Partida Rol por web

-Como queráis. Antes o después tendremos que bajar a comprobar qué ocultaba ahí el buen doctor.

Prefería seguir explorando la casa, pero mis compañeros parecían más interesados en ir al sótano:

- De acuerdo, aunque esta corriente gélida... ¿De dónde sale? ¿Estará abierto al exterior?

Descendéis por la escalera, linterna en mano, hasta acabar en un pasillo de paredes de piedra. Esta mampostería os hace deducir que el sótano ha sido acondicionado para albergar más estancias en la casa.

El pasillo se abre a vuestra izquierda, según bajáis, a otra habitación más grande; a vuestra derecha, dos puertas cerradas conducen a más habitaciones. A simple vista no veis ninguna ventana por donde podría haber entrado esa corriente de aire que notasteis antes de bajar.

Farid enfocaba con la linterna, y Adam estaba preparado con la pistola. Ambos iban examinando todo a su paso. Avanzaron por la entrada abierta que se veía a su izquierda.

Seguí a Adam, cerrando la expedición. Intentaba buscar con la poca luz que teníamos cualquier indicio de algo interesante, pero mi mente inspeccionaba instintivamente el lugar por el que pudiera venir la brisa como prioridad.

Es el cuarto de la caldera. La habitación está llena de muebles viejos y herramientas, todo ello con fundas, pero lo que más espacio ocupa es una calera de carbón en el centro, que distribuye el calor por toda la casa. Ahora mismo está apagada.

Al norte hay un cuarto pequeño (zona 7).

Cuando entráis a investigar, la luz de la linterna revela algo interesante. Hay un conjunto de manchas oscuras y resecas en el suelo, cerca de una de las esquinas del fondo. Si miráis con más detenimiento, tanto Joan como Adam pueden identificar casi con toda certeza la sustancia, es ¡SANGRE!

- Sangre no reciente -apunté por si mis compañeros no lo sabían-. No parece que este relacionado con el reciente desorden de arriba, pero no deja de ser una mala señal...

Farid se temió lo peor. ¿Pertenecería esa sangre al buen doctor?

-Veamos más de cerca... -dijo, mientras se aproximaba con la linterna. 

Después de echar un vistazo al rincón, iría a inspeccionar el pequeño cuarto.

Adam se puso en tensión. De un allanamiento habían pasado a una más que posible agresión... o asesinato. Las cosas se tornaban más oscuras a cada paso.

Siguió a Farid.

La sangre, ya reseca, se acumulaba en un punto en concreto, independientemente de su dueño, había una cantidad importante. Un vistazo más de cerca permite distinguir un par de gotas en dirección al pequeño cuarto de enfrente.

Guiado por la situación Farid abre la puerta con cuidado, al hacerlo descubre lo que parece una carbonera, una montaña de un carbón tan negro que se mezcla con la oscuridad ocupa toda la estancia. De repente unos ojos rojos se iluminan.

Sorprendidas por la luz y vuestra presencia, una docena de ratas que anidaban allí corren hacía vosotros asustadas, yendo en todas direcciones y atacando cualquier cosa que se ponga por delante.

Atenta a la situación, logré esquivar a las ratas sin proferir ningún grito, aunque bien lo valiera.

Farid ahogó un grito en su garganta, y a punto estuvo de dejar caer la linterna debido al sobresalto. Por suerte, el susto fue mayor que la amenaza, aunque estas ratas no dejaban de ser un peligro. El diletante consiguió apartarse a tiempo de su camino.

Adam fue menos rápido que sus compañeros. Para cuando percibió a los pequeños roedores, estos ya estaban cruzando por debajo de sus piernas. Uno de ellos le profirió un mordisco cuando se trabó en la pernera del pantalón.

Por suerte fue solo un rasguño, aunque lo que más preocupaba al mercenario es que el bicho le hubiese contagiado alguna enfermedad.

La estampida del nido de ratas ha hecho que una parte de la montaña de carbón se desmorone revelando en su interior un cuerpo sin vida. El cadáver presenta numerosas heridas y golpes, parece haber sido torturado, además de los mordiscos que las ratas habían hecho. A pesar de ello, podéis reconocer su rostro, se parece al hombre que aparece en las fotos que habéis visto en el comedor posando con trofeos de caza. Sin ninguna duda es él. ¡Es el cadáver de Henry Hancock!.

Después de todo lo sucedido en el barco, encontrar el cuerpo del profesor fue un verdadero mal trago. Me retiré hacia la pared contraria, ensimismada en oscuras tribulaciones, mientras dejaba proceder a mis compañeros.

Farid trató de mantener la compostura cuando se desveló el cadáver. Quizá, en una parte de su interior ya se había hecho a la idea de que el doctor hubiese muerto, y no precisamente de manera agradable. Esto debía ser obra de la maldita logia.

Se acercó al cuerpo para registrarlo.

-Joder, se han despachado a gusto con el pobre desgraciado...-dijo Adam.

Quizá le faltó algo de tacto, pero ya estaba acostumbrado a ver este tipo de fiambres. 

Mientras Farid registraba el cuerpo, Adam se apartó un poco y permaneció alerta.

Farid se adelanta a registrar el cadáver, después de unos minutos de inspección sobre el cuerpo y su ropa, advierte que no lleva nada encima que le resulte llamativo excepto las marcas y lesiones de una severa tortura, y un característico anillo en el dedo anular de la mano izquierda.

Veis como el egipcio arranca la joya de su mano.

El anillo tiene un diseño en relieve muy particular.