Partida Rol por web

Acertó a un par de esos malolientes piratas en toda la frente y en la cara, pero al margen de ralentizar a esos dos un poquito, no hizo otra cosa que enfurecer más a los otros. Se dio media vuelta y entró patinando en el faro, casi sin resuello.

-Oh, Billy, el señor Pebbles -menuda tontería arriesgarse por un osito de peluche. Aunque a la vez le pareció enternecedor. Si se arriesgaba así por un muñeco, ¿qué no haría por una persona? ¿Una amiga? Becca se sintió emocionada, impulsiva le dio un abrazo al chico -Muchas gracias, ¡te la has jugado un montón!

Y luego cerró la puerta de golpe en cuanto entró Paul. -¡Paul, menos mal! ¡Corre! -tiró para arriba con su hermana cuando escuchó a Billy y leyó en sus ojos de corderito la ayuda que rogaba. Dudó unos instantes, mordiéndose los labios, aunque acabó por decidirse, qué menos. -Sube, Hailee, deprisa. 

Becca bajó y patinó una vez más hacia Billy y el viejales. -Billy tiene razón. Regresamos todos, usted también, profe. ¡Vamos, es una orden! -La muchacha cogió de la mano al profesor Armitage y estiró de ella hacia las escaleras mientras sonreía a Billy y le guiñaba un ojo.

Si, pgofesol Agmitage... tiene que venil con nosotlos...

Y es que, pese a mis dieciséis años, no concebía que el viejo profesor diese su vida por salvar la nuestra y tener que vivir con ello el resto de nuestras vidas. No, definitivamente, no era una opción aceptable.

Vamos, pgofesol, aun me quedan algunos tlucos, ¿ve? - le dije, mientras le mostraba los patines de Rebecca - ¿no lo ve? ¿en selio? ¿Y vosotlos? - pregunté en general, ante la mirada de no saber que pasaba del resto.

Venga ya - y sonrei - Becca... ¿tienes algún otro calzado? O, lo que es más impoltante... ¿le tienes mucho caliño a tus patines? Si sacamos los cojinetes de las ruedas y los echamos en los escalones... jeje, mucho me temo que no los velán, y el polazo que van a pegag va a seg de ógdago... ¿si, no? ¿Qué me decís? 

Aquel arrebato de Rebecca me pilló por sorpresa y al principio no supe cómo reaccionar, mas finalmente recuperé el control de mi cuerpo y la abracé con suavidad. Fueron quizá un par de segundos, pero me pareció una eternidad el instante compartido. El corazón se me aceleró de nuevo y las pulsaciones se me dispararon sin yo poder remediarlo. Agaché un poco la cabeza, ocultando mi tez enrojecida por los nervios y la vergüenza. Y esta vez no había frío que pudiera esconder el rubor en mis mejillas.

—No... no ha sido nada. Tú sabes que... —titubeé, sin lograr completar la frase como quería— sabéis que siempre estaré para vosotros —terminé por decir mordiendo mi labio inferior mientras me rascaba de manera inocente detrás de la nuca.

Saliendo de repente del trance por los golpes de los piratas, me puse en alerta en seguida; no había tiempo que perder. Agradeciendo la iniciativa de la chica y devolviéndole el guiño de ojo por su ayuda para que el profesor nos acompañara sin hacerse el héroe, me giré mirando a los demás. 

—¡Vamos, chicos! Es hora de regresar a casa —dije dispuesto a subir las escaleras.

De la velocidad que llevaba, logré traspasar la puerta el primero y sin mirar atrás, empecé a subir como una moto la escalera de caracol que subía y subía hasta lo alto del faro. Abajo, los piratas intentaban derribar la puerta, que había sido cerrada por alguno de mis amigos. Detrás mía iban subiendo todos, esperando llegar hasta el cuadro que nos llevara a casa. Yo no paré y seguí subiendo, exhausto ya de tanto ejercicio. Si hubiera algún pirata arriba, sería el primero en verlo y en avisar a los demás.

Antes de que puedan hacer o decir nada más, los piratas lograron echar la puerta abajo, y el profesor fue impulsado hacia atrás con fuerza. Todos los demás terminiteis de subir al faro, en donde visteis que lo único que hay es la luz girando alrededor.

No había absolutamente nada más, pero a lo lejos, ya empezáis a oír como subía los piratas.

Sadie fue la última en subir las escaleras, mirandoos asustada.

-Pero... ¿y cómo salimos de aquí? No hay nada más que esta luz y ahora estamos atrapados -dijo Sadie con amargura, temiéndose lo peor para sus amigos y también para ella misma.

Miró hacia abajo y vio como su padre encabezaba la marcha, arrastrando con él al profesor y con todos los piratas detrás.

- Tiene que haber algo... - grité con frustración al no encontrar allí nada más que la linterna del faro...

¿Dónde están los cuadgos? ¿Los véis?

Dije como un loco, mientras daba vueltas y vueltas alrededor del mecanismo de iluminación. No se me ocurría nada, pero por suerte, el asunto de los cojinetes había tenido éxito, y Rebecca, a pesar de no tener otros zapatos y cederle los mios, y que yo gastara al menos 4 números más que ella, me los había dado.

De todas maneras, todo indicaba que el fin estaba cerca. Estábamos atrapados.

¿Y si lompemos la luz? Igual podemos escabuchignos cuando lleguen aquí aliba.

Nada más llegar a lo alto, escuché el estruendo de la puerta al romperse. El griterío de los piratas, unido al del profesor y a los nuestros, resonaban por todo el faro. La potente luz me iluminó de arriba a abajo, como a un árbol d navidad, cegándome antes de que pudiera cerrar los ojos. Al abrirlos, solo veía estrellitas. Empecé a moverme torpemente por la zona, intentando encontrar los cuadros o cualquier cosa que nos indicara la salida.

-"Casi no veo, chicos, me ha dado la luz de lleno y me ha dejado cegato. No veo la salida."

—¡No! ¡No podemos dejar al profesor atrás! —exclamé visiblemente abrumado, intentando estirar el brazo para agarrarle pero antes de darme tiempo a pestañear estábamos todos en la planta superior y los piratas arrastraban al propio profesor escaleras arribas en nuestra busca. Mis amigos buscaban por la diminuta estancia la manera de regresar al museo aunque a priori allí no había nada extraño o que nos sirviera para huir. Parecía que, para nuestra desgracia, la suerte estaba echada.

En un último y desesperado intento, busqué con ahínco por todo el lugar cualquier detalle que se escapara a la vista, golpeando con el puño las paredes, el suelo y lo que allí hubiera intentando percibir una sensación diferente.

Los cojinetes que Paul había conseguido de los patines y lanzado a las escaleras no tardaron demasiado en surtir efecto. A los pocos segundo, oísteis una buena cantidad de golpes y maldiciones, seguidas de no menos protestas acerca de vuestras familias y el trabajo que les estabais dando.

Todo al estilo pirata.

Rebecca había conseguido tirar del profesor y estaba al igual que cuando nadó, corrió, se deslizó por la corriente, y huyó de los piratas, exhausto. Pero ahora, arriba, todo parecía haber terminado.

Salvo que en cuanto a Gordi le dio la luz, desapareció como por arte de magia en medio de un destello, quedando solo el aire en el lugar en el cual se había encontrado un segundo antes.

Tan pronto tocaste la luz, o más bien la luz te tocó a ti, apareciste en el pasillo del museo, exactamente, al lado del cuadro del faro, que estaba colgado en la pared y que pudisteis ver aquella misma mañana, aunque pareciese que había pasado mucho más tiempo.

Como el cuadro estaba a cierta altura en la pared, caíste al suelo casi de rodillas, justo al lado del cuerpo del pirata muerto.

-"...salida."

Con mi última palabra, de repente me encontré en el pasillo del museo. A mi lado, el frío cuerpo del pirata asesinado por la extraña criatura. Miré hacia arriba y vi el cuadro. ¿Aquellos eran mis amigos, los que se movían dentro del faro? Rápidamente miré alrededor, estaba claro que el monstruo seguiría por aquí y no deseaba encontrarme con él.

Los patines. Solo se lo pensó un momento. Patines había muchos y, aunque estos eran muy guapos, sus amigos eran lo primero. Tomó asiento en las escaleras y con toda la celeridad que pudo se los quitó - Vale, ¡úsalos! -Y después de eso subió aprisa, en calcetines, sin detenerse a ponerse el calzado que guardaba en su mochila.

-¡Vamos, profe, mueva el culo! ¡Queda poco, una subidita de nada!

No se detuvo a mirar atrás. Vaya tela. Tirando para arriba con el más mayor y la más pequeña. Ella, haciéndose la valiente, cuando en realidad tenía un miedo en sus huesos que se cag… encima. 

-¿Eh? ¿Y Gordi? -preguntó mirando en derredor. No estaba. No había nada. Ni cuadros. Solo la luz. Y los bestias de los piratas subiendo en tropel, maldiciendo y gritando y blasfemando de forma horrible. 

-¿Qué hacemos? -no le quedaban canicas. Protegió con el cuerpo a su hermana y reculó unos pasos, intentando no temblar. 

Eso... ¿dónde está Goldi?

De plonto le dio de lleno la luz y ahola no está - dije, más para mi que para el resto, mientras me rascaba la cabeza...

El profesor vio como Gordi desaparecía en el haz de luz y entonces, a él mismo se le ocurrió lo que era.

-¡Es la luz! ¡Deprisa, es la luz! Colocaros directamente delante de ella para trasladaros al otro lado. ¡No perdáis tiempo que los piratas no tardarán en llegar!

Se colocó de manera que no le daba, cerca de las escaleras, vigilando por si hacía falta que finalmente, él se sacrificara para que los demás escapasen. Lo prioritario era que aquellos chicos lograsen volver a sus casas.

¡¡Eso es!! Glacias, pgofesog - y echando a correr con el sonido que haría un pato, habida cuenta de que iba descalzo y el suelo de la plataforma estaba húmedo, me posicioné justo por donde pasaría el foco en apenas dos segundos...

Vamos, chicos, coled... ¡¡¡COLED!!!

Bernie desapareció por arte de magia de nuestro lado como si fuera el mismísimo David Copperfield llevando a cabo una de sus ilusiones. Cesé mis intentos de encontrar la salida, desganado, cuando el profesor Armitage apareció en lo alto de las escaleras y nos indicó cuál era el truco de ese faro. La potente lámpara era en realidad el portal de regreso al museo. "¡Claro, si lo que vimos en el cuadro fue cómo la silueta del pirata se movía en la luz!" —ahora todo encajaba.

—¡Alex, coge a Sadie! ¡Becca, tú coge a tu hermana! ¡Profesor, venga usted también! —grité acelerado y sin pensármelo ni dos segundos, sujeté con una mano la de mi primo y con otra la de Rebecca, avanzando hacia la luz, siguiendo los pasos de Paul.

Becca tardó en reaccionar. La luz cegadora. Los piratas y sus maldiciones y amenazas. El cansancio. El frío en sus huesos. El pensamiento de que el móvil igual se le hubiese muerto. Su figura en calcetines de ositos. Sus pelos mojados y despeinada. 

Se bloqueó. Y se quedó ahí paralizada unos instantes. Billy tiró de una mano, de la otra Hailee aguardaba a su hermana. Pero la muchacha no se movía.

Reaccionó cuando el señor Pebbles le mordisqueó en una pierna. -¿Eh?- En un impulso subió a la mocosa en brazos como pudo, y cogió de la mano al profe. Ese viejecito le caía bien y no podían dejarlo atrás. -¡Profe! Usted ya es uno de los nuestros, y los Goonies no dejamos a ninguno atrás. ¡Vamos!

Y no soltó al profe, ni a Hailee ni a Billy y todos se sumergieron en la luz. Tuvo un flash en ese instante, ¿y si los piratas les seguían?

Tras la desaparición de Gordi y la certera indicación del profesor, os faltó tiempo para empezar a colocaros delante de la luz.  El primero en hacerlo fue Paul, desvaneciéndose como si nunca hubiera estado allí en medio de un destello fugaz. Acto seguido fue el turno de Billy, que tiró de Alex, Rebecca y Hailee, y finalmente, el profesor, agarrado de la mano como si fuese a perderse, y que sin dudarlo, cogió a su vez a Sadie.

Lo último que visteis fue una figura saliendo del hueco de las escaleras, Willy en persona, gritando desesperado.

-¡SADIEEEEEEEEE!