Partida Rol por web

Las luces se filtraban a través de los postigos en el interior de las alcobas para cuando se escucharon en el exterior los cascos de los caballos dando inicio a la cacería. Tal vez fuese aquella algún tipo de señal pero no tardó en sonar un leve golpeteo contra la puerta de madera. 

-Disculpe. Venía a cambiarle la bacina. -Dijo una voz suave antes de abrir la puerta. Lo primero que hizo fue practicar una reverencia propia del vulgo antes de depositar la nueva bacinilla en el suelo y encaminarse a la ventana para dejar abiertas las contraventanas para terminar de ventilar la estancia. -Ya se han marchado de cacería. Milord quería transmitiros que tenéis libertad para moveros por todos los terrenos pues no hay nada previsto en toda la mañana. -Anunció mientras hacía aquella operación.

Se encaminó de nuevo hacia la bacinilla y tomó la que ya se encontraba desde la noche anterior sin mirar el contenido de la misma. -Si queréis desayunar tenéis preparados unos aperitivos en el gran salón.

Y con ese último anuncio se retiró cerrando la puerta tras de sí. La única nota de su presencia la daba la ventana ahora abierta por la que se filtraba además de la luz del día el frescor del alba.

Tras asentir al sirviente con un leve gesto de gratitud por la información, Nathan comenzó a asearse y vestirse pausadamente. Estaba algo… bien, muy sorprendido de tener un cuarto en el castillo. Había supuesto que dormiría con sus hombres afuera, como seguro habrían hecho muchos caballeros menores y escuderos. Lo primero que haría después de desayunar seria ir a darles un vistazo y asegurarse que algunos siguieran discretamente a Myria, como acostumbraban.

En vez de las “ropas de trabajo”, vistió un traje de cortesano elegante de los que acostumbraba; jubón de satén negro con ribetes de plata, pantalones a juego y botas de cuero fino. Solo para evitar confusiones también llevaría la espada, pero nada mas en cuanto a armas o armadura se refería. No iba a buscar conflictos. Todo lo contrario, lo que quería eran amigos.

Así arreglado se encamino al gran salón, con la mirada atenta a captar alguno de los hombres que se había propuesto interpelar anteriormente.

Me levanté con las primeras luces de la mañana, no tardé mucho en vestirme y estar lista para empezar a conocer la zona, suponía que la mayoría de nobles irían a la cacería, así que todo estaría tranquilo y con suerte podría ver sitios a los que no hubiera podido ir de otra forma.

Cuando alguien llamó a la puerta, me giré extrañada, en mi hogar no solían llamar tan temprano. -Ah pase pase, ahora me iba. Entonces genial, ahora iré a conocerlos.- Dije sonriente por la posibilidad de ir donde quisiera.

Era cierto que comer un poco antes de salir era necesario, no quería estar en ayunas toda la mañana. -Vale, gracias.- Cogí mi capa, iría a desayunar y saldría a dar mi paseo. Anduve por los pasillos hasta el gran salón, fijándome en la decoración del castillo y parándome de vez en cuando a mirar por las ventanas, la mañana estaba despejada, parecía que tendríamos un buen día.

Antes de llegar a mi destino, decidí ir hacia las cocinas, cogería algo de fruta y así no tendría que encontrarme con desconocidos con los que ahora no me apetecía hablar. Giré en redondo y fui en busca de mi desayuno.

Salí ya completamente vestido, mis vestimentas no diferían mucho de las de la noche anterior. Había dormido bien y me dirigí inmediatamente a la habitación de mi hermana. 

-Myria?? Ya saliste?- pregunté, si no había nadie allí tendría que ir a buscarla directamente al establo, debía estar ahí, aunque me extrañaba que no hubiese pasado a buscarme. 

El gran salón se encontraba presidido por Lady Cathelin Buckler, junto a ella Poddrick daba cuenta de una rebanada de pan tostado con la avidez propia de la juventud al tener un plato en la mesa de su agrado. Próximos a la pareja se encontraban apenas un puñado de personas lo que contrastaba con la multitud de la noche anterior. Las ausencias eran palpables: además del señor de Puertabronce y su primo Ser Brus se notaba la ausencia de Lord Damien y su hijo Gabe Blackstorm, Lord Cleon y Ben Horpe y el bastardo Marcus Storm; por supuesto no podrían faltar a la cacería el adulador Alfric Gower y su hijo Gyles ¿o tal vez el propio Gyles seguiría rehuyendo a Ser Greggor?, a quién tampoco se le veía por ningún sitio.

-Bienvenido Nathan. -Dijo la señora de la casa sacando al recién llegado de su letargo.

-Ten. -Le dijo al tiempo que le tendió una cesta con varios panes, algunos de ellos de cereales. -¿Eres el castellano de los Thalassos? Soy Ser Royland Swygert. -Se presentó uno de los pocos que estaba por allí, al otro lado de éste le acompañaban ambas hijas de Alfric Gower.

La habitación de la joven estaba vacía y casi en el mismo estado que su hermano había dejado su propia habitación. Parecía que alguien se había levantado con ganas a explorar los terrenos. En aquellos pensamientos se encontraba ensimismado, mientras seguía la sugerencia de la joven que entró en su habitación, recorriendo unos pasillos austeros sin ninguna decoración de ningún tipo. 

Alguien se había esforzado por borrar todo tipo de rastro que pudiese recordar a sus antiguos ocupantes... No hubo mucho tiempo para pensar sobre ello pues no tardó en darse de bruces con su hermana quién parecía estar dando cuenta de una manzana.

Cogí unas cuantas manzanas y me las guardé, Almendrita estaría contenta, empecé a comerme una de ellas, el desayuno estaba servido. Cuando salgo de la cocina casi me doy contra Samuel. Levanto la vista hacia él y doy un ruidoso mordisco a la manzana.

-Buenos días hermanito ¿Quieres una?- Sin esperar a su respuesta saco una manzana de uno de mis bolsillos y se la lanzo. -Tienes que desayunar algo.- Sonrío. -Pensaba ir a dar una vuelta y conocer un poco todo esto ¿Te vienes?- Lo cojo del brazo. -Vamos.-

Lo conduzco por los pasillos, dirigiéndome hacia los establos. Una vez llegamos, saco una de las manzanas y me voy a buscar a mi yegua. Ella no tarda mucho en encontrarme y venir a por su delicioso tentempié, la acaricio y le pido a uno de los mozos de cuadra que me ayude a colocar la silla, ya que a mí me resulta complicado, Almendrita es demasiado grande, cuando ya estamos casi listas, alzo la voz para dirigirme a mi hermano.

-¿Cómo vas?-

Ya tenía ganas de conocer los alrededores, ya que el interior creía, muy a mi pesar, que tendría la obligación de estar en el más tiempo del que quisiera, así que mejor aprovechar ahora y salir a pasear.

Me llevé por delante a mi hermana, por suerte no iba muy rápido, sólo caminaba porque estaba en un lugar desconocido, si hubiese sido en nuestro castillo otra hubiera sido la historia. 

-Bueno, gracias- dije tomando una manzana, me gustaban, quizás no tanto como a Myria- vamos, si. Pero a caballo, ¿no? O quieres caminar?- pregunté interesado en lo que tenía que decir. Cuando vi a dónde me llevaba, entendí. Ayudado de media manzana, sólo pude sacar a Pisapinos pues no podría subirme a él sino dentro de los establos. Parecía que los habían tratado bien. Me esforcé un poco, pero tras prepararlo con ayuda de los mozos, me subí y ya estaba listo para salir. 

-Estoy listo. Espero que no lo cansemos mucho, si hoy tenemos una justa- dije a mi hermana, sería mi primera vez en una justa y no dejaba de pensar en eso. ¿Me dejarían realmente?. En un sentido me daba también algo de miedo, es decir, por ser demasiado malo. 

-Mi señora, buenos días.  +saludo a la anfitriona con una gentil reverencia, para luego volverse hacia quien le tendía los panes. Al escuchar su nombre y ver quien le acompañaba la sonrisa de Nathan disminuyo apenas un ápice, ligeramente sorprendido… aunque de buena manera.

Era positivo ver que los malos modales del lord no se contagiaban a los sirvientes, o al menos estos se molestaban en aparentarlos frente a otros. +Gracias, Ser Swygert. +dijo, aceptando la cesta. + En efecto, lo soy. Nathan Ostlich, a su servicio. +añadió con un cabeceo.

Su mirada luego estudio a ambas jovencitas, saludándolas también con reverencias aunque menos pronunciadas que a los demás. Tanto “publico” noble resultaba algo intimidante, pero era mejor intentarlo ahora. Por ultimo regreso la vista a lady Buckler.

- Quisiera intercambiar algunas palabras con usted, milady. En privado, si me disculpan los presentes. Aunque luego apreciaría una charla con usted, ser, si no se halla ocupado.

-Justo me iba a retirar, parece que no vendrá mucha más gente. -Certificó tras echar una rápida ojeada a la entrada. -Acompáñeme y hablemos mientras el resto almuerza... Veo que sois hombre de armas pero no amante de cacerías. Una combinación extraña me atrevería a afirmar.

La charla banal se fue sucediendo hasta que finalmente parecían estar lo suficientemente alejados de oídos indiscretos.

-Creo que nos hemos alejado lo suficiente del salón. No quise juzgaros sin embargo a veces la conversación banal es la mejor forma de disuadir oídos indiscretos. Hablad pues.

Almendrita parecía estar especialmente nerviosa y comió con voracidad la manzana que su dueña le ofrecía, Pisapinos por su parte parecía más tranquilo y sin mucha intención de moverse. Se limitaba a pifiar en una aparente conversación con las escasas monturas que habían quedado atrás, de vez en cuando los relinchos se veían interrumpidos por algún golpe de los cascos contra el suelo.

Entonces una voz nada animal se escuchó en el exterior de los establos, próxima a la entrada. El sonido quedó parcialmente amortiguado por el ruido del interior que también ocultó la presencia de la pareja de jóvenes a la vez que hacía difícil escuchar la conversación

-[...]esperando [...] buen rato. -Dijo la primera voz claramente tosca y propia del vulgo.

-¡Shh! [...] cobras por [...] esperar [...] maldito... -No tardó en ser contestada. El mensaje era enigmático más no se alcanzaban a distinguir muy bien las voces...

-No solo las cacerías, sino también evito los torneos mi señora. Prefiero que mis posibles rivales no sepan de lo que soy capaz hasta que sea el momento de la verdad. +replico con cortesía mientras acompañaba a lady Cathelyn a la salida, siguiendo sus palabras.

Una vez afuera, asintió comprendiendo perfectamente la intención del caso. Aquella mujer era inteligente y propia, una verdadera dama. Su influencia sin duda seria sutil pero fuerte...

-Desde luego, mi señora. Aprecio esa discreción… +inspiro hondamente, y relajo un tanto su postura, volviéndose a mirarla. Ya que ella era directa, el debía corresponder la atención.+ Bien pues, al punto… Estoy en un dilema, y creo que sois la persona idónea para aconsejarme al respecto. Pero antes, hay algo que necesito saber… Sinceramente, ¿cuál es vuestra opinión sobre mi señor y sus ideas?

Fijo sus ojos en los de la señora, estudiándola atentamente. No solo lo que dijera seria importante, sino tambien el como. ¿Le respondería diplomática o con sinceridad?

Le hice un gesto a mi hermana como para ocultarse y me acerqué un poco oculto como para escuchar bien de que hablaban, avanzando en lo bajo, en cuclillas. Probablemente no era nada, pero me parecía de lo más aventurero aquello así que aproveché para intentar dar con la conversación de los extraños.

-Me temo señor Ostlich que me pilláis. -Reconoció con sinceridad. -¿De qué ideas me habláis?

Me junto contra la pared del establo y apoyo mis manos en esta, no iba a permitir que mi hermanito fuera el único que se enterara de lo que decían, luego podía inventarse cualquier cosa, prefería tener la información de primera mano. Lentamente me fui aproximando hacia las voces, intentando concentrarme en escuchar lo que estaban diciendo.

Cuando estuve junto a mi hermano me llevo el dedo índice a los labios, para que no dijera nada, quería saber a que venían esas pocas palabras que había podido escuchar, en mi cabeza numerosas historias cobraban forma pero no creía ni mucho menos que se pudieran parecer a la realidad.

Esos instantes de espera, provocaron que el sonido más fuerte que escuchara fuera mi corazón, bombeando rítmicamente la sangre por todo mi cuerpo, para mí era un sonido ensordecedor, aunque estaba segura que nadie más podía oírlo. Durante ese tiempo mi respiración casi se había cortado totalmente, no quería hacer ni un ruido, hasta saber que era lo que se estaba hablando fuera.

Primero se adelantó Samuel indicando a su hermana que no era necesario que se pusiera en peligro, pero subestimó la innata curiosidad de la joven que no tardó en seguirle. Seguir insistiendo podría acabar delatándoles así que resignado abrió el paso mientras Myria le seguía. Avanzaron así, próximos entre sí mientras los susurros iban ganando en claridad y una conversación de lo más extraña acabó por revelarse. 

-¿Lo has hecho? -Dijo la primera voz, hablaba en susurro no obstante era claramente la que habían reconocido de un tono más autoritario.

-Sí. Parecerá un accidente.- Le contestó totalmente seguro.

-Maravilloso, aquí tienes.- La alegría en su voz era palpable.

-Perdone señor... -Sonó un gruñido que pareció hacerle rectificar lo que iba a decir, entonces volvió a aventurarse- Perdona... quiero decir. Si sabéis que me van a pagar, por qué vosotros...

-Tan sólo queremos que las cosas se hagan bien. -Le interrumpió antes de que la pareja de hermanos pudiese escuchar algo más.

-No sabrán nada.

-Lo sé. -Entonces se escuchó un golpe y un grito ahogado de la víctima. Aquello provocó la sorpresa de los dos hermanos que lograron evitar que un sonido escapase de sus gargantas lo que les habría delatado. 

De fondo los caballos se limitaban a masticar el heno que se hacinaba sobre el suelo.

Aun tenía las manos en la boca para ahogar cualquier sonido que pudiera salir por ella, estaba quieta, se podría decir que incluso paralizada, no lograba pensar con claridad pero tenía bastante claro que un hombre había muerto ahí fuera, no sabía quién pero mi impresión era esa.

Tras unos segundos, cuando logro un poco de lucidez tras el shock empiezo a atar cabos, algún Señor quería cometer algún acto que no quería que se conociese y nosotros dos, lo habíamos escuchado. Me quedé en donde estaba aunque por mucho que hubiera querido no me habría podido mover.

Miré a mi hermano para asegurarme que no se moviera, fuera quien fuera no pasaría nada bueno si nos descubría y no quería meterme en esa clase de problemas, los líos entre nobles era mejor que los solucionaran ellos. Ahora mismo quería irme, lejos. Ojalá hubiéramos salido antes. No… Estas son la clase de cosas que debía contar a mi padre, pero no quería que me interrogaran y ahora mismo no sabía ni quién era. Teníamos que salir de ahí.

Le hago unos gestos a mi hermanito para que nos vayamos hacia el otro lado, lejos de lo que hay ahí fuera.

Escuché con atención y me sorprendí cuando lo mató. Me quede quieto y helado, pero tras el momento de shock vi a mi hermana diciendome de irnos. No quería irme quería saber que era lo que iba a pasar o de última esperar que aquellos se fueran, así que me quedé quieto y negué con la cabeza a mi hermana, le hice señas como diciendole a ella que se fuera. Quizás no fuese a suceder nada más pero quería escuchar hasta el final lo que estaba ocurriendo. 

Extiende una mano levemente, trazando un circulo vago en el aire, queriendo abarcar muchas cosas.

-La tolerancia, por ejemplo, hacia los descorteses y malintencionados. +seguramente la señora ya sabria del pequeño incidente al llegar, si es que por algún azar no conocía la malquerencia de los Gower+ Su pasividad en los temas fuera del propio feudo, salvando sus deberes para con vosotros. Entre otras cuestiones.

*Sus ambiciones mal encaminadas.

Suspiro, exhalando profundamente. Era evidente en su porte un cierto aire de fatiga, pese a haberse despertado recientemente. Pero la carga que llevaba era mental, no física.

-En resumen, quiero saber que imagen proyecta la familia desde fuera, mi señora. Una opinion honesta.