Partida Rol por web

Baila que te baila, el minotauro se había unido a la fiesta de la danza absurda haciendo cabriolas con el hacha en vez de acertarme y matarme de una maldita vez, para mi enojo, hecho que se tradujo en un bufido más digno del bóvido que de un dawi y, con un gruñido, tracé un rápido vaivén con el hacha hiriendo a la criatura haciendo caso omiso de su cornamenta, su apariencia o su hedor. Se habían acabado los jueguecitos

Tal vez de ese modo se pusiera a combatir en serio y se dejara de monsergas

-Eso ha sido solo un adelanto, pedazo de carne con cuernos. Lo siguiente será rebanarte ese gordo cuello que tienes... tal vez regale tu cabeza al pueblo para que lo cuelguen en la puerta principal- increpé a la bestia, ajeno a su posible furia y totalmente inocuo a sus gruñidos de advertencia

El dubitativo ungor erró el ataque y Lenna aprovechó ese momento para contraatacar. Con un tajo descendente su hachuela alcanzó el pecho de la criatura, haciéndole una fea herida.

–¿Ya no ríes tanto, eh? ¡Vamos, criatura apestosa! –dijo al tiempo que volvía a su posición y esperaba el momento para propinarle un último golpe mortal.

El enano comienza a hacer honor a su profesión asestando dos golpes con su hacha al minotauro que, lejos de amilanarse, brama con fuerza claramente enfurecido, toda su atención centrada en el diminuto adversario que, con un hacha más grande que él, osa enfrentársele.

La lucha contra el minotauro parecía que iba bien, si acaban con el, la batalla estaba ganada, pues suponía que el era el lider y con el lider muerto, los hombres bestias huían como ratas, no era un experto en esa sucia raza, pero sabía que no eran muy disciplinados, ya me había enfrentado a ellos y en este tipo de batallas eso basta para ganar y hacer que se retiren, aunque eso no estaba en mi mano, sino en la del enano y el elfo.

Aquel enorme toro mutado era una gran amenaza, y esperaba no tener que arrepentirse de darle tiempo al chamán cabra, pero era primordial acabar con el minotauro, así que dejando de prestar atención a su entorno y concentrándose en su gran enemigo, se encaró con el costado del minotauro y comenzó a preparar sendos golpes que esperaba que destrozaran algún punto vital. - No pienses que te lo voy a dejar todo para ti, aunque veo que os lleváis bien, hay que acabar con el toro malnacido o lo pagaremos caro. - le dijo al enano, sin quitar el ojo de aquella bestia.

Los movimientos de aquella enorme cosa eran de todo menos ágiles, la fuerza bruta estaba presente en todos sus movimientos y estaba seguro que si la hoja de aquella gran hacha le alcanzaba, sería lo último que sentiría, pues aún no disponía de la fiable cobertura que le podría proporcionar una armadura élfica, por no decir, una hermosa hecha con Ithilmar, el más noble de los materiales. Tragó saliva y se decidió.

Viendo un hueco en las defensas de aquel minotauro al verlo alzar el hacha, Fârandar alzó el agarre como si fuera un experto picador y lanzó un repentino golpe a fondo hacia la base del brazo del bovino paticorto, clavando la punta en el brazo izquierdo justo donde el brazo y el cuerpo se unían, llamado también sobaco por los humanos o axila por los elfos, completando el movimiento con una extracción, vuelta sobre sí mismo y golpe de abajo arriba en diagonal, golpeando en el codo, buscando la vena que sabía que estaba ahí. 

El combate se recrudece mientras Burkhard, con el gor encima, debe sacar su hacha rápidamente para quitárselo de encima y, aunque lo logra herir no consigue despacharlo. Eso sí, con elegancia desvía la acometida del gor quedando en disposición de rematarlo.

Lenna, por su parte, se lanza a por otro ungor hiriéndolo con gravedad y, dando un paso atrás, esquiva el golpe fácilmente.

Y, en medio, de todo, el terrible minotauro sigue su pugna con el enano y el elfo recibiendo un duro castigo del espadón de este último mientras traba sus armas con el enano que, debido, a la fuerza de la bestia se ve empujado hacia atrás cayendo al suelo de espaldas y perdiendo el hacha.

Y, sin que nadie se percate, de la puerta de posada, emerge una estilizada figura élfica que preocupada mira hacia la batalla decidiendo qué hacer a continuación.

La batalla se recrucedía con la llegada del chamán, que en cualquier momento podría alcanzarlos con sus artes oscuras. Por todos lados Lenna podía escuchar los gemidos de dolor de los aldeanos, el sonido de aceros chocando con rabia y los retorcidos balidos enemigos. 

De reojo pudo ver como el apuesto elfo por fin alcanzaba a herir al minotauro, aunque éste se mantenía aún en pie, orgulloso. Y ella que no terminaba de rematar al maldito ungor. Ciertamente les vendría bien la ayuda de la dichosa guardia del pueblo, o de alguien más.

El sol apenas había salido mientras me despertaba lánguidamente, en unos movimientos demasiado parecidos a los de los humanos como para ser mera casualidad pues, de hecho, poco a poco sus costumbres y manías estaban calando en mi persona desterrando las refinadas y estiradas formas de Ulthuan

Pese a todo, las viejas costumbres no se perdían con tanta facilidad y dediqué un buen tiempo a adecentarme como era debido para alguien venido de la torre del conocimiento, permitiéndome entonces dedicarme a las meditaciones matinales que tanto me ayudaban a serenar mi volátil temperamento

Acabados los preparativos para iniciar con buen pie el día, bajé a desayunar donde la pintoresca estampa de un enano junto a un elfo y dos humanos me hizo pensar que, mientras aquellos grupos ocurrieran el Caos jamás vencería. Las viejas rencillas podían dejarse de lado en aras de un bien común y entonces...

Gritos. Sonido de batalla. La alarma de estar bajo ataque

El peculiar grupo salió raudo a ver qué ocurría, igual que tantos otros, maldiciéndome a mí misma por no haber bajado a almorzar con mi báculo y mi bolsa de componentes mágicos. Con un gesto rápido y fluido me levanté de la mesa y corrí escaleras arriba hacia mi habitación, recogiendo mi equipo mientras podía ver por la ventana cómo una horda de bestiales siervos del caos se lanzaban contra el lugar encabezados por una enorme bestia bobina

- Que Isha nos guarde- musité al tiempo que bajaba con celeridad y salía al exterior dónde, además, pude vislumbrar a uno de los oscuros chamanes que acompañaba a aquella hueste 

Viendo como el minotauro era enfrentado por el elfo y el enano estuve tentada de dedicar mis atenciones al chamán, pero el miedo a ver a aquella criatura libre de adversarios por haber derrotado a sus dos oponentes y sembrando la muerte entre los defensores me hizo cambiar de opinión...

Tomando una pizca de mantequilla de mi saquito empecé a canalizar los vientos arcanos mientras mis ojos chispeaban y la punta del báculo se iluminaba ligeramente con tonos anaranjados pero noté como las corrientes de la magia estaban corruptas y me costaba doblegarlas a mis exigencias, haciendo que mi concentración se acabara rompiendo y tuviera que luchar para que las horribles imágenes del Caos se filtraran a mi mente. Sin duda aquello era cosa del chamán hombre bestia

El gor había llegado a mi posición por lo que saco mi hacha para herirlo y así poder matarlo, le había metido ya un par de golpes y puede que pronto lo matase, pero de momento no iba a arriesgarme mucho.

El asûr vio caer al enano, y supo que su fin estaba cerca si él no ponía remedio con rapidez. Sin pararse a pensar demasiado pero aún con el temor y la repulsa, lógicas por otra parte, que un ser de esas dimensiones y formas le causaba, lanzó de nuevo sendos golpes en cuanto vio que el Minotauro centraba toda su ira homicida en el enano. 

El primer golpe, llamado "susurro de las hojas en el aire del verano", fallo por poco, pero paso lánguidamente cerca de uno de los brazos de aquel ser. Sin tiempo para denostar, giró sobre sí mismo, lanzando "rayo de tormenta golpea pináculo", en medio del giro resbaló con un charco de sangre del propio minotauro, pero con un esfuerzo que luego le dolería en forma de tendinitis en el pie izquierdo, consiguió colocar el cuerpo en la posición correcta y terminar el golpe con atino total. 

La espada golpeó de lleno en el cuello de la criatura, penetrando piel, músculos y venas mientras la sangre salía a chorretones.

- ¡POR ULTHUAN!¡POR HOETH! ¡MUERE BESTIA! - gritó triunfal. 

Pudo ver de reojo como la mujer humana le estaba observando con algo parecido a orgullo en la mirada, y se sintió bien. 

Si salvaba al enano, sería una afrenta para él, estaba seguro, y probablemente cometería alguna tontería, como cargar contra una masa de enemigos o largarse por su cuenta...pero al elfo no le importaba mientras ella le siguiera mirando con aquellos ojitos. 

Lenna, quizás más atenta a Fârandar que al ungor con el que se enfrenta, no solo ataca al vacío si no que por poco no s ele cae el arma de las manos quedando con la guardia abierta debido al error que, sin embargo el ungor no consigue aprovechar errando también.

La elfa que aparece del interior de la posada comienza a hacer gestos y hablar en una lengua extraña pero, de momento, nada visible ocurre... Un ungor recaba en ella y se lanza a la carga pero uno de los soldados de la guarnición se interpone con su escudo librando a la bella asur, de momento, de las atenciones de la bestia y recibiendo, a cambio, un corte no demasiado profundo en la frente.

Burkhard, por su parte, se ve sobrepasado por el demencial ataque del gor con su enorme hacha dándole un terrible golpe en la cabeza que casi lo deja fuera de combate.

Fârandar, totalmente concentrado en su oponente enano redobla sus esfuerzos para cobrarse la presa que para su competición particular supone el minotauro dándole un golpe en una de las astas que evita el desmembramiento de la cabeza del terrorífico ser.

El matador con un berrido se incorpora y carga contra el minotauro pero este, anticipándose al movimiento, le descarga un terrible golpe horizontal que por poco le amputa la cabeza mas, por suerte, el hacha le golpea un poco escorada dándole un golpe contundente haciendo que el enano recule unos pasos hacia atrás.

«Loado sea Ranald», pensó la muchacha, al ver con grata sorpresa que la bestia desaprovechada, una vez más, un mal paso suyo.

Dando una vuelta sobre sí misma, la ladrona envió un tajo hacia el pecho del cornudo oponente, casi más para alejarse de él y poder recolocarse que para hacerle daño propiamente. 

La lucha personal con el gor comenzaba a durar más de lo esperado. Lenna se notaba desconcentrada, tal vez por la propia tensión y el barullo alrededor, o quizás porque aquellos desconocidos compañeros de viaje comenzaban a importarle.

La hochlandesa se preparó para lanzar un último ataque, aunque una vez más su mirada se perdía entre los otros combates a su derredor.

consigo esquivar por los pelos el ataque de la criatura, esa hacha podía haberme matado, pero por suerte, lanzo un ataque con mi hacha, pero la criatura también me esquiva. 

Frunciendo el ceño en un mohín que de no ser por la situación podría ser hasta gracioso, agradezco a los dioses la intervención de aquel humano anónimo que ha decidido intervenir en la carga de la criatura que me había puesto como objetivo, permitiéndome volver a centrarme en la amenaza más acuciante: el minotauro

Viendo que la sutileza parecía no surtir efecto opté por una técnica más agresiva; metí la mano de forma casi automática en mi saquillo al cinto y, tras notar la puntiaguda forma de uno de los dardos que portaba, empecé a atraer el poder arcano hacia mi mientras las palabras del conjuro tomaban forma en mi mente pero nuevamente la energía se negó a doblegarse a mi voluntad... sería acaso capaz de perturbar las corrientes arcanas aquel maldito chamán hombre bestia?

El alto elfo, gallardo en su armadura de cuero y con la espada a dos manos danzando a su alrededor, daba molinete tras molinete, manteniendo la distancia justa con aquel enorme ser para poder atacar cada vez que le daba ocasión, pues el arma y la imponente altura de aquel enemigo le causaban respeto. El minotauro parecía centrado en exterminar al Enano, que se debatía como un animal enjaulado. Su golpe no había dado donde había pretendido, probablemente aquel ser estaba protegido por algún oscuro don del Caos, o su cabeza ya estaría rondando por el suelo. Quizás su falta de arrojo le causaba un retraso que su habilidad no podía compensar aún. 

También podría ser que no hubiera ejecutado los pasos con la suficiente templanza en su pulso como para golpear correctamente. - Esos ojos sin vida... - pensó el elfo, viendo como el minotauro y el enano se destrozaban mutuamente, sin poder reprimir que toda la piel se le erizara durante un momento. Los gritos de ambos llenaban el aire a su alrededor, de tal forma que nadie más se atrevía a acercarse por miedo de llamar la atención de alguno de los dos. En contraste, el elfo con su silencio ponía el contrapunto a la escena, como una mosca cojonera que golpea dando vueltas alrededor del buey, esquivando su cola. Aunque desde luego, era una mosca con una espada MUY grande. 

Viéndolos combatir, Fârandar dudó por un momento cual de los dos sería más bestia, cual de los dos tendría la mirada más muerta, y eso le costó que su primer envite, un tajo destinado a desjarretar los gemelos de aquel ser, no golpeara al astado enemigo por poco, pero un rápido paso adelante le acercó lo suficiente como para intentar de nuevo la misma maniobra de antes.

En ésta ocasión, su ejecución fue impecable. La espada llevaba la fuerza y la altura correctas. Sus manos casi parecían acompañar al arma que refulgía en el aire, en lugar de dirigirla. El mundo giró a su alrededor vertiginosamente mientras el elfo ejecutaba de nuevo "rayo de tormenta golpea pináculo", un golpe que estaba destinado a ser definitivo, pues dejaba ciertamente expuesto al espadachín que lo usaba si no era un verdadero maestro, y él aún no lo era, pero no le quedaba más remedio que jugársela o no saldrían de allí.

Y allí estaba, soltó una de las manos que daba el tajo mientras abría el brazo en la dirección opuesta al golpe para compensar el equilibrio, quedando con el pecho totalmente al descubierto como si estuviera retando al toro bípedo a golpearle en él, pero durante un segundo largo no podía reaccionar por las fuerzas contrarias, "inercia" lo llamaban algunos estudiosos. Si el enemigo era lo suficientemente rápido, estaría muerto. 

Su temeridad tuvo su recompensa, pues notó como, de nuevo, el arma cortaba certeramente el cuello enemigo... parecía que en ésta ocasión el minotauro no tendría tanta suerte. 

Lenna alcanza al ungor que le enfrenta pero éste poseído por una insana locura que le hace parecer inmune al dolor, aguanta el golpe y, a su vez, le golpea en la cara con el mango de su arma sonriendo burlonamente mientras le saca la lengua de forma lasciva.

Por su parte Burkhard sigue atrapado en el baile mortal con el gor, ambos sabedores de que el primero que logre golpear se llevará de premio la cabeza del otro. Posiblemente que por eso se enfrenten con cautela, midiendo los golpes buscando el hueco en la defensa del rival, hueco que no aparece, aún.

La elfa sigue entonando sus cánticos pero sin resultados aparentes mientras el soldado sigue manteniendo a ralla al ungor que estrella su arma sobre el escudo del valiente humano.

Y en el medio, el elfo y el enano siguen pugnando contra el minotauro quien en un arranque de furia vuelve a chocar sus armas contra las del enano quedando por un momento expuesto, un momento que el asur aprovecha para descargar un segundo golpe sobre la cabeza de la bestia, golpe que entierra su arma en su cuello de toro y que la desprenderla arranca un chorro de sangre disparado desde su carótida. El terrible ser cae de rodillas mientras intenta taparse la hemorragia, desplomándose de costado y quedando inerme. El matador se lanza hacia delante para rematar al minotauro con la furia pintada en su rostro, los brazos sobre su cabeza aferrando su hacha para descargarla sobre su cabeza cuando un crepitante proyectil de energía de color rojo oscuro se estrella contra el pecho del enano, atravesándolo de lado a lado, dejando un agujero del tamaño de una cabeza. Sorprendido, mira hacia la terrible herida para, a continuación, desplomarse sobre el cuerpo del minotauro.

Al buscar el origen del proyectil veis como el chamán bestial emite una orden que es secundada con un toque de cuerno, largo y agudo y las fuerzas del Caos comienzan a retirarse hacia los bosques cercanos siendo perseguidos por los gritos triunfanles de los esforzados defensores del castigado pueblo...

La muchacha retrocedió al recibir el impacto, anteponiendo hachuela y daga para evitar que la bestia pudiera aprovechar la ocasión. Su lengua recorrió los dientes uno a uno, notando algo de sangre en la boca.

—Maldito bastardo de cabra bretoniana —masculló antes de escupir al ungor.

Viendo que su oponente tenía intención de batirse en retirada, Lenna trató de acertar una vez más, sin éxito.

—¡Vuelve aquí, cabrito del averno! —gritó con indignación, antes de girarse para observar a su alrededor.

—Pues nada, otro que me deja a med... —comentó socarrona mientras se giraba para ver el estado de los combatientes aliados y sus conocidos—. ¡El enano!

la batalla había acabado, pero no iba a retirarme sin antes haber abatiedo al gor con el cual me estaba enfrentando, parecía que el matador había muerto, el había conseguido lo que quería y contra un minotauro, así que iba a morir en paz, pero yo iba a vivir y aunque nunca se puedan limipiar los bosques de su inmunda presencia, proteger a la gente de estas criaturas.

El enorme tajo que el elfo lanzó cortó parte del cuello, alcanzando una de las arterias principales y lanzando un chorro de sangre al aire, que acabó con la criatura mutante que se les había lanzado encima de rodillas intentando tapar la herida, algo que era imposible. Fârandar sabía que le quedaban escasos segundos de vida. Al ver caer a su "campeón", el resto dudaron unos instantes. 

Al saber que aquel enemigo ya estaba acabado, se giró hacia otro enemigo, y más viendo de reojo como el enano se lanzaba adelante con el hacha en alto con el enemigo indefenso en el suelo. Un proyectil de luz rojiza pasó por al lado del elfo, su movimiento le había salvado, pero no al enano, al cual impactó en pleno pecho y atravesó de parte a parte, matándolo al instante y cayendo encima de aquella aberración bovina. 

- ¡POR LOS CYTHARAI! - blasfemó en voz alta, incrédulo ante lo que estaba viendo. Toda la piel se le puso de gallina al saber que por unos centímetros aquella energía del caos no le había impactado. Su mirada se centró en el chamán, con un odio como sólo los de su raza podían proyectar, y casi sin pensarlo se lanzó en diagonal hacia adelante justo en el momento que aquel engendro llamaba a retirada, con un cuerno sonando de fondo. 

Su espadón cortó otra cabeza, lanzando la caprina abominación a los pies de uno de los guerreros del poblado, y con un movimiento fluido salpicó la sangre al suelo dejando limpia su espada. - ¡Huyen, abatidlos con los arcos, matad tantos como podáis! - gritó, señalando hacia el Shaman. - Maldita sea, ése no tenía que escapar. - expresó con frustación. 

Se giró y mientras los defensores humanos del pueblo se encargaban de terminar con aquello y asegurar las puertas, él se dirigió al enano caído. 

Con un trozo de ropa de un caído terminó de limpiar su arma eliminando los restos y la envainó, mirando con gravedad el agujero tan grande como una cabeza en el pecho del obeso enano. - Al fin ha encontrado lo que buscaba... su alma descanse en paz. - musitó. 

Intuyó que la suya podría haber sido una de esas amistadas extrañas que perduran en el tiempo, pero los Dioses no lo habían querido así.