Partida Rol por web

El tiempo transcurrió sin que te dieses cuenta. Sentado junto al cuerpo sin vida de Sully, pensabas que aquella misión había ido de mal en peor, pero sobre todo, desastrosamente para el grupo. Al menos, o eso esperabas, habíais conseguido a Roberts y tan solo te quedaba reunirte con tu compañero. Era una pena que no hubieseis encontrado al acompañante de Roberts, pero ahora no estabas en disposición de buscarlo.

De pronto, te pareció oír sonido de voces que se acercaban. Eran varios hombres hablando entre ellos, por lo que no podías comprender lo que estaban diciendo, pero también, además, lo hacían en tu propio idioma. con alguien más que te sonaba, si no familiar, al menos, con un acento conocido.

El tiempo fluía despacio, ralentizando los sonidos envolventes del entorno, que parecían lejanos. El humo que exhalaba por los labios tomaba formas bellas que no sabía ni tenía tiempo de describir, tan efímeras que enseguida eran sustituidas por otras nuevas en un flujo contínuo de existencia y no existencia. De vida y muerte. 

Y ahí estaba yo, con la mente obnubilada y las pupilas dilatadas en una mirada perdida. Sentado sobre la hierba con la mano izquierda apoyada sobre una rodilla flexionada y la derecha en el suelo apenas agarrando con un hilo de fuerza el detonador de la carga explosiva que llevaba acoplada al cuerpo. 

Voces. 

Escuchaba voces....que entendía. 

Y una resonaba en mi cabeza con familiaridad. 

Me incorporé muy despacio, dejando caer los restos de tres colillas que había sobre mis pantalones, y a gatas avancé en dirección a esas voces atravesando la maleza una distancia que no sabría decir. Me movía como en un sueño. 

Fuiste lo suficientemente rápido como para ocultarte entre la densa jungla, y allí, envuelto entre hojas de tamaños descomunales y rodeado de bichos más grandes que tus manos, agachado, esperaste a que apareciese el grupo.

Eran flacuchos como los que habíais dejado atrás, pero no estaban solos. Con ellos había un soldado americano que al girarse, distinguiste bien.

Reynolds.

Por un momento, te pareció que lo llevaban empujándolo, pero no, no era así. Caminaba con un arma entre sus manos y con total tranquilidad.

-Esto es un error. Si se os ha escapado, ahora mismo podría estar muy lejos. Pero eso no importa porque tendrán que recogerlo y no hay un solo lugar en donde aterrizar, que yo sepa, así que en lugar de perseguirlos, será mejor cerrar las opciones. Un rupo debería ir hacia el norte para evitar que saliese de la zona.

-Tú no dar órdenes -dijo uno de los negros.

-¿Ah, no? De haberlo hecho, ahora no tendríamos que perseguir a nadie. En lugar de haber dejado que se escapara, lo habría matado. Así que será mejor que te calles. Esta operación es ahora cien veces más complicada. Suerte que me pagáis mucho dinero o de lo contrario...

Su rostro era amenazador y los otros negros le hicieron caso rápidamente. La mitad de ellos se dirigió hacia otro camino, en dirección norte, supusiste, mientras el resto seguía a Reynolds, que continuaba el camino hacia el helicóptero.

¿Ese soldado era......Reynolds?. 

Mi mano derecha se elevó temblorosa hasta taparme la boca. Un nuevo tipo de nerviosismo comenzaba a emanar de la boca de mi estómago, generando una sensación de dolor y náuseas. 

¿Esa conversación había sido real?. El grupo terrorista pasó de largo y mi mirada se centró en las hojarasca borrosa que pisaba. Una serpiente pasaba muy cerca de mi bota, como una revelación. 

Hijo de perra.......

Saqué mi comunicador e intenté hablar con Lorraine o la capitana Dalton, de la que no sabía nada, mientras seguía al grupo de Reynolds a cierta distancia para ver a donde se dirigían. 

- Aquí Whisper.....teniente, capitana ¿me recibe alguien?......

En cuanto hablaste por el walkie, sonó tu propia voz, acompañado de un chasquido, en el walkie que llevaba Reynolds, el cual ya estaba a cierta distancia. Eso hizo que el soldado se detuviera, hiciese que la fila de flacuchos también lo hiciera, cogiese el walkie y lentamente, se pensase qué hacer.

-Aquí el sargento Reynolds. ¿Con quién hablo, cambio?

Entonces se volvió y le hizo una señal a los demás para que empezaran a revisar los alrededores. En pocos segundos, todos los flacuchos se dispersaron alrededor del camino, y algunos de ellos estaban ya acercándose peligrosamente a ti.

Un fuerte latido arrastró con él buena parte de la capa de irrealidad somnolienta en la que estaba sumido. 

-Aquí el sargento Reynolds. ¿Con quién hablo, cambio?

La había cagado, demostrando de nuevo que era un idiota al que por alguna razón le habían cargado con una responsabilidad de la que no podía tirar. Un pijo díscolo y drogadicto en el momento y lugar equivocado, con la extraña habilidad de engañar superiores para aparentar una aptitud impostada sin ni siquiera pretenderlo. ¿O precisamente me habían escogido para esta misión por considerarme imbécil y prescindible?. 

Joder. 

Desde mi posición veía a Reynolds quieto con el walkie muy cerca de su boca, mirando a su alrededor. Sus soldados me buscaban. Estaban cerca. 

Me moví en cuclillas muy despacio, pero me iban a pillar. Tenía el detonador sujeto con renovada fuerza en mi temblorosa mano derecha. El walkie en la izquierda. Estaba bloqueado. Pero tenía que moverme, hacer algo. ¿Corría hacia él y me lo llevaba por delante?. O....¿se dirigían hacia un helicóptero había escuchado?. 

- Eres una sucia rata traidora, Reynolds - dije por el walkie, antes de salir corriendo para perderlos, en un rumbo distinto al que ellos se dirigían en un primer momento que después cambiaría para ir en la dirección que iban. 

A estas alturas ya solo me podía encomendar a la suerte y los actos desesperados. La suerte de que esta transmisión señalando a Reynolds la hubiera recibido Lorraine o la capitana Dalton. A que perseguirme a mi sirviera para hacerle ganar algo de tiempo al teniente hasta llegar al punto de recogida. Y con suerte, si conseguía topar con ese helicóptero, intentaría usarlo para llegar al punto de encuentro y recoger yo mismo a Lorraine y Roberts en el sitio acordado. 

Todo muy enrevesado, e improbable hasta el extremo de salir bien. Pero tenía un plan al fin y al cabo. 

Tus palabras no le sentaron nada bien a Reynolds, que frunció el ceño y se giró, violentamente, para mirar a su alrededor. Afortunadamente para ti, nadie se dio cuenta de que salías a toda velocidad, pero a través del walkie volviste a oír la voz de Reynolds.

-No sé quién cojones eres, pero más te vale correr porque lo que quede de ti, se lo daré a los perros.

Aquel fue el último sonido que oíste antes de que la comunicación se cortase. Justo en ese momento, atravesabas la jungla sin detenerte a pensar si marchabas en la buena dirección o no, y si alguien te podría estar viendo o simplemente, era cuestión de tiempo que te atraparan.

Para tu inesperada sorpresa, unos quince minutos más tarde, tropezaste con algo y caíste al suelo de bruces. Pensabas que había sido una rama o algo parecido, pero cuando te volviste, viste los cuerpos de Roberts y Lorraine destrozados en el suelo. Para su desgracia, habían debido pisar una granada, volando por los aires.

Con la muerte de Roberts, la misión estaba en modo fracaso, sí o sí, y con la de Lorraine, tú acababas de convertirte en el último de tu grupo con vida.

Te retiraste el sudor del rostro y volviste a mirar los cuerpos humeantes, inmóviles y cubiertos de sangre, de tu compañero y una soldado que había tenido simplemente mala suerte. Ahora ya nada podías hacer por ellos, salvo salvarte y al menos, sobrevivir para explicarles a todos lo que había sucedido.

Así que seguiste. Corriste sin mirar atrás, y sin dejar de pensar cuantas cosas podías haber hecho de manera diferente. ¿Podías haber salvado a alguno de los tuyos? ¿Era posible evitar la masacre que había tenido lugar?

El calor era asfixiante y la humedad, agotadora, pero finalmente, llegaste a lo que parecía ser un campamento, por las voces que oías a lo lejos. A lo mejor habías corrido en círculos y habías regresado al mismo lugar, desde luego, y con ese temor te asomaste a mirar.

Para tu sorpresa, no era nada de eso. Estabas observando lo que parecía ser una zona desforestada, con actividad minera, hombres por todos lados, algunos armados, y muchos niños y muchas mujeres entrando en lo que parecía ser la entrada de la mina, y saliendo empujando vagonetas con rocas en su interior. Los soldados estaban en el perímetro, vigilando, pero espaciados entre ellos.

Y lo más importante.

Al fondo, había un avión de carga, en una pequeña pista, como si estuviese esperando a recibir cargamento para despegar.

Tenía que acabar esta pesadilla, tenía que acabar ya de alguna forma. Lorraine tampoco lo había conseguido, Roberts estaba muerta. La misión había sido un fracaso absoluto y por lo tanto una pérdida inútil de vidas. Verlos a ambos desmembrados y oliendo a carne quemada fue la puntilla final a mi delicada esperanza.....

Umrrrggg. 

El vómito se escurría por la mano que tapaba mi boca. De rodillas en el suelo luchaba desesperado por otra bocanada de aire más. Estaba más allá de mis límites físicos y psicológicos. No podía explicarme de donde estaba sacando la fuerza para seguir luchando. Pero mientras me durara, seguiría.  

Me arrastré hasta la línea de setos y árboles que había cerca de la mina, y me posicioné cerca del guardia más alejado del resto. Moví algo las ramas a su espalda y esperé agazapado detrás de un árbol hasta que se internara un poco en la maleza. Una vez lo tuve a rango intenté abordarlo por detrás para propinarle un golpe en la nuca que le hiciera perder el conocimiento. 

Estos podían estar siendo los últimos segundos de mi vida, e intentaba no pensar en ello. Solo dejarme llevar. 

Te arrastraste con bastante sigilo por detrás de los arbustos, aprovechándote tanto del ruido que había en aquella zona, con gente yendo de un lado para otro, arrastrando vagonetas, y guardias perezosos que miraban más hacia el interior que hacia fuera.

Los niños que empujaban los vagones a duras penas podían mantenerse en pie y empujaban a base de pura voluntad de supervivencia, mientras recibían algún que otro grito, patada y latigazo, como si fuesen esclavos. En una zona más alejada, uno de los guardias se abrochaba los pantalones después de haber cubierto sus necesidades violando a una niña que no debía tener más de quince años, y que estaba acurrucada en el suelo, cerca de las tiendas.

Poco más acertabas a ver, salvo el avión, tu gran objetivo, y el guardia que tenías delante, que encendió un cigarrillo antes de ser agarrado por ti, golpeado y dejado inconsciente. 

Olía como si no se hubiera bañado en dos años o más, pero tenías un arma, una buena AK-47, y un uniforme.

No hubiera podido resistir el hedor profundo que impregnaba la ropa de no ser porque mi estómago ya había echado todo lo que podía echar. Se limitó a quejarse con varias contracciones consecutivas, que fueron espaciándose por mera impotencia. Mientras terminaba de abrocharme los pantalones, que me estaban algo grandes, vi a esa niña en el suelo y pensé en el sufrimiento abisal e inenarrable que había pasado y que le esperaba, a ella como a tantas otras, mientras mi país y el resto de occidente miraban para otro lado por no tener el valor, ni la voluntad....ni el interés....de mirar el horror a los ojos. 

Me atreví a salir de la maleza con el AK sujeto a dos manos y el detonador de la C4 en el bolsilo. Si me pillaban volaría por lo aires llevándome a unos cuantos demonios conmigo. Mi muerte no sería del todo en vano. 

Un pensamiento comenzó a rondarme por la cabeza conforme me acercaba a la niña. ¿Podría yo rescatarla, montarla en ese avión conmigo?. Tenía varios segundos para desechar o seguir con esa idea suicida. Pretendía bordear el campamento por la parte derecha, con menor vigilancia, y acercarme al avión rodeando las tiendas. Una vez allí, lo bastante cerca de ella, quizá tantería la posibilidad de llamar su atención para que me siguiera hasta el avión en silencio. 

O no. Puede que en dos pasos una bala atravesara mi cabeza. 

Vestido con tu nuevo y flamante (y apestoso) uniforme, te deslizaste por el campamento y sin poder evitarlo, te dirigiste hacia la niña, que todavía sollozaba y a duras penas había conseguido sentarse. El soldado que la había violado pasó por tu lado y en ese preciso instante, vio algo extraño, porque tras pasarte, se detuvo, se giró y te dijo algo que no entendiste, como si te llamase para que te volvieras.

Al ver que no te detenías, volvió a decir lo mismo, pero esta vez, más alto y también en un tono más enfadado. Afortunadamente, a tu alrededor nadie más se movió, como si aquello fuese algo normal, o hubiera otras cosas que les llamase la atención, pero estaba claro que tú sí que ibas a tener que hacer algo.

La niña estaba a unos pocos metros. La entrada de la mina, no mucho más lejos, seguía escupiendo y devorando vagonetas. Y al fondo, a lo lejos, el avión seguía, por el momento, esperando.