Partida Rol por web

Mientras un sectario se recompone de su ataque fallido y desencastra el arma de la puerta, y otro se desploma inerte a un lado del escritorio tras sufrir las mordeduras del acero del asur, el tercero con un grito lanza un tajo bien dirigido aunque algo flojo hacia una de las piernas del elfo.

Antes de que el primero que le había atacado pudiera recuperarse de su ataque fallido*, el elfo se lanzó encimándole y clavándole por dos veces la espada en el estómago, en la primera el mal nacido consiguió hurtar el cuerpo, pero en la segunda el elfo encontró lo que buscaba, pero sin ser un golpe definitivo. 

Mientras, el otro enemigo consiguió darle un golpe de refilón en su pierna, y aunque había sido un precio pequeño por la rápida eliminación de uno de los tres, un par de golpes más similares a ése le dejarían en peligro de muerte. 

Parecía que había alguien sospechoso, así que bajo todo lo rápido que puedo para intentar atraparlo, pero la verdad es que había tardado demasiado en reaccionar, no estaba en mi terreno y eso lo notaba, pero aun así tenía que intentar llegar con mis compañeros.

Los sectarios escupiendo babas por sus bocas abiertas mientras gruñen como bestias salvajes mientras te atacan, comienzan a aullar al impactar en tu cuerpo y ver como la sangre empieza a correr por tus heridas...

Corriendo y esquivando viandantes llegas a una estrecha y solitaria calle, paralela al río, donde hay un viejo almacén con una puerta peatonal al lado de una más grande que se supone que es para carruajes. La puerta pequeña está abierta y vislumbras al asur dentro del edificio luchando por su vida mientras dos hombres le atacan frenéticamente, gritando y aullando, con unas hachas.

Está claro que la hochlandesa es más rápida que tú en terreno urbano y al poco te sientes desorientado, sin saber a donde seguir... Preguntas, nervioso y uno de los viandantes te señala una calle que conduce a la ribera del río con alguna mención a la loca diablesa rubia que le ha empujado hace unos minutos.

Sin dudar te lanzas en esa dirección no sin antes darte cuenta que has perdido de vista al hechicero, puede que te haya sacado delantera o esté más perdido que tú.

Aunque lo había visto luchar y sabía de su buen hacer con las armas, la idea de ver a su amado dañado puso furiosa a la hochlandesa. Sin tiempo para pensar, Lenna agarró su fiel hachuela y la enarboló entre gritos mientras se adentraba en el almacén.

—¡Deteneos, bellacos!

El Asûr vio como se le echaban encima los dos enemigos, y trató de poner a uno en medio del otro para que se molestasen, pero en un espacio tan pequeño era muy complicado. 

A los dos les salía como una espuma sanguinolenta por las comisuras de los labios mientras se abalanzaban con total abandono sobre él. Estaba claro que aquello era matar o morir, sin florituras de ningún tipo. 

En el último momento consiguió interponer el borde del escudo ante uno de los ataques demenciales de aquellos dos, pero el otro consiguió golpearle de nuevo, abriendo un nuevo tajo.

Lejos de amedrentarse, pues eso sería morir sin dudarlo, se arrojó de nuevo encima del herido y le tajó la axila en cuanto le vio levantar el arma de nuevo. Por allí pasaba una vena y si había acertado, el hombre tardaría apenas unos pocos segundos en caer, pero... ¿Sería suficiente o el elfo no dispondría de tantos segundos de vida? 

Era de humanos preocuparse por tales cosas, así que se centró en aguantar la embestida del tercer hombre, rezando a Isha para que el segundo cayera como un fardo. 

Aunque lo había visto luchar y sabía de su buen hacer con las armas, la idea de ver a su amado dañado puso furiosa a la hochlandesa. Sin tiempo para pensar, Lenna agarró su fiel hachuela y la enarboló entre gritos mientras se adentraba en el almacén.

—¡Deteneos, bellacos!

La carga de la hochlandesa falló su objetivo que, al parecer, sin percatarse de la llegada de la nueva contendiente seguía obcecado en partir por la mitad al elfo.

Fârandar escuchó los pasos de su chica entrar atropelladamente y se colocó de tal forma que recibió el siguiente golpe de lleno. Intentó interponer en escudo, pero un desafortunado tropezón con el brazo de uno de los caídos le entretuvo el medio segundo necesario para que el hacha se hundiera en su pecho. La gallardía de querer proteger a Lenna le había salido caro, pues si él caía, ¿quién la protegería?

El dolor fue indescriptible y una mancha roja empezó a expandirse en los ropajes del Asûr. Apretando los dientes mientras contenía el dolor, se lanzó de nuevo hacia el enemigo, clavando su espada, ahora sí, profundamente en la entrepierna del hachero herético. - ¡muere de una vez, maldito seguidor de khorne! - espetó, casi sin fuerzas en la voz. 

Se veía que el elfo estaba en las últimas, con múltiples tajos en su cuerpo, pero dos enemigos muertos en el suelo y un tercero con dos palmos de buen acero élfico clavado en sus partes daban buena cuenta de que no era un guerrero fácil de vencer.  

—¡¡¡Fârandar!!! —gritó con desesperación al ver como el elfo recibía un hachazo, y por desgracia no parecía ser el primero.

Apretando los dientes, la hochlandesa alzó la hachuela con las dos manos mientras basculaba para posicionarse junto al asur. Y tras dedicar una rabiosa mirada al asaltante, descargó la hoja sobre su hombro con todas las fuerzas de que disponía.

La rápida intervención de Lenna pone fin a la vida del fanático que aún quedaba que cae como un fardo al suelo... Solo han sido treinta segundos pero al elfo se le estaban haciendo larguísimos.

Ahora como dueños y señores del lugar tienen tiempo de registrar los cadáveres o investigar el almacén aunque, ¿quién sabe? puede que aún queden enemigos en las inmediaciones.

Asomándoos por la puerta para ver si hay algún testigo sonreís aliviados al reconocer al cazador que se acerca al lugar. Al parecer consiguió encontrar el rastro de la de Hochland. Eso sí, de herr Ludeker no hay constancia...

Con el rostro desencajado y el brazo presto a cualquier otro movimiento Lenna permaneció unos instantes alerta, antes de preocuparse por el asur.

—¿Estás bien? —preguntó inquieta mientras palpaba el cuerpo del elfo en busca de heridas graves—. Tranquilo, no te muevas.

Viendo que su amado se encontraba fuera de peligro aparente, Lenna descargó un sonoro bofetón sobre la magullada cara del soldado, acto que fue sucedido por un profundo beso en los labios.

Y es que tras la anterior y terrible visión de la vivienda de Linda, sumada al de este almacén lleno de sangre y cuerpos inertes,  generaban en la hochlandesa un mosqueo importante.

Al escuchar los pasos fuera y cerciorarse con alivio que se trataba del cazador, le hizo señas a Burkhard para que se apresura a venir.

—¿Quién será ésta escoria? —cuestionó antes de esbozar un mohín de rabia en sus labios.

Lenna examinó primero por encima los cadáveres para conocer su posible procedencia y aparente clase social, revisando si tenían algo característico. 

Después se dedicó a examinar bolsillos, calzado y calzones, por ver si había algo de valor material.

El entorno urbano era un lugar muy difícil de orientarse, todas las casas parecían iguales, pero por suerte, consigo llegar, donde mis compañeros se estabán peleando con unos encapuchados, "¿que ha pasado?, ¿quiénes son esta gente?" pregunto sorprendido, al ver los tres cadáveres y que no hay rastro del mago, había visto como la chica mataba al hombre, era lo único que había visto, "Fârandar, Lenna, ¿donde esta Herr Ludeker?" pregunto, pues todavía no tenía claro nada de lo que pasaba.

Los cadáveres a primera vista son los que podrían ser de unas personas normales y corrientes, salvo que en vida eran unos fanáticos asesinos que casi acaban con Fârandar. Lo único digno de mención es una cicatriz de una quemadura que llevan en el pectoral derecho con la forma de un puño de hierro hecho con la misma técnica que se utiliza para marcar caballos. En el almacén no hay nada digno de mención, salvo cuatro jergones tirados en una esquina y algunos objetos personales sin ningún tipo de interés. Eso si, en la oficina hayáis una bolsa con cuatro coronas de oro, un broche de plata que al abrirlo muestra dos retratos en miniatura, uno el de una chica que a todas luces es Linda y otro el de un chico de rasgos similares a ella y un pergamino enrollado que resulta ser una carta que reza así: 

"Querida Leyna Linda,

La mala fortuna se ha cebado de nuevo con nuestra familia. Os escribo desde vuestra venerable mansión en Sonnenfurt, tan opulenta, tan señorial y que me temo que ha vivido mejores tiempos. Largo tiempo he servido bajo la librea de vuestra familia, como albacea de vuestro padre, el Baronet R.

Bien sabéis la extraña vida que llevaba tras sus quehaceres normales de todo buen ciudadano del Imperio y me temo que las consecuencias de esa actividad terminaron por alcanzarle por lo que me veo en la horrible tesitura de tener que anunciaros la muerte de vuestro padre. Os lo ruego, ¡volved a casa! y si no lo hacéis por las pertenencias y los activos de la familia hacerlo por la amistad que me unía a vuestro padre o más aún, por vuestra pobre madre que os necesita.

                                                                                                           Alexander Smicht

P.D. De los gitanos del Reik he escuchado algunos inquietantes rumores sugiriendo que vuestra vida podría correr peligro. Os lo suplico, ¡debéis daros prisa!"

La carta parecía ser importante como los retratos de Linda y del otro joven, aunque como no sabía leer, no sabía que ponía la carta, "Esto parece interesante, que pone, se cazar, no escribir nada mas complejo que un dibujo de adventencia" les digo a mis compañeros.

—Esto pagará la revisión. ¡Usted va directo al matasanos, herr Clarândir! —bramó mientras cedía la bolsita de monedas al elfo y se acercaba a su oído—. Y la próxima vez espérame. Que aunque no sea tan ducha como tú, al menos podré distraer a alguno mientras tú te encargas del resto.

Aún preocupada por el estado del asur, Lenna examinó lo que habían encontrado. En cuanto Burkhard recordó que no sabía leer, Lenna se disculpó y leyó la carta en voz alta.  El contenido de la misiva y el retrato de una joven Linda le hizo pensar una vez más en lo que les había ocultado. Y no había sido sólo ella.

—No sé dónde está, maese Grosskopf. La última vez que lo vi estaba con usted en la vivienda de la muchacha. Pero como estos ya no pueden hablar —comentó con enojo mientras golpeaba el torso de uno de los asaltantes—, debemos encontrarlo y forzarlo a desembuchar. Antes mencionó algo, pero no quiso explicarse. Sabe algo más, y ya me está empezando a cansar tanto misterio. ¿Le parece si usted va a buscarlo y nos encontramos en la posada de herr Taunenbaum? Debo llevar a éste a herr Thomas*, para que le eche un ojo a esas heridas.

Con cuidado y a la vez con firmeza Lenna trataría de reincorporar al elfo y que éste se apoyara sobre ella para ayudarse al caminar. Mientras salían, trataría de ubicarse para hallar el camino más cercano al cirujano.

Gherard intenta seguir a Lenna pero se pierde por las calles de la ciudad... En un intento de seguir el rastro intenta otra vez observar las calles a su alrededor para encaminarse hacia donde Lenna perseguía a aquel hombre.

Hablando del rey de Miragliano, por la puerta asoma. Este refrán de origen tileano cobra especial sentido cuando el hechicero aparece por la puerta tras seguir, con dificultad, el rastro dejado por Lenna desde el edificio donde estaba la casa de Linda, del boticario de la ciudad y de la vecina cotilla del segundo hasta este almacén en la ribera del río.

Decidís posponer la conversación y dirigiros al establecimiento de herr Thomas que llevándose las manos a la cabeza se aplica en las heridas del elfo, cosiendo aquí, vendando allá y desinfectando todo de la mejor manera posible y recomendar al herido reposo y volver mañana para continuar el tratamiento o, si lo prefiere, puede ir él al lugar que le indiquéis a primera hora de la mañana.

Tras un rato decidís ir a la posada para poner en común los datos obtenidos y continuar la búsqueda de la joven...

El elfo apretó los dientes y levantó el escudo esperando el golpe del Hacha, pero nunca llegó. El cuerpo cayó al suelo y el Asûr se apoyó en la pared, mareado. Apenas se había apoyado cuando Lenna se le echó encima, y aún estaba cogiendo aire cuando ya había recibido un guantazo que le hizo escocer el rostro, seguido de un beso que le supo a miel. 

La mujer examinaba sus heridas mientras Burkhard entraba y examinaban la zona, encontrando varios jergones, monedas sueltas, una carta y unos retratos en un broche junto a una carta que revelaba muchas cosas. Los ojos del Elfo recorrían el lugar, aprovechando su visión superior en sitios poco iluminados. 

Mientras Lenna la leía, Fârandar se percató de que habían cuatro jergones y sólo tres cadáveres. - Uno ha conseguido escapar.. Cof.. Cof... Argh.... Esas monedas serían el pago por su trabajo. - dijo, mientras apareció el mago y salieron de allí. 

Probablemente quien había escapado sería el que vió acechando desde la esquina, pero sus tres secuaces le habían entretenido lo suficiente como para poder desaparecer como la rata asquerosa que era. 

El contenido de la carta reveló información importante, pero ahora mismo el guerrero sólo pensaba en que alguien le cosiera las heridas y poder descansar. 

Dicho y hecho, entre tumbos llegaron a la consulta de Herr Thomas, quien sorprendentemente conocía su oficio bien. Tras pagar por sus servicios, el elfo le pidió que acudiera a primera hora a la posada, donde pernoctarian. 

Tras reservar habitación, pagar viandas y un cuarto privado, el elfo se encontraba mejor, al menos lo suficientemente bien como para poder tener una conversación. 

Con el hechicero entre ellos, el elfo abordó la cuestión principal - Bien, ¿qué más puede contarnos Herr Ludeker? -