anuncios de televisión antitabaco, pero las afecciones relacionadas solían aparecer con los años.

— No, que yo recuerde. ¿Un método... experimental? - preguntó ella, confundida. — ¿No será suficiente con un TAC o una resonancia o alguna cosa de esas? - Ella dudó unos instantes, acobardada ante el concepto de experimental. Normalmente aquellas cosas se hacían con pacientes seleccionados para estudio, pero ella ni había sido seleccionada, ni tampoco había buscado voluntariamente serlo. A pesar de todo, suponía que el doctor sabría más que ella al respecto, y que todo sería perfectamente legal. — B-bueno... Usted sabe más. Si cree que es conveniente... adelante - dictaminó, firmando con su puño y letra el consentimiento escrito.

¿Un TAC? ¿Una resonancia? - murmuró, mosqueado. - Cuanto daño ha hecho Internet, que cualquiera quiere hacerse las pruebas médicas que quiere. ¡Si te parece, te doy la bata y el estetoscopio!

Se cruzó de brazos. - Esas dos pruebas están muy bien, pero con actividad cerebral normal no nos van a dar resultados de ningún tipo. - sacó el dedo índice y lo pasó por delante de Ashley. - ¿A que ves un dedo y no un alien o un gusano? Todas las pruebas previas las has pasado más saludable que una manzana y no pareces estar alucinando ahora mismo.

No... - negó. - La electroestimulación siempre ayuda al cerebro a reconectar los recuerdos y a hacerlo más conexo todo. - comentaba, frotándose las manos. - A lo mejor ¡incluso descubres que estabas bien todo este tiempo, solo algo dormida! - recibió el papel con una sonrisa un poco preocupante para Ashley. - Bien, bien, no perdamos tiempo.

Llevó a Ashley al quirófano, donde tras anestesiarle la zona y con un muy, pero que muy pequeño taladro, perforó el cráneo de Ashley e insertó un microscópico cable que serviría para electro estimularla. - Avísame cuando veas algo. - le puso un voltaje de 3V y para sorpresa de Ashley, empezó a ver su facultad de filología, todo estaba en blanco y negro, algo borroso, no podía escuchar nada, pero si pudo distinguir algunas figuras, entre ellas la de Zac, que estaba pasando por el pasillo y le sacó un dedo, el corazón, de muy mal humor a Ashley. Pero delante tenía a alguien que no reconocía, parecía que le estaba hablando, pero no sabía que le estaba diciendo.

¿Más potencia? - preguntó el Dr. Agon, al ver que el cerebro de Ashley parecía reaccionar a aquellos estímulos. Llevaba mascarilla, pero Ashley se podía imaginar que debía estar sonriendo. - Quizá te achicharre un poco el cerebro, pero parece que está viniendo a ti esos recuerdos que anhelabas o tenías confusos ¡un poco más de potencia seguro que te da más claridad!