Partida Rol por web

Meto mano en mis pantalones, y me saco un ordenador portatil

"Voy a ver que puedo sacar de esto. Este es mi campo de lucha, amigos"

Con unas pocas indicaciones a Sigrid no le costó mucho acceder al ordenador que gestionaba las cámaras, con avidez comenzó a sondear qué había pasado antes de que comenzaran las llamas. Avanzando a velocidad rápida fue seleccionando varias de las cientas que controlaban el complejo hasta dar con algo.

El hombre que estaba en el tejado había subido allí antes de que empezara el incendio, lástima que una vez arriba ya no hubiera cobertura (quizá el foco de la seguridad se centraba en las habitaciones de los estudiantes) pero antes de eso había salido de una de ellas, al parecer bastante acalorado. No podía precisar nada más ya que desde el pasillo no se veía el interior. Colocarlas en las habitaciones era ilegal.

Retrocedió aún más hasta dar de nuevo con él. Había llegado en una furgoneta dos horas antes, con un uniforme de electricista (McAnan Brothers, del que se veía el número de teléfono), y sus rasgos eran sin duda árabes pero carente de vello facial. Al parecer había entrado casi inmediatamente en la misma habitación, sin haber ninguna referencia más hasta su salida.

Había logrado ascender por el edificio a pasos largos, el corazón se le había acelerado por el esfuerzo y también por ser consciente del poco tiempo que tenía. Al llegar arriba pudo ver que el hombre seguía vivo. Lo tomaba por un demonio que invocaba alguna calamidad sobre todos ellos. Su expresión asustada decía lo contrario, eso le hizo detenerse un segundo, perdiéndose en el palpitar de su corazón.

- Me llamo Fred. He subido pensando que querías hacer algo horrible. Pero si no es así, puedo echarte una mano, ayudarte con lo que sea que necesites.

Le expuso. En el fondo creía que un demonio terminaría por manifestarse, pues de otro modo no habría prendido fuego al edificio entero con tantas vidas como había dentro.

El hombre le respondió entre sollozos.

- Tengo que morir, acabar con mi vida para que no os lo llevéis. El secreto desaparecerá conmigo.

Acto seguido clavó el filo de nuevo entre sus costillas, urgando para provocar una mayor hemorragia. Varios órganos comenzaban a salir de su torax mientras caía al suelo presa de la debilidad.

- Perdóname señor, no he sabido servirte...

El hilo de voz demostraba que estaba a las puertas de la muerte.

Sigrid sacó un ligero portátil y sentándose sobre el suelo lo colocó entre sus piernas. Con gestos rápidos comenzó a buscar en enlace que le permitiría acceder a las cámaras, no era la primera vez que hacía algo así. Con ligeras indicaciones de Michael consiguió acceder y comenzar a sondear las imágenes que necesitaba.

Arriba la conversación pareció durar unos instantes, el hombre volvió a utilizar el cuchillo contra sí mismo y cayó al suelo, mientras Fred permanecía atónito ante el suicidio.

Las luces y sirenas seguían provocando ansiedad entre el personal y los propios supervivientes, los equipos médicos comenzaban a llevarse a heridos y cadáveres mientras tres camiones de bomberos relevaban a los operarios del centro guiados pos el rector, que empezaba a buscar a los encargados del edificio para asegurarse de que todos habían salido.

Primero observó atónito a Sigrid, que pretendía hacer algo que, a pesar de no tener mucha experiencia en ese campo, sabía que no debía de ser posible; fue una sorpresa descubrir que si, y me guardé aquello para, después, echar una pequeña bronca a los de seguridad.

Después, la tensión creció al ver a Fred allí arriba. ¿Es que estaba loco? ¡Maldita sea, se trataba de no llamar la atención! Subir con un cuchillo a una azotea en llamas para enfrentarse a un terrorista era de todo menos eso. Rezó para que no matara al hombre, porque entonces tendrían no solo a la policía, sino también a toda la prensa encima, y no pudo evitar un suspiro de alivio cuando se produjo el suicidio; con suerte, eso atraería todas las miradas, y no el profesor situado detrás.

Con el supuesto culpable de todo aquello muerto y los servicios de emergencia ya tomando el control de la situación, pudo relajarse un poco más. Las cosas parecían volver a la calma lentamente, y aunque el suceso perduraría unos días más, confiaba en que pronto otro titular, en otro lugar, mantuviera ocupados a los periodistas. Más tranquilo, se dedicó a ir de un lado a otro buscando a los encargados, a paso ligero pero sin mostrar precipitación, y estaba hablando con uno de ellos cuando vio a aquellos chavales allí parados, tan fuera de lugar que llamaron en seguida su atención. ¿Qué hacían dos críos allí, completamente solos? Sin dudar, se acercó a ellos.

—Hola, chicos —saludó poniéndose en cuclillas para estar a su altura—. ¿Estáis bien? ¿Qué hacéis aquí, dónde están vuestros padres? —preguntó inocentemente, en parte preocupado de verdad, pero en parte también precavido, sondeando sus auras, no fiándose de nada ni nadie.

Por suerte, confiaba en que su propia aura, velada a ojos de los sobrenaturales, pasara desapercibida si esos dos niños resultaban no ser lo que aparentaban a simple vista, o a los de cualquiera que estuviera mirando.

La adrinalina que corría por su cuerpo humano ayudaba a ralentizar el tiempo, mas no lo suficiente como para impedir al hombre que se arrebatara su propia vida. Subir había sido beneficioso, había conseguido una pequeña pieza de un puzzle cuyo número de piezas desconocía. 

- Espera, no hagas eso, seguro que hay solución.

No le iba a importar, para Fred el hombre que tenía delante ya no era un demonio, ahora todo indicaría que era un ángel, pero uno que desató un infierno detrás suyo, ¿tenía eso sentido?

Se abalanzó hacia el cuerpo caído buscando aplicar unos primeros auxilios, no creía que estuviera a su alcance salvarle pero creía en los milagros, era una obligación espiritual creer en que Dios podía intervenir si así quería.

Colocando una mano sobre él presionó, aunque sabía que tenía que aprovechar para registrarlo, bien podía llevar consigo otra pieza.

Al acercarse, Fred descubrió que el hombre aún no había muerto, sus latidos estaban bajo mínimos pero la vida aún no lo había abandonado. Pese a no detectar en él ningún tipo de aura, las heridas autoinflingidas habrían matado a cualquier ser humano.

La sangre empapaba todo su cuerpo, incluida la ropa, y brotaba hacia el suelo aumentando el charco que había visto previamente.

Al acercarse a los dos chicos, Michael trató de identificar si alguno de ellos podría ser una criatura sobrenatural. Ambos lo miraron sorprendidos cuando les habló, como si estuvieran en shock. Uno de ellos señaló hacia el edificio.

- Nuestro padre está ahí, nos dijo que le esperáramos mientras iba a por las llaves del coche... y de pronto comenzó todo esto, el fuego, los gritos. ¿Volverá, verdad? Nos dijo que llegaba enseguida.

El otro rompió a llorar y su hermano lo abrazó rápidamente para consolarlo. Ambos tenían el pelo castaño y rasgos caucásicos, nariz pequeña y labios finos, sin guardar mucho parecido entre ellos. Los ojos marrones del primero chocaban con los verdes más intensos del segundo. Su ropa era sencilla, pantalón y camisa de distinto color con zapatos negros ambos.

El rector no podía detectar nada salvo el cambio de actitud repentina, quizá producto del miedo o de los nervios. El chico volvió a hablar.

- Por favor, ayúdenos, está en el primer piso, tiene que llevarnos a clases de piano, lo prometió.

Viendo el cuerpo muerto o moribundo, cuyo suicidio había sido captado por los estudiantes, hasta se planteó dejarlo morir por guardar la inocencia en el mundo, si es que tal cosa era posible pues ya muchos humanos sospechaban sobre aquella guerra secreta.

No fue así, algo sucedía, si este hombre era un ángel podía haber sido engañado y por eso había que darle otra oportunidad. Salvarle la vida iba a implicar que quedara inconsciente y que ganaran tiempo. Posó las manos sobre el torso sangrante, si había querido suicidarse no había elegido un buen lugar, tendría que haberlo hecho en un lugar aislado. Y si de verdad volvía a intentarlo ya Fred se pensaría si merecía la pena arriesgar tanto por alguien consumido por la locura.

Sintió la calidez en sus manos y la transmitió al desconocido, tratanto de recuperarlo de las garras de la muerte.

Todo aquello le parecía sospechoso, pero no podía ponerse a interrogar a unos niños allí, delante de todo el mundo, a pesar de que le habría gustado; al fin y al cabo, las posibilidades que se le ocurrían no eran muy halagüeñas: o bien estaban poseídos pero los seres sobrenaturales se habían escondido al verle llega, o bien eran los hijos reales del terrorista sin duda poseído, o bien decían la verdad tal cual y no tenían nada que ver; la última de las opciones, sin embargo, se le antojaban remotas.

—¿Por qué no venís conmigo? ¿Queréis tomar algo? Buscaremos a vuestro padre y en seguida iréis a clases de piano, no os preocupéis.

El cuerpo del hombre parecía estable, el calor volvía a sus miembros mientras sus ojos se entornaban pero en calma. Con una sonrisa preguntó a Fred.

- ¿Quién eres? No pareces uno de ellos.

Los niños miraron desconcertados al rector sin saber qué decir cuando de pronto una chica que había cerca hablando con algunos heridos los miró y se acercó corriendo.

- Martin, John, ¿qué hacéis aquí? ¿Dónde están vuestros padres?

Algo no parecía ir bien. La joven podía ser una estudiante del centro pero un mechón blanco sobresalía de su nuca de un modo extraño. La perspicacia del académico notó la anomalía, sus manos estaban arrugadas, como las de una anciana... y uno de los niños tenía un llamativo brillo en los ojos, un refulgir verdoso que había comenzado hacía unos instantes... mientras el otro se llevaba la mano a uno de los bolsillos.

Sigrid ya tenía toda la información, al cerrar la tapa del portátil con una sonrisa de éxito y mirar hacia arriba vio que Michael había dejado su posición para acercarse a unos niños que estaban a unos diez metros... pero algo iba mal, la piel de uno de ellos tenía un tono azulado y aunque el rector no podía verlo desde donde estaba, la espalda presentaba notables protuberancias que luchaban por salir a través de su camisa.

Una chica de aspecto dulce se acercaba hacia ellos desde otro lado y comenzaba a hablarles como si los conociera.

"¡Rector!"

Me acerco a Michael tratando de cortar la retirada a uno de los niños en particular

"¡ Un-Tal-Druns-Mals-Gon!!"  exclamo y con un gesto de mi rostro señalo a quien estoy cortando la retirada.
En enochiano, nuestra lengua ancestral, es la forma de llamar a La Bestia, a los caidos. Y es que puedo jurar por mi gloria que el niño que estoy acorralando tenía la piel azul y escondia algo en la espalda ¿Tal vez unas alas?

Tuvo que controlarse, y necesitó una gran fuerza voluntad para que su rostro no revelara que había entendido lo que decía, y solo componer una cara de extrañeza. Por dentro bullía de furia, él también se había dado cuenta de que esos niños, y la chica que acababa de unirse a la conversación, no eran realmente lo que parecían, pero no por ello montaba un espectáculo delante de montones de humanos que nada tenían que ver con aquella guerra secreta; es más, ya no solo era por mantener las apariencias, ni siquiera porque les hubieran ordenado expresamente no desvelar sus identidades y solo observar, sino porque eran tres posibles demonios, y ellos eran solo dos, con Fred aún a saber donde. Maldita sea, le había tocado en el grupo que peor llevaba eso de vigilar sin ser detectados, y lo que era peor, de uno que posiblemente iba a acabar muerto. Ni siquiera confiaba en poder salir de esa situación bien, y aunque se libraran, su anonimato se acababa de ir a la mierda. A lo mejor puedo salvar el mío, pensó.

—¿Estás bien, Sigrid? —preguntó, fingiendo preocupación, cogiéndola por los brazos y apretando de manera casi imperceptible mientras clavaba mi mirada en ella, queriendo transmitir parte de mi furia a ver si se callaba—. Creo que el humo te ha resecado la garganta. ¿Por qué no buscas a Fred y os refrescáis? Yo iba a llevar a estos chicos al comedor a tomar algo.

Esperaba que pillara la indirecta, pero no tenía tiempo que perder en explicar nada ahí, delante de aquél trío, posiblemente infernal. Fue hacia ellos que se giró.

—Disculpe, señorita. ¿Conoces a estos chicos? Parecían perdidos, dicen que su padre está dentro. ¿Por qué no nos acompaña a beber algo? Estaremos mejor que aquí, y ya han llegado los cuerpos de seguridad, podrán encargarse —dijo esbozando una agradable sonrisa que pretendía ser tranquilizadora.

El poder divino había obrado efecto salvando la vida del desconocido. La rabia pareció abandonarlo pues las siguientes palabras transmitían más confusión que cualquier otro sentimiento. Fred en realidad había esperado que quedara inconsciente y acabara en un hospital.

- Me llamo Fred, soy un amigo que te puede ayudar. Querría saber quién eres tú y cuál es tu miedo. Yo no estoy aquí para arrebatarte ningún secreto, sino para echar una mano, pero también necesito entender la situación.

Le dijo al que debía ser un ángel perseguido quizás por otros de los suyos. En verdad Fred estaba intrigado, se preguntaba incluso si este hombre era el que estaban buscando, el rey Malik Mujtaba, una posibilidad remota pero cosas más extrañas ocurrían en este caótico mundo. Igual era algo así como un ángel guardián, podía ser tantas cosas que lo que convenía era no conjeturar.