Partida Rol por web

Alejandro no sabía como reaccionar ante aquella propuesta tan inusitada como espontánea. Apenas habían intercambiado unas cuentas frases, ¿cómo estaba tan seguro de que podrían convivir juntos? Había tantas cosas que no sabía de ella y que le gustaría contarle… pero había tanto que perder… ¿podría confiar realmente en él? ¿Y en los demás magi que les acompañaban? No los conocía de nada en verdad. Podría suponer su ruina.

- Se… sería… - las palabras parecían atorarse en su garganta con una vergüenza nada propia de él hasta ahora mientras que su cara cogía un intenso tono granate – sería un gran honor… señor Angelus… pero… - desvió la mirada al suelo – no sé si sería yo un digno compañero… yo… eh…

Entonces un rebuzno de su fiel burra gris que avanzaba detrás del carro atada a este transportando sus posesiones en un par mochilas a cada lado, sirvió como cuerda para rescatarla del oyo en el que se había metido.

- Yo… eh… si me disculpa… tengo que ver si Nube sigue bien… - se disculpó azorado escabulléndose casi hasta la burra.

Al llegar a ella la acarició detrás de la oreja y habló un poco susurrándole al oído para tranquilizarla, o quizás para tranquilizarse a ella misma. Ahora mismo tenía que hacer esfuerzos por recordar el aspecto que estaba portando.

Al cabo de unos minutos logró recomponerse. Volvió a la carreta sentándose junto a Giorgio (si él se lo permite), ya recuperado y de nuevo con su sonrisa alegre y amable en su cara.

- Señor Giorgio, habla usted el Latín con gran fluidez – comenzó con tono halagador – la curiosidad me corroe – aseveró ampliando aún más la sonrisa como un niño travieso - ¿dónde lo aprendió? – preguntó directa y curiosamente, pero sin denotar maldad alguna en su voz, sólo una gran curiosidad como un niño pequeño.

Hasta que llegó aquel chico y las aves a lo lejos llamaron su atención peleándose sobre un nido. ¿Un augurio? Quién sabía…

Pasa por alto cualquier burla que haya podido notar en el tono de Giorgio. Aunque la verdad es que no le gusta que se rían de ella por ningún motivo. Sin duda, guardará eso en su memoria. Así pues, solo queda poco más de una hora para llegar a uno de sus destinos intermedios. Así pues, decide bajar de la carreta y estirar las piernas un poco mientras observa a su alrededor. Está más pendiente de los pequeños detalles que de lo que pueda pasar entre sus compañeros de viaje.

Se encuentra caminando junto a la carreta cuando su mirada se cruza con la de un niño. Un sentimiento extraño parece comenzar a brotar, pero de pronto estornuda. Se lleva una mano para cubrirse la boca y la nariz. Lo último que le falta es enfermar.

Se cubre mejor con su capa mientras continúa caminando. Vuelve a mirar al niño, un tanto extraño por como viste, para no vuelve a sentir nada más. 

Al pasar junto al niño Giorgio le dedica una inclinacion de cabeza a modo de saludo, el niño continua observando en silencio el paso lento de la carreta frente a el. El primero se gira nuevamente y contesta a Alejandro.

- No es la primera, ni la segunda vez, mi señor, que he de hacer de carretero para magi como ustedes, al final aprendes a comunicarte con la gente que llevas -se gira sonriente- los viajes son largos y los silencios muy aburridos.

Gorka, dadas las circunstancias, decidió mantenerse callado y a cierta distancia de la carreta. No deseaba empeorar las relaciones con aquella interesante Bonisagus y eso era algo que sucedería inevitablemente si volvía a abrir su enorme bocaza.

El sangre de gigante avanzaba algo por delante de la carreta por el camino, haciendo las veces de explorador. Por supuesto no le pasó desapercibido el niño. No pudo evitar que el primer pensamiento en cruzarle por la mente fuera el de una posible emboscada. Pero aquel chiquillo no estaba en tensión, estaba sentado y ¿frustrado? ¿aburrido¿ ¿asustado? Desde luego lo que no estaba era como el muelle de un resorte a punto de saltar, que sería el estado de un niño a punto de dar la señal para un ataque.

Pasó de largo tras dedicarle sólo unos instantes de atención y miró alrededor para asegurarse que su instinto se equivocaba. Le encantaba pensar mal y luego no acertar. Significaba un día más sin sobresaltos y sin sangre. Sin darse casi ni cuenta calentó un poco el hombro donde llevaba apoyada su enorme maza a 2 manos haciendo un par de movimientos y luego hizo lo propio con el cuello. A veces se quedaba un poco agarrotado (sin duda un achaque de la edad) y necesitaba esos pequeños movimientos para poder hacer movimientos más bruscos (como los propios de un combate) sin miedo a auto-lesionarse.

La carreta avanzaba inexorablemente junto con los magi que iban fuera de ella. El niño os siguio con la mirada durante un minuto, frente a vosotros, a unos minutos de camino, ya podiais ver los limites de los campos de labranza, no tardarias mucho en llegar a Confido, sin embargo hay algo que os sobresalta.

- Mis señores -dice una voz fina como el cristal y bella como el tañido de una campana- mi Señor les manda un mensaje.

Cuando os girais podeis ver que el niño de la roca se habia erguido sobre ella y os estaba dedicando una reverencia.

- La misiva es la siguiente -dice sin levantar la reverencia- "No es oro todo lo que reluce"

Se levanta y podeis ver que os sonrie, sin esperar respuesta vuestra baja relajado de la roca y se encamina hacia los arboles que habia cerca desapareciendo entre ellos.

- Jajaja Claro – contestó también sonriente Alejandro – los viajes silenciosos son muy aburridos, cierto. – confirmó de buen humor – Entonces, ¿vos no sois un magus? – inquirió aún con curiosidad antes de que los dos pájaros captaran su atención.

La voz atrajo de nuevo su atención al muchacho que parecía conocer Giorgio.

“¿Su Señor? ¿Misiva? ¿Por qué les daba tal advertencia? ¿Y nos habla en Latín?”

Esa voz… sabía quienes gustaban de escuchar tales voces entre sus sirvientes… bien lo sabía…

- ¿Quién sois? - alcanzó a pronunciar nada más antes de que el muchacho desapareciera entre los árboles, aunque aquel lo ignoró claramente.

Se giró a Giorgio con la confusión dibujada en su rostro.

- Giorgio, ¿conocéis a ese muchacho? ¿Quién es? ¿Y quién es su Señor?

Y ciertamente, ese niño no es lo que parece. Esa sensación que ha notado debía de hacer referencia a ese niño, pero, demasiado alejada de sus habilidades, no pudo encontrar la respuesta y la conexión, simplemente, se difuminó. Y ahora está ahí, enviando un mensaje de parte de su Señor... quien quiera que sea. Mantiene su vista en el crío y no desvía su mirada ni cuando ya ha desaparecido en el bosque. 

No parece un buen augurio para su viaje. Mensajes enigmáticos y niños que parecen de otro mundo. Sin duda, algo está a punto de pasar. Y, seguramente, no sean capaces de verlo venir. Desvía su mirada hacia el horizonte lejano, como intentando ver lo que hay más allá. Lo que les depara el camino.

Pero las sombras enturbian su mirada. Se cubre aun más con su capa, como protegiéndose de los malos augurios.