Partida Rol por web

De repente Scott regresó por donde había venido. Venía a la carrera y de buenas a primeras alarmó al resto, pues venia sólo y en las circunstancias en las que se encontraban, podían esperar cualquier cosa. Pero nada más hablar diluyó aquellos malos presentimientos, aunque por poco tiempo.

- ¿Qué pasa chicos? - Preguntó. - El profesor me ha mandado a por vosotros. - Desveló. - Ya sabemos por donde continuar. Un poco más hacia adelante hay un acantilado. No se ve el fondo... - Se encogió de hombros. - Pero hay un puente que lo atraviesa. ¡Vamos! - Y regresó corriendo hacia donde se encontraba el profesor Armitage. 

El profesor seguía mirando por todos lados antes de dar un paso. No terminaba de fiarse de aquel lugar. Un puente colgante, oscuridad, un precipicio... Aquello sí que podía ser mortal. 

Cuando llegó Scott, le pidió silencio con un dedo y entró en la cueva.

Y fue entonces cuando los vio.

En lo alto del todo, colgados como si fueran murciélagos, había docenas de criaturas aladas descansando, que no durmiendo, porque movían de vez en cuando las alas. 

¡Dios mío! -exclamó, tapándose automáticamente la boca para no hacer ruido.

Scott regresó a la carrera al lugar donde se encontraba el profesor. Pese a que había ido en busca del resto, aún no se divisaba a ninguno de ellos en el horizonte. O estaban muy cansados o no tenían la misma energía que el joven Devereaux.

Scott detuvo su carrera de golpe. Suerte que no emitió el chillido con el nombre del profesor, como tenía pensado hacer, pues lo que vio en el techo le perturbó sobremanera. Un sonido más alto de lo normal podía desatar el caos y una muerte más que segura.

- ¡Dios santo! Exclamó en un susurro. - ¿Son lo que creo profesor? Es aún más peligroso de lo que parecía. Suerte que se ha dado cuenta...

Sí. Tendremos que cruzar con mucho cuidado. Además he visto el puente. Es estrecho y no parece estar en muy buenas condiciones. Tendremos que pasar por él en fila de a uno, y no creo que aguante mucho peso, así que... yo no me arriesgaría a hacerlo en más de dos.

¿Y los chicos? ¿En dónde están?

- No lo sé la verdad... - Dijo Scott. - Les he dicho que me siguieran. Supongo que venían detrás...

Se quedó un momento examinando el abismo, el puente colgante y sobre todo las bestias voladoras. Sinceramente no parecía muy seguro atravesar ese lugar. Pero no les quedaba otra.

- Creo que es mejor ir de uno en uno... - Sentenció.

Uno a uno fuisteis poniendoos en marcha. Scott y el profesor habían seguido adelante, y por lo visto habían encontrado que lo siguiente no era precisamente fácil.

¡Cómo no!

Por lo visto, Willy seguía haciendo de las suyas, así que estaba claro que esto era solo el comienzo. A medida que vuestra cabeza se fue aclarando, os fuisteis hasta donde estaban Scott y el profesor.

Lo primero que hicisteis fue cruzar por una gruta bastante normal, que no parecía peligrosa para nada.

Sin embargo, al otro lado de la caverna, en donde esperaban el profesor y Scott, visteis que el camino solo podía continuar a través de un puente que parecía tener lo menos mil años, y que cruzaba por encima de un precipicio del cual no se veía el fondo.

-¡Lex! ¿Estás bien? Cuando vi que te pinchaba uno de esos dardos casi me da algo...-dije preocupado mirándola a los ojos, pero por suerte parecía haberse recobrado del veneno y ya estaba bien. Le di otro fuerte abrazo junto con un pequeño beso en la mejilla. Luego miré a Emiko y a Sarah-Gracias por los ánimos chicas-dije con una sonrisa más amplia sonrisa sobre todo centrándome en Emiko.

Por su parte el profesor se encargó de investigar la cueva y encontró con puente y que Scott se encargó de llevarnos hasta el puente no, era EL puente. Al instante miré a Lex cómplice, sin duda era clavado al de Indiana Jones y el templo maldito-¿Ves lo que yo verdad?-dije con una sonrisa nerviosa. Estaba claro que no era de coña, ese puente era más viejo que el cagar y podría desmoronarse con sólo mirarlo pero si queríamos seguir adelante, habría que cruzarlo..-Bueno...¿Y quién es el primero?-dije preocupado.

Está bien, chicos, esto es lo que vamos a hacer -comenzó a explicar en voz baja a los chicos, cuando éstos llegaron -. Iremos de dos en dos, el último conmigo. Nadie empezará a cruzar hasta que cada pareja llegue al otro lado. Y procurad no hacer ruido para no alertar a esas bestias. Así que venga, ¿quiénes van los primeros?

El profesor miró a los valientes goonies, esperando que ninguno cayese, pero también, que no alertasen a las bestias porque de lo contrario, tendrían que hacerlo todo a lo bruto y entonces... entonces podía ser un desastre.

- Yo mismo... - Dijo Scott buscando a Anne con la mirada. - ¿Te atreves conmigo, Anne? - Le preguntó con la esperanza de que dijera que sí. De ese modo igual podía salvarle la vida y no le quedaría más remedio que caer rendida a sus brazos.

Scott se acercó al comienzo del puente y puso las manos en ambas barandillas de cuerda. Lo cierto era que aunque era viejo, al menos a simple vista parecía estable. Puso un pie sobre el primer tablón  y probó su resistencia apretando con fuerza. 

- ¡Vamos Scott! - Se dijo a sí mismo. - ¡A por todas!

Y cuando fue a dar el primer paso, su pie se hundió en el mismo  tablón del que había creído que nunca se rompería. Por suerte se sostuvo a las agarraderas de los lados y no acabó cayendo hacia la oscura infinidad del inframundo.

Abrí mucho los ojos y la boca, sorprendido por el nuevo reto al que nos enfrentábamos.

Un puente. Un maldito puente colgante. Y a juzgar por su estructura, no parecía que fuera a ser demasiado resistente.

-¡Uauh! ¡Ez como el puente que zale al final de la zegunda de Indiana Jonez! -exclamé, pasando rápidamente de la sorpresa y el miedo a la ilusión por la aventura-. Bueno, zegunda, zegunda, en realidad El Templo Maldito ez una precuela de la primera. Zucede un año antez, aunque la grabaron dezpuéz. Y no zé por qué, el niño que zale en eza película me recuerda al padre de Emiko.

Veo que Scott decide ser el primero en cruzar y decido seguirlo, mirando con cuidado no pisar ninguna de los tablones que aprenten encontrarse en peor estado.

-¡Vamoz, Scott! ¡Amigo, tú puedez! -animé a Scott, mientras continuaba avanzando a través del puente colgante, sin importarme que mi voz pudiese ser escuchada por posibles espectadores inesperados.

El grito que dio Caleb fue suficiente para conseguir que todas las bestias aladas que estaban descansando pacíficamente en el techo, desplegaran sus alas y comenzaran a revolotear por todas partes, lanzándose también hacia el puente... y hacia todos vosotros.

-¡Mierda! -exclamé, al percatarme de lo que había provocado mi grito.

Ahora aquellas bestias aladas habían despertado y volaban hacia el puente, con intenciones más que claras. "A la mierda el zigilo" pensé para mis adentros, mientras hacía lo posible por esquivar a los monstruos que volaban en nuestra dirección.